La cruel retórica del negacionismo

Imagen: Alejandro Oliverio
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por ALEJANDRO DE FREITAS BARBOSA & TAMIS PARRON*

Comentario a un artículo de Deirdre N. McCloskey, columnista del diario Folha de S. Paulo

Deirdre N. McCloskey, columnista de un periódico Folha de S. Pablo, es un reconocido estudioso de la metodología económica. En sus artículos sobre el tema, argumenta que el discurso económico debe ser cuidadosamente examinado y deconstruido. También cuestiona el uso irrestricto del “hablar matemático”, porque cuando la “fe de las cruzadas” marca la pauta, la “intención sincera e inteligente de contribuir al diálogo” se convierte en una “conversación estridente”.

Su artículo “¿Quién se benefició de la esclavitud?” (Folha de S. Pablo, 14/02) no podría ser más ofensivo para la buena retórica económica. Sin explicar conceptos y fuentes, Deirdre N. McCloskey dice que no hay relación entre el capitalismo y la esclavitud moderna. Aunque varios autores señalan que la esclavitud negra en las Américas produjo inmensas ganancias y que estas ganancias están en la raíz del capitalismo, Deirdre N. McCloskey argumenta que no fue así. Quienes se llevaron la parte del león habrían sido los señores de la guerra africanos, ya que monopolizaban la captura y venta de los esclavizados. Dado que hoy en día no hay una economía sólida en África, concluye el autor, también probaría que el beneficio de la esclavitud no es propicio para el capitalismo. Simples así.

Deirdre N. McCloskey entiende las ganancias como ganancias extraordinarias generadas por la innovación y la creatividad (sus ejemplos son Harry Potter y la exploración petrolera). De lo contrario, tenemos salarios y ganancias normales. Este es nuestro pan de cada día, ayer, hoy y mañana. O mejor dicho: la mayoría come el pan que amasó la competencia. Así que yo, tú y el autor. También lo hacen los productores de esclavos de las Américas y los traficantes de esclavos. Pero, ¿estamos todos en la misma bolsa?

Decenas de estudios de historia económica muestran que los productores de café en Brasil, algodón en Estados Unidos y azúcar en Cuba obtuvieron, en el siglo XIX, tasas de retorno iguales o superiores a los mejores rendimientos disponibles en ese momento.

Los traficantes de esclavos entonces, ni siquiera se menciona. El viaje de un tumbeiro entre Bahía y Sierra Leona en la década de 1810 podía generar un retorno de más del 200% sobre el capital invertido. ¿A qué banquero no le crecerían los ojos ante semejante operación? El segundo Banco do Brasil nació con capital de la trata de esclavos y vivía de los préstamos a los esclavistas. Pero no es nuestro jabuticaba. Los pesos pesados ​​de Wall Street Barclays, HSBC, Lloyds y JP Morgan también ganaron dinero con el tráfico y la esclavitud.

Los grandes propietarios de esclavos obtuvieron enormes ganancias porque ejercían un poder de monopolio. Poseían las mejores tierras, ya que obtenían su crédito en forma de acciones de esclavos. Así inundaron los mercados mundiales de artículos tropicales. En el caso de los traficantes, unas pocas familias controlaban más de la mitad del mercado de esclavos en Río de Janeiro. Este no es el monopolio de la creatividad schumpeteriana. Es el monopolio que utiliza la fuerza para garantizar el acceso estratégico al capital, al trabajo humano en su forma más cruel ya la ecología. Mira a tu alrededor: hoy verás ejemplos análogos.

El columnista evita la palabra capitalismo, pareciendo considerarla un mero sinónimo de mercado. El historiador Fernand Braudel enseña, por el contrario, que el capitalismo es la capa superior de nuestra economía, el espacio anti-mercado, donde el monopolio privado se alía con el Estado para producir altas tasas de retorno. Deirdre N. McCloskey también comete el error de concebir el mercado como una entidad ahistórica y universal. Karl Polanyi refuta esta tesis mostrando que, antes del siglo XIX, gran parte del mundo practicaba el comercio sin mercado, sin la ley de la oferta y la demanda, ya que los precios eran relativamente fijos.

La oratoria de Deirdre N. McCloskey está cargada de ideología, falso moralismo y negación histórica. El capitalismo que no soporta su mancha de sangre suena mejor en el mundo de fantasía de JK Rowling. O el presidente del Banco Central de Brasil, “Nieto de Bob Fields”, para quien la tasa de interés es un precio definido por el mercado que trae ganancias para todos, como si no estuviera influenciado por el monopolio de las altas finanzas, que asfixia a los pequeños y medianos empresarios, trabajadores, consumidores e incluso los ingresos del gobierno. En la vida real, sin embargo, elespero mi jefe” del mundo financiero está reservado para unos pocos. Para los demás, es el reino de las tinieblas.

*Alejandro de Freitas Barbosa es profesor de historia económica en el Instituto de Estudios Brasileños de la Universidad de São Paulo (IEB-USP). Autor, entre otros libros, de El Brasil desarrollista y la trayectoria de Rômulo Almeida (Alameda).

*Tamis Parrón é profesor de historia en la Universidad Federal Fluminense (UFF). Autor, entre otros libros, de La Política de la Esclavitud en el Imperio de Brasil (Civilización Brasileña).

Publicado originalmente en el diario Folha de S. Pablo.

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