la sociedad autofágica

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por ALEJANDRO MARUCA*

Comentario sobre el libro recién editado de Anselm Jappe

El nuevo libro de Anselm Jappe se subdivide en siete capítulos entre el prólogo y un apéndice. En la breve introducción, el autor utiliza el mito de Erysichton para ofrecer un panorama general del tema de su estudio, relacionando el hambre insaciable del protagonista -que incluso devora su propio cuerpo- con la situación del capitalismo contemporáneo.

Jappe introduce dos temas centrales e interconectados para exponer su pensamiento: el fetichismo de la mercancía y el narcisismo. Un sistema insaciable, que no puede detener la búsqueda incesante de más valor, cada vez más dependiente de las producciones masivas, además de consumirse a sí mismo, termina configurando un sujeto que el autor llama narcisista.

La personalidad narcisista no emerge con la sociedad de mercado. Son varios los factores objeto de estudio del psicoanálisis que señalan causas de la personalidad egocéntrica y narcisista. Sin embargo, es posible establecer una relación entre la afluencia de la personalidad con profusión de rasgos narcisistas y el desarrollo del sistema de intercambio mercantil.

“Del fetichismo que reina en este mundo”. Con este título, el primer capítulo busca mostrar que el germen de las características que configuran al “hombre moderno” ya estaba presente en las ideas de varios pensadores desde los inicios de lo que puede denominarse sociedad de mercado. Entre fetichismo y narcisismo, la conexión es directa, desarrollándose en paralelo en el curso histórico de la sociedad capitalista. El sujeto automático, en términos marxistas, es la fuente del narcisismo observado en la sociedad moderna.

El pensamiento de Descartes se muestra ejemplar del movimiento a favor del surgimiento del ego, del individuo cada vez más aislado que alimenta sentimientos de arrogancia en relación con el mundo. La separación de cuerpo y alma, el predominio del espíritu humano como creador separado del mundo; la sumisión y hasta la negación de lo que es del orden de lo sensible –ligado a la materia–; las cuestiones del intelecto separado del medio material que lo rodea que se encuentran en el pensamiento de Descartes son ilustrativas de la presencia en exponentes del pensamiento moderno de una cierta hipertrofia del sujeto, separado del mundo que lo rodea.

A diferencia de períodos anteriores en los que la fuerza de la religión era prácticamente un determinante del pensamiento humano, el narcisismo involucra a un individuo que no se reconoce como parte del todo, no se integra al medio. Por el contrario, el entorno que le rodea debe someterse a sus designios.

La negación del orden sensible, de lo que se aplica a los sentidos, frente a la superioridad de la razón, también está presente en el pensamiento de Kant y Sade. Ambos oponen de distinta manera la racionalidad y la disciplina a un mundo dominado por la voluntad, por un irracionalismo considerado casi animal dado por lo relacionado con la materia.

Si en Kant el dominio del intelecto que no está constreñido por el entorno es sinónimo de libertad, para Sade la disciplina y el autocontrol son caminos correctos para alcanzar los fines. La superioridad de un espíritu que no se integra al mundo sensible de manera irreflexiva, que lo esquiva como si estuviera relacionado con lo animal, todo este pensamiento remite a la elevación del mundo de la razón, del recogimiento, del aislamiento y de la abstracción. del entorno material. En Sade, esta ausencia de mundo da lugar a un deseo de destrucción de un entorno desprovisto de sentido.

 

narcisismo y capitalismo

El tema del narcisismo fue tratado lateralmente por Freud, con escasos comentarios a lo largo de su obra. Anselm Jappe retoma varios de estos enfoques que culminan en exposiciones posteriores a 1920 cuando se hacen distinciones entre “id”, “ego” y “superego”.

En definitiva, el narcisismo equivaldría al sentimiento de omnipotencia del niño ligado a la madre después del nacimiento, que entiende el mundo sumiso a sus deseos. Para ser más precisos, el tema involucra categorías distintas como la omnipotencia y la dependencia. La dependencia natural del bebé de la madre le otorgaba una autosuficiencia casi nula. Paralelamente, hay un sentido de omnipotencia, ya sea del bebé o en el cuidado prenatal del ser que satisface sus necesidades sin grandes esfuerzos.

En ese momento el principio del placer reinaría supremo. La realidad posterior de separarse y enfrentarse a los desafíos del mundo objetivo se plantea con cierto sufrimiento. Sin embargo, esta separación y toma de conciencia de las desgracias de la vida real acaban proporcionando una elevación del yo, una complejización de la comprensión de la realidad objetiva y del desarrollo individual.

El narcisismo primario, en términos freudianos, se refiere al retorno a un estado intrauterino de fusión total, de completa calma. La referencia a Nirvana recuerda un estado sin perturbaciones ni turbulencias, libre de un mundo lleno de enigmas, preguntas y desafíos.

El narcisismo como forma social es algo diferente de la forma subjetiva patológica. Si bien existen diversas aproximaciones al tema, las consideraciones de este trabajo convergen en un síntoma que surge primordialmente de la forma social moderna y contemporánea en la que se inserta el sujeto. En el caso de la forma de objeto del psicoanálisis, las cosas están más directamente ligadas a las relaciones a las que el individuo está sujeto en la infancia, generalmente en el seno de la familia. Aunque existan conexiones entre ellos, es saludable mantener cierta distancia entre los enfoques, principalmente en las causas de los fenómenos observados. Los síntomas tienen muchas más conexiones, tal vez difiriendo en intensidad. En todo caso, se puede decir que las relaciones del sujeto narcisista con los objetos son proyecciones de su yo. No hay relaciones enriquecedoras, solo formas de nutrirte a ti mismo.

Retomando el curso del pensamiento a lo largo del progreso de la sociedad capitalista, pero ahora analizando la crítica social surgida a principios del siglo XX, se puede decir que el psicoanálisis fue absorbido polémicamente por el pensamiento crítico desde sus inicios. Desde Lukács ha habido innumerables formas de juzgar los análisis freudianos. Desde su no aceptación por tratarse de una teoría un tanto naturalista que no se refiere a las influencias y transformaciones sociales, hasta la excesiva importancia otorgada a la libido como energía transformadora, las cosas de la mente fueron incorporadas al análisis social de diversas formas por varios pensadores en el último siglo.

En este capítulo se analiza un debate bastante acalorado entre representantes de la escuela de Frankfurt. Tanto Adorno como Marcuse criticaron el enfoque del psicoanálisis por parte de representantes de lo que llamaron "revisionistas freudianos", específicamente Erich Fromm. Muy brevemente, las ideas de Fromm están menos conectadas con los temas "biológicos" de Freud, como la libido y el complejo de Edipo, y dan más relevancia a los temas culturales, como la educación, para superar el estado de cosas dado por el formato de sociedad represiva.

Para Adorno y Marcuse era como si Fromm y los revisionistas consideraran la posibilidad de superar problemas sociales insertos en la lógica de la sociedad capitalista sin que esta lógica necesitara sufrir grandes transformaciones. En cambio, para estos autores, este “biólogo” Freud, alejado de los análisis de Fromm, señala los síntomas de una sociedad atomista, represiva e individualista. Es decir, sería un análisis mucho más realista que el de Fromm.

Para Marcuse, la represión general se revela en la primera infancia, algo a lo que los revisionistas prestaron menos atención. Marcuse, como es bien sabido, dio gran valor a la evolución tecnológica ya las posibilidades de superación de las represiones libidinales que se producirían a través de la liberación de un trabajo excesivo e intenso. Esta liberación de pulsiones dada por la reducción del tiempo de trabajo proporcionaría una sociedad más equilibrada.

El debate involucra varias complejidades, pero, como pueden ver, se desarrolla dentro de los límites del orden capitalista. El sujeto automático de la lógica fetichista permanece intacto.

El debate social en torno al psicoanálisis duró todo el siglo XX, sin embargo, la categoría de narcisismo recién tomó forma en la década de 1970 a través de Christopher Lasch. Lasch relaciona el narcisismo con varias características identificadas en la posguerra, especialmente a partir de la década de 1970. La aparición de la familia moderna, con el declive de la figura del padre opresor, la pérdida de importancia de la pequeña empresa familiar, la abundancia de mercancía, todo ello contribuiría al declive de la figura represiva y autoritaria y al auge de un ego inflado del sujeto.

La sociedad capitalista contemporánea asigna la responsabilidad del éxito al individuo. Al mismo tiempo, limita las condiciones para hacerlo. El superyó originado a partir de figuras represivas fácilmente identificables como el padre o un empleador opresor es reemplazado por un superyó cuyas fuentes se diluyen en el ambiente social que confiere un ambiente individualista, que atribuye el éxito de cada uno a su propio esfuerzo. Por lo tanto, el fracaso proviene de esta misma condición.

Como dice Jappe “los ciudadanos de la sociedad contemporánea oscilan constantemente entre sentimientos de omnipotencia e impotencia”. Sentimientos muy cercanos a los del recién nacido y su relación con la madre. Hay un intento de controlar el mundo que les rodea, de gestionar el entorno para que el entorno se someta a su ventaja.

Incluso apuntando a causas vinculadas a la sociedad capitalista desarrollada (también tiene en cuenta a la sociedad de consumo como promotora del perfil narcisista), Lasch no va al fondo de la cuestión sobre las causas mayores de este fenómeno. Tanto él como anteriores críticos de la sociedad desarrollada mantienen su análisis interno al orden capitalista, proponiendo soluciones que no lo superan.

Continuando con el capítulo más largo del libro, Jappe invierte en caracterizar mejor este fenómeno en la época contemporánea.

El vínculo directo entre tecnología y narcisismo se puede decir de forma abreviada como si fuera un rasgo de magia. Presionar un botón es todo lo que necesita para obtener lo que desea. Al mismo tiempo la relación de dependencia es total. Las fuentes de energía, alimento y empleo se originan tanto fuera del individuo que éste no puede tener acceso a ellas sin ninguna interferencia en ello. Nuevamente, se presenta la dinámica omnipotencia/impotencia presente en el narcisismo freudiano.

Al no establecer relaciones más “complejas” con los objetos, el narcisista no enriquece su mundo interior, tiene podado su devenir psíquico y su sentido crítico. El mundo que te rodea debe estar a tu entera disposición. Lo que se interpone en el camino, lo hace difícil, los desafíos terminan por desaparecer.

Anselm Jappe utiliza ejemplos de la vida cotidiana para ilustrar el significado de encontrarse a uno mismo. Vinos ajustados a los paladares, la exaltación del sabor dulce en los alimentos, hasta museos sumamente didácticos. Existen innumerables ejemplos de ajustes y adaptaciones para que los objetos se presenten como fácilmente consumibles y vendibles. Cuanto menos haya que descifrar, cuanto menos matizado, mejor.

El narcisista solo busca reconocerse en el mundo que le rodea. Los objetos son espejos de su ser que, poco desarrollado, busca relacionarse con lo que ya le es familiar, invirtiendo poco en el enriquecimiento de sí mismo. Al igual que el trabajo abstracto, las relaciones narcisistas con el mundo apuntan más a la cantidad que a la calidad. Fetichismo y narcisismo como caras de una misma moneda.

 

El pensamiento contemporáneo frente al fetichismo.

Es posible distinguir dos fases predominantemente presentes en los últimos 250 años del capitalismo: una fase “edípica” autoritaria y una fase “narcisista” de dilución del autoritarismo y mayor permisividad, que tiene su inicio apuntado a principios del siglo XX, pero que a partir de la década de 70 alcanzó su apogeo.

La fase narcisista está marcada, como ya se mencionó, por la potencialización del individualismo y la desintegración con el entorno. Prevalece el interés individual, no el colectivo. La búsqueda del goce sin límites señalada por el filósofo Dany-Robert-Dufour. Dufour cita a Freud para quien el imperativo categórico kantiano estaba directamente relacionado con el complejo de Edipo en el camino hacia la conciencia.

Es sencillo señalar una correlación entre las características de la modernidad, donde la autoridad se diluyó, y una formación problemática del sujeto, desde la perspectiva edípica. El deseo trabado por la figura autoritaria busca soluciones a través de neurosis y sublimaciones. Este deseo, antes impedido, ahora, en palabras de Dufour, “siendo reemplazado por la realización directa”. El filtro difícil -a menudo autoritario- y formador de carácter deja de existir, dando paso al carácter de consumo incesante.

Es como si esta figura limitante diera lugar a un estado de completa libertad para el ser, quedando sujeto y limitado al principio del placer, y este sujeto pasara a ser engullido por el espectáculo de la mercancía, que le otorga infinitas posibilidades de satisfacción. En lugar de la emancipación de la autoridad paterna que conduce a la autonomía, conduce a la dependencia de estímulos y satisfacciones constantes, como sucede con la figura del recién nacido.

Aunque habiendo señalado el lado derecho de la cuestión, Dufour y los llamados neolacanianos –según Jappe– se equivocan al considerar que el origen de los problemas es la pérdida del papel del padre en la modernidad, lo que conduce a una condición de impulsos ilimitados. Tampoco habría dirigido la crítica al meollo del asunto, que estaría en el orden capitalista y su forma desarrollada.

Esta forma desarrollada de capitalismo incluye, como indican Boltanski & Chiapello en El nuevo espíritu del capitalismo, formas de adecuar el capital a las críticas recibidas de la sociedad. Las protestas de 1968 contenían demandas de aumento de salarios para los trabajadores y mayor autonomía. Los directivos acabaron incorporando la demanda de más autonomía y el orden capitalista se reinventó adaptándose a parte de las críticas que recibió. El universo del capital se vuelve más flexible, al igual que la sociedad misma, que ha ido cambiando.

Hay varias características que pueden ser consideradas como signos de cambios en la sociedad desarrollada. La “desaparición de la infancia” y la “infantilización de los adultos” son dos de ellas.

En el caso de los niños, se advierte su intensa participación en la explotación económica a través del consumo. Es posible percibir esto al darse cuenta de las inversiones masivas de la industria publicitaria en este grupo de edad.

Paralelamente, hay un “empobrecimiento del imaginario”. Sometido a un océano de imágenes desde temprana edad, el niño ha obstaculizado su desarrollo creativo limitado a lo que se le da.

En el caso de los adultos y su retorno infantilizador, podemos ver la reducción de barreras entre conductas antes consideradas infantiles y conductas adultas. Juegos, inmediatez, disfrute, consumo mordaz. Los atributos que antes se enumeraban como infantiles ahora se aceptan y fomentan en los adultos. El propio mundo del trabajo se ha transfigurado para presentarse como entretenimiento y actualmente es difícil determinar los límites entre el trabajo y el ocio, ambos sujetos a las reglas de la competencia y el rendimiento.

El progreso tecnológico ha permitido la simplificación de los procedimientos utilizados por el usuario. El trabajo ya no exige una formación lenta y refinada ligada a la experiencia. La sustitución de la experiencia por la emoción y los acontecimientos es notable. Refiriéndose a la Fenomenología del espíritu de Hegel y al curso de la conciencia en su formación a través de la acumulación de experiencias vividas, Jappe refuerza una importante característica del sujeto del capitalismo desarrollado: el diminuto espíritu crítico.

El narcisista tiene dificultad para vivir experiencias debido a su propia condición de establecimiento problemático de relaciones con los objetos y se busca sólo a sí mismo en el mundo que lo rodea. Al establecer pocas relaciones y poco desarrollo, el narcisista se considera autosuficiente, guardando muchas respuestas ya que se percibe dueño de sí mismo. Al no estar abierto a las experiencias y relaciones, porque se siente en paz en el encuentro consigo mismo, con lo que ya sabe, el espíritu narcisista comparte un sentimiento de saberlo todo y estar a su disposición. Además de la fugacidad y la superficialidad que calman las sensaciones. Omnipotencia e impotencia, pulsión de muerte, nirvana: características que rondan siempre al sujeto que forma.

 

La crisis de la forma del sujeto

Anselm Jappe es un pensador crítico del valor, que considera la forma estructurante de la sociedad capitalista como la causa principal de las dificultades de la sociedad de mercado. A diferencia de la lucha de clases por la crítica del valor, el nervio que sostiene al capital es el trabajo abstracto, el valor, el fetichismo de la mercancía. El vacío de la obra abstracta, que no contempla diferencias ni cualidades, sino cantidades, se correlaciona con la forma del sujeto contemporáneo, moldeado por la sociedad que lo rodea.

Al igual que la obra abstracta, la forma del sujeto se vacía de contenido. Al no establecer relaciones intensas con los objetos, el narcisista experimenta un exceso de sí mismo, subdesarrollado y dependiente de frecuentes sensaciones y estímulos vacíos de significado. Este vacío existencial conduce a una búsqueda de plenitud a través de lo que hace posible el reconocimiento a toda costa. La violencia hacia afuera y hacia adentro en el límite se revela como una forma de reducir esta pulsión sin rumbo determinado.

La pulsión de muerte como reducción de tensiones, a la manera freudiana, como forma de buscar un estado de nirvana donde reine la calma, se caracteriza por el esfuerzo por encontrar una situación similar a la de la fusión prenatal, comparable al estado narcisista. La violencia perpetrada por educación en el hogar u otras formas de muertes masivas, en muchos casos, se caracterizan por la búsqueda de salidas al vacío existencial narcisista de la forma contemporánea del sujeto.

Si, por un lado, el sujeto narcisista contemporáneo en el límite puede recurrir a formas extremas de superación de su estado de individualidad y vacío interior, incluso atacando su propia vida, por otro lado, la sociedad capitalista se devora a sí misma consumiendo su fuente de valor. representado por el trabajo. Y al consumirlo, te ves obligado a impulsar cada vez más la búsqueda de ganancias en un movimiento que no puede detenerse.

Esto no significa un colapso natural de la sociedad capitalista, al contrario. Podría significar el impulso a una forma de barbarie tan acentuada como debilitada su fuente más valiosa.

 

¿Qué hacer con este malo?

Anselm Jappe imaginó como primer título de esta obra “Las aventuras del sujeto” como continuación de su obra anterior Las aventuras de la mercancía. Al rastrear las modificaciones de la forma de sujeto a lo largo del tiempo en paralelo con el surgimiento de la sociedad capitalista desarrollada y la dominación de la forma de mercancía, Jappe revela la integración entre el sujeto y el mercado que se forman y modifican juntos.

Aunque no se declara materialista histórico, Jappe se inspira en la fuente del materialismo al considerar el inconsciente como formado por estímulos y percepciones de la vida cotidiana. Necesariamente vinculado a formas de supervivencia, producción y consumo. El sujeto automático, figura que representa el valor, es el gran motor que coordina el mundo del capital y configura el entorno material y los individuos que actúan como cosas sujetas al movimiento mágico de las mercancías. El fetichismo de la mercancía en la fórmula marxista.

El individualismo y la competitividad, característicos del modo de vida de la sociedad contemporánea, son consecuencia directa de la forma mercantil dominante. La búsqueda de intereses individuales sin preocupación por el medio ambiente, siendo utilizado el medio ambiente únicamente como recurso para obtener fines de beneficio personal. El desapego del mundo, la no integración y la poca vivencia de experiencias verdaderas son, como ya se vio, características del narcisismo.

Todos los atributos tecnológicos que facilitan y promueven las imágenes representan, además de fortalecer la figura del ser que espera todo a la mano rápidamente sin considerar el aparato social detrás de cualquier producto o servicio, una disminución en la difusión de la lectura y la creatividad. capacidades de razonamiento. La crisis ecológica en sí misma demuestra ser difícil de resolver en una realidad en la que se necesitan ganancias cada vez mayores en la productividad.

Termino aquí el intento de condensar en unas pocas líneas la riqueza de ideas contenida en este libro. Los análisis que involucran el narcisismo y el fetichismo a menudo se consideran cercanos a las lecturas pequeñoburguesas, teniendo en cuenta que una parte de la humanidad está lejos de los estándares mínimos de consumo. Sin embargo, si bien la idea de una sociedad de consumo en su conjunto está abierta a críticas, el punto es que la forma del sujeto se va moldeando e influenciando, cambiando poco a poco, goteando incluso en sociedades que carecen de lo básico para vivir. El sujeto contemporáneo se moldea como categoría, como forma predominante de modos de actuar y de pensar en cada rincón bajo el control de la sociedad capitalista desarrollada. Con matices, pero imponente.

Este es un trabajo que tiene la rara cualidad de ser denso y agradable de principio a fin. Un libro que merece ser leído con calma, ya que es sumamente rico en contenido y con conexiones en diferentes áreas del pensamiento. Sin duda, un gran trabajo.

*Alejandro Maruca Es licenciado en ciencias sociales por la Universidad de São Paulo (USP).

 

referencia


Anselm Jape. La sociedad autofágica: capitalismo, exceso y autodestrucción. São Paulo, Elefante, 2021.

 

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