la sabiduría democrática

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por GÉNERO TARSO*

Para Jair Bolsonaro no hay opositores, solo hay enemigos a los que matar con armas

Como político que defiende la ejecución de sospechosos, el fusilamiento de “30 compatriotas”, el asesinato de un presidente pacífico y democrático, la tortura como método inquisitorial, el fin de la democracia política, que sostiene que el error de la dictadura fue no tortura, pero era “no matar”, lo que expresa públicamente su admiración por Hitler y se burla de la tortura sufrida por una mujer digna –que estaba siendo apartada de la Presidencia–, pues esta política fue cobardemente naturalizada por el “establishment” neoliberal y por las grandes cadenas de comunicación, después de haber cometido y repetido muchos crímenes bárbaros y aún haber hecho una consciente propaganda genocida contra la vacunación?

Ortega y Gasset defendía la discutible tesis de que “el hombre es un animal para el que sólo es necesario lo superfluo”, es decir, las necesidades del hombre no son “naturales”, sino artificiales y la técnica es ante todo “la producción de lo superfluo”. Con razón o sin ella, el discurso del filósofo apunta a las posibilidades de la barbarie cuando la técnica liberada en el espacio, sin el control de la ética y el sentido común, empieza a reinar inducida por la locura.

La violencia y las ilegalidades cometidas por el presidente Jair Bolsonaro comenzaron mucho antes de su gobierno. Fue un largo período en el que fue protagonista de una serie de absurdas violaciones legales, capaces de alcanzar a una parte significativa de los “dominados” y los “dominantes” en la jerarquía de clases de la sociedad. Miles de personas esperaban un líder que solucionara sus demandas más urgentes, tanto entre los dominados como entre los dominantes, que querían una respuesta rápida al letargo de la democracia liberal, ya considerada inepta tanto para resolver sus necesidades más inmediatas como para tener un vida digna en seguridad.

Los sectores dominantes -medio y alto- querían una respuesta para superar lo que entendían como trabas laborales y tributarias que, en su sentir, bloqueaban la acumulación o impedían su supervivencia en mercados oligopólicos. Sin embargo, toda la población padecía el auge de la criminalidad y en vastas áreas metropolitanas el crimen organizado ya rivalizaba con el Estado en el control de territorios. Entre todas las cuestiones, una de ellas, la que atravesaba todas las clases, era la “clave” del éxito de los métodos fascistas de la extrema derecha en hacer política. Tanto entre las capas más desprotegidas y desheredadas del pueblo, como entre los sectores más ricos de la población: la seguridad pública.

Me explico: la política, contrariamente a las disputas entre animales por el territorio o la comida, es esencialmente una mediación humana, que restringe la animalidad y la necesidad de extinción del adverso, para que sobreviva el más fuerte. Y requiere rituales e instituciones que obliguen a los sujetos políticos a tratar con el “todo”, sin atender rápidamente los problemas inmediatos de cada uno de los individuos únicos, que nunca se consideran dentro de un colectivo indiferenciado, que formaría parte del “público”. interés".

De esta manera, la aplicación de una “política pública” de mediano y largo plazo, que no atiende a los aspectos inmediatos de la vida común, lleva a pensar que los impulsos más duros de la vida sólo pueden ser respondidos “fuera” de la democracia. rituales Sus complejidades y dilaciones generan un torbellino de angustias y desconfianzas en sus destinatarios, sobre todo cuando sus antes elitistas territorios, universidades, aeropuertos, espacios de ocio colectivo, vías públicas ya están abarrotadas de coches de gente pobre.

Es sobre estas consecuencias que el espíritu del fascismo, formalizado en una doctrina o expandido a través de mensajes morales de los medios tradicionales y redes digitales, es que el fascismo prosperó. El fin de la política, el fin de la democracia, la insistencia en que la corrupción es un siamés de la política y otras aparentes bienaventuranzas, que acercan a las personas a su animalidad biológica ancestral, comenzaron a estandarizar conductas, prometer soluciones rápidas y estandarizar expectativas para hacerlo todo más simple y rápido: sin política y por lo tanto sin corrupción.

Para que esto sea posible, es necesario acabar con las mediaciones que caracterizan la política y el trabajo, sin vergüenza, para tener a la muerte como compañera de viaje de una sociedad digna. Este es el mensaje central del fascismo, que se basa en mitos y destruye la sociabilidad democrática. La victoria del pensamiento mítico no va en contra del sentido común, sino que se apoya en él, potenciando la “impresión” de que la superación de la desgracia de los seres humanos no está en la historia, sino que reside en una suma de errores cotidianos pervertidos por la política.

En el sentido común, romper los límites entre la vida y la muerte es aceptable cuando el ambiente es de guerra y la seguridad del individuo y del grupo familiar está a disposición del crimen y el hambre. El clima de guerra es el clima que naturaliza la muerte de quienes interrumpen la acción del mito, que ordinariamente cultiva sus desórdenes mentales y su sociopatía al llamar a la extinción del enemigo y de las instituciones políticas, donde supuestamente reside el amparo del mal.

Cuando Jair Bolsonaro comenzó a promover gestos y discursos necrófilos, cuyo apogeo fue aceptado en la Sociedad Hebrea, en la que una pequeña parte de una de las comunidades más mártires de la historia moderna -bajo las protestas y el horror de su mayoría-, el Capitán emergió como un “mito” y ganó, consagrando, a partir de entonces, las mismas técnicas y prácticas políticas que promovieron el Holocausto. No hay más oponentes, solo hay enemigos a los que matar con armas.

La oposición sincera al fascismo en nuestro país podría dar una lección histórica de dignidad democrática y sentido común, a los malhechores que quieren seguir gobernando la nación, logrando –a una semana de las elecciones– un gran acuerdo político de gobernabilidad y gobernabilidad, derrotando a Jair Bolsonaro en el primer turno, unidos en torno al nombre más fuerte para vencer y llevar a la nación al destino democrático y social que merece nuestro pueblo. ¡Está a tiempo! Es sabiduría democrática contra la política de muerte del fascismo.

* Tarso en ley fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de utopía posible (Arte y Artesanía).

 

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