por DANIEL AARÃO REIS*
Dictadura revolucionaria y construcción de consenso
Revolución nacional, democracia y dictadura: la construcción de consensos (1959-1970)
“Nunca podemos llegar a ser dictadores… En cuanto a mí, soy un hombre que sabe cuándo hay que salir” – “Dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada” (Fidel Castro).
Cuando triunfó la revolución cubana, en los primeros días de 1959, la euforia, como en los días de las grandes victorias que todos imaginan compartir, se apoderó de la sociedad.
Se constituyó un frente amplio y heterogéneo contra la dictadura sanguinaria y corrupta de Fulgencio Batista.[i] . Bajo la dirección del Movimento Revolucionario 26 de Julho/MR-26, y de Fidel Castro, especialmente a partir de 1957, participaron estudiantes de la Universidad de La Habana, agrupados en su mayoría en torno al Directorio Revolucionario dos Estudantes/DRE y la Federación. de Estudiantes Universitarios/FEU, los liberales de Prío Socarrás[ii], los remanentes afiliados al Partido Ortodoxo[iii], demócratas de todos los bandos, los comunistas del Partido Popular Socialista/PSP e incluso cuadros civiles y oficiales de las fuerzas armadas vinculados al régimen, pero disconformes con los desmanes de la dictadura[iv]. Al final, desde 1958, incluso en USA, entre corrientes liberales[V] se había fortalecido un movimiento de apoyo a la revolución, lo que ciertamente contribuyó a la suspensión de la ayuda militar a Batista, decretada por el gobierno norteamericano a mediados de ese año.[VI].
La unanimidad de procesos históricos que eliminan poderosos enemigos comunes, pareciendo diluir las diferencias sociales, políticas y culturales. No fue obra del azar, sino de un tejido difícil y hábil, capaz de articular intereses dispares en torno a unos objetivos programáticos comunes[Vii].
¿Que eran?
La reafirmación de la independencia nacional, revocada en la práctica por las opciones y prácticas de la dictadura batistiana que había abierto de par en par las puertas del país a los intereses comerciales y financieros norteamericanos. Es más, lo que ofendió el orgullo cubano, convirtiendo al país en un inmenso burdel, abierto al turista extranjero ya todo el narcotráfico que se pueda imaginar. Cierto, y desde mayo de 1934, se había derogado la infame Enmienda Platt, incluida en la Constitución de 1902, que garantizaba el derecho de intervención estadounidense, cuando y cuando los intereses y la vida de sus ciudadanos se consideraran amenazados... por los gobiernos estadounidenses.
Sin embargo, aún en el marco de la política de buena vecindad de F. Roosevelt, y aún después, se profundizó la dependencia económica de Cuba, evidenciada, entre otros factores, por la venta casi exclusiva de su gran producto de exportación, el azúcar, a precios preferenciales, a la estadounidense. mercado, y para la compra de terrenos y activos industriales e inmobiliarios por capitales del mismo origen. Por eso se hizo notoria la importancia de la figura del embajador de Estados Unidos en La Habana, clave crucial para todo tipo de articulaciones y proyectos políticos.
No se trataba sólo de lograr la emancipación económica, sino de recuperar la dignidad, cubanidad, el orgullo de pertenecer a una sociedad libre de elegir sus destinos. En este sentido, la gesta épica de las luchas independentistas (1868-1878 y 1895-1898), los personajes históricos que en ellas intervinieron, en particular José Martí, el Apóstol de la Independencia, se desencadenaron con reverencia y unción casi religiosas. Era necesario retomar la lucha, frustrada por las circunstancias históricas, de los grandes antepasados. La revolución contra Batista sería. Era su compromiso esencial[Viii].
El otro aspecto básico fue la restauración de la democracia. Desde el establecimiento de la dictadura, todos, en especial Fidel Castro, han esgrimido la necesidad de restablecer la constitución de 1940, considerada un referente clave en la reanudación del camino de la democracia y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.[Ex]. No gratis, José Miro Cordona y Manuel Urrutia asumieron importantes cargos en el primer gobierno revolucionario, constituido en los primeros días de enero de 1959.[X], demócratas liberales, comprometidos con las libertades democráticas.
Recuperación de la independencia y la democracia: la fuerza de estos dos ejes le dio al triunfo revolucionario de 1959 un claro carácter nacional-democrático. Lo que no quiere decir que fueran los únicos. Mucho se dijo también, desde el famoso discurso de Fidel Castro cuando fue juzgado, en 1954, sobre las reformas necesarias para combatir las flagrantes injusticias sociales existentes en Cuba.[Xi]. Durante la lucha guerrillera, en 1957-1958, compromisos en este sentido serían asumidos explícitamente por el MR-26 y por Fidel Castro e incluso tuvieron, en determinadas áreas, un inicio de aplicación, como por ejemplo, medidas de reforma agraria, beneficiando a los campesinos que vivían en la sierras. Sin embargo, tales referencias y aspiraciones podrían entenderse en el contexto de la constitución de 1940 y sería un anacronismo evidente sostener que la revolución, especialmente en sus inicios, le dio al programa de reforma social el mismo énfasis que atribuyó a la cuestión nacional y el restablecimiento de la democracia en la Isla.
Así, en los primeros días de 1959, en torno a la reconquista de la democracia y la independencia nacional, se constituyó un sólido frente político que agrupaba a una amplia mayoría, ya sea francamente favorable, o meramente simpatizante, o incluso aceptando como inevitable la situación dominante. especie de ola contra la que no valía la pena resistir, por falta de medios o voluntad, o ambas cosas.
Sin embargo, bajo esta aparente unidad, se estaban gestando movimientos y tendencias que pronto sorprenderían a la gente. Apuntarían, como pronto se hizo evidente, a una afirmación enfática de la cuestión nacional, a expensas o en detrimento de la organización de las instituciones democráticas. Un conjunto de circunstancias y opciones contribuiría en este sentido.
Primero, la dinámica autoritaria inherente a los movimientos nacionalistas. Por el mismo hecho de apelar a la constitución de una identidad suprema, por encima de especificidades de todo tipo –étnicas, sociales, corporativas, de género, entre otras–, el referente nacional tiende a exigir la dilución de particularismos, considerados egoístas, en pro del fortalecimiento del conjunto nacional, figurado como generoso y sublime. Cuestionar las propuestas nacionales, cuando prevalecen, puede convertirse muy rápidamente en una cuestión de inpatriotismo, descalificada como acto de traición nacional.
También hay que destacar el carácter decisivo que asumió la guerra de guerrillas. No se trata de volver a la lectura equivocada de la revolución hecha por R. Debray y avalada, en los años 60, por Fidel Castro y el Che Guevara.[Xii]. Sin duda, la revolución cubana salió victoriosa por una compleja contienda de movimientos y formas de lucha, pero sería impropio no reconocer el papel decisivo que la acción de las columnas guerrilleras, y sus victorias militares, asumieron en la desintegración final, política y moral, de las fuerzas armadas que defendieron la dictadura. No a título gratuito, cuando se definió la victoria, en los primeros días de 1959, la institución revolucionaria, por excelencia, fue el Ejército Rebelde, reconocido como tal por la gran mayoría de la población y líderes políticos, muchas veces malgre eux-mêmes.
Ahora bien, por mucho que la guerrilla popular fomente el ejercicio de cierto participacionismo político, sobre todo en las zonas liberadas, o en ciertos momentos puntuales, cuando la guerrilla y los simples soldados de la revolución son llamados a opinar, a discutir y, incluso, para decidir la adopción de determinadas medidas, o la realización de determinadas operaciones, en general, como tendencia universal, la guerra y la institución del ejército, incluso los ejércitos rebeldes o revolucionarios, tienden a fortalecer las estructuras centralistas, verticales y políticas. procedimientos, en definitiva, autoritarios.
En los momentos posteriores a la victoria revolucionaria, disueltas las instituciones de la dictadura, incluidas las fuerzas armadas, la estructura del Ejército Rebelde, comandada por Fidel Castro, emergió incontestada. A partir de entonces, el país estaría galvanizado por una ineludible tendencia militarista, muy presente en el vocabulario político. Era sintomático que la revolución había tomado un color, y ya no era rojo, ni negro (los colores originales del MR-26), sino verde oliva. Y los líderes de la revolución se convirtieron en jefes, los líderes, los comandantes. En la cúspide, el máximo comandante, jefe supremo, Fidel Castro.
En los pliegues de estos símbolos y títulos, militares, militarizados, ya se dibujaba el rostro oscuro de la dictadura.
Otro aspecto, no menos importante, reforzó la tendencia. El hecho es que, a pesar de haber sido emprendido por una pluralidad de fuerzas y formas de lucha, en el transcurso mismo del proceso, las formas de lucha urbana (guerrilla urbana, sabotaje, movimientos huelguísticos, etc.) sufrieron derrotas catastróficas. El fallido asalto al Palacio de Batista (marzo de 1957); la revuelta aplastada de la base naval de Cienfuegos (septiembre de 1957); la drástica derrota de la huelga general contra Batista (abril de 1958), todas estas experiencias, aunque de gran importancia, fueron sin embargo literalmente aplastadas.
Allí se debilitaron las organizaciones, líderes y espacios políticos más involucrados en estos episodios. Y, como consecuencia, se perdían, alejaban y debilitaban políticamente, o asesinaban, personalidades políticas de primer orden que, eventualmente, podían ensombrecer o rivalizar con la jefes de la guerrilla: José Antonio Echeverría y otros importantes líderes de la guerrilla urbana en La Habana, vinculados a la DRE, asesinados tras la acción de marzo de 1957; Frank País, figura clave del MR-26, en Santiago de Cuba, también asesinado en 1957; Faustino Pérez, líder urbano del MR-26, muy debilitado desde la derrota del paro general de 1958.
Luego, en 1959, la destitución de comandantes del Ejército Rebelde disconformes con el rumbo de la revolución, pero impotentes para reconducirlos (Huber Mattos, Manuel Ray, entre otros) y la trágica desaparición de Camilo Cienfuegos, en octubre de ese año. el líder guerrillero MR-26 más popular después de Fidel Castro[Xiii].
Entre los grandes líderes sólo quedó Ernesto Che Guevara quien, en ese momento, sin embargo, era un decidido defensor del socialismo soviético, la militarización de la revolución y las tendencias favorables al establecimiento de una dictadura revolucionaria.[Xiv].
El proceso que siguió, hasta 1970, no hizo más que reforzar estas tendencias. Los intentos contrarrevolucionarios de desestabilizar al nuevo gobierno, desde la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, pasando por la guerrilla rural (Escambray), el sabotaje urbano y los bombardeos, hasta 1965, más los intentos de asesinato de los dirigentes, cometidos en particular , contra Fidel Castro; la crisis de los misiles en octubre de 1962; las migraciones masivas de descontentos, los llamados lombrices (gusanos). En tal ambiente, se hizo cada vez más difícil defender posiciones intermedias o debatir alternativas a polarizaciones extremas.[Xv].
En el contexto de abierta confrontación entre EE.UU. y la nación revolucionaria que se levantaba, se desató una exasperante dialéctica de presiones, avances, bloqueos y represalias emprendidas por los gobiernos de Eisenhower y Kennedy para destruir al nuevo régimen. En cambio, la unidad de los cubanos, humillados y ofendidos durante décadas, aparecía como algo casi impuesto por las circunstancias.
Sorprendiendo al mundo, David se enfrentó a Goliat y, reviviendo el combate bíblico, ya pesar de las derrotas, ganó, o mejor dicho, sobrevivió. Las dos Declaraciones de La Habana[Xvi], los gritos de guerra contra el capitalismo e imperialismo internacional y las oleadas guerrilleras en las Américas al sur del Río Grande, en un momento dado, parecían poder romper el aislamiento internacional de la Cuba revolucionaria, un proceso épico de confrontación y guerras, donde las propuestas eran ofensivos, no temiendo, si así fuera, la hipótesis de eventuales catástrofes y apocalipsis[Xvii].
Y así, una revolución nacional-democrática, plural en sus orígenes y consecuencias, se convirtió en única, casi monolítica. La opción por el socialismo también jugó allí un papel clave, considerando la dinámica del modelo soviético, basado en la nacionalización de la vida social y económica, en el plan centralizado y en la dictadura política.[Xviii]. Evidentemente, también pesaron mucho las frágiles tradiciones de las instituciones democráticas cubanas, marcadas por los juegos oligárquicos, la corrupción rampante, las elecciones amañadas y la desmoralización de los políticos profesionales.
Condicionado por estas circunstancias, surgió la dictadura revolucionaria, basada, políticamente, en el partido único y en la dirección personal e incontestable del comandante. jefe[Xix]. Desconcertado por su inmenso talento y también por el borrado de potenciales rivales, se proyectó la figura del dictador: Fidel Castro Ruz. Una vez que el poder había sido palmeado, nunca lo soltaría. Incluso porque, a su alrededor, un sólido consentimiento[Xx].
Los primeros años verdaderamente épicos, desde la victoria revolucionaria hasta la crisis de los misiles, entre 1959-1962, fueron seguidos, hasta 1970, por un período difícil: Cuba rompió con su dependencia histórica de EE.UU., pero se deslizó, casi inexorablemente, hacia otra dependencia. , de la URSS. Muy pronto se decantaron las ilusiones románticas un tanto ingenuas en el internacionalismo proletario. El Che Guevara, que se había embarcado en cuerpo y alma en estas ilusiones, pronto comprendió los límites y servidumbres de la alianza con la URSS[xxi]. Fidel y su hermano Raúl adoptaron una visión más realista y pragmática de esto, y tendieron a ver como inevitable cierto grado de dependencia. Lo importante sería preservar los márgenes de autonomía, procurando siempre ampliarlos.
Una gran clave en este sentido residió en un proceso de expansión de la revolución a escala mundial, particularmente en América Latina.
Para eso, y todavía había un acuerdo entre el Che y Fidel, se trataba de hacer todo lo posible para crear dos, tres y otros Vietnam, como le gustaba decir al Che. La fundación de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina/OSPAAAL, en La Habana, en 1966, constituyó, en la práctica, un esbozo de una verdadera internacional revolucionaria de los pueblos del tercer mundo. En cada gran región, sería necesario estructurar una organización específica. Al año siguiente, en 1967, también en La Habana, se fundó la Organización de Solidaridad Latinoamericana/OLAS, que agrupaba en la región movimientos revolucionarios alternativos que ya estaban en marcha, o se preparaban para lanzar guerrillas populares en la zona de Nuestra América.[xxii].
Sin embargo, por la insuficiencia de las formas de lucha, o porque los gobiernos de la región, apoyados agresivamente por EE.UU., ya no se dejan sorprender, o por las dinámicas sociales no revolucionarias, o por la combinación de todos En estas circunstancias, los proyectos revolucionarios no prosperaron, fueron derrotados, algunos aún en forma embrionaria, abortados. La derrota del propio intento del Che en Bolivia en 1967, seguida de su asesinato el 9 de octubre de ese año, fue un repique de campanas.[xxiii].
Cuba estaba aislada. Y permanecería aislado.
Pero la URSS era consciente de la especificidad cubana. Y tenía un gran interés en mantenerlo en el campo socialista, sin transformar la Isla en una democracia popular a la manera de Europa Central. A lo largo de una primera fase, a lo largo de la década de 60 inclusive, tendió a apoyar estoicamente los discursos revolucionarios y las críticas de los cubanos, sobre todo porque, en cierta medida, se percibían como un tónico revitalizante para la cómoda sociedad soviética. Sin embargo, las compras masivas de azúcar cubana, el abastecimiento de petróleo y toda clase de insumos y bienes, y armas y municiones, a precios bajos o gratuitos, tendrían que tener contrapartida.
La formación del Partido Comunista de Cuba/PCC, en 1965, era ya una señal, así como la creciente importancia en los altos cargos del aparato estatal de exdirigentes del PSP, o partidarios de una alianza sin reservas con la URSS.[xxiv]. Posteriormente, el discurso de apoyo a la invasión de Checoslovaquia por parte de la URSS y sus aliados, en agosto de 1968, pronunciado por Fidel Castro, significó para muchos la adhesión definitiva a la órbita soviética.[xxv].
Sin embargo, aún quedaría un último intento por mantener abiertas las posibilidades de autonomía: la Gran Zafra, en 1970, a la que se comprometió Fidel Castro, casi obsesivamente, en su habitual voluntarismo. En su opinión, la meta de 10 millones de toneladas, una vez alcanzada, permitiría al país ganar suficientes divisas para, al menos, establecer términos razonables de incorporación a la alianza soviética.
La apuesta se perdió de nuevo.
No quedó nada más que el integración en el campo socialista en los términos y condiciones propuestos por la URSS.
La prosperidad bajo la sombra soviética: la consolidación del consenso (1970-1985)
“Es más importante acabar con el hambre, la pobreza, las enfermedades y el desempleo que celebrar elecciones. ¿De qué sirve tener libertad y derechos si no puedes disfrutar de esa libertad y esos derechos?” (Fidel Castro).
En 1972, Cuba se unió oficialmente al Consejo de Asistencia Económica Mutua/CAME, una especie de mercado común socialista, dirigido y gobernado por la URSS. En adelante, como país participante, la Isla quedaría subordinada a la división internacional del trabajo dictada por los soviéticos. La dependencia ahora se consolidaría y acentuaría. Pero los resultados, al menos a corto plazo, no serían en absoluto decepcionantes, al menos para la mayoría del pueblo cubano.
De hecho, según datos de la CEPAL, entre 1950 y 1971 Cuba registró un crecimiento promedio anual del 3,4% del producto bruto. Ahora bien, entre 1972 y 1985, años dorados del predominio del modelo de integración al mundo soviético, la tasa media de crecimiento anual casi se duplicó, pasando a un cómodo 6,0% anual.[xxvi].
También es muy ilustrativo el análisis de los datos de comercio exterior, que registran un crecimiento sostenido de las importaciones y exportaciones, especialmente a partir de principios de la década de 70, y es importante subrayar que los déficits son permanentes y, en general, crecientes. En la segunda mitad de la década de 70 todavía hay zigzags, pero el déficit ha aumentado de forma alarmante desde entonces, alcanzando picos de más de 2 millones de dólares al año, alcanzando, a finales de la década de 80, más de 2,5 millones de dólares. En ese momento, Cuba acumulaba una deuda de 23.555 millones de dólares[xxvii]. Es decir, el país estaba siendo financiado por la URSS y sus aliados.
Miles de técnicos soviéticos y de otras procedencias, pero del campo socialista, civiles y militares, acudieron en tropel a asesorar y aconsejar.
En la economía mayoritariamente nacionalizada, o bajo control estatal, prevalecieron la Junta Central de Planificación/JUCEPLAN y el Sistema de Planificación y Gestión Económica/SDPE – triunfo del modelo soviético adaptado a las realidades del trópico, o según algunos críticos, adaptando las trópicos a la lógica de ese modelo.
En el plano político, una nueva Constitución, aprobada en 1976, estableció un riguroso sistema, también de patrón soviético, encabezado por el Partido Comunista de Cuba, único, articulando a las Organizaciones Populares, la correas de transmision (Consejos de Defensa de la Revolución/CDRs, Sindicatos de Trabajadores, Jóvenes, Mujeres, etc.) y los llamados poder popularasambleas piramidales, electas, de distrito a nacional, con amplios poderes formales pero, en la práctica, estrictamente controladas por el PCCh. Así, en las distintas circunscripciones, siempre podía haber varios candidatos, y no necesariamente vinculados al PCC, pero todos pasaban por su selección, y sin su aprobación no podían presentarse al sufragio popular.
No subestime, sin embargo, el nivel de participación popular alcanzado. En la base de la sociedad, y también en los niveles intermedios, se impulsaron una serie de iniciativas, garantizando una participacionismo expresivos para la discusión y resolución de problemas locales y/o sectoriales, estimulados, pero controlados y enmarcados, por las organizaciones de masas y por los cuerpos de poder popular.
Es evidente que cuestionar las premisas de la revolución, o las orientaciones centrales del Estado o del PCC, o incluso de la dirección política de Fidel Castro, no podría ejercerse allí, ni sería tolerado. Si alguien se atreviera a hacerlo, aunque fuera indirectamente, sería considerado fuera o en contra de la revolución. Sin embargo, si se partía de estos postulados, si se aceptaban, eran perfectamente admisibles y admitidos un amplio abanico de consideraciones críticas y propuestas de cambios en los patrones de organización locales o sectoriales, incluso generando en torno a ellas, y no pocas veces, amplias y acaloradas debates
Los altos niveles de desarrollo económico y las radicales políticas de redistribución del ingreso permitieron consolidar un estado de bienestar que las profundas reformas emprendidas poco después del triunfo de la revolución, entre 1959 y 1962, habían pretendido construir. Las leyes de reforma agraria (1959 y 1960), la reforma urbana, la construcción de sistemas gratuitos de educación y salud, la formación acelerada del personal en todos los niveles, produjeron resultados que levantaron y levantan respeto y admiración.
La tasa de analfabetismo de las personas mayores de 10 años, en comparación con los censos de 1953 y 1981, había bajado del 24% al 4%.[xxviii]. La tasa de desempleo (sin contar el trabajo informal y el subempleo) había caído del 20% en 1958 al 8% en 1989. La tasa de mortalidad infantil se redujo de más de 60 a poco más de 11 por mil nacidos vivos, en unos veinte años, entre 1958 y 1989. En la proporción de médicos y enfermeras por cada XNUMX XNUMX habitantes, Cuba figuraba en el primer lugar del concierto latinoamericano, muy por delante de otros países[xxix].
La razón de médicos por cada mil habitantes pasó de 303 a 1.076 en el mismo período. En el área educativa, las tasas brutas de matrícula también fueron muy altas en todos los niveles educativos, con énfasis en la educación primaria y secundaria.[xxx]. A fines del siglo XX, y a pesar de la terrible crisis de la década de 90, la esperanza de vida al nacer alcanzaba los 76 años, un honroso tercer lugar en América Latina, sólo superado por las situaciones de Costa Rica y Barbados.[xxxi]. La pobreza entonces prácticamente desapareció en las ciudades e incluso en las áreas rurales.[xxxii]. Y el cuadro lo confirmaba la buena posición asumida por Cuba en el Índice de Desarrollo Humano/IDH y en el Índice de Pobreza Humana/IPH, reconocidos internacionalmente por medir las condiciones sociales de las poblaciones en todo el planeta.[xxxiii].
Habría que mencionar todavía otra dimensión donde también había triunfado el estandarte soviético y que aparecía como expresión de los avances del estado de bienestar social y fuerte motivo de orgullo nacional: el deporte de masas, cuyos espectáculos se ofrecían de forma gratuita, y lo que proyectaría a Cuba a nivel internacional, particularmente en las Américas, donde el país, a pesar de tener una población pequeña, siempre había ocupado el segundo lugar después de Estados Unidos en los Juegos Panamericanos.
Los años Soviético Así, en Cuba, serían años de apogeo de las políticas públicas sociales y de distribución del ingreso, ampliando y consolidando los consensos alcanzados en la primera década de la revolución triunfante.
Había sombras, sin duda. No hay jardines sin espinas. Así, y desde la desaparición del Che Guevara, e incluso antes, un grupo de intelectuales, dentro y fuera de Cuba, se distanciaron del régimen, adoptando posturas críticas. Carlos Franqui, el dinámico director de Rádio Rebelde en la Sierra Maestra, y luego editor de Revolucion, uno de los periódicos más prestigiosos de la revolución, en su etapa épica, partió al exilio voluntario, desde mediados de la década de 1960.
Por la misma época le sucedería lo mismo a Guillermo Cabrera Infante, escritor cubano laureado. Entre los intelectuales alternativos crecía el desencanto con esa revolución que había sido, y había prometido ser, en cierto momento, otro camino, diferente a los propuestos por los comunistas soviéticos y chinos. El fenómeno cristalizaría con la Asunto en torno a Heberto Padilla, a principios de la década de 70. Poeta laureado, conocido internacionalmente incluso en Cuba, comenzó a ser perseguido, arrestado en marzo de 1971 y condenado por escribir… versos contrarrevolucionarios (sic). Lo peor vendría después, cuando el poeta trocó la reconquista de la libertad por una autocrítica infame, recordándonos, como observaron muchos intelectuales que denunciaron la proceso, los siniestros años soviéticos bajo Stalin[xxxiv]. Fueron los primeros disidentes, también un término acuñado en la Unión Soviética y muy simbólico: en una sociedad donde la oposición es impensable, los que están en contra no se oponen, disienten.
De carácter masivo, otro movimiento desprestigiaría al gobierno: la migración masiva, por el puerto de Mariel, entre abril y octubre de 1980, de unas 130 mil personas. Aunque autorizado por el gobierno, manifestó malestar y demandas insatisfechas. De nada servía insultar a los que se fueron como lombrices e escoria, fueron un testimonio vivo de que algo no andaba bien, al menos para todos los cubanos.
Hubo sombras, por tanto, pero no sacudieron el consenso consolidado.
Esto incluso se reforzaría aún más con las expediciones revolucionarias africanas. A mediados de la década de 70, Cuba volvería a ganar notoriedad internacional por enviar tropas y asesores a varios países africanos. Destacaram-se aí o auxílio prestado ao MPLA em Angola, iniciado ainda em 1975, e que se estenderia por mais de uma década, salvando literalmente a independência do país, recém-conquistada, e infligindo derrota político-militar desmoralizante à até então considerada invencível Sudáfrica; y ayuda a la revolución etíope, encabezada por oficiales del ejército local que, en un arrebato voluntarista y herético, según todas las ortodoxias marxista-leninistas, decidieron proclamar una revolución socialista (1977-1978).
Fidel Castro estaba convencido de que África era entonces el eslabón más débil del imperialismo. De manera autónoma, en el caso angoleño, o en estrecha alianza con la URSS, en el caso etíope, las intervenciones africanas aumentaron el prestigio de Cuba y de su máximo líder –no en vano, Fidel Castro fue elegido presidente del Movimiento de Países No Alineados en 1979[xxxv].
En el contexto latinoamericano, varios países restablecieron relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba. Líderes políticos de todo el mundo se sucedían en La Habana. En los propios EE.UU. hubo un momento de distensión, bajo la presidencia de Jimmy Carter (1976-1980), abriéndose la llamada oficinas de interés, verdaderas embajadas, de ambos países en las respectivas capitales. Incluso entre los exiliados cubanos en Miami estaban surgiendo corrientes de distensión, estimuladas por una relativa liberalización de los vuelos entre Estados Unidos y Cuba para facilitar los reencuentros de familias separadas durante décadas.
Así, ya pesar de las sombras, el consenso que la revolución cubana había logrado construir parecía haber llegado a su apogeo.
Los años de crisis: el consenso puesto a prueba (1986-….)
“¡Estamos con Fidel, lo que él diga lo hacemos! ¡Siempre a la victoria!" (A. Guillermoprieto).
Hay indicios de que, ya en la década de 1980, los cubanos ya habían recibido advertencias de los soviéticos en el sentido de que la prosperidad subsidiada a fondo perdido no podía durar indefinidamente.[xxxvi]. De hecho, duraría todavía, y en buena parte, hasta finales de esa década, pero la creciente conciencia de los desastres y el despilfarro colosal harían, ya en abril de 1986, intentar otra política: la campaña de rectificación, cuando Fidel Castro permitió mismo para criticar sin rodeos, entre otras desviaciones, el burocratismo, el egoísmo y la corrupción[xxxvii]. Algunos funcionarios, más comprometidos con el modelo soviético, como Humberto Pérez, líder de la Junta Central de Planificación/Juceplan, desaparecieron de la escena, haciendo el papel de chivos expiatorios.
La progresión de Perestroika y las metamorfosis de M. Gorbachov no presagiaban nada bueno. El libro del líder soviético, Perestroika, los más vendidos en todo el mundo, fue censurado en Cuba. Distanciándose cada vez más de la URSS, Fidel Castro comenzó a advertir al pueblo cubano, a veces a través de mítines públicos, que, en caso de una eventual desintegración de la URSS, Cuba se mantendría firme en la opción socialista.
Nadie, sin embargo, podría haber previsto que el fin de la URSS estaba tan cerca, y la magnitud de los efectos catastróficos que esto supondría para el país.
Fue una debacle. Según los expertos, fue peor que la crisis de 1929, y más profunda que la crisis provocada por la ruptura con EE.UU. a principios de los años 60. El producto interior bruto, que, a diferencia de los resultados de los años 80, había crecido sólo un 1.5 % , en 1989, disminuyó un 2.9%, en 1990. Fue negativo en otros momentos de 1991 y 1992 (-9.5% y -9.9%), para llegar al peor año, en 1993 (-13.6%). El fondo del pozo.
A partir de 1994, una lenta recuperación, alcanzando, en la década de los 90, buenos resultados sólo en 1996 (+7,6%). La segunda mitad de esta década, a pesar de una leve mejoría, aún estaría marcada por un gran estancamiento.
Con la interrupción de las relaciones con el mundo socialista y el desmantelamiento de la CAME, fue en el sector externo donde se registró el mayor golpe. En la relación de precios de cambio, de base = 100 en 1989, hubo una caída a 69.9 en 1991 y a 51.5 en 1992. En 1998, el índice continuó en 66.8[xxxviii].
La evolución de las cuentas externas de Cuba, de 1950 a 1998, ofrece otro ángulo para analizar la crisis. El comercio total con el exterior (exportaciones + importaciones), que en 1960 había alcanzado los 1.1 millones de dólares, con un saldo de 28.4 millones de dólares, desde principios de la década de 1980 había superado el nivel de 10 millones de dólares, con un saldo crecientemente negativo, es cierto, como ya se mencionó. Atestiguaron el vigor de la economía socialista cubana… y el comienzo del apogeo de la fiesta del desecho. En 1989, el nivel saltó a su límite máximo, 13.5 millones de dólares, con un saldo negativo de 2.7 millones de dólares. La caída fue repentina. En 1993 el cambio total había descendido a 3.3 millones de dólares, manteniendo un saldo negativo de 851,5 millones de dólares.[xxxix].
El gran cliente, aliado y socio casi había desaparecido del mapa. En 1990, Cuba exportaba productos a la entonces URSS por valor de 3,2 1993 millones de pesos, pero en 400 esta cifra se había reducido a apenas XNUMX millones de pesos.[SG]. En cuanto a las importaciones, se habían desplomado de alrededor de 5 mil millones de pesos en 1990 a unos insignificantes 86 millones de pesos en 1993.[xli].
Si bien la desintegración del régimen y el fin del largo reinado de Fidel Castro eran inminentes en todas partes, como había sido el caso de Europa Central y la URSS, el gobierno definió políticas innovadoras, a la altura de los desafíos de la crisis, las denominadas “especiales período en tiempos de paz”: apertura controlada al capital extranjero, dolarización parcial de la economía, admisión de la iniciativa privada en una serie de sectores, libertad para el trabajo por cuenta propia, incentivos a las cooperativas y mercados agrícolas privados.
Los gobiernos de EE.UU. no daban descanso, apretando las clavijas: las Leyes Torricelli y Helms-Burton, de 1992 y 1996, preveían una serie de restricciones adicionales al comercio, la inversión, las remesas de dólares e incluso los viajes de ciudadanos estadounidenses a Cuba, amenazando incluso empresas de otros países, en caso de que intentaran establecer negocios con antiguas empresas estadounidenses expropiadas por la revolución de los años 60.
La Isla sufrió una situación comparable a una guerra, oa una catástrofe natural de grandes proporciones. Desempleo, escasez de todo tipo de bienes, marginación, hambre, desesperación, perspectivas de salir del país de todos modos, como sucedió en 1994, cuando se gestaron movimientos sociales de descontento, rápidamente controlados.[xlii].
Pero sucedió lo improbable. Ni Fidel Castro murió ni fue derrocado. Y el régimen capeó la tormenta. El consenso resistió la prueba de la crisis[xliii].
Sin duda, la reactivación de las referencias nacionalistas revolucionarias fue clave para ello. Nunca abandonados del todo, sino colocados en un plano secundario durante los años dorados de la Unión Soviética, volverían ahora al centro del escenario, iluminados con la máxima fuerza, para cumplir su papel de aglutinador, cohesionador y movilizador de la opinión pública, manteniendo el consenso. En no poca medida, y una vez más, la intransigencia de los sucesivos gobiernos estadounidenses y sus políticas restrictivas y sectarias contribuiría a restablecer la dialéctica de la antigua lucha de David y Goliat, brindando al gobierno cubano las mejores condiciones para desatar campañas nacionalistas. .
Por otro lado, el régimen también fue capaz de mantener, en esencia, las inversiones sociales, distribuyendo equitativamente los sacrificios impuestos por las circunstancias. El examen de los indicadores sociales, incluso en la difícil década de 90, muestra la preocupación por evitar, a toda costa, la degradación de los servicios públicos esenciales[xliv]. Las encuestas de opinión pública realizadas en la década de 90 revelaron, y por causa, el alto grado de prestigio de los servicios públicos sociales gratuitos, acertadamente asociados al régimen revolucionario, entre el 75% y el 80% de la población[xlv].
Finalmente el participacionismo sería estimulada nuevamente, fomentando la discusión y aprobación de nuevas medidas legales, implementadas en la década de 90, en asambleas abiertas, controladas y dirigidas por militantes comunistas. Los resultados fueron positivos. En una encuesta privada, encargada por el gobierno en las elecciones de 1992, se puede comprobar el considerable apoyo político que mantiene el gobierno, en torno al 65% de los votantes, a pesar de la erosión de su prestigio, debido al sufrimiento causado por la crisis.[xlvi].
A fines de la década de 1990, comienzos del siglo XXI, el país parecía emprender nuevamente una senda ascendente, que se ha confirmado en los últimos años, con la recepción de 2 millones de turistas en 2005 (para una población total de alrededor de 11 millones de habitantes) y un crecimiento del 11.6 % en el mismo año, el más alto de toda la historia del socialismo en Cuba.
En lo económico, la gran noticia es que la crisis generó, al fin y al cabo, la diversificación productiva, tan deseada por el Che Guevara y por la mayoría de los revolucionarios en los años 60. Desde 1995, el turismo ha superado al azúcar como generador de divisas. Al mismo tiempo, la mano de obra empleada en la caña de azúcar y su recolección y transformación ha disminuido sustancialmente.
Pero consenso no es unanimidad.
En términos políticos, surgieron nuevas tendencias disidentes en Cuba, y también en Miami, que intentaron crear un tercer margen, entre la intransigencia de los gobiernos de Estados Unidos y sus rabiosos aliados, los llamados exiliados anticastristas, y el nacionalismo dictatorial de el régimen, luchando para no ser explotados por ninguno de los bandos. El llamado proyecto Varela, lanzado en mayo de 2002, bajo el liderazgo de Oswaldo Payá Sardiñas, es el proyecto más articulado e interesante en este campo.[xlvii]. Propone la democratización del régimen, manteniendo las conquistas sociales y la independencia nacional.
Los disidentes querrían ser reconocidos como opositores. Pero el gobierno no les facilita la vida, reprimiéndolos en términos soviéticos, alternando una dura represión y liberalidades imprevistas, ambas marcadas por la pura y simple arbitrariedad, que ordena la detención y/o la liberación sin estar constreñido por impedimentos o restricciones legales.[xlviii]. Ni siquiera reconoce el carácter político de la lucha que libran, acusándolos de gusanos y agentes del imperialismo. Al igual que sus homólogos que lucharon en la antigua URSS, los disidentes, a pesar de contar con un amplio apoyo en la sociedad y en el exterior, tienen un desierto por delante, sólo el futuro dirá si serán capaces de cruzarlo.
Fidel Castro: criatura o creador de consenso
“La emoción de estar en la Plaza con el Caballo en persona, todos juntos, atentos a tus pensamientos; (….) ¡Todos en la Plaza con Fidel! Yo también, pensé, agradecida de haber aterrizado en un tiempo y lugar tan histórico. Yo soy todo el mundo ahora, también.” (Alma Guillermo Prieto)
“El pueblo y yo somos dictadores” (F. Batista).
Atravesando los años 90 y pontificando aún en esta primera década del siglo XXI, la figura ineludible de Fidel Castro merece un análisis específico: ¿habría sido un factor fundamental en la construcción de consensos en torno al régimen en las distintas etapas de su evolución? ¿O mera expresión de un proceso social más profundo?
Su dilatada trayectoria, sin duda, más que su innegable talento personal, se debe a las metamorfosis que supo incorporar, acordes a sus circunstancias y las de la revolución de la que se convirtió en el mejor intérprete. En este sentido, siempre ha buscado estar atenta a las demandas de la sociedad, estableciendo una sintonía fina con ella.
Empezó liderando una revolución nacionalista y democrática, condenando las dictaduras de todos lados, de derecha e izquierda, y supo articular un frente político amplio y heterogéneo con propósitos vagos, susceptible de movilizar la unanimidad. El triunfo llegó en 1959. El líder, aclamado por todos, o casi todos, emergió como la encarnación misma de la lucha de un pueblo por recuperar su dignidad y afirmar las libertades democráticas.
Posteriormente, se comprometió con un proceso revolucionario internacional, radical, alternativo, basado en la guerrilla popular. La aventura del Che, que encarnaba mejor que nadie estos nuevos propósitos, aún no había sido derrotada, y ya Fidel se encontraba amarrándose, y amarrando a Cuba, en una compleja alianza con la URSS. Se transformó entonces una vez más, apareciendo ahora como un marxista-leninista convencido y en ese cargo sería un fiel aliado de los soviéticos, silenciando las críticas y aprobando los excesos del gran aliado, como las invasiones a Checoslovaquia, en 1968, y en Afganistán, en 1979. Gran parte del pueblo le seguía en estos zigzags: si fidel es socialista, nosotros tambien, se decía en la calle, como un sagaz analista de las “guerrillas en el poder” observaba en los años 60[xlix]. Con su poderosa oratoria, tediosa para los más críticos pero cautivadora para la gran mayoría, Fidel, siendo impulsivo, pareció también, por momentos, conducir a la sociedad por rumbos que no todos controlaban.[l]
En el período de mayor dependencia de la URSS, se mantuvo alerta, sin embargo, dispuesto a desempeñar el papel de líder de las propuestas tercermundistas, en un momento en que la noción misma del tercer mundo se desvanecía. Las expediciones revolucionarias africanas, en Angola y Etiopía, lo volverían a llevar, en el contexto del Movimiento de Países No Alineados, del que llegó a ser presidente, en 1979, al centro de articulaciones alternativas, aunque, formalmente, no tenía nada, dado sus estrechos vínculos con CAME y la URSS. Para la gran mayoría, esta fue la mejor etapa, cuando el estado de bienestar estaba en plena vigencia. Además, la aventura africana hizo vibrar la cuerda épica de ese atrevido pueblo, invistiéndolos de un justificado orgullo nacional: la pequeña Isla se hizo grande en el mundo.
En la década de 1990, ante la crisis, Fidel pudo encontrar nuevamente caminos heterodoxos, aunque reivindicando la ortodoxia socialista. Retomó entonces la identidad de líder nacionalista y volvió a utilizar la figura mítica de Martí, como lo había hecho antes de llegar al poder, en los lejanos años 50, estimulando el participacionismo localista y sectorialista, cortando cabezas indeseadas, desmarcándose de los fracasos como si fueran estaban más allá de su responsabilidad.
Evolucionó con soltura en diferentes ámbitos, a menudo hostiles, acercándose a antiguos enemigos y alejándose de antiguos amigos, como hizo, por ejemplo, con los cristianos, antes condenados, acogidos desde los años 90, a los que les abrían las puertas de el propio Partido Comunista de Cuba, ahora un partido laico[li]. A raíz de esta metamorfosis, recibió al conservador Papa Juan Pablo II, con quien interpretó, ante el asombro del mundo, un inverosímil dúo anticapitalista, ambos aplaudidos por entusiastas multitudes.
Permaneció en el poder a través de una severa dictadura, sin dudar en condenar a muerte a viejos camaradas en casos oscuros, como Arnaldo Ochoa[lii]. O a largas penas de prisión, a veces sin juicio alguno, o mediante simulacros de juicios, toda clase de opositores, los llamados disidentes, como lo atestiguan las reiteradas, aunque mal escuchadas, o registradas, denuncias de los organismos internacionales que velan por el respeto a la derechos humanos. La escasa tradición democrática del país fue de gran valor allí. Las grandes mayorías se mostraron más interesadas en las glorias nacionales y el bienestar social que en la escrupulosa observancia del derecho de protesta de las minorías, característica esencial de los regímenes democráticos.
Heredero conspicuo de la tradición nacional-estatista en tierras de Nuestra America, se distanció de él, demarcándose formalmente de él, pero construyó un Estado más poderoso de lo que jamás hubiera imaginado ningún político de esta tradición. Y se asoció al Estado de una manera tan íntima que se volvió inseparable de él, ambición que pocos líderes nacionalistas lograron alcanzar.
Consiguió, a pesar de ello, y casi siempre, demostrar una notable capacidad de seducción de las personas, especialmente de los intelectuales, que magnetizados suspendían a menudo su capacidad de análisis, olvidando las virtudes del pensamiento crítico, y se postraban ante la comandante en jefe como las ranas legendarias ante el rey[liii].
¿Criatura o Creador?
criatura e creador. El consenso lo convirtió en el líder indiscutible, el Caballo, reinando como un gladiador en la plaza, el pasta con aspecto de bestias domadas, dóciles y sumisos a su Palabra[liv] que, sin embargo, no hizo más que decir lo que realmente querían escuchar. En esa simbiosis, pueblo y líder perdieron lo más importante en el ejercicio de las facultades humanas: la autonomía, transmitiendo la engañosa apariencia de que el consenso era una construcción exclusiva de Fidel Castro. Sus enemigos, paradójicamente, se sumarían a esta fama al referirse a él de manera obsesiva, resentida, inmersos, a su pesar, en la clásica problemática de los renegados.[lv].
A través de tanta transformación, el hombre se ha convertido en un símbolo, casi desencarnado, aunque encarna más vívidamente la revolución que siempre ha buscado monopolizar y que ayudó a forjar como una dictadura revolucionaria. Y así se convirtió en un amado dictador. Para su gloria, y la miseria del pueblo, de la revolución y de él mismo.
*Daniel Aarón Reis es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Federal Fluminense (UFF). Autor, entre otros libros, de La Revolución que cambió el mundo – Rusia, 1917 (Companhia das Letras).
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Notas
[i] Mención especial merece la figura de Fulgencio Batista. Liderazgo de raíz popular, sargento del ejército, mestizo, surgido en la revolución de 1933 que derrocó a otra dictadura, Gerardo Machado (1927-1933). Ascendió de manera fulminante, política y militarmente. Figura carismática, dominaría la vida política cubana hasta 1959, a veces como hombre fuerte, “hacedor de presidentes” (1934-1940), a veces como presidente elegido democráticamente (1940-1944), cuando hizo aprobar una constitución liberal que reconocía los derechos sociales de los ciudadanos trabajadores, gobernando, en un momento, con dos ministros comunistas; a veces como eminencia gris y principal líder militar (1944-1952). Regresó al poder a través de un golpe de estado, un cuartel típicamente latinoamericano, en 1952. Sus promesas de restauración democrática (elecciones en 1954 y 1958) nunca pasaron de un simulacro repudiado por todas las fuerzas políticas, deslizando así el gobierno, y progresivamente hacia una no disimulada dictadura. Para la visión construida por los revolucionarios sobre la dictadura de Batista, antes de la victoria, la mejor fuente es C. Franqui, 1976
[ii] Prío Socarrás fue elegido presidente entre 1948-1952. Su gobierno, inmerso en escándalos de corrupción, contribuiría fuertemente a desmoralizar a los referentes democráticos, brindando pretextos para el golpe de Estado de Batista, en 1952. Se dice que el financiamiento para la compra del pequeño yate provino del esquema de Socarrás. Granma (Diminutivo cariñoso de Gran Madre, abuela), que condujo a los revolucionarios, bajo el liderazgo de Fidel Castro, al desembarco de diciembre de 1956, cuando comenzó la saga de las guerrillas de la Sierra Maestra.
[iii] Formado a partir de una disidencia del Partido Auténtico, el Partido Ortodoxo, encabezado por Eduardo Chibás (quien se suicidó en 1951), constituyó una importante fuerza de oposición a Batista. De las filas de la Juventud Ortodoxa surgiría la figura de Fidel Castro, quien fue candidato a diputado por el partido en las elecciones de 1952, revocado con el golpe de Batista, y muchos de los afiliados al MR-26.
[iv] Una de las tantas expresiones de descontento con la dictadura, entre los oficiales de las fuerzas armadas cubanas, se evidenció en la revuelta en la base naval de Cienfuegos, aplastada por la fuerza de la dictadura, el 5 de septiembre de 1957.
[V] El término Liberal, en el contexto político estadounidense, se refiere a corrientes democráticas, no necesariamente afiliadas al Partido Demócrata, que son hostiles a las dictaduras y simpatizan, incluso eventualmente con apoyo financiero, con movimientos antidictatoriales, particularmente en América al sur de Rio Big.
[VI] Reportajes amenos y de alto impacto, publicados en diarios y revistas de amplia circulación en EE.UU., jugarían un papel importante en la movilización de una opinión pública favorable a los revolucionarios cubanos en EE.UU. Cf. A. Palma, 2006.
[Vii] Las articulaciones hacia la constitución de amplios frentes políticos se registran desde septiembre de 1956, cuando el MR-26 y la DRE firmaron un Pacto de Unidad y Acción. Posteriormente, en noviembre de 1957, se produce el llamado Pacto de Miami, que sería repudiado por el MR-26 por haberse realizado sin autorización expresa de la dirección de la organización. Finalmente, el 20 de julio de 1958, se produjo el Pacto de Caracas, incluyendo de los liberales a los comunistas del PSP. Un nuevo pacto de unidad y acción sería firmado por el Che Guevara con representantes del PSP y la DRE en diciembre de 1958. Cfr. KS Karol, 1970 y C. Franqui, 1976
[Viii] LAM Bandeira, 1998, entre muchos otros, bien enfatizó el peso fundamental de cuestión nacional en el proceso de la revolución cubana. Como veremos, el tema volverá a ser planteado con mucha fuerza, y eficacia, tras la desintegración de la URSS. Cf. también CABarão, 2005 y J. Habel, 1989
[Ex] Se conoció el recurso de casación interpuesto por Fidel Castro ante la Corte Suprema de Justicia de Cuba en el sentido de que el golpe de estado de Batista era considerado ilegal, a la luz de los preceptos de la Constitución de 1940. El recurso fue denegado, pero la acción, un célebre causa, tuvo amplia repercusión y consolidó, entre quienes lucharon contra la dictadura, la propuesta del respeto a la legalidad constitucional democrática.
[X] Urrutia fue juez, y cobró notoriedad al decidir por la libertad de los militantes del MR-26, por considerar que su lucha contra la dictadura era “legal”. Desde marzo de 1958, el MR-26 había anunciado que, tras la victoria, sería el presidente de un futuro gobierno provisional. Renunció en julio de 1959, molesto por la radicalización de la revolución. Cf. KS Karol, 1970
[Xi] Véase Fidel Castro, 2005.
[Xii] Cf. R. Debray, edición de 1974. y E. Guevara, 1973. En esta lectura hubo una exaltación desmesurada de las guerrillas instaladas en la Sierra Maestra, como si de ellas hubiera dependido casi exclusivamente el triunfo de la revolución. La famosa metáfora empleada por R. Debray, de Mancha de aceite, extendiéndose por la Isla desde el foco guerrillero de la Sierra Maestra, se convirtió en emblemático y jugó un papel importante en la derrota catastrófica de los intentos guerrilleros emprendidos en Nuestra America en los años 60 y 70. Cfr. D. Rollemberg, 2001
[Xiii] Cf. C. Franqui, 2006, quien insiste, casi obsesivamente, en la desaparición de líderes potencialmente rivales como una circunstancia favorable a la dictadura personal de Fidel Castro.
[Xiv] También hay que hacer mención a la figura de Raúl Castro. Sin embargo, cabe subrayar que, si bien ha habido, desde la guerrilla en la Sierra, una gran inversión para hacer de ella una gran jefe, incluso convirtiéndose, hace algunos años, en el sucesor designado de Fidel Castro, Raúl nunca fue más allá de la el hermano de tu hermano.
[Xv] Toda una literatura de apoyo y defensa de la revolución cubana, y de sus características centralistas y dictatoriales, consideradas inevitables, insistirá en el argumento de que el bloqueo y las acciones de los sucesivos gobiernos norteamericanos fueron condiciones decisivas para que la revolución asumiera estas configuraciones. Cf. CABarão, 2005; Emir Sader, 1992; Éder Sader, 1986; LF Ayerbe, 2004. Un debate interesante y controvertido sobre estos temas se encuentra en CE Carvalho, 1988.
[Xvi] La Declaración de La Habana fue aprobada el 2 de septiembre de 1960 y condenó la explotación del hombre por el hombre y la explotación de los pueblos por el capital financiero. La II Declaración de La Habana fue aprobada el 4 de febrero de 1962 y prescribe que el deber de todo revolucionario es hacer la revolución. Por su importancia y contundencia, fue llamado por algunos el Manifiesto Comunista del siglo XX. Cf. M. Lowy, 2006.
[Xvii] F. Castro, al comentar la crisis de los misiles, y criticar la actitud de los soviéticos de retroceder ante las presiones y el ultimátum del presidente Kenneky, admitió que estaba dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias en 1962, aunque para ello Cuba tuviera que desaparecer del mapa. Cf. I. Ramonet, 2006 y A.Palma, 2006. La denuncia oficial y autorizada de las variadas y múltiples acciones contrarrevolucionarias se encuentra en Comisión de Historia de los Órganos de la Seguridad del Estado, 1989
[Xviii] En esta época fue notable la influencia de Ernesto Guevara, secundado por Raúl Castro, y de los comunistas del PSP, muy activos en la formación del Partido Comunista de Cuba.
[Xix] En un proceso lento, desde arriba, por etapas, las principales organizaciones revolucionarias se fusionaron en las Organizaciones Revolucionarias Integradas/ORI, luego en el Partido Unificado de la Revolución Socialista Cubana/PURSC, y finalmente en el Partido Comunista de Cuba/PCC, en 1965 .
[Xx] El concepto de consentimiento, en el sentido en que se utiliza para comprender las complejas relaciones entre sociedades y regímenes autoritarios o dictatoriales, designa la formación de un acuerdo de aceptación del régimen existente por parte de la sociedad, explícito o implícito, que comprende apoyo activo, simpatía acogedora, neutralidad benévola , indiferencia o, en el límite, el sentimiento de absoluta impotencia. Son matices muy diferentes y, según las circunstancias, pueden evolucionar en distintas direcciones, pero todos contribuyen, en un momento dado, al sostenimiento de un régimen político, o al debilitamiento de una eventual lucha contra él. La represión, y la acción de policía política en particular, pueden inducir o fortalecer consensos, pero nunca deben entenderse como decisivas para su formación. Para el uso y discusión del concepto, con diferentes ángulos y significados, cf., en esta obra colectiva, los textos de D. Musiedlak: Le fascisme italien : entre consentement et consenso; M. Ferro: “Yat-il “trop de démocratie” en la URSS?”; y P. Dogiliani: Consenso e organizzazione Del consenso nell'Italia fascista.
[xxi] El discurso pronunciado en Argel, en 1965, muy crítico con la URSS y las relaciones establecidas entre los países socialistas, fue simbólico, casi de ruptura, y disgustó profundamente a Fidel Castro. Cf. por la apreciación diversa de este pronunciamiento clave las mejores biografías del Che: JL Anderson, 1997, J. Castañeda, 1997 y PI Taibo II, 2001
[xxii] En Asia, los gobiernos socialistas de la República Democrática de Vietnam/DRV, el Frente de Liberación Nacional/FLN en Vietnam del Sur y la República Democrática de Corea, que serían los baluartes de una organización regional, no han llevado adelante el proyecto, probablemente por temor reacción negativa puntos de vista negativos de la URSS y China, poderosos vecinos y aliados. En África, ya pesar de la presencia del Che en el Congo, tampoco se estructuraron formas organizativas regionales revolucionarias.
[xxiii] Cf. E.Che Guevara, 1997 y las biografías citadas en la nota 21 anterior. Para la saga guerrillera, cf. también A.Guillermoprieto, 2001
[xxiv] Paralelamente, los partidarios de un alternativa cubana. Desde este punto de vista, la prohibición de la revista fue simbólica. Pensamiento crítico, baluarte del pensamiento revolucionario cubano alternativaEn 1970.
[xxv] Entre muchas otras, es la opinión defendida por R. Gott, 2006, capítulo 7, pp 266-268. En 1968, el gobierno cubano decretó una nacionalización generalizada de los pequeños servicios y negocios, un paso importante hacia el modelo soviético de organización económica. Cf. ídem, pág. 267. En 1970, de un total de 2.408.800 personas ocupadas, poco menos de 350 trabajaban en actividades privadas. Cf. Comisión Económica para América Latina y el Caribe/CEPAL, 2000, cuadro A.48.
[xxvi] Cf. Comisión Económica para América Latina y el Caribe/CEPAL, 2000, pág. 13
[xxvii] Igual, págs. 64-69
[xxviii] Cabe señalar, sin desmerecer los innegables avances promovidos por las políticas revolucionarias, que los datos demuestran la peculiar situación de Cuba incluso antes de la revolución, considerando a sus vecinos latinoamericanos. En efecto, una tasa de analfabetismo inferior al 25%, a fines de la década de 50, para el conjunto de América Latina, fue un resultado nada desdeñable. A fines del siglo XX, Cuba ocupaba el segundo lugar después de Argentina y Barbados en términos de analfabetismo.
[xxix] Cf. CEPAL, ídem, cuadro A.54
[xxx] Cf. CEPAL, ídem, cuadro A.54
[xxxi] En Brasil, entonces, la esperanza de vida no superaba los 67.9 años. Cf. CEPAL, cuadro A.54
[xxxii] Cf. CEPAL, op. cit., págs. 70-71
[xxxiii] El IDH combina tres dimensiones: esperanza de vida, nivel educativo y producto interno bruto por habitante. El HPI mide el grado de privación, combinando tres variables: mortalidad antes de los 40 años, analfabetismo entre adultos y falta de servicios básicos (salud, agua potable y niños menores de 5 años con bajo peso). Cf. CEPAL, cuadro A.54
[xxxiv] En todo el mundo, y especialmente en Europa, muchos intelectuales, hasta entonces admiradores de Cuba, se movilizaron para protestar y escribir peticiones por la liberación de Padilla, y denunciar el fraguado proceso de autocrítica. Fueron llamados entonces por Fidel Castro como una “mafia de intelectuales burgueses pseudoizquierdistas”…Cf. R. Gott, 2006, págs. 279-280
[xxxv] Existen controversias sobre los márgenes reales de la autonomía cubana en la organización de las expediciones africanas. Sin embargo, al menos en el caso angoleño, opositores y simpatizantes reconocen que el gobierno cubano entonces ejerció y amplió sus márgenes de autonomía en relación con los soviéticos. A fines de la década de 80, en nuevos enfrentamientos, como la famosa batalla de Cuito Canavale, en 1988, los cubanos volverían a derrotar a los sudafricanos, asestando un golpe mortal al prestigio del régimen racista. Para los opositores, cf. R. Gott, 2006 y D. Alarcón Ramirez, 1997. Entre los simpatizantes, el relato épico de GG Márques sobre la gesta de 1976, el Operación Carlotade 1997
[xxxvi] Cf., entre muchos otros, R. Gott, 2006, p. 307
[xxxvii] Cf. I. Ramonet, 2006, pág. 583
[xxxviii] Cf. CEPAL, op. cit. tabla A.1
[xxxix] Cf. ídem, ídem, gráfico A.32
[SG] Cf. ídem, ídem, gráfico A.33
[xli] Cf. ídem, ídem, gráfico A.34
[xlii] Las llamadas volvieron al centro de la escena balseros, que intentaban salir de Cuba con los medios a bordo. Las obras literarias han retratado con sensibilidad la profundidad de la crisis. Entre muchos otros, cfr. PJ Gutiérrez, 2002 y 2005
[xliii] Para una interpretación optimista (que fue confirmada) sobre las posibilidades de Cuba de superar la crisis, cf. FL Segrera, 1995
[xliv] Cf. CEPAL, op. cit., 2000, Anexos estadísticos, págs. 576 y ss.
[xlv] Cf. R. Gott, 2006, p. 397, nota 47
[xlvi] Cf. ídem, ídem, pág. 397, nota 57
[xlvii] Cf. Reporteros sin fronteras, 2004, p. 152. El padre Félix Varela, que vivió en el siglo XIX, fue un nacionalista, defensor de la independencia de Cuba y de los proyectos de educación popular. Hasta el momento, no ha sido posible caracterizarlo como cerdo.
[xlviii] Cf. Reporteros sin fronteras, op. cit.: El ejercicio arbitrario del poder frente al pueblo cubano, págs. 162 y ss.; Lista parcial de personas detenidas por motivos políticos y sociopolíticos, pp 171 y ss. y Archivos biográficos de periodistas encarcelados, pág. 188 y ss. El libro también reproduce análisis de varias ONG, entre ellas Amnistía Internacional, con gravísimas acusaciones contra la arbitrariedad del poder revolucionario cubano contra los disidentes todavía rechazados hoy como opositores o presos políticos.
[xlix] KS Karol, 1970. Fue uno de los pocos intelectuales que, comparado con Fidel, supo conservar un espíritu crítico.
[l] Cf. A. Guillermoprieto, 2004
[li] Para el vuelco concerniente a los cristianos, cf. F. Betto, 1985
[lii] El Caso Ochoa, como se conoció, se desarrolló en 1988. En un juicio muy sumario, impregnado de notoria autocrítica, que duró cerca de un mes, uno de los más brillantes generales del ejército cubano fue ejecutado junto a tres compañeros. . La versión oficial está en Política, 1989.
[liii] Cf., entre muchas otras, las obras de pura hagiografía, elaboradas por I. Ramonet, 2006 y C. Furiati, 2003. En su salvaje elogio recuerdan melancólicamente lo mismo que hicieron intelectuales de todo el mundo en relación con Stalin. , en la década de 30, o en relación con Mao Dze Dong, en la década de 60. T.Szulc, 1986 y KSKarol, 1970, fueron de los pocos que no se rindieron al magnetismo del Máximo Líder, logrando preservar estándares de objetividad crítica .
[liv] La metáfora del gladiador es de Alma Guillermoprieto, 2004
[lv] Cf. C. Franqui, 2006 y D. Alarcón Ramirez (Benigno), 1997. En la misma línea, cf. S. Raffy, 2003.