por MÁSIMO GABELLA*
Antonio Labriola y el problema de la formación del ser humano
Hay en el marxismo, y en la política a la que se refiere esta concepción del mundo, un elemento pedagógico irresistible, que se declina en al menos dos niveles interconectados. El primero se refiere al problema de la formación del ser humano, tanto en relación con su historicidad irreductible a cualquier noción esencialista de la naturaleza humana, como en relación con la brutalidad de la condición humana bajo el capitalismo y, por tanto, con la cuestión de la formación del “hombre nuevo”. Todas las experiencias históricas de transición al socialismo, desde la Unión Soviética hasta China, pasando por Cuba, enfrentaron este problema, aunque de diferentes maneras.
El segundo nivel se refiere a la construcción del sujeto histórico concreto cuya tarea es llevar adelante el proceso revolucionario y, por tanto, llevar a cabo este inmenso proceso de educación de masas. Si se excluye que la revolución socialista pueda darse por sí misma, sin la intervención de ninguna subjetividad consciente, surge inmediatamente el problema de la formación de tal subjetividad: ésta puede concebirse como un proceso pedagógico, en la medida en que está ligado a la adquisición de herramientas conceptuales para comprender la realidad, la dirección consciente de la acción de las grandes masas, la superación de una subalternidad política y cultural que lleva a los sujetos sociales explotados y marginados a recuperar la capacidad de gestionar el proceso de reproducción social opresivo y, por tanto, su educación propia.
El pensamiento de Antonio Labriola ofrece claves importantes para abordar este amplio abanico de cuestiones, por varias razones: en primer lugar, la calidad generalmente reconocida de su reflexión filosófica; en segundo lugar, por la centralidad del tema educativo en todo su recorrido, a partir de la larga etapa que precede a la tardía adhesión del pensador al marxismo; finalmente, teniendo en cuenta la fase histórica particularmente delicada y, podríamos decir, “transitoria” del crecimiento y maduración del movimiento obrero y socialista, durante la cual se sitúa su reflexión marxista, interrumpida sólo por la muerte.
Nuestros prisión cuadernos, Gramsci considera a Antonio Labriola como el único marxista italiano que, “afirmando que la filosofía de la praxis es independiente de cualquier otra corriente filosófica, y que es autosuficiente”, buscó construirla científicamente, contribuyendo así a sentar las bases para la elaboración de la autonomía teórica de la clase obrera, paralela e inseparable de la política, ambas decisivas para la formación y acción del sujeto histórico revolucionario; de ahí la necesidad de volver a ponerlo en circulación “y hacer prevalecer su enfoque del problema filosófico”.
En otra página, el pensador sardo pronuncia un severo juicio sobre la anécdota contada por Benedetto Croce, quien habría escuchado a Antonio Labriola insistir en la dificultad de ejercer una acción pedagógica directa sobre los nativos de Papua, afirmando que, antes de educarlos, sería sea oportuno “hacerlos esclavos”. Este abordaje del problema, similar al “pensamiento de Gentile en relación con la enseñanza religiosa en las escuelas primarias”, parecía revelarle a Antonio Gramsci “un falso historicismo, un mecanismo muy empírico muy cercano al más vulgar evolucionismo”; error que, a su juicio, también podía encontrarse, aún más “evidentemente”, en la entrevista sobre la cuestión colonial concedida en 1902, donde Antonio Labriola contaba con una rápida colonización de Tripolitania por parte de Italia.
La misma pregunta se ha planteado a menudo a los intérpretes después de la Segunda Guerra Mundial: cómo conciliar en Antonio Labriola la reivindicación de la autonomía teórica y política del proletariado, realizable a través de un complejo proceso de autoformación revolucionaria, con el juicio sobre la -adecuación pedagógica del sometimiento colonial de los pueblos no europeos? Con este trabajo, pretendemos volver sobre estas cuestiones utilizando como “ángulo visual” (tomando prestada una expresión muy utilizada por el filósofo) el nodo de la relación entre política y educación en su pensamiento marxista.
Es bien conocida la centralidad de los problemas pedagógicos en la reflexión y biografía de Antonio Labriola, quien siempre ha estado involucrado en el mundo de la escuela, la educación y la formación. Algunos estudiosos destacaron la dimensión pedagógica de toda su reflexión – “siempre proyectada hacia el futuro, hacia una transformación para bien de la situación, a través de la educación del hombre, de su ilustración, de su lucidez, de su racionalidad, de su inserción en una sociedad mejor” ( E. Garin)–, dando lugar a una serie de investigaciones sobre Antonio Labriola como “educador” y “perpetuo maestro”.
Algunos intérpretes señalaron entonces cuál es el coeficiente adecuado de este compromiso pedagógico: el “fin ético-político” que se mantiene invariable a lo largo de su trayectoria. “Es una tarea desesperada” –escribió Garín– “tratar de comprender su pensamiento sin referirse a su actividad político-pedagógica, tanto en el período moderado como en el momento socialista”. Esta es una relación de reciprocidad: por un lado, el abordaje de los problemas educativos parte siempre de un marco general de carácter político; por otro lado, la política es siempre una obra de educación, de desarrollo de la conciencia colectiva y de concientización, un intento de promover el progreso intelectual y moral general. Sin embargo, las formas concretas en que se expresa este motivo profundo del pensamiento de Antonio Labriola cambian radicalmente en distintos momentos del desarrollo de su trayectoria política e intelectual, en contextos históricos igualmente distintos.
La relación entre educación y política representa sin duda un punto de observación privilegiado para apreciar el desarrollo del pensamiento de Antonio Labriola. Es impresionante, sin embargo, ver la ausencia sustancial, en la última fase de su itinerario, de escritos e intervenciones dedicadas explícitamente a los temas de la escuela y la pedagogía, a pesar de que continúa enseñando esta materia con regularidad en la Universidad. ¿Por qué razones? ¿Cómo, en los años del marxismo, se redefinió el vínculo entre educación y política? ¿Cómo concibe el marxista Labriola el problema de la formación del ser humano?
¿Qué rumbos indica para enfrentar la cuestión del atraso cultural de las masas? ¿En qué términos es concebido por él el tema de la formación del sujeto histórico revolucionario, siendo tratado como un problema pedagógico? ¿Cómo se relacionan estas interrogativas con el compromiso político y las reflexiones filosóficas expresadas en el Ensayos en torno a la concepción materialista de la historia? ¿Por qué, finalmente, llega a considerar las conquistas coloniales pasajes necesarios para el avance de los pueblos no europeos? Si se hace evidente que, en la economía de su discurso, la función general político-ético-pedagógica pasa, como marxista, “del Estado al movimiento obrero” (S. Cingari), se tiene la impresión de que muchas cuestiones permanecerá abierta.
*Máximo Gabella tiene un doctorado en filosofía de la Scuola Superiore di Studi Storici de la Universidad de San Marino.
Extracto de la introducción del libro. La rivoluzione come problema pedagógico. Política y educación en el marxismo de Antonio Labriola (1890-1904). Bolonia, el Mulino, 2022.
Traducción: Paulo Butti de Lima.