por GABRIEL COHN*
Comentario sobre el libro recientemente reeditado de Florestan Fernandes
Una clase social no se construye a sí misma. Sin el acicate de la disputa por el poder con otra clase, eventualmente también en formación, la inercia histórica se impone y abre espacio a todo tipo de aberraciones. Si hay vitalidad, los grupos sociales en competencia efectiva o potencial como posibles embriones de clases encuentran formas de sostener la disputa más importante de todas: la que apunta al ejercicio continuado del poder en la sociedad.
¿Por qué recordarlo aquí? Después de todo, dirán algunos, esto es lo que se puede esperar de cualquier análisis político que se preocupe por la dirección de una sociedad en proceso de formación histórica como la brasileña. Si aceptamos este juicio sin más, terminaremos haciendo una injusticia con el sociólogo que más debe haber formulado el problema de la constitución de la sociedad brasileña basada en la dinámica de clases, Florestan Fernandes. Mucho de lo que aparece, aunque indirectamente, en lo que se ha escrito sobre el tema en las últimas décadas ha sido propuesto de forma más clara y consistente por Florestan en repetidas ocasiones, pero sobre todo en una obra fundamental.
Y es este libro, La revolución burguesa en Brasil, que justo a tiempo acaba de ser reeditado, en una edición especialmente cuidada que inaugura una nueva edición de la obra de esa figura mayor de la sociología brasileña, a cargo de Bernardo Ricupero. El editor a cargo es bien conocido por sus estudios sobre el pensamiento brasileño, incluido un libro sobre el romanticismo del siglo XIX y la idea de una nación en Brasil, que Florestan seguramente habría consultado si ya hubiera estado disponible en su día.
En cuanto al cuidado editorial, el libro ofrece mucho más de lo que normalmente cabría esperar, hasta el punto de localizar la fuente exacta de vagas y ocasionales referencias, como ocurre en el pequeño debate sobre la obra de Florestan que cierra el volumen a modo de epílogo. Otra particularidad de la edición es que el texto de la contraportada, escrito por Bernardo Ricupero, lejos de ser una mera presentación de la obra, constituye un miniensayo vigorosamente interpretativo. Usando la jerga, este es un libro de lectura obligada, incluso para aquellos que ya tienen otra edición.
¿Por qué, al fin y al cabo, leer o releer este libro difícil, que reúne textos escritos en distintas épocas, siempre con una fuerte argumentación (si hay un autor que no permite la cháchara es Florestan)? Tanto en el prefacio como en la contraportada aparece la pregunta central. La respuesta está en la actualidad de los problemas que trata, junto con la peculiar forma en que Florestan organiza su análisis. eso hace de ese libro un reto para todo aquel que pretenda afrontar el momento presente con una mirada amplia y no restringida a la actualidad.
La revolución burguesa está en juego. Cuando se realiza plenamente, esto implica el movimiento histórico en el que una clase con apariencia burguesa se vuelve dominante hasta el punto de imprimir su marca en el modo capitalista de organización de la sociedad. En el caso brasileño, que interesa a Florestan, esta clase burguesa que busca su afirmación como tal representa parte importante de un complejo que envuelve para ella dos problemas. Por un lado, la persistencia de antiguos grupos dominantes ligados secundariamente al avance capitalista. Por otro lado, el compromiso de segmentos sociales reducidos a partes subordinadas para afirmarse social y políticamente, es decir, constituirse como clase opuesta a la dominación burguesa. Simplificando al extremo, viejos agricultores en un extremo y trabajadores en el otro.
El libro examina la compleja dinámica de las relaciones que se establecen a lo largo de una escala temporal que se extiende desde la constitución de la nación independiente en 1822 hasta el apogeo del régimen autoritario bajo la égida militar en la transición de la década de 1960 a la de 1970. largo camino, con tres partes, de las cuales la segunda es un esbozo del tema del “orden social competitivo”, central en el pensamiento de Florestan. En su conjunto, conduce desde los “orígenes de la revolución burguesa” hasta la “revolución burguesa y el capitalismo dependiente”, culminando en el capítulo decisivo reservado al “modelo autocrático-burgués de transformación capitalista”.
El tratamiento riguroso de las relaciones dinámicas en el tiempo y las relaciones más estáticas dentro de la sociedad en cada franja temporal, asociado al examen de los cambios en el patrón de relaciones con el escenario capitalista externo, sirve precisamente para mostrar lo esencial. Lo que se demuestra en el libro es la transfiguración histórica de la revolución burguesa en un modelo autocrático-burgués. Una proeza intelectual única en la sociología brasileña, sólo posible cuando la búsqueda de la verdad de los hechos en el registro científico está asociada a la búsqueda militante de un estándar igualitario y justo en las relaciones en el registro político.
Puede argumentarse que la idea de “autocracia burguesa” juega un papel fundamental en el análisis de Florestan al acercarse al final del período contemplado. Contiene una síntesis de lo que le da al libro su aguda relevancia. Más allá del análisis de la divergencia entre el orden autocrático y su opuesto exacto, el orden democrático, en el que la consolidación del primero impide el avance hacia el segundo, la cuestión de la autocracia es lo suficientemente rica como para elegir una presunta (porque no se encuentra así en el libro) su característica, que invita a desarrollos.
El hecho es que combina dos tendencias opuestas que, examinadas en conjunto, ayudan a resaltar un aspecto interesante de la vigencia del libro en la actualidad. La expresión autocracia burguesa implica dos partes. Una, más “dura”, corresponde a la concentración del poder en términos autocráticos, sólidos y contundentes, con todos sus efectos. El otro, más maleable y plástico, corresponde a la clase burguesa (o al conjunto de clases burguesas o incluso fracciones de clases, divididas según áreas de actividad económica, como analiza Florestan.
Tal unidad problemática resulta en importantes efectos sobre la dinámica de las relaciones de clase, que se transmiten a las dimensiones política y social, aunque no de forma lineal. Esto se deriva de la inestabilidad inherente a tal arreglo, en el que es evidente la asimetría entre la clase (abierta en principio a los avances en el orden político y social) y el patrón autárquico cerrado de ejercicio del poder. Aunque esta formulación no se encuentra en el libro, expresa mucho del carácter y los dilemas de esa tensa figura histórica que es la autocracia burguesa.
En su análisis, Florestan desentraña el entramado de relaciones políticas y sociales que se configuran en cada época, desde la independencia nacional hasta el apogeo de la dictadura cuando se publica el libro, en 1974, hasta el presagio de su decadencia para dar paso a la “nueva república”. En esto demuestra paso a paso cómo la burguesía brasileña está renunciando al pleno ejercicio de su poder para constituirse en toda una clase, contentándose con garantizar el acceso a las ventajas distribuidas en el espacio del bloque dominante sin comprometerse a convertirse efectivamente en una líder.
Esto significa que la asimetría entre clase y autocracia se resuelve para la burguesía asumiendo una posición defensiva, menos dispuesta a buscar enérgicamente el poder en la sociedad y asegurarlo mediante la legitimidad que a contentarse con una posición meramente ventajosa en cada momento. Y eso con la seguridad, obtenida por la acción, en este caso ofensiva, en la contención del avance de la otra gran clase rival, la de los trabajadores.
El complejo juego que así se instala en el escenario del poder político y económico no termina ahí, sino que penetra en todas las dimensiones de la sociedad, generando su efecto más importante. Consiste en el constante deslizamiento de una posición a otra y, como efecto más profundo e importante, la incorporación al interior de cada institución y grupo social de esa dinámica por la cual lo rígido y lo maleable se interpenetran y generan un ambiente poco claro, pastoso. ., que impregna a la sociedad en su conjunto.
Y, al hacerlo, contribuye a generar ese patrón en el que el impulso autocrático se adhiere visceralmente a la actuación rutinaria de la clase dominante. É que a autocracia, como concentração do poder político numa posição autocentrada, não é recurso à disposição da burguesia, a despeito do que o título do livro possa sugerir, mas na realidade ganha autonomia e em cada momento ameaça impor sua capacidade de definir as regras del juego.
El resultado es una confusión continua, en todas las posiciones y niveles de la sociedad, entre lo que es relativamente maleable (en este caso, la clase, pero esto se aplica igualmente a las instituciones) y lo que se impone sin más, con la consecuencia de que todo lo que se presenta como abierto a la consulta y la deliberación se desliza hacia la coerción institucionalizada. Esto mientras el sistema institucional se licua, sujeto a constantes roces entre lo maleable y lo rígido en la organización del poder en todos sus niveles. El gran perdedor en esta dinámica es sin duda el orden democrático, entorpecido continuamente en su desarrollo.
Por último, no faltan estímulos para la reflexión en este libro, que ha sido justamente reeditado con un trabajo editorial de tan alta calidad.
*Gabriel Cohn Es Profesor Emérito de la FFLCH-USP. Autor, entre otros libros, de Weber, Fráncfort(Azogue).
referencia
Florestán Fernández. La revolución burguesa en Brasil. Ensayo de interpretación sociológica. Organización: Bernardo Ricupero. São Paulo, Contracorriente, 2020.