por JOÃO ANGELO OLIVA NETO*
Prólogo al libro recientemente publicado por Paulo Martins
Los catorce capítulos de este libro no dejan de tratar ningún aspecto relevante de la “imagen” en la antigüedad clásica, y debo recordar que por “imagen” hay que entender el resultado de una serie de medios: pintura mural y de jarrones, mosaico , “escultura” en piedra, en metal, en vidrio, escultura, por así decirlo, que ya se diversificó en la antigüedad sobre diversos soportes, como altos y bajorrelieves en puertas, escudos, cascos, monedas; como camafeos, gemas, copas, anillos, colgantes, tiaras, broches, que predicen bien el tamaño del material.
En el pasado inmediato, el libro surge de la tesis de la cátedra homónima que el autor defendió en 2014, con gran brillantez y coraje, como pude atestiguar yo, arguidor y presidente del comité: la puerta siempre es estrecha. Y ahora, ante el honor y el privilegio de escribir el prefacio del libro, me encuentro en dificultades porque también Paulo Martins es generoso en sus “Prolegómenos” al rastrear, retrospectiva e introspectivamente, el primer origen del viaje, dejando a quienquiera que sea. no había casi nada que decir.
Creo que lo hizo porque la Habilitación, siendo siempre y sólo un título, después de la Maestría y el Doctorado, y no también un cargo, es la culminación de la carrera intelectual del profesor universitario, y llevarla a cabo trae a la memoria cuando, donde y hasta por qué empezó todo, que al final es un ejercicio estimulado por el “memorial” que forma parte de las pruebas. Bueno, casi nada quedó sin decir, y ese poquito que faltaba, una grieta por la que el ojo testimonial puede ver mucho, también mostrará cómo, a mi modo de ver, empezó todo.
Colegas en el bachillerato de griego y latín, alumnos de profesores como el difunto José Cavalcante de Souza y Francisco Achcar, hermanos de condiscípulos como Roberto Bolzani Filho y Adriano Machado Ribeiro, que ahora son compañeros docentes, sabíamos mucho más que, sin estas conversaciones sin pretensiones, nos habría sido posible saber sobre el pensamiento de Platón y sobre la trama de Eneida, de Virgilio. Estábamos, puedo decir, cómodos con lo que sabíamos, por ejemplo, sobre las diferencias entre el mundo sensible y el mundo inteligible de Platón, conocimiento que, gracias a su antigüedad, era correcto, seguro y cierto, convirtiéndose casi en una mera información. .
Lo mismo ocurría con el Eneida, cuyas dos mitades, el viaje de Eneas y la guerra que libró en Italia, aprendimos a ser la suma en orden inverso de la materia de Ilíada y el de Odisea Homérico: los viajes erráticos de Odisea narrado primero, desde los cantos I al VI, y las duras batallas del Ilíada, narrado después, del canto VII al XII. Pues bien, en ese deambular, parecido al de Ulises, Eneas aterriza en Cartago y, explorando el lugar, se topa con una pintura mural en la que ve precisamente los combates de Troya, de la que acababa de salir, y sus protagonistas, entre los que el mismo! Eneas se ve a sí mismo en el cuadro y concluye que ya es una leyenda.
Apreciamos el paso en el que Ulises, invitado en la corte de las Heces, escucha la canción de Demódoco, cuyo material son las hazañas del propio Ulises, quien luego concluye que él también es ya una leyenda. Y luego admiramos la forma en que Virgilio, imitando a Homero, sustituyó el canto de Demódoco por otro medio de narrar, ya no cantando, sino pintando, y atribuimos el procedimiento a la emulación, en la que se imita, tratando, sin embargo, de, variar y superar el modelo, que no era incorrecto.
Pero también habíamos aprendido que había un significado iniciático en el viaje de Eneas, ese extraño héroe que, derrotado en Troya y expatriado en busca de otra patria, era necesario, desde la perspectiva de Virgilio y las leyendas que hacen descender a los romanos de perdedores troyanos, para dejar atrás, de hecho, todo lo que todavía tenía carácter troyano, para que la Roma que él ayudó a fundar no sufriera la vulnerabilidad de Troya, ciudad que, por amor a lo bello y lo bello, acabó hasta perder su propia existencia. El viaje de Eneas no fue sólo navegar hacia el oeste, sino que también fue un viaje hacia su interior, un viaje que hizo para conocerse a sí mismo y también a las nuevas y durísimas condiciones en las que apenas sobrevivía.
Ahora bien, desde tal perspectiva, no era difícil percibir la importancia del Canto VI de Eneida, en el que Eneas en el mundo infernal, instruido por Manes de su padre, se entera de la realidad misma de las cosas que ya sucedieron, las que sucedieron y las que aún ocurrirían. Eneas desde entonces sabe quién es. En otras palabras, era fácil percibir allí el desafío del pensamiento de Platón, inteligentemente apropiado por Virgilio: Eneas en esas plagas infernales del Canto VI, que son también el más allá, penetra en el mundo inteligible, toma conocimiento de las cosas mismas y por lo tanto ahora sabe, sabes. Y así nos fue durante unos años y no estuvo mal.
Y fue entonces, a principios de la década de 1990, cuando, en mi opinión, se produjo el movimiento decisivo que, como todo lo genial, es simple y, en su simplicidad, ¡brillante! Fue cuando, por primera vez, la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas vio la importancia de estudiar las imágenes en la literatura a través de la literatura, o mejor dicho, las letras. Así lo vi y lo escuché: yo ya era profesor y Paulo Martins era estudiante de posgrado, y una tarde después de una de sus clases de posgrado llegó y dijo: “¿no crees que Eneias contemplando el cuadro en el rincón yo corresponde al mundo sensible y testificándose progresivamente después la máquina del mundo en el rincón VI corresponde al mundo inteligible de Platón?
No es frecuente que tengamos la experiencia de ver todo simultáneamente y saber simultáneamente en ese instante que estamos viendo todo. Una vez leí que John Lennon quería escribir Alicia en el País de las Maravillas. También podía pensar en innumerables libros que quería haber escrito, ¡pero en ese momento solo quería tener esa idea! Ojalá hubiera vislumbrado que Eneas contemplando los cuadros es para el mundo sensible, como penetra en el mundo infernal y ver las cosas mismas es para el mundo inteligible de Platón. Y hoy estoy orgulloso de haberle dicho a Paulo exactamente eso, precisamente en ese momento, y de haberlo repetido cada vez que pude, a quien fuera y en las muchas clases que di en el Eneida en Literatura Latina.
Porque creo en este concepto de idea, que se puede decir "penetración”, “glimmer”, “synapse”, o lo que sea, que siempre es lo que pasa con la inteligencia. Sí creo que los resultados de la investigación académica pertenecen a todos, así como las ideas que les dieron origen pertenecen solo a quienes las concibieron, solo a aquellos a quienes los dioses favorecieron, y así deben ser acreditados. Descubrí que los que prefieren no dar crédito son precisamente los que no tienen ideas propias. En verdad, el pasaje en el que Eneas, contemplando las pinturas, se ve a sí mismo no sólo fue la imitación emulativa del paso homérico, sino que fue también la amplia apropiación del pensamiento de Platón para que Virgilio construyera un héroe que, así, por mucho que lleve evidentes analogías con Ulises y Aquiles, como ya he dicho, es completamente diferente de cualquier héroe homérico y no podría existir en Homero, ya que Ilíada e Odisea son anteriores a Platón.
A Eneida, aunque la emulación imitativa de Ilíada y Odisea, contiene, sin embargo, por decisión deliberada de Virgilio, inserciones de disciplinas que en tiempos homéricos aún no existían como tales, como, entre otras, la retórica, la historia, la tragedia, la comedia y también la filosofía. Las deudas se pagan: no ser un poeta arcaico tiene su precio, pero parece tener algunas buenas recompensas. Debido a la intuición de Paulo Martins, está claro que el desafío de Platón en Eneida no se limita al Canto VI, sino que comienza mucho antes, en el Canto I, que por lo tanto prepara para ese viaje de autoconocimiento.
Pues bien, esta idea germinal entre nosotros es Paulo Martins y fue a partir de esa disertación de posgrado que se dio cuenta y nos hizo a nosotros, colegas y estudiantes, darnos cuenta de la importancia de las imágenes en las letras antiguas, pero no solo las imágenes propiamente icónicas: estatuas, pinturas y tantas otras que enumeré arriba-, que aprendió bien (y ahora enseña mejor) a mirar, es decir, a leer e interpretar, pero también las “imágenes textuales”, por supuesto, la presencia de esas mismas imágenes y otras, todo ahora descrito en textos en prosa y en verso, de los cuales las écfrasis que se han leído (y visto) desde Homero son sólo el ejemplo más conocido.
El camino diversificado como los primeros, es decir, las imágenes físicas mismas, Paulo Martins trató de discriminar según el término con que los antiguos las designaban – estatua, efigies, signum, simulacro, escultura, imagen, prosopon, agalma, eidolónetc.- para mostrar cómo predijeron los antiguos que serían vistos y qué significado les gustaría que tuvieran, y así lo hizo (continúa la diversificación), teniendo en cuenta también el espacio que ocupaban y los ambientes en los que circulaban. Ahora bien, el espacio, los ambientes atañen a la oposición entre la esfera pública (el foro, las aceras, las puertas de la ciudad, los edificios públicos, los templos) siempre explícitamente política, perteneciente a los asuntos de la república, y la esfera privada (la casa , la villa, la oficina, los jardines privados, las joyas, los artefactos), que en una sociedad aristocrática, censual y esclavista, quizás no lo sea menos, pero se producirá indirectamente, al estar relacionado con el ocio .
En cuanto a las imágenes textuales (sigue la diversificación), el autor comienza por distinguir por un lado, digámoslo con sencillez de prefacio, la descripción que se da en los poemas -las écfrasis- y por otro, la descripción que se emplea en la oratoria. discursos –la enargía o evidencia–, que es un tropo retórico persuasivo que tenemos, como tal, teorizando milenariamente. Pero pronto pasó a ocuparse de objetos más complejos, como ciertos espacios, cuya descripción es dinámica porque presupone el movimiento del observador, como sucede con el palacio de Alcínoo en Odisea y precisamente el mundo infernal en Eneida. Y finalmente, además de distinguir descripciones, el autor analiza cómo, según los antiguos, las imágenes se procesan en el alma del observador.
El material multiplicado que expone este libro deriva, creo, de esa primera idea. Creo haber utilizado, sin decirlo y sin saberlo, el conocido evento biológico en el que un organismo simple se transforma y multiplica en organismos complejos y variados. La idea de Paulo Martins fue tan brillante porque fue el iniciador de todo lo que hoy se puede estudiar en relación a la imagen en el mundo antiguo en la Universidad. ¿Por qué decir más? Todo lo que ella generó el lector podrá verlo en este libro.
*João Angelo Oliva Neto es profesor de Letras Clásicas en la USP. Autor, entre otros libros, de El libro de Catulo (EDUSP).
referencia
Paulo Martín. La representación y sus límites: pictura loquens, poesis tacens. São Paulo, EDUSP, 2021, 368 páginas.