por LEONARDO BOFF*
¿Llegará el gran salto salvador?
Nadie puede negar que nuestra casa común, la Tierra viva, se prepara para una gran transición. Lo que se ha vivido en los últimos siglos, como paradigma de civilización, es decir, la forma en que habitamos y organizamos la casa común, basada en la explotación ilimitada de sus recursos naturales, ya no puede continuar. Este paradigma ha agotado su potencial de realización. Entró en agonía. Pero esto podría continuar durante bastante tiempo.
Se tendió, sin saberlo, una gran trampa: empezó con el mayor acto terrorista cometido por EE.UU., lanzando dos bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, arrasando todo tipo de vida. Pronto, Jean-Paul Sartre reaccionó diciendo: “nos hemos apropiado de nuestra propia muerte y podemos acabar con nuestra especie”. Severo, fue uno de los más grandes historiadores modernos Arnold Toynbee cuando observó, consternado: “a nuestra generación le tocó vigilar el camino de nuestra autodestrucción; no será obra de Dios sino de nosotros mismos”. Inventamos el principio de la autodestrucción de las maneras más diferentes. La tecnociencia moderna, que tantos beneficios nos ha traído, se ha vuelto irracional y enloquecedora como suicida.
Las múltiples crisis por las que atraviesa el planeta entero representan una especie de dolores de parto. El mayor fue y es la irrupción del coronavirus. Sólo golpeó a los seres humanos. No respetó los límites de la soberanía de los países y ridiculizó la máquina de muerte de las potencias militaristas. Para quienes no solo observan los hechos sino que buscan discernir el mensaje oculto en ellos, deben preguntarse: ¿qué quiere comunicar Gaia, la Tierra viva, con el Covid-19, que ya se ha cobrado millones de víctimas?
Se trata ciertamente de un contraataque de la Madre Tierra a la violencia sistemática que sus hijos e hijas ejercen contra ella desde hace siglos, una verdadera guerra, sin posibilidades de ganarla. Hemos superado los límites soportables del sistema-Tierra hasta tal punto que necesitamos más de un planeta y medio (1,7) para sustentar nuestro estilo de vida consumista. Es la llamada “sobrecarga de la Tierra” (exceso de tierra). Todas las señales entraron en rojo y estamos en descubierto. En otras palabras: los bienes y servicios necesarios para garantizar la vida se están agotando. Un poco más, un poco más, podría haber un colapso de los cimientos que sustentan ecológicamente la vida en el planeta.
¿Cuáles de los jefes de Estado y altos directivos (CEO) de las megacorporaciones reflexionan y toman decisiones ante una situación tan extrema en nuestra Casa Común? Tal vez se den cuenta de la situación real. Pero no les importa porque, de lo contrario, tendrían que cambiar por completo el modo de producción, renunciar a las fabulosas ganancias económicas, cambiar su relación con la naturaleza y acostumbrarse a un consumo más frugal y solidario.
Porque esto no sucede, entendemos las palabras del Secretario General de la ONU, António Guterrez, no hace mucho, en una reunión sobre el cambio climático en Berlín: “Solo tenemos una opción: acción colectiva o suicidio colectivo”. Más temprano, en Glasgow con motivo de la COP 26 sobre cambio climático, aseveró perentoriamente: “o cambiamos o nos cavamos nuestra propia tumba”.
Quizás el riesgo más inminente de un cambio en la situación de nuestra casa común es el alarmante calentamiento global que se ha observado recientemente. A partir del Acuerdo de París de 2015, se acordó evitar un aumento de 2030 grados centígrados para 1,5, para evitar daños mayores a la biosfera. Con la entrada masiva de metano, debido al derretimiento de los casquetes polares y el parmafrost (que se extiende desde Canadá hasta los confines de Siberia), se liberaron millones de toneladas de metano. Esto es 28 veces más dañino que el CO2. Como resultado de estos cambios, la ICLL admitió que ya no en 2030 sino incluso en 2027 habría un aumento de la temperatura más allá de 1,5 a 2,7 grados centígrados.
Los eventos extremos que están teniendo lugar actualmente en Europa, India y otros lugares, con enormes incendios y niveles de calor nunca antes experimentados, y al mismo tiempo, el inusual frío en el sur del mundo, están demostrando que la Tierra ha perdido el equilibrio. y está buscando otro.
Resumiendo el discurso: siguiendo esta tendencia, ¿qué futuro nos espera? ¿Podría la especie humana haber llegado a su clímax, como todas las especies en el tiempo, y luego desaparecer? ¿O podría suceder, por el ingenio humano o por las propias fuerzas del planeta Tierra combinadas con las energías del universo, dar un salto de calidad y así inaugurar un nuevo orden y dar continuidad a la especie humana? Si esto sucede, que esperamos, no sucederá sin grandes sacrificios de vidas de la naturaleza y de la humanidad misma.
Hace 67 millones de años, cayó en el Caribe un meteoro de casi 10 km de largo que acabó con todos los dinosaurios y el 75% de todas las formas de vida, salvando a nuestro antepasado. ¿Podría ocurrirle algo similar a nuestro planeta Tierra? Probablemente no sea un meteoro de bajo vuelo, sino cualquier otro desastre ecológico-social inconmensurable.
Si sobrevivimos, la Tierra habrá dado el salto salvador y entregado el tan esperado nacimiento. Los dolores de parto habrán pasado y, finalmente, se generará el bioceno y el ecoceno. La vida (bio) y el factor ecológico (eco) ganarán centralidad, comprometiendo nuestro cuidado y todo nuestro corazón. Que este desiderátum sea una utopía viable que nos permita continuar en este hermoso y sonriente planeta.
*Leonardo Boff Es filósofo y teólogo. Autor, entre otros libros, de El doloroso nacimiento de la Madre Tierra (Vozes).
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