La salud en la cuerda floja

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por AMELIA COHN*

La salida de Nísia Trindade significaría que, por más fuerte que sea su reemplazante, la salud ha entrado en el mercado de la negociación política (y económica).

Bajo el impacto de la noticia “filtrada” ayer por la tarde sobre el anuncio del cambio de la titular del Ministerio de Salud – Nísia Trindade, hice algunas consideraciones marcadas por la indignación. Cuando me nominaron, escribí un texto defendiendo su nombre y argumentando que, precisamente porque no formaba parte de ningún partido político y era una creadora de instituciones, la mantendrían en el cargo. Que su fuerza residiría en esto: su competencia técnica y su compromiso con el SUS. De hecho, asumió la cartera, reconstruyó el Ministerio de Salud destruido por el gobierno anterior e impulsó programas y la implementación de prioridades estructurales para mantener los preceptos constitucionales en salud.

La ministra ha seguido ese camino todo el tiempo, teniendo en su camino la resistencia del sector privado de salud a los avances que promovió en el SUS y la codicia no sólo de las empresas sino también de los políticos por los recursos de salud y su alcance territorial y social, que permiten, cuando son mal utilizados, ser instrumentalizados políticamente en el pernicioso juego de las monedas políticas. Nísia Trindade ha afrontado esta resistencia con firmeza y elegancia, demostrando que para ser firme y fuerte no es necesario hablar con dureza.

Reanudar la cobertura de vacunación, un área en la que Brasil es conocido internacionalmente por su eficiencia y que ha retrocedido de forma alarmante durante el período negacionista que precedió a este gobierno; implementar una sólida política de inversiones en el crucial sector del Complejo Económico Industrial de la Salud, fundamental económica y socialmente, sin olvidar la consecución de nuestra soberanía nacional en la producción de medicamentos y vacunas; reconstruir la Farmácia Popular prácticamente desde cero, con participación del 100% de los municipios; Establecer acciones para reducir los tiempos de espera de la población para acceder a atención y cirugías de mediana y alta complejidad, sin embargo, no parecen ser suficientes.

Después de todo, Nísia Trindade es competente, pero no siguió una carrera política. Es un constructor institucional, y no actúa pensando en “su” futuro político. Calma. Ser político no es algo malo en sí. Pero incluso hacer bien los deberes y volver a poner en primer plano el derecho a la salud y los principios y directrices del SUS no parece satisfacer las demandas políticas actuales.

No importa quién la reemplace. En la palestra, dos nombres muy conocidos, un político que ya ha ocupado el cargo, y otro no tanto político, al menos en el primer plano de la escena, y que también ha ocupado el cargo. Por lo tanto, la cuestión aquí no es de competencia, de tener un ministro que nunca había oído hablar del SUS. Pero sí, ambos son hombres. Al fin y al cabo, la pregunta que queda es: ¿cómo puede una mujer de excelencia en cuanto a su competencia profesional, pero sin carrera política ni apetito para ella, ocupar un puesto que supone el segundo mayor presupuesto entre los ministerios?

¿No sería eso un desperdicio? ¿Por qué no aprovechar políticamente este increíble volumen de recursos y red de atención sanitaria? ¿O, mejor dicho, más políticamente? Al fin y al cabo, Nísia Trindade negocia sistemáticamente con municipios, estados, universidades, gestores, movimientos sociales, las políticas que viene implementando. De hecho, sin esta negociación constante e incansable del ministro, ni siquiera la décima parte de lo realizado durante este período hubiera sido posible. ¿Pero por qué es tan discreto? ¿Este pecado tuyo? Creo que tu mayor pecado es ser independiente. Y precisamente porque es independiente, es leal al gobierno, pero no dócil a todas sus exigencias.

Pero lo más preocupante es que la salud puede ser víctima, en este episodio, de una brutal mutación en su lugar de importancia: de ser una política de Estado, como se venía conduciendo, es decir, creando raíces de corto, mediano y largo plazo para resistir períodos de regresión política, a convertirse en una política de gobierno.

Una hipótesis así no parece descabellada. Desde el punto de vista de afirmar la presencia de las mujeres en las políticas públicas, los ministerios actualmente encabezados por ellas, con excepción de salud, son ministerios con pocos o muy pocos recursos y/o subvalorados dentro de la gestión, como es el caso del medio ambiente. Y desde el punto de vista de acciones y proyectos estructurales, es con tristeza que vemos el lanzamiento del Nuevo Registro Único de Programas Sociales, que abre la puerta a 40 programas gubernamentales, sin haber tenido ninguna resonancia al interior del gobierno.

Se trata de un programa estructurante, que involucra a varios ministerios y secretarías, y que se muestra como un instrumento transversal para permear todos los programas sociales y ampliar y acortar el acceso de los segmentos vulnerables y de bajos ingresos a la red de protección social de los tres niveles de gobierno. Las acciones del CEIS son estructurales, rompiendo la dicotomía entre políticas sociales que sólo generan gastos y otras que generan ingresos. Sin olvidar los insumos y productos económicos y sociales de las acciones de mediana y alta complejidad en salud y de las farmacias populares.

Así, la salida de Nísia Trindade no significaría sólo que sale una mujer y entra un hombre. Quizás ese sea el menor de los problemas. Sino que más bien puestos importantes no pueden ser ocupados por perfiles directivos en sentido estricto, aunque tengan sensibilidad política. Lo que está en juego es que, por fuerte que sea su sustitución, la salud ha entrado en el mercado de las negociaciones políticas (y económicas). Se ha transformado de una política de Estado a una política de gobierno. Podría ser la primera pieza del dominó, que sucesivamente hará caer a las demás en el área social. Como si no fuera suficiente la timidez con que se han implementado, con excepción del aumento real del salario mínimo y la reacción positiva del mercado de trabajo formal, resultado esencialmente de políticas económicas con fuerte impacto social.

*Amélia Cohn, sociólogo, es profesor jubilado de la Facultad de Medicina de la USP. Autor, entre otros libros, de Cartas al presidente Lula: Bolsa Família y derechos sociales (azogue editorial).


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