Por Eugenio Trivinho*
Lejos de la dicotomía jurídico-política conservadora, Brasil tiene un horizonte democrático más fructífero, a articular antes y durante el proceso de juicio político
La falsa encrucijada jurídico-política de la crisis presidencial en Brasil radica actualmente en dos alternativas: (1) o mantener en la Presidencia de la República a un exmilitar y promiliciano no confeso, tutelado, como una “naranja”, por los generales y con cada vez menos apoyo multilateral para llevar a cabo un clásico golpe de Estado, “cerrando el reloj” de las libertades civiles en el territorio nacional; (2) o despedir al huésped del Palácio do Planalto por medios legales - con remoción o acusación – y permitir la toma de posesión del Vicepresidente, quien tiene más racionalidad estratégica, habilidad política, credibilidad institucional y apoyo activo en las Amadas Fuerzas y en la sociedad civil (en condiciones, por tanto, de eventualmente desentrañar el mismo desastre).
Esta dicotomía conservadora, para nada precaria, se hizo más evidente luego de que la pandemia de la COVID-19 rompiera las costumbres sanitarias del país a fines de febrero pasado. En tanto, los episodios picarescos que protagonizó el invitado de Palacio, incluida la renuncia del ministro de Salud en medio del avance viral, evidenciaron su total despreparación ejecutiva y falta de liderazgo a favor de enfrentar la situación con contundencia. El exmilitar resultó ser el podio desenfrenado del propio esfuerzo gubernamental, en lugar del principal lastre de superación.
Cómo, en este punto de varias crisis entrelazadas, ni siquiera la ingenuidad política optaría por flexibilizar la segunda hipótesis –por ejemplo, por sutura a favor de las garantías republicano-democráticas a la luz de la Constitución Federal de 1988–; y cómo la eliminación o la acusación del invitado de Palacio es ya una cuestión de decencia pública urgente, la prudencia recomienda centrarse en otra costura, en una hipótesis más radical – del latín radicalis, se refiere a base, raíz, es decir, en casu, política de base raíz, raíz popular –, una alternativa más independiente, virtuosa y fructífera, más allá de los binarismos convencionales del imaginario político conservador. Los cimientos estratégicos de esta veta, ya en circulación, se traducen en tres acciones relacionadas, a saber:
(1) exigir la destitución de los dos agentes (Presidente y Vicepresidente), con fundamento en los preceptos constitucionales y legales;
(2) juramentación, POR TIEMPO DETERMINADO, de una Junta Civil integrada por parlamentarios de la Cámara de Diputados y del Senado Federal; Es
(3) realizar, LO ANTES POSIBLE, nuevas elecciones presidenciales (en el momento más oportuno, acorde con la superación de la pandemia del COVID-19 en el país).
Esta hipótesis (u otra similar, mejor aún), que prospera allí donde reside el primer poder político, el pueblo, está plenamente prevista en el artículo 1, párrafo único, de la Carta Magna brasileña. El dispositivo, para recordarle, regla que el poder, emanado del pueblo, puede ser ejercido directamente, sin mediación, siempre que se encuentre dentro del marco constitucional.
Desde el punto de vista de la progresión de los efectos políticos luego de que una idea comienza a circular –momento que este artículo solo refrenda, reforzándola–, poco importa si necesita enfrentar una fuerte oposición y/o es recibida con reservas. Este precepto es válido tanto en ámbitos donde debería haber menos “fuego amigo”, como ante una transición institucional militarizada con una tendencia legalista más “natural”, lo que, además de ser erróneo, es un engaño. El horizonte de la tercera hipótesis, la celebración de nuevas elecciones, es ciertamente difícil. Peor, sin embargo, es la actual agenda de transición y/o lo que pueda ocurrir después, si no se reivindica otro imaginario político.
Tras la dramática experiencia de 21 años de dictadura militar-civil-empresarial, resultado de las elecciones de 2018 y poco más de un año de debacle neoliberal bajo corolario neofascista (civil, militar, policial y miliciano), las fuerzas de izquierda e Los progresistas en Brasil saben, en su sangre, más que nadie, que un gran fracaso en términos de democracia y libertad es capaz de poner, con guantes blancos, el horizonte de millones de personas sobre la mesa de los peores augurios.
En rigor, la tercera hipótesis es, como una carta sobre la mesa, muy simple. Para dar que pensar, no se necesitan más palabras por el momento.
* Eugenio Trivinho es profesor de comunicación y semiótica en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP).