por FELIPE APL COSTA*
Hay una buena dosis de elitismo en el mundo académico, sin duda, pero la universidad brasileña nunca ha sido una torre de marfil y mucho menos una torre de marfil.
En memoria de ME (1965-2023), cuya directora un día se quejó de que era una alumna con iniciativa.
El Presidente de la República estuvo en Campinas (SP), el 2 de julio de 2024. Participó, entre otras cosas, en el lanzamiento de la piedra inaugural del Proyecto Orión (ver aquí). Fue una grata sorpresa para mí, ya que no tenía idea de que se estuviera implementando un proyecto de esta naturaleza y magnitud.
Los lectores no familiarizados con el tema tal vez no lo sepan, pero los mejores y más seguros laboratorios del país hoy en día no superan el llamado nivel de seguridad 2 (BSL-2, en su sigla convencional en inglés). Aquí nunca ha habido nada parecido a los niveles 3 o 4 (BSL-3 y BSL-4).[ 1 ]. Garantizar el funcionamiento de los laboratorios BSL-3 y BSL-4 es una tarea delicada; Depende, entre otras cosas, de protocolos rigurosos cuyo nivel de exigencia supera con creces el nivel que los laboratorios BSL-2 son capaces de cumplir. Los laboratorios BSL-4, por ejemplo, manejan organismos potencialmente letales contra los cuales aún no tenemos ningún tipo de defensa (por ejemplo, vacunas).
Me atrevo a decir que los riesgos que surgen del funcionamiento de estos laboratorios son comparables a los riesgos asociados al funcionamiento de una central nuclear. Sospecho –solo sospecho– que todavía no hay suficiente gente calificada para llevar a cabo con éxito una empresa de esta magnitud en suelo brasileño. Al contrario de lo que algunos imaginan, graduar maestros y doctores no equivale a producir científicos. Y lo que hacemos hoy es repartir diplomas.
En rigor, teniendo en cuenta que (i) el número de posgrados que se gradúan cada año continúa creciendo; y (ii) el tiempo de formación de los nuevos egresados es cada vez más corto; Deberíamos preocuparnos más por el efecto contrario: hay un deterioro progresivo en la formación de nuevos maestros y doctores, así como en la calidad del trabajo académico producido por ellos. La situación me parece delicada y preocupante. Mientras continúen las circunstancias actuales, y en el caso de que se completen las instalaciones del Proyecto Orión, predigo que será necesario reclutar personas (brasileñas o no) que actualmente trabajan fuera del país.
Literatura cientifica
Cada año se publican innumerables artículos científicos, ya sea en versión impresa o electrónica. Pocos de ellos, sin embargo, están destinados a adquirir peso y relevancia; Un número aún menor se convertirán en referencias instructivas (aunque por tiempo limitado) para otros autores.
La comunidad científica alberga una amplia gama de autores, desde premios Nobel hasta personas encarceladas. La buena literatura científica funciona como un gigantesco sistema de riego. Lleno de ramificaciones e interconexiones, este sistema nutre y estimula el desarrollo de nuevas ideas, especialmente en el caso de la ciencia pura.[ 2 ]
La publicación de artículos en revistas técnicas es la forma en que los académicos anuncian sus hallazgos. Es la forma de dar fe y reclamar prioridad sobre un hallazgo en particular. Ha sido así desde los albores de la ciencia moderna. Además, es también la oportunidad que tienen los autores de delimitar un pequeño territorio, dejando allí su huella, aunque ninguna de estas marcas pueda reclamar para sí la etiqueta definitiva.
Tres tipos de búsqueda
La comunidad científica evalúa la relevancia de una publicación en función del impacto que tiene en el cuerpo de conocimientos ya establecido. Este impacto generalmente no va más allá de los límites de un área específica. A veces, sin embargo, la novedad traspasa los límites convencionales y llega a zonas vecinas.
Dependiendo de la naturaleza y alcance de los resultados, podemos identificar al menos tres tipos de investigación: (1) En primer lugar, tenemos investigaciones que promueven avances conceptuales; (2) A continuación, aquellas que promuevan innovaciones metodológicas; y (3) Finalmente, estudios de casos: investigaciones ordinarias que confirman o ayudan a consolidar algún concepto o método existente.
Estas categorías se diferencian entre sí en más de un aspecto.
La investigación que promueve avances conceptuales, por ejemplo, suele tener un impacto amplio, profundo y duradero. Es gracias a este tipo de avance que aprendemos a diferenciar el trigo de la paja, lo que nos permite subir un poco más en la pendiente del conocimiento.
Las rupturas son excepcionalidades
Consideremos, a efectos comparativos, la magnitud de los cambios históricos ocurridos gracias al trabajo de los siguientes autores: (1) Nicolás Copérnico (1473-1553) y la sustitución (a posteriori) del modelo geocéntrico por el heliocéntrico; (2) Gregor Mendel (1822-1884) y el surgimiento (a posteriori) de la genética; (3) Georges Lemaître (1894-1966) y el modelo Estrodão [3] para explicar el origen de nuestro Universo; y (4) Francis Crick (1916-2004) y James Watson (nacido en 1928) y el modelo de doble hélice para describir la estructura de la molécula de ADN.[ 4 ]
Rupturas de esta magnitud son excepcionalidades capaces de cambiar el curso de la historia. Precisamente por esta razón, tales roturas son ciertamente raras. La gran mayoría de las investigaciones se describen adecuadamente en las etiquetas de estudios de casos. En el contexto de la ciencia pura, esta investigación no pretende cambiar el mundo. Su finalidad casi siempre es protocolaria: probar una idea o método ya propuesto por otros autores. A veces ocurren sorpresas, por supuesto, y las cosas toman un giro un tanto inesperado.
Obtener resultados inesperados (quiero decir: resultados que no encajan en ninguno de los modelos explicativos existentes) puede resultar prometedor. Resulta que estos idas y vueltas dependen mucho de la preparación y habilidad de quienes están a cargo de la investigación. La mayoría de las veces no hay sorpresas y los resultados sólo sirven para confirmar lo que ya está en circulación. El eslogan sirve bien para describir el impacto de la ciencia ordinaria.
Multiplicando la irrelevancia
La literatura científica sigue creciendo, caracterizando lo que podríamos llamar una avalancha bibliográfica. De hecho, como se dijo en el párrafo inicial, cada año se publican muchas cosas nuevas. Resulta que la relevancia de esta literatura primaria (por ejemplo, artículos y tesis) es muy desigual. Algunas publicaciones se convierten en lectura obligatoria en su área de investigación, de modo que son leídas por casi todos los que trabajan en esa área. Sin embargo, muchas publicaciones son leídas por muy pocas personas o no son leídas en absoluto. Esto significa que gran parte de la denominada literatura científica permanece oculta, con poco o ningún impacto en el avance del conocimiento.[ 5 ]
En el caso de las tesis, concretamente, hablamos de trabajos que se producen en el ámbito de los denominados programas de posgrado (maestría y doctorado).[ 6 ] Su relevancia es igualmente desigual, con el agravante de que en este caso el número total de lectores es aún menor.[ 7 ] Por tanto, la importancia de las tesis para el avance del conocimiento tiende a ser igualmente menor.
Portada vs. miga
En mayor o menor medida, las tesis adolecen de lo que aquí podríamos denominar obsolescencia programada. Los factores que contribuyen a esto se pueden dividir en dos categorías: formales y de contenido.
En el primer caso, cabría llamar la atención sobre el peso excesivo que en ocasiones se atribuye a los estándares editoriales que definen la apariencia de las tesis. Los formalistas suelen argumentar que las reglas pretenden estandarizar y facilitar la lectura. Es una preocupación válida, pero no debería soportar todo el peso que suele tener. Al fin y al cabo, es algo absolutamente secundario.
Además, seguir las reglas no es garantía de que la tesis contendrá un texto coherente y consistente. Yo digo: la obediencia a las reglas puede incluso generar una obra visualmente limpia y agradable, pero ni siquiera evita que el texto sea tortuoso, prolijo y lleno de inconsistencias. Como sostienen los expertos en contenido, no importa cuán inteligentes sean los estándares (y esto no suele ser el caso), son incapaces de garantizar contenido consistente y de calidad.
Es bueno recordar que nosotros, los brasileños, tenemos tendencia a sobrevalorar la apariencia de las cosas.[ 8 ] Sin embargo, al menos en el ámbito académico, se trata de una costumbre nociva que debería combatirse con más fuerza.
Cantidad vs. calidad
Lo que realmente debería ocupar el primer lugar en la lista de preocupaciones de nuestros profesores es el nivel de formación de sus supervisados, incluida la calidad del trabajo que realizan los estudiantes.[ 9 ]
A juzgar únicamente por las muestras que he podido leer a lo largo de los años, el nivel medio de las tesis va en la dirección opuesta: mientras el número de estudiantes de posgrado sigue creciendo,[ 10 ] el peso y la relevancia de las tesis parecen ir en dirección opuesta.
Con respecto específicamente al universo de la investigación básica (en particular en áreas como la física, la química y la biología), presento a continuación tres generalizaciones (estrictamente hablando, tres hipótesis sujetas a examen) sobre la situación actual, a saber: (i) A lo largo de En las últimas décadas (a partir de 1990, digamos), los temas y materias tratados en las tesis están resultando cada vez más provincianos y triviales.
(ii) la mayoría de las tesis carecen de ideas innovadoras o incluso audaces, que puedan movilizar la atención o inspirar el trabajo de otros investigadores; y (iii) a medida que creció mucho el número de tesis, creció mucho el número de revistas apoyadas por los propios programas de posgrado. El principal objetivo de este tipo de iniciativa es publicar un volumen creciente de artículos (extraídos de esas tesis) que difícilmente serían aceptados para su publicación en revistas internacionales de renombre.
Tesis instantáneas
A la proliferación de tesis protocolarias se suma un aspecto aún más preocupante: la formación y el nivel de las nuevas generaciones de másteres y doctores. El clima general parece ser de acomodación y nivelación.
El origen del problema puede tener que ver con el calendario: la duración media de los cursos es cada vez más comprimida: se necesitan dos años para completar una maestría y cuatro para completar un doctorado. Si el estudiante no logra completar todo en el plazo, pierde su apoyo económico (beca) y se penalizará el programa de posgrado al que está vinculado.
Durante el curso de posgrado (maestría o doctorado), cabe destacar que los estudiantes deben cumplir con algunos requisitos, tres de los cuales serían los siguientes[ 11 ]: (1) Tomar un número mínimo de materias; (2) Realizar trabajos de investigación originales (léase: no vale plagio o robo, como es común en el mundo empresarial); y, finalmente, (3) Redactar un informe confiable y mínimamente comprensible (al menos por colegas del área) respecto de la investigación realizada.
Es en este contexto que (i) los becarios corren para no perder su beca; y (ii) los programas están en contra de la penalización y la degradación.
El resultado de esta doble carrera, el resultado de la doble presión ejercida por las agencias de financiación, es el estado de cosas que estamos presenciando: reducir al mínimo la carga de materias y simplificar al máximo las tesis, para que el estudiante quede libre. de sus obligaciones lo antes posible. Y así ha sido, para regocijo de directivos que priorizan la cantidad, preocupándose poco o nada por la formación de los estudiantes o la calidad de las tesis que están elaborando.
Los efectos secundarios son amargos y dañinos. Se dejan de lado temas más complejos o procedimientos más largos. La parte práctica de la investigación (laboratorio o campo) se abrevia o simplifica al máximo. La situación es particularmente preocupante –y corre el riesgo de caricaturizarse– en áreas que requieren trabajo de campo, una actividad que antes tomaba meses o incluso un año entero (a veces más).
Efectivamente, la recogida de datos es una actividad arriesgada (el reactivo no ha llegado y el experimento se retrasará o no ha llovido y el árbol no ha florecido), por lo que este paso se ha reducido al mínimo. Así, lo que antes duraba meses o incluso un año, pero generaba datos significativos, ahora es cuestión de horas o días y está generando datos casi meramente decorativos.
Haba con arroz
Una ley informal parece estar vigente hoy en todos los programas de posgrado: la ley de los frijoles y el arroz: “Optemos por el camino más corto, no queramos complicar las cosas, no queramos abrazar el mundo; Respetemos los plazos, completemos los formularios y defendamos nuestra tesis de inmediato”.
Proyectos que han funcionado o han sido elogiados en el pasado reciente se están adoptando ahora como modelos. Los candidatos de hoy ya no enfrentan desafíos como los del pasado. Muchos asesores, especialmente los más jóvenes (y ellos mismos mal formados), se han encargado del trabajo pedagógico y ahora se contentan con señalar atajos a sus asesorados. Estos, a su vez, se alegran de saber que pueden terminarlo todo en un abrir y cerrar de ojos.
No hay espíritu ni vocación que pueda resistir: se inhibe la creatividad, se prohíben las ideas audaces y se combate la originalidad. Al final, no hay manera de evitar que el nivel de investigación descienda año tras año. En este contexto, es posible comprender cómo incluso las tesis más débiles llegan a ser dignas de certificación, basta con respetar los estándares editoriales del programa.[ 12 ]
La fuerza de las agencias
En medio de una serie de argumentos falaces[ 13 ] y, sobre todo, debido a la fuerte presión financiera, los programas de posgrado de todo el país se sumaron y terminaron adoptando los lineamientos de las agencias financiadoras; comenzando, por supuesto, por aquellos que están más profundamente arraigados en la educación superior (CNPq y Capes).
Con el paso de los años, las agencias (federales y estatales) adquirieron densidad política –además de personal técnico– y hoy prácticamente mandan y mandan en el día a día de los programas de posgrado. Como el grueso de la investigación científica realizada en el país está vinculado a programas de maestría y doctorado, no sería exagerado decir que la agenda y la agenda de la ciencia brasileña están definidas por los patrocinadores.
No creo que la situación sea nada cómoda. Es como si todos estuviéramos en un autobús atravesando un extenso desierto; dentro del autobús las condiciones son incómodas; Afuera, sin embargo, la muerte es casi segura, por lo que es poco probable que alguien salte y continúe el viaje por sí solo. En el caso de la comunidad científica, el quid de la cuestión es más o menos este: es poco probable que investigadores o grupos de investigación que dependen de la financiación –incluso los más veteranos– alcen la voz y anuncien que el rey está desnudo. Lo mejor es permanecer sentado y cumplir las normas impuestas por el conductor. Los pasajeros seguirán discutiendo y peleando entre ellos, pero el viaje seguirá adelante, en un viaje que parece llevarnos de ninguna parte a ninguna parte.
Trinquete oxidado
Los estudios de posgrado brasileños no forman científicos. En rigor, el propósito inicial fue capacitar mínimamente a los docentes de cursos de pregrado. Mis profesores de pregrado, por ejemplo, salvo una u otra excepción, no sabían qué eran los estudios de posgrado. Pero eso fue a finales de los años 1970. Desde entonces, como he intentado mostrar a lo largo de este artículo, las cosas han cambiado mucho. Algunas cosas han cambiado para mejor, por supuesto, pero otras no. En mi opinión, la dirección del cargo comenzó a decaer a partir de los años 1990 (léase: FHC I y II gobiernos). Fue entonces cuando la calidad pasó a segundo plano y la cantidad se apoderó del juego.
En condiciones normales de temperatura y presión, el propósito del polvo debería ser formar una nueva generación de personas bien pensantes. Parte de esta preocupación debería centrarse en la formación de nuevos científicos. Pienso en científicos reales, personas con autonomía y sentido crítico, hasta el punto de poder realizar investigaciones innovadoras por sí mismas, ya sea en el área en la que se formaron o en áreas afines.
Sin embargo, lo que vemos hoy no es exactamente eso.
Sin quererlo o no, lo que el programa de posgrado está haciendo es servir de torniquete de ingreso al servicio público, en particular a la educación superior. Desde el momento en que los concursos de selección docente comenzaron a exigir como requisito previo uno o más títulos de posgrado (maestría y, poco después, doctorado), la demanda de estos cursos creció y se consolidó.[ 14 ] La situación actual es más o menos la siguiente: los programas de posgrado están distribuyendo entradas a los futuros candidatos a la educación superior.
En rigor, los programas están produciendo sólo personas graduadas (léase: personas formadas con prisa y de cualquier manera, que viven repitiendo la receta del pastel que les fue impuesta durante sus estudios de posgrado, pero que tal vez no sean capaces de planificar y realizar investigaciones independiente y por su cuenta). Un testimonio de la situación absurda que vivimos es el creciente número de médicos desempleados (aquí).
Así es. Muchos posgraduados abandonan la universidad pensando en cómo regresar lo más rápido posible, pero ahora para recibir un salario de profesor, no sólo un doctorado o una beca postdoctoral. También hay quienes abandonan la universidad imaginando que pronto emprenderán una carrera como científicos en una institución o empresa de investigación.
En el primer caso, lo que sucede es que las instituciones dedicadas a la investigación son relativamente escasas y las pocas que existen, con una excepción u otra, fueron olvidadas o incluso atacadas por los dos gobiernos anteriores (2016-2018 y 2019-2022). Otros se secan en una trayectoria histórica de abandono y desguace, como si fueran cometas escapados del Sol. Véase, por ejemplo, la historia de desabastecimientos en nuestros museos de historia natural (ej. Nacional y Goeldi) o la situación de algunos departamentos que. brindar un servicio de relevancia obvia e inmediata (por ejemplo, Inmet, Inpe y Embrapa).
Inmet, por ejemplo, acumula un número creciente de estaciones meteorológicas inactivas o abandonadas (aquí). A nivel estatal, además de que la situación general es aún más grave, la falta de perspectivas es algo desolador. Tomemos el caso de la Fundación Zoobotánica, por ejemplo, que el gobierno de Rio Grande do Sul consideró oportuno destruir de una vez por todas (aquí).
Coda
Una de las ideas falaces más antiguas que conozco sobre la universidad brasileña es la imagen alegórica de una torre de marfil. Personalmente me gustaría mucho que hubiera alguna torre. No era necesario que fuera de marfil, podía ser de madera o de bambú, sólo necesitaba que tuviera algo de solidez.
Hay una buena dosis de elitismo en el mundo académico, sin duda, pero la universidad brasileña nunca ha sido una torre de marfil y mucho menos una torre de marfil. Siempre hemos sido una sociedad basada en una economía extractiva y agroexportadora.[ 15 ] No sorprende, por tanto, que las clases dominantes sean tan atrasadas, además de profundamente corruptas y perezosas. Las universidades brasileñas, por supuesto, reflejan esto, al igual que otras instituciones que se ocupan o deberían ocuparse del mundo de las ideas (por ejemplo, la Academia Brasileira de Letras). Ya sea porque la universidad interactúa con la clase dominante o porque está forjando miembros de la próxima generación.
Durante las últimas cuatro décadas, lo que he considerado lo mejor de nuestro mundo académico se parece más a un almacén.[ 16 ] Un cobertizo de madera; Sencillo, pero sobrio y espacioso. En última instancia, nuestras instituciones de educación superior –con énfasis en las trampas de carácter privado– me hacen pensar, no en la alegoría inapropiada de una torre de marfil, sino más bien en un montón de paja seca al aire libre. Paja tan seca y fina que cualquier viento se la lleva.
*Felipe APL Costa es biólogo y escritor. Autor, entre otros libros de Que es el darwinismo.
Referencias
Balbachevski, E. 2005. Estudios de posgrado en Brasil: nuevos desafíos para una política exitosa. En: Schwartzman, S y Brock, C, eds. Los desafíos de la educación en Brasil. RJ, Nueva Frontera.
Bunge, M. 1987 [1980]. Epistemología, 2ª ed. SP, TA Queiroz.
CGE. 2024. Brasil: Maestría y Doctorado 2024. Brasilia, Centro de Gestión y Estudios Estratégicos. (Disponible: https://mestresdoutores2024.cgee.org.br.)
Costa, FAPL. 2017. El evolucionista volador y otros inventores de la biología moderna. Viçosa, Edición del Autor.
Costa, FAPL. 2019. Qué es el darwinismo. Viçosa, Edición del Autor.
Garrett, L. 1995 [1994]. La próxima plaga. RJ, N Fronteira.
Inep. 2024. Resumen técnico del Censo de Educación Superior 2022, Brasilia, Instituto Nacional de Estudios e Investigaciones Educativas Anísio Teixeira / MEC. (Disponible aquí: https://www.gov.br/inep/pt-br.)
Koestler, A. 1989 [1959]. El hombre y el universo. SP, Ibrasa.
Larivière, V. & mais 2. 2008. El impacto científico decreciente de las tesis: implicaciones para los repositorios electrónicos de tesis y disertaciones y los estudios de posgrado. Cienciometría 74: 109-21.
Losée, J. 1979 [1972]. Introducción histórica a la filosofía de la ciencia. BH, Itatiaia y Edusp.
Romeiro, AR. 1998. Entorno y dinámica de las innovaciones en agricultura. SP, Annablume y Fapesp.
Singh, S. 2006 [2004]. Big Bang. RJ, registro.
Soares, DSL. 2002. La traducción del Big Bang. Sitio web del autor. (Disponible aquí.)
Schwartzman, S. 2022. Investigación y posgrado en Brasil: ¿dos caras de una misma moneda? Estudios Avanzados 36: 227-54.
Watson, J.D. 1987 [1968]. La doble hélice. Lisboa, Gradiva.
Notas
[1] Puede leerse una guía comparativa de los cuatro tipos de laboratorios. aquí. Para una lectura instructiva (en inglés) sobre la importancia de los laboratorios de alta seguridad, consulte Garrett (1995).
[2] La ciencia aplicada no difiere de la ciencia pura o básica en términos de calidad intelectual, precedencia epistemológica o prioridad histórica. La diferencia es de enfoque: la ciencia aplicada tiene como objetivo satisfacer necesidades específicas. Para detalles y discusiones, ver Losee (1979) y Bunge (1987).
[3] Aquí adopto la propuesta de Soares (2002), según la cual la traducción más adecuada de Big Bang sería Estrodão; para una introducción al modelo, ver Singh (2006).
[4] Sobre Copérnico, véase Koestler (1989); sobre los demás, Costa (2017, 2019). El caso de Watson y Crick es especialmente ilustrativo: los dos recibieron el Premio Nobel (1963) por un descubrimiento cuyo informe inicial ocupaba sólo dos páginas de un número de la revista. Naturaleza (1953; 171: 737-8). Para un relato en primera persona, véase Watson (1987).
[5] No quepa duda: no es exactamente el hecho de que no se lea lo que explica por qué un artículo permanece en la sombra. El quid de la cuestión es la relevancia. El significado correcto de la relación causa-efecto aquí sería el siguiente: Muchos artículos quedan en la sombra porque son poco o nada relevantes y, por tanto, poco o nada importan en términos de apoyo o inspiración para otros autores. Para quienes viven y respiran la carrera competitiva que caracteriza el ámbito científico, leer artículos poco o nada relevantes es visto simplemente como una pérdida de tiempo.
[6] Los estudios de posgrado en el país son una experiencia relativamente reciente. En palabras de Schwartzman (2022, p. 228-9): “El sistema de cursos de posgrado en Brasil fue creado en la década de 1970 a través de dos estímulos relativamente independientes, uno proveniente del área de educación, de la Universidad Reformista de 1968 y sus desarrollos, y otro en el área de ciencia y tecnología, especialmente del Ministerio de Planificación y sus agencias de desarrollo, el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep). En el área de educación, el origen de este sistema fue la Ley núm. 5.540, de 28.11.1968/XNUMX/XNUMX (Ley de Reforma Universitaria), que estableció que la admisión y promoción de profesores en las universidades debe basarse en sus calificaciones y producción científica y que las universidades deben aumentar progresivamente el número de profesores contratados con dedicación exclusiva .”
[7] Las tesis se citan cada vez menos como referencias bibliográficas. Además, las tradicionales tesis monográficas están siendo sustituidas por otros modelos. Por ejemplo, algunos programas (incluido Brasil) alientan que la tesis se divida en capítulos mínimamente coherentes y autónomos, cada uno de los cuales luego se escribiría como un manuscrito independiente que se enviaría para su publicación en alguna revista. En palabras de Larivière et al. (2008, p. 110; traducción libre): “Aunque el doctorado existe desde la Edad Media, no fue hasta principios del siglo XIX, cuando el Ministro de Educación prusiano, Wilhelm von Humboldt, estableció un nuevo modelo universitario en la Universidad de Berlín, que el título de Doctor se ha convertido en un título asociado a la producción de investigaciones científicas originales y a la formación de nuevos investigadores.”
[8] No sorprende, por ejemplo, que los editores brasileños estén dispuestos a gastar mucho más dinero en la portada que en el núcleo de los libros.
[9] Algunos profesores miran a sus estudiantes y no ven en ellos más que mano de obra barata y mínimamente calificada para ser utilizada en determinadas etapas de la investigación. Otra cosa: no son raros los profesores que no tienen una línea de investigación propia; Por lo tanto, si los estudiantes no logran producir una tesis, esta clase no tendrá nada que publicar.
[10] A partir de 1980 (el año en que ingresé a mis estudios de posgrado), fui testigo de un aumento significativo en todas las estadísticas, por ejemplo, el número de programas de posgrado y el número de estudiantes matriculados en cursos de maestría y doctorado. Para tener una idea de la velocidad y magnitud de este crecimiento, he aquí un ejemplo numérico. En Estados Unidos, a lo largo del siglo XX, el número de médicos graduados cada año aumentó casi ininterrumpidamente. Entre 20 y 1900, el orden de magnitud de las cifras saltó de +2000 a +500 (Larivière 50.000), lo que equivaldría a una tasa de crecimiento anual del 2008%. Los únicos años de decadencia coincidieron con la Primera y la Segunda Guerra Mundial. En Brasil, aunque la serie histórica es mucho más corta (aquí los primeros programas comenzaron recién en la segunda mitad del siglo XX), el crecimiento ha sido mucho más rápido. Entre 4,7 y 20, por ejemplo, el número de nuevos médicos saltó de 1996 a 2021 (CGEE 2.854), una tasa de crecimiento anual del 20.679%. Es una exageración. A mí me suena a calabaza gigante que no te puedes comer. Consideremos lo siguiente: al ritmo brasileño, Estados Unidos habría llegado al año 2024 con la graduación de ~8,2 millones de médicos cada año, cifra muy superior a los +2000 mil mencionados anteriormente.
[11] O, para citar a Balbachevski (2005, p. 279): “A medida que los estudios de posgrado se institucionalizaron, el modelo dominante pasó a ser uno que requiere que el candidato complete un número mínimo de materias especializadas, su calificación junto con un panel de profesores. y la defensa pública de una tesis ante un tribunal en la que sea habitual la presencia de al menos un profesor externo al departamento, en el caso de la maestría, y dos, en el caso del doctorado”.
[12] Un ejemplo del tipo de disparates que los editores de algunas de nuestras revistas técnicas están dispuestos a pregonar: “En los artículos científicos, no utilizamos la primera persona del singular [I did] sino la primera persona del plural [We did] ], incluso cuando el artículo tenga un solo autor”.
[13] Letanías como: “Los médicos brasileños se gradúan a una edad avanzada”, “El país es pobre y desperdicia recursos en programas de posgrado que consumen mucho tiempo”, o “Necesitamos acelerar la formación de nuestros médicos, precisamente así el país se convertirá en una potencia mundial”.
[14] Para una revisión reciente, ver CGEE (2024).
[15] Sobre la historia de la agricultura brasileña, véase, por ejemplo, Romeiro (1998).
[16] En 2022, el país albergaba 2.595 IES, de las cuales 312 eran públicas y 2.283 privadas (Inep 2024). Entre las públicas, 115 eran universidades (37% de las 312); Entre las privadas, sólo 90 eran universidades (4% de las 2.283). Desde 1977 hasta hoy he asistido a 29 IES (18 universidades públicas y cuatro privadas; un centro universitario público y seis colegios o centros universitarios privados). Estudié en tres de estas universidades públicas (UFJF, Unicamp y UnB).
la tierra es redonda hay gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR