por BRUNO FABRICIO ALCEBINO DA SILVA*
Las protestas reflejan la creciente polarización en torno a la cuestión israelí en Estados Unidos, especialmente entre los jóvenes universitarios.
La libertad de expresión y el derecho a la protesta son pilares fundamentales de la democracia, especialmente en los espacios académicos, donde se fomenta el intercambio de ideas y el debate como parte esencial del proceso educativo. Sin embargo, el reciente aumento de la represión de los estudiantes propalestinos en las universidades estadounidenses plantea serias dudas sobre hasta qué punto se están respetando estos principios.
Las protestas universitarias se intensificaron, provocando una ola de manifestaciones en los campus de todo el país. Desde Los Ángeles hasta Nueva York, los estudiantes se han unido para expresar solidaridad con el pueblo palestino y exigir acciones concretas por parte de sus instituciones educativas.
Todo comenzó cuando la Universidad de Columbia tomó medidas para reprimir a los manifestantes pro palestinos que ocuparon un césped en su campus el 18 de abril. La ocupación fue una respuesta a la guerra en Gaza y al apoyo de las instituciones educativas a los intereses de Israel. Desde entonces, han estallado protestas y campamentos en numerosos colegios y universidades de todo el país, y las intervenciones policiales han dado como resultado más de 400 arrestos hasta la fecha.
Se registraron intervenciones policiales en varias universidades, incluida la Universidad de Columbia en Manhattan, donde fueron arrestadas 108 manifestantes, y la Universidad del Sur de California en Los Ángeles, donde fueron detenidas 93 personas. En el Emerson College de Boston, la policía arrestó a 108 personas y el campo fue evacuado. Estas acciones tuvieron repercusión en otras instituciones, como la Universidad de Princeton en Nueva Jersey, donde dos estudiantes de posgrado fueron arrestados.
Sin embargo, la respuesta de las administraciones universitarias ha sido en muchos casos draconiana, desde la cancelación de clases hasta medidas disciplinarias contra los manifestantes. En algunas instituciones, como la Universidad de California en Los Ángeles, la policía del campus obligó a los estudiantes a desmantelar sus tiendas de campaña, mientras que en otras, como la Universidad de Delaware en Newark, la presencia de manifestantes y el posible montaje de campamentos generaron controversia.
Estas protestas reflejan la creciente polarización en torno a la cuestión israelí en Estados Unidos, especialmente entre los jóvenes estudiantes universitarios. A medida que continúa la violencia en Gaza y se intensifican las tensiones, es probable que se produzcan más protestas en los campus universitarios, lo que alimentará un debate cada vez más acalorado sobre el papel de las instituciones educativas en la cuestión del conflicto palestino-israelí.
La restricción del derecho a protestar se ha justificado con el pretexto de garantizar la seguridad y el orden en los campus universitarios. Sin embargo, este argumento plantea interrogantes sobre la libertad de expresión y la autonomía de los estudiantes para participar en causas que consideren relevantes y urgentes. La represión policial, en lugar de promover el diálogo y la resolución pacífica de los conflictos, ha exacerbado las tensiones y creado un ambiente de hostilidad.
Además, la narrativa de que tales protestas son antisemitas, como afirman algunos legisladores y líderes universitarios, simplifica demasiado la complejidad de la situación. El apoyo a los palestinos no equivale a una postura antisemita, y tratar de etiquetar a los estudiantes de esta manera no sólo es injusto, sino también perjudicial para un debate saludable y el entendimiento mutuo.
Es importante reconocer que las protestas a favor de Palestina no surgen en el vacío, sino que son una respuesta legítima a las injusticias y violaciones de derechos humanos que ocurren en la región. Exigir la desinversión de empresas vinculadas a la campaña militar israelí en Gaza y defender el derecho a protestar sin castigo son demandas legítimas que reflejan preocupaciones éticas y morales.
Al igual que las protestas estudiantiles durante la Guerra de Vietnam y el movimiento estudiantil de mayo de 1968, las protestas actuales en universidades de todo Estados Unidos reflejan una generación de estudiantes comprometidos y políticamente activos. En la década de 1960, intelectuales como Herbert Marcuse (1898-1979) inspiraron a los jóvenes a desafiar la statu quo, cuestionando la autoridad y buscando un cambio social significativo. De la misma manera, los estudiantes de hoy se alzan contra la injusticia y la violencia, buscando generar conciencia y promover cambios en temas como la guerra en Gaza y los vínculos de sus instituciones con Israel. Estos paralelos históricos resaltan la persistencia del activismo estudiantil como fuerza impulsora en la lucha por un mundo más justo e igualitario.
El papel de los funcionarios del gobierno, como el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, también merece análisis. Su amenaza de revocar la financiación federal a las universidades si no logran controlar las protestas es un claro intento de frenar la libertad de expresión e imponer una narrativa unidimensional sobre el conflicto palestino-israelí.
Las protestas pro Palestina en los campus universitarios representan no sólo una expresión legítima de solidaridad, sino también un poderoso recordatorio del papel vital que desempeñan los jóvenes en la lucha por la justicia y la dignidad. Es hora de escuchar sus voces, en lugar de silenciarlas, y trabajar juntos para construir un mundo donde todas las personas puedan vivir en paz y libertad.
El lobby israelí
A medida que se intensifican los conflictos en la región de Gaza y aumenta el riesgo de una escalada hacia una guerra regional, existe una lealtad inquebrantable hacia Israel por parte de Estados Unidos y sus aliados. Sin embargo, este apoyo constante ha generado consecuencias complejas y costos significativos. Israel se encuentra cada vez más aislado en la comunidad internacional y enfrenta la oposición tanto de la opinión pública mundial como de la mayoría de los gobiernos del mundo.
El costo financiero y el daño a la reputación de Estados Unidos son cada vez más evidentes. La defensa estadounidense en relación con Israel ha perdido su centralidad como proyecto de política exterior, así como la posición moral que alguna vez tuvo. Los ultrajes cometidos por los israelíes, a menudo sin la crítica de los representantes estadounidenses, socavan la credibilidad de Estados Unidos en el escenario internacional.
Entonces, ¿por qué Estados Unidos y sus aliados siguen ofreciendo un apoyo acrítico a Israel? Una opinión común es que este apoyo es el resultado de las actividades del lobby proisraelí, grupos de presión capaces de ejercer una influencia política y financiera considerable. Esta teoría ganó prominencia a partir de un artículo escrito por John Mearsheimer y Stephen Walt, titulado “El lobby de Israel“, publicado en 2006. En este ensayo, los autores exponen su visión sobre la influencia de los grupos de presión proisraelíes en la política exterior de Estados Unidos, destacando el poder de Comité de Asuntos Públicos de Israel estadounidense (AIPAC) como uno de los principales influenciadores.
Sin embargo, es importante contextualizar esta narrativa y considerar otras perspectivas. En primer lugar, Mearsheimer y Walt señalan que el lobby israelí no necesariamente representa las opiniones de todos los judíos estadounidenses, muchos de los cuales no se identifican fuertemente con Israel. Además, el lobby israelí no es único; Hay varios grupos de presión operando en Estados Unidos, y el lobby israelí es sólo uno de ellos. Su eficacia tampoco es unánime, ya que otros grupos de presión superan al AIPAC en términos de influencia financiera y política.
Es fundamental reconocer que el apoyo a Israel va más allá de las actividades de lobby y tiene sus raíces en cuestiones estratégicas y económicas. Históricamente, los intereses de Estados Unidos en la región de Medio Oriente son complejos e involucran una variedad de actores y factores. La presencia de Israel en la región es vista como un activo estratégico para Estados Unidos, especialmente en un contexto de inestabilidad y rivalidades regionales.
El análisis de la guerra de Irak de 2003 ejemplifica esta complejidad. Si bien algunos sostienen que el lobby israelí jugó un papel importante en este conflicto, es importante reconocer los intereses geopolíticos y económicos más amplios en juego. Estados Unidos buscó reforzar su influencia en Medio Oriente y garantizar el acceso a los recursos naturales de la región, como el petróleo. En este sentido, la guerra en Irak no puede atribuirse exclusivamente a la presión del lobby proisraelí.
Además, es crucial evitar simplificaciones excesivas al analizar las relaciones internacionales y el papel de los grupos de presión. Si bien el lobby proisraelí desempeña un papel en la promoción de políticas favorables a Israel, es sólo un componente de una compleja red de intereses e influencias. Es importante considerar la dinámica geopolítica más amplia y los objetivos estratégicos de Estados Unidos al evaluar el apoyo a Israel.
Comité de Asuntos Públicos de Israel Estadounidense (AIPAC)
En los pasillos del poder en Washington, pocos grupos de presión han ejercido tanto poder e influencia como el Comité de Asuntos Públicos de Israel estadounidense, Mejor conocido como AIPAC. Durante décadas, AIPAC ha sido una figura prominente en la política estadounidense, trabajando para promover los intereses de Israel en Estados Unidos. Sin embargo, en los últimos años el grupo ha enfrentado desafíos importantes a medida que la dinámica política y los acontecimientos internacionales dan forma al debate en torno a Israel y Palestina.
AIPAC ha sido durante mucho tiempo un bastión del apoyo bipartidista a Israel, apoyado por miembros tanto del Partido Demócrata como del Republicano. Sin embargo, a medida que las divisiones internas sobre la cuestión israelí se intensificaron en Estados Unidos, el AIPAC se vio cada vez más involucrado en estrategias políticas agresivas que alienaron a algunos sectores de los demócratas. Este escenario se ha agravado con la reciente escalada de conflictos en la región.
La crisis de identidad del AIPAC quedó evidenciada por sus esfuerzos por financiar a los rivales electorales de los demócratas considerados insuficientemente partidarios de Israel. Tradicionalmente, el grupo evitaba enfrentarse a los titulares, pero esta postura ha cambiado en los últimos años. La tensión se intensificó aún más debido a diferencias internas en el Partido Demócrata sobre Israel, en un contexto de crecientes críticas a la política israelí hacia los civiles en Gaza y barreras a la ayuda humanitaria.
Además, la compleja política de ayuda exterior en el Congreso ha presentado desafíos importantes para el AIPAC. La disputa sobre la financiación de Israel, en medio de debates sobre la asistencia a Ucrania, ha creado un impasse que el grupo aún no ha logrado superar. La influencia del expresidente Donald Trump al oponerse a fondos adicionales para Ucrania complicó aún más la situación, creando un dilema para AIPAC con respecto a sus intereses.
El enfoque cada vez más agresivo del AIPAC y los desafíos que enfrenta no pasaron desapercibidos, especialmente durante la reciente reunión con donantes y legisladores en Washington. El grupo ha obtenido apoyo entre miembros de ambos partidos, pero también ha enfrentado críticas por sus tácticas políticas. La emisión de vídeos que destacaban a los demócratas criticando a Israel generó controversia y planteó dudas sobre la dirección que está tomando AIPAC.
Los esfuerzos del AIPAC por socavar a los candidatos demócratas que no se alinean con su agenda han sido cuestionados por grupos progresistas, que han lanzado iniciativas para contrarrestar el impacto financiero del AIPAC en las elecciones. Estas tensiones reflejan un panorama político cambiante en Estados Unidos, donde la postura hacia Israel se ha convertido en una cuestión decisiva.
A pesar de los desafíos, AIPAC sigue siendo uno de los vestíbulo más poderoso en Washington, con una formidable capacidad para recaudar dinero e influir en la política exterior estadounidense. Sin embargo, las crecientes críticas y la dinámica política cambiante plantean desafíos importantes para el futuro del grupo y el debate sobre las relaciones entre Estados Unidos e Israel.
*Bruno Fabricio Alcebino da Silva Es Licenciado en Relaciones Internacionales y Ciencias Económicas en la Universidad Federal del ABC (UFABC)..
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