por JOSÉ LUÍS FIORI*
Estados Unidos, Rusia, China, la propia India y las demás potencias intermedias del sistema mundial trabajan con el mismo horizonte 2050/60, cuando programan la “transición energética” de sus estructuras y plataformas militares
“Con un consumo promedio diario de más de 300 mil barriles, el Departamento de Defensa aparece como el mayor consumidor anual de petróleo de Estados Unidos, lo que ha provocado una creciente preocupación por la vulnerabilidad energética de sus fuerzas militares, intensificada por una postura diplomática y geopolítica agresiva de China en relación con el acceso a los recursos petroleros”
(Barreiros, D. Proyecciones sobre el futuro de la guerra: tecnologías disruptivas y cambios de paradigma (2020-2060)
Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, el caballo seguía siendo un elemento central en la planificación militar de las grandes potencias, y el carbón impulsaba las máquinas, los trenes y los barcos de vapor del mundo. Pero cuatro años más tarde, al final de la guerra, hubo una “revolución energética” que cambió el rostro del capitalismo, y el petróleo rediseñó la geoeconomía y la geopolítica del mundo. Poco después del conflicto, el crecimiento geométrico de la industria del automóvil jugó un papel fundamental en la difusión mundial del motor de combustión y la gasolina.
No hay duda de que fue la guerra la que aceleró el proceso de esta segunda gran “transición energética” en la historia del capitalismo industrial. Esto pasó después de la guerra, pero la “transición energética” del carbón al petróleo jugó un papel decisivo en el desenlace mismo de la guerra. El gran cambio empezó con la Marina británica, en 1911, pero tras el primer paso, todas las demás potencias implicadas en el conflicto se adhirieron a la nueva matriz energética del petróleo y su uso militar inmediato en la creación de nuevos tanques de guerra, y en la desarrollo de la aviación militar. Y durante la guerra, por la importancia de la nueva fuente energética, todos los gobiernos acabaron creando estructuras y organismos específicos de articulación entre el Estado, su mando estratégico y las grandes empresas petroleras privadas, para coordinar la producción y distribución del petróleo, del mercado y en obediencia a las estrategias de guerra de cada uno de estos países. Pocos días después de la firma del armisticio, el 1o El 1918 de noviembre de XNUMX, el gobierno británico acogió una reunión de la Conferencia Interaliada del Petróleo, creada durante la guerra, y en esa ocasión Lord Curzon conmemoró la victoria de los Aliados declarando alto y claro que “la causa aliada ha flotado”. a la victoria sobre una ola de petróleo.[i]
Al comienzo de la Primera Guerra, Estados Unidos controlaba el 65% de la producción mundial de "oro negro", y durante el conflicto los norteamericanos abastecían el 80% del petróleo consumido por los países aliados. Por ello, después de la guerra, los norteamericanos asumieron automáticamente el liderazgo de la nueva matriz energética mundial y se convirtieron en los mayores productores y exportadores de petróleo del mundo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. La región del Cáucaso había perdido importancia temporalmente después de la guerra y la revolución soviética, y la exploración de petróleo en el Medio Oriente aún estaba en pañales después de que Francia e Inglaterra firmaran el Acuerdo Sykes-Picot en 1916, que luego fue confirmado por el Acuerdo de San Remo. de 1920, dividiéndose entre sí el territorio del antiguo Imperio Otomano, que se convertiría en el epicentro de la disputa energética entre las grandes potencias en la segunda mitad del siglo XX.
Un siglo después, ya en la tercera década del siglo XXI, el mundo atraviesa una ciclópea transformación geopolítica, y al mismo tiempo se propone realizar una nueva “transición energética”, que sustituye los combustibles fósiles por nuevas fuentes de energía. que son “limpias y renovables”. La Segunda Guerra Mundial terminó hace 75 años, y la Guerra Fría terminó hace 30 años, pero hoy en día es común hablar de una “tercera guerra mundial”, o de una “nueva guerra fría”, a pesar de que las grandes potencias no están involucrados unos con otros en una guerra directa y explícita.
De hecho, lo que está en pleno apogeo es una gigantesca mutación geopolítica global, provocada por la universalización del sistema interestatal capitalista, por el ascenso vertiginoso de China e India, y por el retorno de Rusia a la condición de potencia militar global. Todo ello concomitantemente con el declive de la participación económica y del poderío militar de las potencias occidentales más ricas e industrializadas del siglo XX, especialmente en el caso de Europa, más que Estados Unidos. Y a pesar de estas importantes transformaciones, es poco probable que haya una gran “guerra hegemónica” entre EE. UU. y China, o incluso entre EE. UU. y Rusia, en las próximas décadas. El territorio y el armamento de estos países son gigantescos, controlan en conjunto alrededor de una cuarta parte de la superficie territorial del mundo, y más de un tercio de la población global, y ya no admiten invasiones o conquistas del tipo clásico. Por tanto, su lucha debe trasladarse a los territorios periféricos del sistema y a los espacios y flujos sin fronteras por donde circulan los recursos y la energía del sistema capitalista interestatal, donde debe tomar la forma de una “guerra híbrida” casi permanente, librada a escala nacional. varios puntos simultáneamente, con repentinos e inesperados cambios de escenario, y con alianzas cada vez más inestables, como si todos fueran a reproducir en el futuro, ya escala planetaria, lo que fue la historia pasada de la formación de la propia Europa.
En cualquier caso, esta competencia subterránea y continua entre los “tres gigantes” debería propiciar uno de los saltos tecnológicos más espectaculares de toda la Historia. Y una vez más, como siempre ha sucedido a lo largo de los años, este salto tecnológico debe estar liderado por la investigación y la innovación en la industria bélica, lo que implica un cambio en la matriz energética que actualmente mueve la infraestructura militar de estos países y del mundo. No será una guerra, sino una larga “preparación para la guerra”, una guerra que puede que nunca tenga lugar explícitamente, pero que se librará de forma encubierta, en todos los aviones, en tierra, en el mar, en el aire, en el agua. mundo y en el espacio exterior. Muy probablemente será uno de esos momentos en los que la humanidad estará cruzando una de las “fronteras” que algunos analistas llaman “punto de singularidad”. Ray Kurtzweil,[ii] por ejemplo, “predice que el crecimiento de la capacidad tecnológica que involucra computadoras, robótica y biotecnología alcanzará un punto de “tendencia al infinito”, entre 2029 y 2045, lo que significaría que las inteligencias artificiales habrían superado las capacidades de todos los humanos juntos; en adelante, la biología humana y la máquina formarían parte de un mismo complejo, sin que sea posible distinguir dónde comienza una y termina la otra”.[iii]
Hoy, desde el punto de vista energético, al mirar la planificación estratégica de las grandes potencias que se ubican en el epicentro de la competencia geopolítica global, lo que se observa no es una preocupación inmediata con el agotamiento de los recursos fósiles, sino con los crecientes costos de acciones para asegurar el acceso de cada uno de ellos a sus reservas repartidas por el mundo. El Alto Mando Estratégico de estos países aún prevé el uso prioritario de la energía fósil en sus distintas plataformas militares, al menos hasta 2050, pero todas trabajan con el mismo objetivo de sustituir la energía carbónica por una nueva matriz que se construye progresivamente, y que incluye cada energía eólica, solar, mareomotriz y de biocombustibles, aprovechando también fuentes de hidrocarburos infrautilizadas, como las arenas bituminosas y el hidrato de metano. Además, todos estos países, junto con otros con menos pretensiones militares, vienen realizando esfuerzos para desarrollar la electricidad producida en el propio campo de batalla, como consecuencia de las exigencias que imponen los nuevos sistemas electrónicos que se utilizan cada vez más en las operaciones militares. Equipos militares con láser, sensores químico-biológicos y exoesqueletos. Varios autores incluso apuntan que en las próximas décadas, desde el punto de vista militar, “la propia concepción de la generación de energía se alejará razonablemente del modelo 'recolector'” de la economía dependiente de los fósiles en la que la geografía de los recursos viene dada por naturaleza, hacia un modelo 'campesino', en el que la energía se genera efectivamente de principio a fin en espacios predeterminados por las estrategias de cada uno. En el límite de la 'cosecha de energía plantada' estarían los microgeneradores portátiles y personales, capaces de garantizar la autonomía operativa a un soldado con su equipo”.[iv]
Estados Unidos, Rusia, China, la propia India y las demás potencias intermedias del sistema mundial trabajan con el mismo horizonte 2050/60, cuando programan la “transición energética” de sus estructuras y plataformas militares, con miras a construcción de un nuevo paradigma "fósil-gratis". Aun así, hoy ya es posible identificar la presencia de este nuevo paradigma del futuro, en el desarrollo actual de algunas tecnologías militares “punteras” utilizadas en algunas armas que ya se encuentran en una fase embrionaria, o, en algunos casos , en pleno uso experimental en las disputas petroleras de Oriente Medio. Se incluyen en esta categoría tres tipos de tecnologías que interactúan entre sí, y que ya están siendo utilizadas de forma cada vez más mortífera, como es el caso de los “drones”, “enjambres” e “inteligencia artificial” para uso militar. Tres tecnologías que forman parte de un proceso más amplio de “dronificación de la guerra”, utilizando vehículos armados, terrestres, aéreos y navales, operados a distancia, con autopiloto y capacidad táctica para tomar decisiones autónomas durante la ejecución de algún objetivo alterado en medio de la batalla.
Parte de este armamento, especialmente los de mayor tamaño, sigue utilizando combustible procedente de la aviación convencional. Pero la intención de sus proyectores es que en un horizonte a medio plazo empiecen a utilizar la misma energía que los drones más pequeños, que son eléctricos, o que utilizan una matriz híbrida, con una combinación variable de hidrógeno y electricidad. El potencial de estas nuevas armas se multiplica geométricamente en lo que los especialistas denominan “enjambres” –situados literalmente en la última frontera tecnológica de la guerra del siglo XX– que son, en la práctica, auténticos “drones colectivos” que operan en red intercambiando información entre sí, bajo el mando de equipos dotados de “inteligencia artificial” que reducen al mínimo indispensable la intervención humana en la definición de los objetivos más generales de la propia guerra, y de cada uno de sus combates.
Desde el punto de vista de la “transición energética” que se debate actualmente en todo el mundo, lo más importante es tener claro que los estrategas militares de las grandes potencias están pronosticando que entre 2020 y 2050/60, todas estas nuevas armas y las plataformas militares ya están enmarcadas en la nueva matriz energética –“limpia y renovable”- que nacerá, en este caso, de la competencia militar entre las pocas grandes potencias que competirán por el poder global, durante el siglo XXI, dentro de un sistema que será, sin duda, cada vez más jerárquico, asimétrico e imperial.
*José Luis Fiore Es profesor del Instituto de Economía de la UFRJ. Autor, entre otros libros, de el poder americano (Voces).
Notas
[i] Ergin, D. Petróleo: una historia de conquistas, poder y dinero. Río de Janeiro: Paz e Terra, 2009, p. 205.
[ii] Kurtzweil, R. La singularidad está cerca. Nueva York: Viking Books, 2005.
[iii] Barreiros, 2019, pág. 14
[iv] Barreiros, 2019, pág. 9