por JEAN MARC VON DER WEID*
El enfoque para promover el desarrollo agroecológico
Problemas al abordar la promoción del desarrollo agroecológico – conceptos
La primera pregunta se refiere a la comprensión del concepto de agroecología. A pesar de las definiciones muy consistentes desarrolladas por Altieri y Glissman desde los años ochenta y reproducidas con complementos y algunas aclaraciones por teóricos y profesionales en diversas partes del mundo, la percepción de esta propuesta varía según el público y dentro de cada público.
Agricultores, técnicos y científicos, agentes públicos, extensionistas, agentes financieros, docentes, medios de comunicación, políticos, perciben la agroecología de diferentes maneras.
La confusión entre agroecología y producción orgánica ya ha sido mencionada en este artículo, pero vale la pena volver a ella, sin temor a repetirme. Un sistema de producción orgánico se centra en evitar el uso de insumos químicos y semillas transgénicas, pero no requiere la integración de la biodiversidad natural en los diseños de producción ni la restricción a monocultivos. Esto permite a la agroindustria verde invertir en producción orgánica y tener sus productos certificados por diversas legislaciones en todo el mundo.
Al mantener un enfoque que simplifica enormemente el diseño del sistema productivo para permitir la mecanización de diversas actividades, la propuesta orgánica se distancia de la diversidad existente en los sistemas naturales en los que se inserta y termina siendo menos eficiente desde el punto de vista de productividad, resistencia y resiliencia.
Estos sistemas terminan dependiendo de insumos orgánicos externos, ya sea para fertilización o para el control de enemigos naturales (plantas invasoras, insectos y patógenos), que siguen surgiendo como parte del efecto del desequilibrio ambiental de los monocultivos orgánicos. Esta dependencia acaba afectando a los costes de producción, encareciendo los sistemas orgánicos.
La producción orgánica, una versión muy simplificada de la propuesta agroecológica, termina resultando atractiva para el agrocapitalismo verde y ya estamos viendo empresas con esta identidad ocupando espacios importantes en los mercados de alimentos a mayor escala. Otro efecto de este sistema es el abandono de la agrobiodiversidad de las plantas cultivadas, ya sea mediante el uso de variedades convencionales o mediante la adopción de algunas variedades locales que tienen más rendimiento o están más adaptadas a la demanda del mercado.
En otras palabras, los sistemas de producción orgánicos tienden a ser un modelo cercano a los convencionales y más fáciles de aplicar a gran escala, en competencia con sistemas agroecológicos más complejos y de menor escala, aplicados por la agricultura familiar. Esto facilita los procesos de investigación y extensión rural al centrarse en cada planta en lugar de trabajar con los sistemas de producción en su conjunto. Asimismo, los procesos de financiación son similares a los actualmente dominantes, centrados en un producto u otro.
Está claro que sustituir el sistema convencional por sistemas orgánicos es un avance desde muchos puntos de vista, en particular el de la conservación del suelo y la contaminación no química del medio ambiente, de los productores y de los consumidores. Pero ya no se aprovechan las mayores ventajas ambientales, sociales, económicas y nutricionales de los sistemas agroecológicos.
Por otro lado, los profesionales de la agroecología, especialmente aquellos más integrados al mercado, terminan cediendo a las presiones, ya sea del mercado o de la búsqueda de aumentos de escala y adoptando formas simplificadas hacia sistemas orgánicos.
Además, la complejidad de los sistemas agroecológicos plantea un desafío metodológico para los técnicos y entidades de Asistencia Técnica y Extensión Rural (ATER) enfocadas en su promoción y esto también conduce a simplificaciones en la búsqueda de diseños productivos “generalizables”, es decir, que puedan adoptarse. masivamente por el público de los productores familiares.
En conclusión, el escaso dominio de los conceptos termina afectando todos los mecanismos de promoción del desarrollo agroecológico. La baja comprensión del concepto de agroecología tiene efectos aún más nocivos en la formulación de políticas públicas para apoyar la transición, dando lugar a propuestas inviables de financiamiento, investigación y asistencia técnica y extensión rural.
Problemas al abordar la promoción del desarrollo agroecológico – métodos
En los sistemas convencionales u orgánicos existe una lógica centrada en uno o más monocultivos. Las instituciones de investigación se dedican a formular una “receta” productiva para cada cultivo y hoy existen innumerables manuales, de Embrapa, centros de investigación estatales o universidades, que muestran cómo producir orgánicamente lechugas, frijoles, maíz y muchos otros.
En los países donde esta cultura orgánica está más avanzada, ya existe un mercado importante para insumos orgánicos (fertilizantes, controles biológicos) que continúan reforzando la uniformidad en los diseños de producción. Como se mencionó anteriormente, los recursos genéticos utilizados en estos sistemas simplificados tienden a ser convencionales o, si se utilizan variedades locales, emplean una baja diversidad de variedades.
Este modelo permite la aplicación de enfoques convencionales de promoción del desarrollo: el diseño de producción se formula en centros de investigación y se lleva a los agricultores a través de una extensión rural que les enseña cómo aplicarlo de una manera bastante uniforme, a través de capacitación y visitas de apoyo.
En un sistema agroecológico nada de esto existe. Se parte de otro paradigma, el de la diversidad de diseños de producción de cada agricultor, adaptados a las condiciones específicas de cada uno: suelo, relieve, hidrología, tamaño, disponibilidad de mano de obra, preferencias y habilidades.
Esta diversidad en la realidad de cada agricultor impide proponer un modelo generalizado que pueda ser aplicado por todos por igual. Y plantea un enorme desafío para la investigación y la extensión rural.
¿Investigar sobre sistemas de producción complejos en lugar de investigar por producto? ¿Como? ¿Tendrían los científicos que indagar en la realidad específica de cada productor para desarrollar un sistema ideal para cada uno? ¡Inviable!
La cuestión de cómo diseñar modelos de producción para cada agricultor sigue siendo un obstáculo importante en el avance de la producción agroecológica. Experiencias en todo el mundo han demostrado que esta producción de conocimientos específicos para cada agricultor sólo puede realizarse a través de métodos participativos donde el papel del agricultor es esencial. Sin embargo, la formulación de estos métodos está todavía en sus inicios.
Algunas organizaciones no gubernamentales de asistencia técnica y extensión rural agroecológica han avanzado en el desarrollo de métodos, pero aún quedan muchos problemas por resolver.
En primer lugar, el reconocimiento del papel de los agricultores en este proceso choca a menudo con un concepto reduccionista: la definición de la figura del “agricultor experimentador”.
Para las entidades de asistencia técnica y extensión rural, este carácter se convierte en el eje a partir del cual se formulan los diseños productivos, con el apoyo de técnicos e investigadores. Esta opción tiene que ver con restricciones al personal técnico de estas instituciones, que optan por concentrar sus esfuerzos en agricultores más “avanzados” (más innovadores y más receptivos a los principios del modelo agroecológico).
La apuesta de esta estrategia es que los avances técnicos de los experimentadores produzcan ejemplos prácticos a ser seguidos por “otros”, conduciendo a la amplia difusión de un diseño productivo. Básicamente, se trata del mismo error que un sistema convencional: la expectativa de que un único modelo será adoptado por muchos. Es una opción que ignora la inmensa diversidad de agricultores familiares, incluso en un territorio limitado (asentamiento, comunidad, distrito, municipio, cuenca hidrográfica, etc.).
En esta forma de actuar, las ONG de asistencia técnica y extensión rural agroecológica se basan en un proceso de dos pasos: el diseño de un sistema de producción adoptado por un experimentador y la adopción de este mismo sistema por otros a quienes se les presenta este resultado. La realidad demuestra que este proceso no funciona. Después de algunos años de experimentación con agricultores “más avanzados”, se descubrió que la adhesión a los nuevos diseños no estaba generalizada.
Hay varias explicaciones para este hecho. La primera son las diferencias entre los innovadores y el público en general. Esto dificulta que el agricultor al que se le propone imitar al experimentador en la aplicación de la propuesta en su realidad específica. Lo que ocurre muchas veces es la adopción de una u otra práctica, sin alterar significativamente el diseño productivo original del “imitador”.
¿Cómo se amplía la escala de los procesos de transición agroecológica en la práctica de las ONG DE ASISTENCIA TÉCNICA Y EXTENSIÓN RURAL?
Lo que ocurre en las experiencias más avanzadas de asistencia técnica y extensión rural agroecológica es una difusión de prácticas desarrolladas por grupos de experimentadores, pero ignorando el universo de los productores más cercanos que no fueron incorporados al proceso desde un inicio. Las entidades y movimientos asociados a ellos comienzan a dar a conocer los resultados de los primeros grupos a audiencias más amplias y buscan voluntarios para formar nuevos grupos. Lo que sucede a menudo es que todo el que no se suma espontáneamente al proceso queda atrás.
Por poner un ejemplo hipotético y simplificador, pero muy cercano a la realidad, si en el primer intento la entidad de Asistencia Técnica y Extensión Rural reúne a 10 familias en una comunidad de 30, al ampliar el proceso no se preocupa por los 20 “resistentes” a propuesta, pero buscará personas dispuestas a unirse en otras comunidades. Si hay pocas comunidades con miembros en un municipio, la búsqueda se expande a municipios vecinos. El resultado es la creación de un mosaico de agricultores que participan en la transición agroecológica, diluido en una mayoría de no adherentes. Se aumenta la escala en cuanto al número de participantes y el tamaño del área del territorio objetivo de la estrategia para ampliar la transición agroecológica.
En mi opinión, esta estrategia no analiza por qué tantas personas no se unen y por qué se une una minoría, lo que permitiría esbozar estrategias encaminadas a ganarse a los “resistentes”, profundizando los procesos de transición colectiva. En diversos momentos este autor encontró en las entidades de Asistencia Técnica y Extensión Rural cierto fatalismo y la apuesta por una hipotética futura membresía, una especie de determinismo histórico.
La dificultad es admitir que el diseño de producción agroecológica de cada persona es diferente y que se requerirá una experimentación específica para cada caso. Esto significa admitir que la distinción entre "innovadores" y "seguidores" es falsa. Cada agricultor, a su nivel y en su realidad específica, es un experimentador y debe ser tratado como tal.
Este hallazgo implica un modelo de experimentación que no puede ser individual, sino colectivo. Los procesos de experimentación colectiva implican la organización de grupos de agricultores con sistemas de producción similares y problemas similares. Cabe señalar que se trata de sistemas con características y problemáticas comunes, pero con una variabilidad inevitable que debe ser respetada y contemplada en la experimentación colectiva.
Existe todo un proceso de evaluación y diagnóstico de los agroecosistemas de cada uno que permite, como colectivo, a los agricultores participantes comprender las raíces de sus problemas y los elementos que condicionan sus soluciones. No serán idénticos para todos los participantes, pero el intercambio de información y conocimientos entre ellos y entre los técnicos asesores permitirá a cada uno profundizar en sus propios sistemas.
Los debates sobre prácticas capaces de superar los problemas identificados y diagnosticados permitirán a los grupos seleccionar técnicas que se probarán en cada propiedad, adaptándolas a cada realidad específica. Estas pruebas o experimentos retroalimentarán el esfuerzo colectivo con nueva información de la práctica de cada persona, la evaluación de resultados y la corrección de prácticas en nuevas pruebas.
Es evidente que estos grupos (en la medida de lo posible de vecinos) no están formados por agricultores con la misma capacidad de innovación o adaptación. Pero estas diferencias no constituyen un problema ya que la construcción de conocimientos aplicados por cada persona es objeto de intercambio colectivo, sirviendo de soporte a las decisiones de cada participante.
El papel de la entidad de Asistencia Técnica y Extensión Rural en este proceso es incentivar las dinámicas de producción colectiva de conocimiento y adaptación a cada caso, además de alimentar el debate con información sobre los principios de la agroecología aplicada y técnicas específicas no conocidas por el público. participantes.
Algunas ONG de asistencia técnica y extensión rural adoptaron este enfoque durante algún tiempo, pero terminaron desviándose hacia la difusión generalizada de prácticas más simples y generalizables, principalmente debido a la presión de los financistas. Estos últimos, sin comprender la complejidad de la agroecología y los métodos para su promoción, empezaron a exigir resultados rápidos. Esto equivale a ignorar que el enfoque participativo conduce a procesos graduales de cambio en los sistemas de producción que se aceleran a medida que más y más grupos de agricultores participan en la producción colectiva de conocimientos.
La profundización de esta metodología participativa para la producción de conocimiento agroecológico y su sistematización es algo que será fundamental para cualquier esfuerzo por masificar la transición agroecológica.
Dificultades para saltar de la escala experimental a la aplicación en la propiedad.
Hay que incluir otro elemento problemático en esta ecuación. La cuestión es cómo los agricultores llevan a cabo sus experimentos y cómo llevan sus resultados a sus sistemas de producción.
Es muy común que las pruebas realizadas por los experimentadores se realicen a pequeña escala y que las diversas técnicas se incorporen a un microsistema productivo que se vuelve más complejo. Algunos agricultores buscan llevar cada resultado de micro experimentos a un subsistema de su propiedad o incluso al conjunto, según sea el caso. Pero la mayoría (hasta donde mi experiencia lo permite) terminan creando un sistema agroecológico complejo a pequeña escala, distinto de sus sistemas tradicionales o convencionales, dejando el aumento de escala para un momento posterior, quizás con el diseño de producción ya formulado.
En ambos casos, hay un problema importante por resolver: ¿cómo aplicar una práctica aprobada a pequeña escala en un espacio más grande de la propiedad? Las entidades de asistencia técnica y extensión rural han dejado este problema en manos de los agricultores, sin comprender la complejidad de esta etapa. Es por esta razón que tantas propiedades con diseños agroecológicos complejos se encuentran en espacios pequeños, alejados de los sistemas de producción existentes, muchas veces con soluciones ingeniosas que el agricultor no puede generalizar. En muchos casos, el salto de la microexperiencia a la adopción en toda la finca o en subsistemas depende de los recursos financieros y este es el próximo tema que abordaremos.
¿Cómo financiar la transición a la agroecología?
Los sistemas de financiamiento a través del crédito bancario, que el PRONAF hizo más accesibles, no lograron adaptarse a las condiciones específicas de los procesos de transición agroecológica.
La matriz rectora de estos créditos se centra íntegramente en los conceptos convencionales de la agricultura llamada “moderna”: centrada en un producto operado en monocultivo, utilizando semillas recomendadas por empresas y centros de investigación y desarrolladas para reaccionar al uso de fertilizantes químicos, el uso de controles químicos de plagas, invasores, hongos, patógenos, en el uso de mecanización pesada.
Para que un proyecto de crédito sea aprobado por una agencia bancaria, éste debe cumplir con las recomendaciones de los centros de investigación agrícola. Aunque en algunos lugares se logró cierta relajación de estos estándares, los bancos en general se resistieron a proporcionar financiamiento para prácticas agroecológicas. En el límite, aceptaron proyectos de tipo orgánico simplificado, simplemente intercambiando insumos convencionales por orgánicos, pero manteniendo la orientación centrada en financiar un solo producto y nunca en el sistema de producción en su conjunto.
Después de muchas discusiones con los técnicos del PRONAF, se elaboró una propuesta de crédito alternativo denominada PRONAF Sistéticos, pero nunca se implementó. Esta propuesta pretendía superar la asignación de crédito por producto para pasar a financiar el inmueble en su conjunto.
La propuesta de una modalidad de crédito orientada a la transición agroecológica (PRONAF Agroecología) mostró los límites de la comprensión de los técnicos gubernamentales sobre el concepto de agroecología. Para aceptar financiamiento, los bancos comenzaron a exigir al agricultor que presentara un proyecto de transición que definiera todas las etapas del proceso. Cada práctica convencional tuvo que ser reemplazada por una práctica agroecológica y los cambios tuvieron que identificarse año tras año, hasta que la propiedad fue completamente reconvertida.
El productor tendría que predecir los resultados esperados de cada cambio y calcular los costos y beneficios para garantizar la capacidad de pagar el préstamo. Y se dio un plazo de tres años para que se completara este proceso.
Como espero que haya quedado claro en la presentación anterior, los procesos de transición agroecológica no son homogéneos ni pueden formularse con antelación. Como se mencionó, la construcción de un nuevo diseño productivo es el resultado de un proceso de construcción paulatino donde se prueban prácticas que se van sumando y complejizando. Exigir una hoja de ruta previa para la transición es imposible.
El formato más adecuado para financiar la transición agroecológica fue el llamado PRONAF B, adoptado como un sistema de microcrédito para los agricultores más pobres del Nordeste y del Norte. Se trata de un crédito anual a utilizar a criterio del productor y que puede repetirse al ritmo y necesidad definidos por el agricultor. Este crédito permitió a los agricultores del Nordeste comprometidos en la transición agroecológica ampliar la aplicación de prácticas probadas en sus procesos de experimentación colectiva, llevándolos a áreas productivas más amplias en sus propiedades.
Sin embargo, este crédito deja de lado la financiación del propio experimento, que, pese a tener costes pequeños, puede verse perjudicada cuando el público está formado por el sector más necesitado de la agricultura familiar.
Existen pocas experiencias en el mundo donde se haya probado un modelo de crédito adaptado a la transición agroecológica. Existen muchas dificultades, especialmente debido a la naturaleza de la propia transición agroecológica y su extrema variabilidad.
La práctica de financiación más prometedora, hasta el momento, es la que escapa al crédito bancario, completamente incapaz de hacer frente a la diversidad de proyectos de transición agroecológica y conocida con el nombre de Fondos Rotatorios de Solidaridad.
Si bien esta experiencia no se ha aplicado a la adopción de sistemas más complejos, ha sido muy exitosa en operaciones específicas durante la transición, particularmente en el financiamiento de infraestructura e insumos. El mejor ejemplo es el financiamiento de los “patios productivos”, también conocidos como “alrededor de la casa” en la región noreste.
La intervención de asistencia técnica y extensión rural agroecológica en estos casos está encaminada a mejorar los patios existentes, con el objetivo de ampliarlos, diversificarlos y hacerlos más eficientes y resilientes. También en estos casos la diversidad de diseños es grande, pero algunos problemas básicos son comunes y requieren financiación.
En primer lugar, cualquier patio trasero necesita infraestructura hídrica para dar el salto de calidad de la transición agroecológica. Existen muchas opciones técnicas posibles de diferente tipo para cada uso (suministro de la vivienda, abrevadero de animales, riego, etc.). Además, un sistema de traspatio diversificado requerirá cercar espacios para diferentes subsistemas como pastos, huertas, árboles frutales, granos y otros. Y, por último, se necesitan infraestructuras de refugio para diferentes animales (pollos, cerdos, vacas, animales de tiro). Y almacenes y silos.
Estos sistemas de traspatio incorporan diversas plantas y animales que hay que adquirir, en la mayoría de los casos, constituyendo un coste que debe cubrirse con algún tipo de financiación.
Es poco probable que un productor familiar que tenga un patio trasero tenga los recursos financieros para cubrir todas estas inversiones y los obtendrá del FRS. Los fondos no financian un paquete completo de inversiones, ya que son estructuras con recursos limitados de apoyo a las ONG y contribuciones de los miembros. Finalmente se recurrió al PRONAF B. Como la capacidad de pago también es limitada, los préstamos se otorgan poco a poco y montar un patio trasero “avanzado” puede tardar varios años.
La ventaja de este sistema es que las mujeres agricultoras tienen confianza en los fondos, ya que son parte integral de su operación, deciden las reglas de operación y monitorean su aplicación. Otro punto positivo es la ausencia de burocracia y la sencillez de acceso. Cada agricultor define lo que hará y lo que financiará, discutiendo con el colectivo que puede ayudarle en sus elecciones.
Está claro que el FRS puede operar con mayores inversiones y acortar el tiempo para implementar un patio trasero más avanzado, pero esto depende de recursos de donación para que el fondo pueda operar préstamos y reproducirlos a medida que se realizan los pagos. El efecto multiplicador de estas donaciones iniciales es de suma importancia ya que el FRS puede diversificar el tipo de inversiones según las necesidades de los productores.
Lo que diferencia este modelo del crédito bancario son varios aspectos: mayor autonomía, mayor flexibilidad, menos burocracia, mayor confianza en uno mismo, menor coste del dinero. Ante el claro bloqueo de los sistemas de financiación agrícola convencionales, las autoridades públicas deberían probar la alternativa de los Fondos Rotatorios de Solidaridad de forma más amplia.
*Jean Marc von der Weid es expresidente de la UNE (1969-71). Fundador de la organización no gubernamental Agricultura Familiar y Agroecología (ASTA).
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