por JOSÉ MICAELSON LACERDA MORAIS*
El problema de la renta capitalista sólo podrá formularse adecuadamente basándose en la distinción entre trabajo y fuerza de trabajo.
1.
Para David Ricardo, la cuestión principal de la economía política consistía en determinar las leyes que regulan la distribución, es decir, las leyes detrás de la “trayectoria natural del ingreso, la ganancia y el salario”; y la “influencia de los impuestos sobre las diferentes clases de la sociedad”. A partir del estudio que este autor había hecho de las obras de Malthus (“Estudio sobre la naturaleza y el progreso de la renta”, 1815), y de otro autor, al que él se refiere sólo como “un miembro de la University Collegede Oxford (“Ensayo sobre la aplicación del capital a la tierra”), David Ricardo formuló el llamado “problema de la renta”.
Para él, estos dos autores habían “examinado correctamente los principios de la renta”, lo que dio como resultado una “verdadera teoría de la renta”, que ni Smith, Turgot, Stuart, Say, Sismondi u otros “autores competentes” habían examinado correctamente: “[ …] sin cuyo conocimiento es imposible comprender el efecto del progreso de la riqueza sobre las ganancias y los salarios, o incluso controlar satisfactoriamente la influencia de los impuestos sobre las diferentes clases de la sociedad, especialmente cuando los bienes gravados son productos obtenidos directamente de la superficie. de la tierra […]” (RICARDO, 1982, p. 39).
Por tanto, el “problema de la renta” para David Ricardo estaba relacionado con las leyes que rigen, por un lado, la renta y las ganancias de la tierra, y por el otro, las ganancias y los salarios. Por tanto, el “problema de la renta” tiene su origen en la renta de la tierra, entendida como la “[…] compensación pagada a su propietario por el uso de las fuerzas originales e indestructibles de la tierra” (RICARDO, 1982, p. 66). Desde esta perspectiva, la renta de la tierra constituye la remuneración de un factor productivo, al igual que la ganancia del capital y los salarios de la fuerza laboral.
Sin embargo, cuando Ricardo añadió las hipótesis del crecimiento demográfico y el cultivo de tierras más lejanas y de diferentes calidades, también cambió el concepto de renta. Este ingreso ya no se refiere sólo a la remuneración del factor tierra, sino también a una diferencia en la productividad de igual capital invertido en tierra que resulta en ingresos diferentes (la idea de ingreso diferencial). Como existe la necesidad de cultivar porciones de tierra más distantes y con menor fertilidad, estos mayores costos de producción comienzan a determinar los precios de mercado de los productos agrícolas.
Tiene razón David Ricardo cuando afirma que “[…] la razón por la cual hay un aumento en el valor comparativo de los productos agrícolas es la utilización de más trabajo para producir la última porción obtenida y no el pago al propietario de la tierra […]” . Así, al no hacer la distinción entre ingreso como remuneración e ingreso como diferencia de productividad en el cultivo de tierras de diferentes calidades, el citado autor generó un problema importante en el tema del ingreso. Sugirió que el valor total de la diferencia en productividad era apropiado por el terrateniente en forma de renta diferencial.
Sin embargo, para comprender correctamente esta cuestión debemos considerar el papel del inquilino capitalista en el proceso de apropiación del ingreso; incluyendo la parte de la renta que se refiere al excedente económico (en este caso, renta diferencial). David Ricardo, tal vez por pensar de manera estrictamente abstracta, pasó directamente a la relación entre el aumento del costo de los productos de la tierra, su repercusión en los costos laborales y de ahí a la reducción de la tasa de ganancia del sistema económico, sin llevar otras mediaciones necesarias.
2.
En el capítulo VI, “De las ganancias”, David Ricardo introdujo la figura del arrendatario como un agente totalmente pasivo, aquel que entrega el valor íntegro de la diferencia de productividad de los ingresos de la tierra a su propietario. Es como si la renta de la tierra siguiera siempre al aumento del precio de los productos agrícolas, cuando en realidad la renta de la tierra, tal como lo establece el propio autor, se refiere al pago por el uso de la tierra, que se supone establecido de antemano mediante un contrato entre el arrendatario capitalista y el terrateniente.
David Ricardo tal vez no se dio cuenta de que tratar la renta de la tierra de esta manera implica, en última instancia, descalificar al inquilino como capitalista. Pero, por el contrario, como también lo entiende Marx (2017b, p. 675), “[…] la agricultura es operada por capitalistas, quienes inicialmente se distinguen de otros capitalistas por la forma en que se invierte su capital y el trabajo asalariado que se pone en marcha. movimiento de este capital […]”. De esta manera, la renta que recae sobre el terrateniente no es más que una parte de la plusvalía producida por el capital. La renta de la tierra sólo puede considerarse un componente autónomo cuando se define como renta del factor productivo tierra, ya que, en general, se presenta sólo como una transferencia de una parte de la plusvalía producida por el capital.
Si nuestro razonamiento es correcto, el aumento de precios proporcionado por el aumento de los costos de producción en tierras más distantes y con menor fertilidad podría aumentar la ganancia del arrendatario capitalista en tierras más cercanas al mercado y con mayor fertilidad, en lugar de generar un ingreso más alto. elevado al propietario de la tierra en forma de renta diferencial, tal como la define David Ricardo en su teoría de la renta de la tierra. Esto se debe a que el alquiler pagado por el inquilino al propietario representa una suma de dinero fijada por contrato. En este sentido, si las condiciones económicas son favorables al inquilino durante el período del contrato, suponer que el beneficio extra del inquilino simplemente se transferirá al propietario no parece constituir una premisa válida.
Hay un párrafo en el capítulo 37 del libro III, La capital, bastante esclarecedor al respecto: “El requisito previo para el modo de producción capitalista es, por tanto, el siguiente: los verdaderos cultivadores de la tierra son trabajadores asalariados, empleados por un capitalista, el arrendatario, que sólo se dedica a la agricultura como campo. de explotación específica del capital, como inversión de su capital en una esfera particular de producción. Este capitalista arrendatario paga al terrateniente, al propietario de la tierra que explota, en períodos determinados, digamos anualmente, una suma de dinero fijada por contrato (exactamente de la misma manera que el prestatario de capital monetario le paga intereses determinados por él). ) a cambio de permiso para aplicar su capital en este campo particular de producción. Esta suma de dinero se llama renta de la tierra, independientemente de que se pague por tierras cultivables, tierras para construcción, minas, caladeros, bosques, etc. Se paga por todo el tiempo durante el cual el propietario del terreno prestó, o alquiló por contrato, el terreno al arrendatario. En este caso, la renta del suelo es la forma en que se realiza económicamente la propiedad de la tierra, la forma en que se aprecia su valor. Además, aquí están, reunidas y enfrentadas, las tres clases –el trabajador asalariado, el capitalista industrial y el terrateniente– que constituyen el hito de la sociedad moderna” (MARX, 2017b, p. 679).
Un breve análisis de las transformaciones que se produjeron en el campo, entre los siglos XV y XIX, revela tanto el papel activo del inquilino capitalista en el desarrollo del capitalismo como la creciente disminución de la influencia y el poder de los propietario sobre la economía. Como destacó Marx (2017a, p. 814), “[…] La revolución agrícola, ocurrida en el último tercio del siglo XV y se extendió a lo largo de casi todo el siglo XVI […], enriqueció al arrendatario tan rápidamente como empobreció la población rural […]”.
Otros factores que contribuyeron enormemente a tal enriquecimiento fueron la caída del valor de los metales preciosos y el aumento constante de los precios de los productos agrícolas: “En el siglo XVI […] la continua caída del valor de los metales nobles y, en consecuencia, de dinero, dio frutos de oro al inquilino. Ella redujo […] el nivel salarial. Una fracción de este último se incorporó a las ganancias del arrendatario. El aumento constante de los precios de los cereales, de la lana, de la carne, en definitiva, de todos los productos agrícolas, infló el capital monetario del arrendatario [...], mientras que la renta de la tierra, que debía pagar, se fijaba contractualmente en valores monetarios obsoletos. valores. De este modo se enriqueció, al mismo tiempo, a costa de sus asalariados y de sus propietario. No sorprende, entonces, que Inglaterra, a fines del siglo XVI, tuviera una clase de 'inquilinos capitalistas', considerablemente rica para los estándares de la época” (MARX, 2017, p. 814-815).
El problema con la formulación teórica de David Ricardo fue que trataba la agricultura, en particular la renta de la tierra, como el principal elemento desestabilizador del sistema. Sin embargo, era un período en el que la industrialización daba grandes pasos hacia la mecanización del departamento de producción de bienes, mediante la creación del sector ferroviario, lo que daría al capital un alto grado de autonomía sobre el proceso de acumulación de capital (subordinando a sus (interesa el mercado laboral, el progreso técnico y los mercados de factores y productos), así como una importante “anulación del espacio por el tiempo” con importantes implicaciones para el coste del transporte y las comunicaciones y el tiempo de rotación del capital.
Como señaló Eric Hobsbawm (2009, p. 181), “[…] la agricultura británica ya no constituye el sustento general de toda la economía, pasando a ser sólo una rama de la producción, algo parecido a una 'industria', aunque, naturalmente, por con diferencia la mayor actividad en términos de empleo […]”. Como explica este autor, la participación de la agricultura en el ingreso nacional bruto cayó continuamente entre 1811 y 1851, de 1/3 a 1/5.
Volvamos al papel del inquilino capitalista. La estructura social y política de Gran Bretaña, como explica Eric Hobsbawm (2009), estaba controlada por los terratenientes. Según él, “el grado de concentración de la propiedad de la tierra no tenía paralelo en otros países industriales”, y en este aspecto también residía “la fuerza de la agricultura británica en el siglo XVI”. XVIII y XIX”. Como al gran terrateniente le interesaba arrendar su tierra, estaban “[…] dispuestos a fomentar socios eficientes con las condiciones de sus arrendadores, capaces de realizar inversiones sustanciales y soportar al menos parte de la carga de los tiempos difíciles, reduciendo el arrendamiento o permitiendo la acumulación de deudas […]” (HOBSBAWM, 2009, p. 186). A su vez, el inquilino era un “agricultor 'progresista'”, hecho expresado en su “espíritu más comercial”.
A diferencia de lo que formuló David Ricardo, los inquilinos eran capitalistas activos que se enriquecieron y aplicaron su riqueza como capital en otros sectores económicos, a través de la “economía inhumana de la agricultura comercial”. Eric Hobsbawm (2009, p. 97) destaca este aspecto de la riqueza cuando escribe “la opulencia misma de los agricultores, cada vez más prósperos, con sus hijas pianistas”. Además, la propia clase terrateniente puede considerarse una clase estéril en el sentido productivo, pero en términos de dinámica capitalista contribuyó al crecimiento de las ciudades y, en consecuencia, al aumento de la demanda efectiva del sistema; y debe haber sido una contribución considerable, ya que los terratenientes constituían la clase más rica de Gran Bretaña.
Los ingresos del terrateniente eran un elemento activo de la economía. No se limitó al consumo de lujo, sino que también se utilizó como medio para obtener nuevos ingresos. Así, el estudio histórico del período realizado por Eric Hobsbawm (2009) explica: “como propietario de tierras realmente grandes, el señor rural no necesariamente dependía de los ingresos agrícolas. Podía disfrutar de las rentas de las propiedades urbanas, que iban aumentando de valor, o de las ganancias de las minas y de los ferrocarriles que una bendita providencia había colocado en sus tierras, o incluso de los intereses de sus gigantescas ganancias, invertidas en el pasado” (HOBSBAWM, 2009 , pág. 99).
3.
Con base en el análisis realizado en los párrafos anteriores, no confirmamos el ingreso diferencial como un elemento desestabilizador del sistema económico. La renta diferencial se presenta más como un recurso lógico formulado por Ricardo para justificar la causa de lo que él pensaba que era el elemento limitante del proceso de acumulación; el aumento de las rentas de la tierra. El problema de David Ricardo era encontrar una manera de justificar una tasa única de beneficio para la economía. Lo hizo mediante la abstracción de que la diferencia en las ganancias derivadas del uso de la tierra con diferentes niveles de productividad simplemente se transfería de los arrendatarios al propietario.
En general, fue un artificio formulado para cerrar lógicamente su teoría de la renta de la tierra. Marx propuso una solución diferente a este problema: “es posible considerar que la simple entrada del arrendatario capitalista en la producción agrícola proporciona la prueba de que el precio de los productos agrícolas, que siempre han pagado renta de una forma u otra, necesita situarse, al menos en el momento de esta entrada, por encima de los precios de producción de las manufacturas, ya sea porque se eleva al nivel de un precio de monopolio, ya sea porque ha aumentado hasta alcanzar el valor de los productos agrícolas y su valor. está, de hecho, por encima del precio de producción regulado por la ganancia media […]” (MARX, 2017b, p. 861).
En general, para finalizar el análisis del ingreso en David Ricardo, es interesante mostrar que el tratamiento de la distribución del excedente económico para él siguió la misma lógica establecida por Adam Smith. La única diferencia fue que en David Ricardo el “estado estacionario” pasó a ser “culpa exclusiva” del terrateniente. Sin embargo, era un momento inoportuno para tal formulación, ya que la acumulación de capital se encaminaba hacia su completa autonomía mediante el establecimiento de grandes industrias mecanizadas.
Si eso no fuera suficiente, la dinámica del capitalismo británico en ese período histórico, como nos explica Marx en Manuscritos económico-filosóficos, intentó disolver la “[…] diferencia entre capitalista y terrateniente, de modo que, en total, sólo hay dos clases de población, la clase trabajadora y la clase capitalista. Esta venta con descuento (Verschacherung) de la propiedad de la tierra, la transformación de la propiedad de la tierra en una mercancía es la ruina final de la vieja aristocracia y la mejora final de la aristocracia del dinero” (MARX, 2010, p. 74).
Hay un pasaje en el capítulo 47, “Génesis de la renta capitalista de la tierra”, del libro III, de La capital, que es muy esclarecedor y resume nuestro argumento sobre el problema del ingreso en David Ricardo, tal como lo presentamos. La cita, a pesar de ser bastante larga, merece nuestra atención: “[…] Con el surgimiento del arrendatario capitalista entre el propietario de la tierra y el agricultor que realmente trabaja, se rompen todas las relaciones que se originaban en el antiguo modo de producción rural. El arrendatario se convierte en el verdadero comandante de estos trabajadores agrícolas y el verdadero explotador de su excedente de trabajo, mientras que el propietario de la tierra sólo establece con este arrendatario capitalista una relación directa, es decir, una mera relación monetaria contractual. De esta manera, la naturaleza de la renta también se transforma, no sólo de hecho y fortuitamente, como ya ocurría en parte en formas anteriores, sino de manera normal, en su forma dominante reconocida. En la forma normal de plusvalía y plustrabajo, se reduce a un excedente de este plustrabajo sobre la parte de la cual el capitalista explotador se apropia en forma de ganancia; de la misma manera, ahora este capitalista extrae directamente todo el plustrabajo –ganancia y excedente sobre ganancia– en forma de plusproducto total y lo convierte en dinero […] Así, en la forma normal de plusvalía y plustrabajo La renta se convierte entonces en un excedente de esa esfera particular de producción, la esfera agrícola, un excedente sobre esa parte del trabajo excedente que el capital reclama como perteneciente a él por adelantado y estándar [normalmente]. En lugar de la renta, es la ganancia la que ahora se ha convertido en la forma normal de la plusvalía, y la renta se considera sólo como una forma, autónoma en circunstancias especiales, no de la plusvalía en general, sino de una determinada rama de esta última: de ganancia extra […] Ya no la tierra, sino el capital, pasó ahora a sujetar directamente el trabajo agrícola a sí mismo y a su productividad (MARX, 2017b, p. 860).
La formulación teórica de David Ricardo fue un gran aporte para hacer de la economía una ciencia, en el sentido moderno del término, pero al mismo tiempo se convirtió en un obstáculo para comprender la explotación de la fuerza laboral en el capitalismo. Porque, como muy acertadamente lo expresó Francisco Teixeira (2004), fue con él que se formuló de manera precisa la teoría del valor, eliminando el carácter ambivalente que le daba Adam Smith (el valor como trabajo contenido y como trabajo mandado): “Si , en nombre del principio de coherencia, David Ricardo se vio obligado a ocultar el origen de la plusvalía, ¿cómo explica entonces las ganancias y los ingresos de la tierra? Esta cuestión se vuelve más dramática, considerando que, para él, todo el valor del producto se resuelve en el trabajo. Si esto es así, las ganancias y los ingresos no son más que títulos bajo los cuales capitalistas y propietarios comparten el valor extra generado por el trabajo; por tanto, de un valor que supera el trabajo remunerado utilizado para su producción. Esto plantea la pregunta de antes: ¿cómo explicar el origen de las ganancias y los ingresos sin violar el principio de coherencia? Para Ricardo sólo hay una salida: simplemente admitirlos como un hecho. Eso es exactamente lo que hizo” (TEIXEIRA, 2004, p. 57).
4.
El problema de la renta capitalista sólo podrá formularse adecuadamente a partir de la distinción entre trabajo y fuerza de trabajo hecha por Marx. Porque sólo a partir de tal distinción y de la comprensión del trabajo como sustancia de valor, en el contexto de la propiedad privada burguesa de bienes de producción y subsistencia, podría realizarse un análisis real de la apropiación del ingreso social, fuera del lugar común de la economia.Division clasica del producto social entre salario, beneficio e ingreso.
De esta manera, sólo la contribución teórica de Marx tiene el potencial de liberarnos de la alienación formulada por la teoría económica dominante de que la distribución del producto social en el capitalismo es un aspecto natural de nuestra sociabilidad/civismo: “[…] De esta manera, capital ya se ha transformado en una entidad altamente mística, en la medida en que todas las fuerzas productivas sociales del trabajo aparecen como fuerzas pertenecientes al capital, y no al trabajo como tal, como fuerzas que se originan en su propio corazón […] La plusvalía, en el forma de ganancia, ya no se refiere a la parte del capital desembolsado en trabajo, de la cual se deriva, sino al capital total [...] Todo esto contribuye a ocultar cada vez más la verdadera naturaleza de la plusvalía y, en consecuencia, la verdadera mecanismo que mueve el capital […] Las ganancias promedio en sí mismas parecen ser intrínsecas al capital; independiente de la explotación […] La autonomía de la forma de plusvalía, su osificación respecto de su sustancia, de su esencia, se completa con la división del beneficio en beneficio empresarial e interés […] Por otro lado, aparece el interés, entonces , como independiente, ya sea del trabajo asalariado del trabajador o del propio trabajo del capitalista, y como teniendo su origen en el capital como fuente propia e independiente [...] La mistificación del modo de producción capitalista, la cosificación de las relaciones sociales, está completo […] el mundo encantado, distorsionado y al revés” […] (MARX, 2017b, p. 890-892).
Finalmente, no puede haber una manera más clara de describir el problema del ingreso que la expresada por Marx en el párrafo anterior. A través de él pretendemos demostrar que la forma trinitaria es una construcción social, no una ley de la naturaleza. Dado que se trata de una construcción social y nos ha llevado, como sociedad, a un callejón sin salida, en términos de promover una combinación de sociabilidad/civilidad que es extremadamente contradictoria y, por lo tanto, al mismo tiempo asocial/antisocial y ambientalmente y beligerantemente autodestructivo–, o cambiamos esta construcción o nos aniquilará como humanidad.
*José Micaelson Lacerda Morais es profesor del Departamento de Economía de la URCA. Autor, entre otros libros, de Ingresos, luchas de clases y revolución (Club de Autores).
Referencias
HOBSBAWM. eric j De la revolución industrial inglesa al imperialismo. Río de Janeiro: Editora Forense Universitária, 2009.
MARX, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos. São Paulo: Boitempo, 2010.
MARX, Carlos. El capital: crítica de la economía política. Libro I: el proceso de producción del capital. 2ª ed. São Paulo: Boitempo, 2017a.
MARX, Carlos. El capital: crítica de la economía política. Libro III: El Proceso Global de Producción Capitalista. São Paulo: Boitempo, 2017b.
RICARDO, David. Principios de Economía Política y Tributación. São Paulo: Abril Cultural, 1982. (Los Economistas)
TEIXEIRA, Francisco José Soares. Trabajo y valor: aporte a la crítica de la razón económica. São Paulo: Cortez Editora, 2004.
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