por ELÍAS JABBOUR*
El mundo necesita un nuevo orden económico mundial. En otras palabras, un "nuevo bosque Bretton"
Los próximos 15 y 16 de noviembre, en la isla de Bali – Indonesia, se llevará a cabo la llamada reunión del G-20, con el tema “Recuperarnos juntos, recuperarnos más fuertes”. Este es un grupo formado por ministros de finanzas y directores de bancos centrales de las 19 economías más grandes del mundo más la Unión Europea. Su objetivo, en teoría, es buscar soluciones a las turbulencias de la economía internacional y su estabilización. Su fundación en 1999 se dio precisamente como respuesta a las sucesivas crisis financieras que azotaron al mundo en la década de 1990, y continúan haciéndolo.
La gran verdad es que desde su fundación, el G-20 nunca ha podido cumplir con el papel que se le asignó. Las razones son múltiples, incluida su incapacidad para coordinar un esfuerzo internacional contra la especulación financiera o para reanudar la agenda original del Tratado de bosque Bretton (1944) quien buscó mecanismos de estabilización económica internacional como una forma de evitar que el mundo entrara nuevamente en otra guerra, como la Segunda Guerra Mundial.
Este sistema funcionó muy bien hasta que, de manera unilateral, Estados Unidos se retiró del tratado en 1971, cuando el país abandonó el respaldo en oro y el valor de las monedas comenzó a fluctuar según diferentes tipos de cambio. Esta es la raíz de la inestabilidad que ha reinado en la economía internacional desde entonces. El G-20 sería una solución al estancamiento económico internacional vivido desde la retirada de Estados Unidos de Bretton Woods.
Pero hay una verdad inconveniente para los formadores de opinión en el llamado “Occidente”. Uno de los pilares del poder estadounidense en el mundo reside precisamente en este orden económico y financiero internacional marcado por crisis recurrentes y una inestabilidad creciente. Más que eso, el “imperio de las mentiras” es también el “imperio del caos”. Sólo esta conclusión puede darnos una respuesta satisfactoria sobre las razones por las que el mundo no ha podido salir de la espiral de crisis financieras desde la década de 1990, sin que el G-20 demuestre una capacidad real de intervención.
El mundo necesita un nuevo orden económico mundial. En otras palabras, un "nuevo bosque Bretton”. De ahí la creciente indispensabilidad de la República Popular China y las numerosas iniciativas lanzadas por este país en el sentido de construir una globalización alternativa a la globalización neoliberal y financiera. Esta “globalización alternativa” está presente en la idea principal que rige la política exterior china en torno a la construcción de una denominada “comunidad de futuro compartido”. Esto significa que muchos de los problemas nacionales que afectan a decenas de países no pueden encontrar soluciones en marcos puramente nacionales. Ciertas soluciones se vuelven globales.
El ejemplo de la iniciativa “La Franja y la Ruta” es emblemático. Es la mayor iniciativa de exportación de bienes públicos alrededor del mundo ofrecida por un país en la historia de la humanidad. Hay miles de obras de infraestructura de todo tipo en unos 140 países. A diferencia de la globalización impuesta al mundo por el imperialismo estadounidense en la década de 1990, caracterizada por un comportamiento neocolonial y agresivo, la “globalización alternativa” que ofrece China no busca la apertura comercial y financiera de los países pobres. Se trata de la globalización incluso a través de grandes emprendimientos que generen empleos, ingresos y dignidad nacional para los países involucrados.
“Occidente” ofrece sanciones y guerras, China entrega obras de infraestructura, hospitales, escuelas y estabilidad social. La iniciativa “La Franja y la Ruta”, vista como una institución que busca consolidar una globalización alternativa, es un paso decisivo y una demostración práctica de las amplias posibilidades que tiene una “nueva bosque Bretton” será capaz de ofrecer al mundo. Pero todo está relacionado. La economía, la política y la seguridad internacional forman un todo. Por lo tanto, la iniciativa “Un cinturón y una ruta” forma parte de algo más amplio bajo el lema de la “Iniciativa de desarrollo global”.
Esta iniciativa fue lanzada por Xi Jinping durante su presentación en la 76° sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU). “Necesitamos promover asociaciones de desarrollo global más equitativas y equilibradas, crear una mayor sinergia entre los procesos de cooperación multilateral para el desarrollo y acelerar la implementación de la Agenda 2030 de la ONU para el Desarrollo Sostenible”, dijo Xi Jinping.
Hay una semilla plantada por China para la paz y la estabilidad mundiales. A medida que crece la influencia china en el mundo, también crecen las esperanzas de un mundo donde el caos, la opresión, la pobreza y la desigualdad se conviertan en parte del pasado. Quizás el mayor legado del desarrollo económico chino a la humanidad es este entendimiento de que el centro de todo son las personas. ¡La humanidad ganará!
*Elías Jabbour es profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ). Es autor, entre otros libros, junto con Alberto Gabriele, de China: el socialismo en el siglo XXI (Boitempo).
Publicado originalmente en periódico GGN.
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