por GÉNERO TARSO*
En el fascismo se comparte la pasividad de los oprimidos con la perversión consentida, la mala conciencia de las “clases acomodadas”
Las determinaciones del fascismo como género, en la crisis del capitalismo, tanto en sus contenidos económicos como sociales, son las que encuentran su surgimiento y sus contornos, en un determinado espacio territorial y cultural. Cuando el fascismo, sin embargo, se convierte en un movimiento político con perspectivas de poder -para comprenderlo y combatirlo- es necesario ubicar sus escondites mentales más reservados en la subjetividad dominante y en la conducta de los sujetos políticos sus manifestaciones más oscuras (y violentas) en la vida cotidiana.
La dramática situación del país, donde la democracia se desvanece en cada jerga fascista que emiten los gruñidos presidenciales -en un país afectado por la mortandad de la pandemia y el hambre endémica- requiere de una sofisticada estrategia política por parte de las fuerzas democráticas de oposición para refutar él. El “bolsonarismo” dominante logró apartar a una parte importante y policlasista de la sociedad de la reflexión y el diálogo político, necesarios para el funcionamiento de la democracia liberal-representativa.
Esto fue arrojado a un espacio donde el debate no penetra, los argumentos no valen nada y las mentes solo funcionan reflejando la palabra autorizada de “mito”. La fragmentación de la estructura de clases de la sociedad favorece este aislamiento, en el que estos grupos “separados” crean su propio mundo ilusorio, en el que la tierra puede ser aceptada como “plana”. En él, el comunismo persigue también a las “buenas” familias y la veneración de los “gallos” escondidos en biberones –como arma política– puede reproducirse hasta el infinito. Aproximadamente 1/3 de la población está dominada por estos focos de ignorancia manipulada.
A lo largo de su historia, el fascismo siempre ha capitalizado las mentiras que se convirtieron en los cimientos sobre los que se asentaba su poder político. La diferencia en que esta capitalización se produce hoy, en relación con los tiempos del siglo pasado, es que fluye mucho más rápido y puede aislarse en burbujas de inaccesibilidad, en las que se bloquea la “entrada” de las contestaciones al mito. Y repelido.
El bloqueo de las contestaciones a la mentira se hace con argumentos directos y sencillos, erigidos para satisfacer no sólo a las mentes más simples acosadas por la crisis social y la inseguridad, sino también para descansar en las conciencias pervertidas de gran parte de las capas más altas de la población. En el plano de la subjetividad pública, el fascismo es la revelación de la pereza mental de los oprimidos, combinada con la perversión consentida, presente en la mala conciencia de las “clases altas”.
¿A qué “sofisticación” me refiero como necesaria para que la oposición sea efectiva? La unidad de las partes fragmentadas de la propuesta fascista la hace el “mito”, que transita de una “burbuja” cerrada a otra, de un fragmento a otro, con simples protocolos de rechazo a la modernidad ilustrada. Este “rechazo” se opone particularmente a las posibilidades humanas de liberar a los sujetos de las influencias de los prejuicios religiosos y de su superación –a través de la verdad– del anatema político producido por los grandes medios de comunicación, en relación con la izquierda.
Los opositores a los valores del fascismo son atacados desde la aparente moralidad de las castas “medievales”, una moralidad constituida para el bloqueo mental de todo lo que esté fuera de los estándares de la familia patriarcal, muchas veces expandida como idea de nación. . Para ello, el fascismo apuesta por la ceguera por odio, que estas libertades individuales o grupales pueden provocar en el sentido común, siempre presentado como “contrario” a la vida ordenada, que se desestabiliza por estas “desviaciones”.
La ideología fascista transforma así la perversión y la intolerancia en virtud del orden y en un proyecto de nación: es la ideología de los frustrados, de los resentidos excluidos de la buena vida de los gobernantes que luego se vuelven contra todo aquel que tolera el desorden y genera inestabilidad en las familias. . La verdad de lo que es el mito no interesa al fascista, porque lo que lo seduce es su propia falsedad, que se ha convertido en símbolo de la redención de la mediocridad sumida en la infelicidad colectiva.
La superación de esta subjetividad no ocurrirá sin la derrota del mito y la derrota del mito no ocurrirá sin que seamos capaces de romper la unidad de esa parte de las clases dominantes con ella, producida para sus fines específicos de dominación. Esta dominación, en primer lugar, utiliza el “mito” para promover reformas y acentuar la privatización del Estado, tanto aumentando el poder de las milicias como privatizando bienes públicos.
El futuro frente político que debe gobernar el país debe estar compuesto por cuatro movimientos de una sinfonía política, que apuntan a una reanudación del orden republicano de 1988: en el primero, derrotar al “Bolsonarismo” y expulsarlo del poder, uniendo lo que tiene de democrático en la nación contra él; en el segundo movimiento, la elaboración de un programa común de transición hacia una economía productivista, no rentista e incluyente en el empleo y la actividad; un tercer movimiento, organizando a la izquierda para ser el eje de un frente político de carácter electoral –que va más allá de la izquierda para gobernar–; y un cuarto movimiento, con la fuerza del poder institucional, para reformar el sistema político para abrir nuevas perspectivas de reformas sociales e institucionales que refuercen la soberanía nacional y cohesionen a América Latina en torno a la democracia y la solidaridad continental.
* Tarso en ley fue Gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, Alcalde de Porto Alegre, Ministro de Justicia, Ministro de Educación y Ministro de Relaciones Institucionales de Brasil.