por LUIZ MARQUÉS*
El sentido de urgencia de los llamados desde el campo popular-democrático es real
Luego de las movilizaciones del 2 de octubre, repartidas por ciudades del país y del exterior, confluyeron balances de los hechos. Al reunir a partidos políticos, movimientos sociales, centrales sindicales y grupos de oposición al desgobierno liderado por Jair Bolsonaro, los actos promovidos condensaron el descontento orgánico de la sociedad, frente a la pandemia y la crisis económica. Sin embargo, las puntuaciones hechas sobre las manifestaciones suscitan algunas consideraciones, en vista de los próximos pasos. En el teatro político no se debe perder la esencia de lo social, a pesar de la tentación de personalizaciones ocasionales.
Los movimientos que alcanzaron los 700 mil manifestantes, agregó, se repiten sin aumento significativo de adhesiones, sin poder superar la barrera del millón. A esto se suma la noticia de que Genocida ha generado una avalancha de seguidores (entre robots y robots) en la tierra sin ley de Instagram. Otros argumentan que los problemas de movilidad material de los pobres crean un muro casi infranqueable en las afueras. El hecho es que la llave movilizadora no encontró la cerradura a las demandas resultantes de constricciones punzantes. Esto contribuyó a limitar la presencia de quienes se encontraban enfrascados en la traumática lucha por la supervivencia. La desigualdad social se reflejaba en la participación política.
Es inevitable el énfasis en la agenda que, en un principio, se restringía a la acusación de las milicias armadas y a la vacunación amplia, general e irrestricta. La inflación alcanzó los dos dígitos en promedio. El hambre, el desempleo, las ocupaciones precarias, la informalidad, los desalojos por falta de pago de las rentas hicieron del vivir una condena infernal para la mayoría acribillada por la explotación. Esto explica la continua absorción de demandas apremiantes, sentidas en la vida cotidiana, como el precio inflacionario de la gasolina, el gas para cocinar y los alimentos.
Hubo un desajuste entre el momento político y el momento socioeconómico en el portal de concentraciones. El lema “Fuera Bolsonaro” expresó un grado de politización que no desafió a la ciudadanía en su conjunto. No correspondía a las necesidades inmediatas de muy bajos ingresos. Así, no efectuó las mediaciones en las mentes y corazones de la gente. Lo “concreto” es la superposición dialéctica de lo empírico con lo abstracto, en la conciencia. La denuncia de cientos de miles de muertes, por negligencia y prevaricación en la adquisición de inmunizadores, así como la opción extraoficial de combatir la pandemia con inmunidad de rebaño por contaminación, sin vacunación, no ayudó a dar “concreción” a la consignas
Tradicionalismo vs Modernidad
El negacionismo presentado con el premio fetichista de la libertad individual no se limitó a la insurgencia del primer representante y caterva. La tomaron los templos neopentecostales que impugnaron la prohibición sanitaria de las aglomeraciones, con miras al diezmo, y el Consejo Federal de Medicina cuando sancionó la prescripción de curanderos responsables, no de curas, sino de muertes. A saber, la Hidroxicloroquina y aquellas recomendadas por agentes ideologizados que pretextaban total independencia en el (mal)trato de los pacientes. Pero no fueron a los funerales. Es la rebelión contra los controles.
La grabación en la que el presidente de la CFM afirma que “está con Bolsonaro” porque los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) fundaron cursos “para popularizar la medicina” habla por sí sola. El testimonio, mezquino, menosprecia el compromiso ético-profesional de la categoría con la salud de los brasileños, al abogar por el atajo de la escasez de servicios para potenciar los ingresos de la categoría. El director de la entidad justificó la observación satírica, del escritor Eric Nepomuceno, sobre quienes “confunden el juramento hipocrático (el trigo) con el juramento de los hipócritas (la cizaña)”.
En los medios empresariales, el hype de las curas milagrosas, anticientíficas, se convirtió en una falsa confrontación de “narrativas” de igual relevancia cognitiva. Los enfrentamientos fueron escenario de la disputa entre el Tradicionalismo de extrema derecha y los valores de la Modernidad (ciencia, universidades, Organización Mundial de la Salud/OMS). La noción de que las áreas de conocimiento expresaban sólo narrativas nació con reflexiones posmodernas que, involuntariamente, echaron agua al molino del oscurantismo. La verdad y la mentira se convirtieron entonces en dos caras de una misma moneda. El cliente tenía la opción en el menú. La libertad de expresión disfrazó la difusión de opiniones bizarras que amenazan la vida.
La combinación de factores, que van desde las demandas (políticas, cuando se desvinculan de la base socioeconómica) hasta las condiciones de pobreza y miseria de millones de familias, dieron como resultado estadísticas que indican, en eventos de oposición, un porcentaje mayoritario de participantes de estratos medios. Es necesario conjugar los ámbitos, político y socioeconómico, para dar un salto visible de calidad en la demostración del “poder plebeyo”. Las demostraciones anteriores fueron lo suficientemente adecuadas e impactantes como para contener el desfile verde y amarillo del fragante equipo de la calle CBF. Ahora, exigen ajustes y mejoras para continuar. Como suele ocurrir en la historia, la experiencia abrió las ventanas del entendimiento. Es hora de aprender lecciones y seguir adelante. Con humildad y vigor.
Solidaridad material intraclase
Los ataques serviles a las “élites” del usurpador decorativo, Michel Temer, contra los sindicatos causaron estragos. La lucha de Margaret Thatcher contra los enclaves obreros en Inglaterra fue imitada en los Trópicos. El ataque a las conquistas sociales y los derechos adquiridos se inició con el desmantelamiento de las acciones de los sindicalistas. Una de las consecuencias más nefastas de la Reforma Laboral (Ley 13.467/2017) fue el fin del aporte sindical obligatorio, por lo tanto, de la capacidad de los sindicatos para alistarse. La aceleración del desempleo, aliada al proceso de desindustrialización, cumple la misma función disruptiva. El sindicalismo es la guardia popular del Estado, en cualquier democracia. Bolsonaro no inventó nada nuevo para joder los intereses del bloque asalariado. Siguió el cuadernillo, hablando densamente con trabajo y, escasamente, con capital.
Cuestiones materiales, que dificultan la incorporación de segmentos sociales a procesiones masivas por cambios estructurales frente a la destrucción de la sociabilidad democrática, pesan sobre la respuesta (política-moral) a los llamados contra la continuidad del perverso presidente encargado de la nación. El poder del dinero no solo influye en la composición de la representación en las cámaras legislativas. También influye el acceso a los medios de transporte a los lugares donde se realizan las protestas. El decrecimiento económico afecta principalmente a guerreros y luchadores, que viven lejos de los puntos de encuentro convencionales convocados por los colectivos de la zafra republicana. Y como es. ¿Qué hacer?
Aquí está el nudo a desatar. A nivel dialéctico, conciliar la agenda política con la agenda socioeconómica, a través de banderas que dialogan horizontalmente con las necesidades que incluso frenan la reproducción de la fuerza de trabajo, y que se incrementan día a día. En otro nivel, desarrollar conjuntamente estrategias para que las limitaciones materiales puedan ser superadas mediante la contribución voluntaria a los desplazamientos. Sectores demócratas de la clase media tendrían la oportunidad de cimentar su espíritu crítico.
Esto podría ser equiparado con la formación de “Ligas a Favor de Actos Pro Democráticos” para colectas con este fin, bajo la supervisión de los organizadores por territorios delimitados. No faltaría la empatía intraclase. De cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades, dice la máxima. Marx y Engels, al referirse a las cosmovisiones, mencionaron el “revolución dans la tete des ouvriers / revolución en la mente de los trabajadores", se lee en una entrada de George Labica y Gérard Bensussan (Diccionario crítico del marxismo, Ed. PUF). Aquí, el propósito es permitir que los cuerpos se muevan con autonomía política, sin grilletes. La solidaridad militante puede impulsar la praxis política.
El sentido de urgencia de Brasil
El filósofo greco-francés, que vino a acompañar las asambleas del Presupuesto Participativo (PP) en Porto Alegre en la década de 90, Cornelius Castoriadis (La Cité y las Luisas, Ed. Seuil), calificó las coyunturas límite como “un período revolucionario en el que cada uno deja de estar en su casa, siendo lo que es, zapatero, periodista, obrero o médico, y se convierte en un ciudadano activo que quiere algo para la sociedad y su institución, y considera que la realización de ese algo depende directamente de él y de los demás y no de una votación o de lo que hagan sus representantes en su lugar”. Igualar la relación entre medios y fines implica democratizar la ánimo intervención ciudadana para lograr avances civilizatorios. La razón no es suficiente, hay que metabolizar el sentimiento de la razón con las propias vísceras.
La disposición del alma puede tener un vector progresivo o reaccionario. La subjetivación bolsonarista procesó el mito de una revolución contra la democracia liberal. Prueba de que la unión del autoritarismo con el liberalismo económico engulló al liberalismo político (a rastra, la tercera vía). Enterró la fantasía del liberalismo social. No importa, para el imaginario fascista, la rendición de Bolsonaro a Centrão para no caer de la silla presidencial. Es importante, para el esfuerzo por comprender el fenómeno, que la existencia de condiciones históricas y sociales proporcionaron elementos para el convencimiento de que la irrupción de la extrema derecha desencadenó el ostentoso revolucionarismo. La apropiación del rechazo sistémico de lo que es-ahí es una fuerza poderosa, en manos de un séquito forjado en el odio a la igualdad.
Centrarse en las próximas elecciones para efectuar cambios es apostar demasiadas fichas a un marco institucional debilitado. Es desconocer la deslegitimación a la que las instituciones de la República se sometieron con obsequioso silencio, ante las ilegalidades de Lava Jato al allanar el camino para la caída de la Presidenta Dilma Rousseff (2016) y el impedimento de la candidatura de Lula da Silva (2018) al propiciar el ascenso del fascismo. El drama envolvió al Supremo Tribunal Federal (STF), nadie lo duda. Si el politicismo es un error, el institucionalismo lo es doblemente en las circunstancias actuales. Camina por el cable. Agitar un nuevo tipo de gobernanza es crucial para mostrar la luz de la esperanza al final del túnel.
En el mar embravecido de destrucción neoliberal que engulle los derechos sociales y laborales, los ahogados no tienen aliento para esperar el bote salvavidas. El sentido de urgencia de los llamados desde el campo popular-democrático es real. Brasil no puede más. El entrelazamiento (tejido en consignas) de la política con lo socioeconómico, la cooperación de clase con la materialidad de las movilizaciones para trascender la pesadilla en curso y, en conjunto, los resultados que recopile la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) de la Covid-19 contribuirán a calentar aumentar el sentido de urgencia. Lo mismo no equivale al irracionalismo filosófico del golpe de Estado, obviamente. Éste compite en un carril de XNUMX metros. Los Socialistas y Demócratas corren en el maratón para reconstruir el país. La energía para mantener privilegios atávicos es distinta de la lucha democratizadora por la distribución del derecho a tener derechos. El empeño antifascista y antineoliberal debe seguir avanzando, paso a paso.
En definitiva, este es el camino para resolver las profundas desigualdades sociales y disfrutar de las libertades colectivas que garantizan las auténticas libertades individuales. Nada que ver con la desobediencia narcisista-arrogante a las pautas y protocolos establecidos por las autoridades sanitarias, la burla al aislamiento social, las recetas de medicamentos que prometen lo que no cumplen, la indiferencia ante el sufrimiento del pueblo trabajador o con la rendición de cuentas. de la democracia liberal por los crímenes del capitalismo con sus garras afiladas por la financiarización. Todo lo relacionado con la humanización de la sociedad. – ¡Hasta la victoria!
* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.