la renta capitalista

Imagen: Ingo Joseph
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por JOSÉ MICAELSON LACERDA MORAIS*

Algo tan irracional como un logaritmo amarillo

Introducción

La economía es de hecho una ciencia curiosa. Cuanto más “científico” trata de hacerlo un grupo de sus pensadores, menos capaz se muestra de ir más allá de la superficie de los problemas económicos reales, es decir, cuanto mayor es el grado de abstracción alcanzado por él, mayor, también, parece ser el grado de abstracción, la superficialidad de sus explicaciones de los fenómenos económicos del mundo real. Sin embargo, más grave aún es la constatación de que cuanto mayor es su grado de autonomía “científica”, mayor es la distancia que toma de aquello con lo que debe relacionarse y transformar; sociedad y política. Sin embargo, tal distancia aparece a los ojos más atentos como una mera ilusión, ya que la Ciencia Económica, como todo lo que tocaba el capital, se había convertido en una mera sierva de sus designios.

A grandes rasgos, es como si existiera una “verdad científica”, muy relacionada con los intereses del capital (y financiada y dirigida por él), y una “verdad social”; entendido por corriente principal no como una realidad existente de una base material de las relaciones sociales, sino como una teoría -a menudo ahistórica, asocial y apolítica- que aún no se ha realizado. Ambas “verdades” nacen así como “no verdades” (si entendemos por verdad la estrecha correspondencia entre el pensamiento y la realidad existente).

El primero se encierra en sí mismo y los dueños de esta “verdad”, los científicos, forman una clase al margen de la sociedad y, muchas veces, incluso de sus pares. Bueno, la inclusión y el reconocimiento, en cada área de investigación, suceden casi como un privilegio. Depende mucho más de que el investigador acepte lo que es “verdadero” para un determinado grupo de investigación, que de la importancia misma de su tema o de sus implicaciones sobre una realidad existente (algo como si la ciencia tuviera vida propia independiente del investigador, su contexto social y sus intereses). A su vez, la “verdad social”, como realidad existente, parece no formar parte directamente de la “verdad científica” o, peor aún, es tratada como una desviación, un error o incluso un fracaso, en relación con un determinado modelo. o modelo, teoría. Claramente, este es el caso del problema del ingreso en la ciencia económica.

La teoría económica tradicional se ha movido hacia dar al mercado, como categoría científica central del análisis económico, el carácter de mecanismo necesario y suficiente que explica todo y, en el que, en él, todo se resuelve; un mecanismo creado por la sociedad, pero que a la vez prescinde de ella, por ser autosuficiente. Mediante este procedimiento, naturalizó los procesos de producción y distribución de la renta total de la sociedad entre salarios, intereses-ganancias y rentas y, al mismo tiempo, encubrió las formas reales de distribución basadas en métodos de expropiación, explotación y dominación de lo social. mano de obra. .

En otras palabras, si algo está mal en la sociedad, es solo por falta de mercado, una falla en el mercado o demasiada interferencia por parte del Estado. Algo como si el proceso de acumulación de capital no tuviera implicaciones o incluso, en última instancia, determinaciones sobre los procesos económicos y las relaciones sociales reales, al reproducirse perpetuamente capitalistas, por un lado, y trabajadores asalariados, por el otro, asegurando así también forma la perpetuación de las relaciones sociales de explotación y expropiación de la fuerza de trabajo.

El problema de los ingresos que se trata en este artículo es parte de la contradicción esbozada anteriormente. Sin embargo, existe cierta confusión en la literatura especializada sobre el tema de los “ingresos”. Generalmente, cuando se trata del término en el contexto de la economía clásica y la economía marxista, lo relacionamos directamente con el tema de la renta de la tierra. Aunque inicialmente el problema fue planteado de esta manera (Ricardo), presenta una dimensión mucho mayor de la cual la renta de la tierra constituye sólo una fracción. Este problema, como quedará claro a lo largo del artículo, concierne a la forma misma de sociabilidad instaurada por el capitalismo.

El problema, en su forma clásica, fue propuesto por primera vez por Ricardo, en el prefacio de sus “Principios de economía política y tributación”, publicado en 1817. Para él, el problema de la renta está relacionado con la formulación de un “ verdadera teoría de la renta”, algo que sus antecesores (“Adam Smith” y otros “autores competentes”) no habían logrado. Esta "teoría del ingreso verdadero" solo había sido esbozada por Malthus y un "miembro de la University College"De Oxford. Y, solo a partir de ella, según Ricardo, era posible formular conocimientos posibles para “[…] comprender el efecto del progreso de la riqueza sobre las ganancias y los salarios, o incluso monitorear satisfactoriamente la influencia de los impuestos sobre las diferentes clases de la sociedad [ …]” (RICARDO, 1982, p. 39).

Ricardo, al tratar la “cuestión económica” como un problema de ingresos, sometió los problemas de producción al problema de distribución. Pero, para el autor, la distribución ya aparece como un dato dado, pues refleja las relaciones entre la renta de la tierra, la ganancia y el salario, correspondientes, respectivamente, a las tres clases de la sociedad, el terrateniente, el dueño del capital y los trabajadores asalariados. Ricardo trata así la consecuencia como una causa, y le da a una cierta configuración de distribución, la que favorece la ganancia, el carácter de ser la única forma racional de funcionamiento de la economía. Al naturalizar la renta en salarios, ganancias y rentas de la tierra, también naturaliza la sociedad capitalista y justifica su forma de sociabilidad. Al respecto, Ricardo sólo reafirma la solución distributiva de Smith.

 

El problema del ingreso en Ricardo

Así, el “problema de la renta” para Ricardo estaba relacionado con las leyes que rigen, por un lado, la renta de la tierra y las ganancias y, por otro, las ganancias y los salarios. Por tanto, el “problema de la renta” tiene su origen en la renta de la tierra, entendida como la “[…] compensación pagada a su propietario por el uso de las fuerzas originarias e indestructibles de la tierra” (RICARDO, 1982, p. 66). )

Desde esta perspectiva, la renta de la tierra constituye la remuneración de un factor productivo, como lo es la ganancia para el capital y el salario para la fuerza de trabajo. Sin embargo, cuando Ricardo añadió los supuestos de crecimiento demográfico y cultivo de tierras más lejanas de distintas calidades, también cambió el concepto de renta. Este ingreso ya no se refería a la remuneración del factor tierra, sino a una diferencia en la productividad de igual capital invertido en la tierra que resultó en ingresos diferentes (la idea de ingreso diferencial). Al existir la necesidad de cultivar porciones de tierra más distantes y menos fértiles, sus costos de producción comienzan a determinar los precios de mercado de los productos agrícolas. Tiene razón Ricardo cuando afirma que “[...] la razón por la cual se produce un aumento en el valor comparativo de los productos agrícolas es el uso de más mano de obra para producir la última porción obtenida y no el pago al terrateniente [... ]”.

Sin embargo, al no hacer la distinción entre ingreso como remuneración e ingreso como diferencia de productividad en el cultivo de tierras de diferentes calidades, Ricardo generó un problema mayor en el tema de la distribución. Sugirió que el propietario de la tierra se apropiara de todo el valor de la diferencia de productividad (la renta diferencial). Sin embargo, para una correcta comprensión de este tema, es necesario considerar el papel del arrendatario capitalista en el proceso de apropiación de la renta; incluyendo la parte del ingreso que se refiere al excedente económico. Ricardo, tal vez por pensar estrictamente en forma abstracta, pasó directamente a la relación entre el aumento del costo de los productos de la tierra, su repercusión en los costos laborales y de ahí a la reducción de la tasa de ganancia del sistema económico.

En el Capítulo VI, “De las Ganancias”, Ricardo introdujo la figura del arrendatario como un agente totalmente pasivo, el que entrega todo el valor de la diferencia de productividad de la renta de la tierra a su propietario. Es como si la renta de la tierra acompañara siempre al aumento del precio de los productos agrícolas, cuando en realidad la renta de la tierra, tal como la establece el propio autor, se refiere al pago por el uso de esa tierra, que se supone establecido por medio de un contrato. Tratar la renta de esta manera implica, en última instancia, descalificar al arrendatario como capitalista. Pero, por el contrario, tal como también lo entiende Marx (2017b, p. 675), “[…] la agricultura es operada por capitalistas, quienes en un principio se diferencian de otros capitalistas por la forma en que invierten su capital y por el trabajo asalariado. puesto en ello, transitar por esta capital [...]”. De esta forma, la renta que corresponde al terrateniente no es más que una parte de la plusvalía producida por el capital. La renta de la tierra sólo puede ser considerada un componente autónomo cuando se define como renta del factor productivo de la tierra, ya que, en general, sólo se presenta como una transferencia de una parte de la plusvalía producida por el capital.

Si nuestro razonamiento es correcto, el aumento de precios proporcionado por el aumento de los costos de producción de la tierra más lejana y menos fértil puede aumentar la ganancia del arrendatario capitalista de la tierra más cercana al mercado y de mejor calidad; en lugar de generar una mayor rentabilidad para el propietario (la renta diferencial), como la define Ricardo en su teoría de la renta de la tierra. Esto se debe a que la renta pagada por el arrendatario al arrendador representa una suma de dinero fijada por contrato. En este sentido, si las condiciones económicas son favorables para el arrendatario durante el período de arrendamiento, suponer que la ganancia extra del arrendatario simplemente se transferirá al propietario no parece constituir una suposición válida. Hay un párrafo en el capítulo 37 del Libro III, de La capital, bastante esclarecedor en este sentido.

“La condición previa del modo de producción capitalista es, pues, la siguiente: los verdaderos cultivadores de la tierra son los asalariados, empleados por un capitalista, el arrendatario, que sólo se dedica a la agricultura como campo específico de explotación del capital, como inversión de su capital en una determinada esfera de producción. Este arrendatario-capitalista paga al terrateniente, el dueño de la tierra que explota, en momentos específicos, digamos anualmente, una suma de dinero fijada por contrato (exactamente de la misma manera que el prestatario de capital-dinero paga un interés fijo por él) a cambio de permiso para aplicar su capital en este campo particular de producción. Esta suma de dinero se denomina renta de la tierra, independientemente de que se pague por tierras de cultivo, edificables, minas, caladeros, bosques, etc. Se paga por todo el tiempo durante el cual el propietario ha prestado, arrendado por contrato, el terreno al arrendatario. En este caso, la renta del suelo es la forma en que se realiza económicamente la propiedad de la tierra, la forma en que se valora. Además, aquí, juntas y enfrentadas, están las tres clases –el trabajador asalariado, el capitalista industrial y el terrateniente– que constituyen el entramado de la sociedad moderna” (MARX, 2017b, p. 679)

Un breve análisis de las transformaciones que se produjeron en el campo entre los siglos XV y XIX revela tanto el papel activo del arrendatario capitalista en el desarrollo del capitalismo como el declive creciente de la influencia y el poder del terrateniente. propietario sobre la economia Como señaló Marx (2017a, p. 814), “[…] La revolución agrícola, que tuvo lugar en el último tercio del siglo XV y duró casi todo el siglo XVI […], enriqueció al arrendatario tan rápidamente pues empobreció a la población rural […]”. Otros factores que contribuyeron enormemente a este enriquecimiento fueron la caída del valor de los metales preciosos y el aumento constante de los precios de los productos agrícolas:

“En el siglo XVI […] la continua caída del valor de los metales nobles y, en consecuencia, del dinero, rindió frutos áureos al arrendatario. Redujo […] el nivel salarial. Una fracción de este último se incorporaba al beneficio del arrendatario. La constante suba de los precios del maíz, de la lana, de la carne, en fin, de todos los productos agrícolas, engrosaba el capital dinerario del arrendatario […], mientras que la renta de la tierra, que debía pagar, se fijaba contractualmente en valores desfasados. divisa. De esta manera se enriqueció al mismo tiempo a expensas de sus trabajadores asalariados y de su propietario. No sorprende, entonces, que Inglaterra, a fines del siglo XVI, tuviera una clase de 'inquilinos capitalistas', considerablemente rica para los estándares de la época” (MARX, 2017, p. 814-815).

El problema con la formulación teórica de Ricardo fue que trató la agricultura, en particular la renta de la tierra, como el elemento desestabilizador del sistema. Sin embargo, fue un período en el que la industrialización avanzaba a pasos agigantados, ya hacia el departamento de bienes de producción, a través de la creación del sector ferroviario, que terminaría por otorgar al capital una completa autonomía sobre su proceso de acumulación. Como señala Hobsbawm (2009, p. 181), “[…] la agricultura británica dejó de constituir el soporte general de toda la economía, convirtiéndose en una simple rama de la producción, algo similar a una 'industria', aunque, por supuesto, por lejos la actividad más grande en términos de empleo [...]”. La participación de la agricultura en el ingreso nacional bruto cayó constantemente entre 1811 y 1851, de 1/3 a 1/5.

Queremos, una vez más, llamar la atención sobre el papel del arrendatario capitalista. La estructura social y política de Gran Bretaña, como vuelve a explicar Hobsbawm (2009), estaba controlada por los terratenientes. Según él, “el grado de concentración de la propiedad de la tierra no tenía parangón en otros países industriales”, y en este aspecto residía también “la fuerza de la agricultura británica en los siglos XIX y XX. XVIII y XIX”. Debido a que al gran terrateniente le interesaba arrendar su tierra, estaban “[…] dispuestos a fomentar socios eficientes con los términos de sus terratenientes, capaces de hacer inversiones sustanciales y soportar al menos parte de la carga de los tiempos difíciles , reduciendo el arrendamiento o permitiendo la acumulación de deudas […]” (HOBSBAWM, 2009, p. 186). A su vez, el arrendatario era un “agricultor 'progresista'”, hecho expresado en su “espíritu más comercial”. Contrariamente a lo que pensaba Ricardo, los arrendatarios eran así capitalistas activos que enriquecían y aplicaban su riqueza como capital en otros sectores económicos, a través de la “economía inhumana de la agricultura comercial”. Hobsbawm (2009, p. 97), destaca este aspecto de la riqueza de la vida cotidiana de estas familias: “la opulencia misma de los granjeros, cada vez más prósperos, con sus hijas pianistas”.

Incluso tratándose de la clase de los terratenientes, hay que considerar que ellos podían constituir una clase estéril en el sentido productivo, pero no era ese su único papel. Por otra parte, en términos de la dinámica capitalista, contribuyó al crecimiento de las ciudades y, en consecuencia, al aumento de la demanda efectiva del sistema en su conjunto; y debe haber sido una contribución considerable, ya que los terratenientes constituían la clase más rica de personas en Gran Bretaña. La renta del terrateniente era un elemento activo de la economía. No se limitó al consumo de lujo, también se utilizó como medio para obtener nuevos ingresos. Así, el estudio histórico de la época de Hobsbawm (2009) aclara:

“Si bien era dueño de tierras realmente grandes, el señor rural no dependía necesariamente de las rentas agrícolas. Podía disfrutar de las rentas de los inmuebles urbanos, que se valorizaban, o de las ganancias de las minas y de los ferrocarriles que una bendita Providencia había puesto en sus tierras, o de los intereses de sus gigantescas ganancias, invertidas en el pasado” (HOBSBAWM, 2009). , pág. 99)

Con base en el análisis realizado en los párrafos anteriores, no confirmamos el ingreso diferencial, tal como lo define Ricardo, como un elemento desestabilizador del sistema económico. El ingreso diferencial es más bien un dispositivo lógico formulado por el referido autor para justificar la causa de lo que él pensaba que era el elemento limitante del proceso de acumulación; el aumento de las rentas de la tierra. El problema de Ricardo era encontrar la forma de justificar una única tasa de ganancia para la economía. Hizo esto a través de la abstracción de que la diferencia en la ganancia derivada del uso de la tierra en diferentes niveles de productividad simplemente se transfirió de los arrendatarios al terrateniente. En términos generales, fue un artificio diseñado para cerrar lógicamente su teoría de la renta de la tierra. Marx insinuó una solución diferente a este problema, en el libro III de El Capital (2017b, p. 861):

“Es posible pensar que la sola entrada del arrendatario capitalista en la producción agrícola prueba que el precio de los productos agrícolas, que siempre han pagado renta de una u otra forma, debe estar situado, al menos en el momento de esta entrada, por encima de los precios de producción de la manufactura, ya sea porque sube al nivel de un precio de monopolio, o porque sube hasta alcanzar el valor de los productos agrícolas y su valor está, de hecho, por encima del precio de producción regulado por la ganancia media. …].”

Ricardo ya se había referido al arrendatario capitalista en otras dos ocasiones anteriores. La primera vez de deducir que “[…] No puede haber aumento del valor del trabajo sin disminución de las ganancias […]”:

“[…] Si el trigo ha de dividirse entre el agricultor (arrendatario) y el trabajador, cuanto mayor sea la parte que se le dé a este último, menos le sobrará al primero. Del mismo modo, si el tejido de lana o el producto de algodón se reparte entre el trabajador y su patrón, cuanto mayor sea la parte que se dé al primero, menos quedará al segundo” (RICARDO, 1982, p. 55).

Es interesante notar en esta cita que Ricardo trata el ingreso del arrendatario y el del fabricante como si tuvieran la misma calidad. Aún más interesante es observar el ingreso como una deducción del producto del trabajo, tal como lo había formulado Smith. Sin embargo, el objetivo de Ricardo, como el de Smith, al plantear la pregunta era simplemente mostrar la existencia de una relación inversa entre ganancia y salario. Hoy sabemos que esta relación sólo es válida bajo hipótesis muy restrictivas. En la economía dirigida por la industria, el aumento de la productividad puede beneficiar tanto a las ganancias como a los salarios.

La segunda vez que Ricardo mencionó al arrendatario capitalista fue para derivar su concepto de renta. Aquí aparece por primera vez la confusión entre la renta como diferencia de productividad (diferencial) y la renta como pago por el uso del suelo. Al comparar los diferentes retornos sobre el mismo capital invertido en tierras de diferentes calidades, concluye que, dado que no puede haber dos tasas de ganancia en la economía, la diferencia necesariamente se embolsará como renta por parte del terrateniente. Ya hemos tratado este tema en los párrafos anteriores.

En todo caso, no era nuestro objetivo realizar una crítica completa de la teoría de la renta de la tierra de Ricardo. Nuestro único interés era mostrar que el tratamiento de la distribución del excedente económico, en Ricardo, obedecía a la misma lógica establecida por Smith. La única diferencia era que en Ricardo el “estado estacionario” se convertía en “culpa exclusiva” del terrateniente. Sin embargo, era un momento inoportuno para tal formulación, ya que la acumulación de capital se dirigía hacia su completa autonomía. Hay un pasaje en el capítulo 47, “Génesis de la renta de la tierra capitalista”, del libro III, de “El Capital”, que es muy esclarecedor y resume nuestro argumento sobre el problema de la renta en Ricardo, tal como lo presentamos. La cita, a pesar de ser bastante larga, merece nuestra atención.

“[…] Con la aparición del arrendatario capitalista entre el terrateniente y el agricultor que realmente trabaja, se rompen todas las relaciones derivadas del antiguo modo de producción rural. El arrendatario se convierte en el verdadero comandante de estos trabajadores agrícolas y en el verdadero explotador de su plustrabajo, mientras que el terrateniente sólo establece una relación directa con este arrendatario capitalista, es decir, una mera relación monetaria contractual. De este modo, la naturaleza de la renta también se transforma, no sólo de hecho y fortuitamente, como ya ocurría en parte bajo las formas anteriores, sino de manera normal, en su forma dominante reconocida. En la forma normal de plusvalía y plustrabajo, se reduce a un excedente de ese plustrabajo sobre la parte de él que se apropia el capitalista explotador en forma de ganancia; de la misma manera, ahora este capitalista extrae directamente todo plustrabajo -ganancia y plusvalía sobre ganancia- en forma de plusproducto total y lo convierte en dinero […] Así, en la forma normal de plusvalía y plusvalía plustrabajo, la renta se convierte entonces en un excedente de esta esfera particular de la producción, la esfera agrícola, en un excedente sobre la parte del trabajo excedente que el capital reclama como perteneciente a él por adelantado y estándar [normalmente]. En lugar de la renta, es la ganancia la que ahora se ha convertido en la forma normal de la plusvalía, y la renta se considera sólo como una forma, autónoma en circunstancias especiales, no de la plusvalía en general, sino de una cierta rama de la plusvalía. segundo: de plusvalía […] Ya no la tierra, sino el capital, pasa ahora a sujetar directamente el trabajo agrícola a sí mismo y a su productividad” (MARX, 2017b, p. 860)

La formulación teórica de Ricardo fue un gran aporte para hacer de la economía una ciencia, en el sentido moderno del término, pero al mismo tiempo se convirtió en un obstáculo para comprender el carácter de explotación de la fuerza de trabajo en el capitalismo. Porque, como muy acertadamente lo planteó Teixeira (2004), fue con él que la teoría del valor se formuló de manera precisa, eliminando su carácter ambivalente dado por Smith (valor como trabajo contenido y como trabajo comandado).

“Si, en nombre del principio de coherencia, Ricardo se vio obligado a ocultar el origen de la plusvalía, ¿cómo explica entonces la ganancia y la renta de la tierra? Este asunto se vuelve más dramático, considerando que, para él, todo el valor del producto se resuelve en el trabajo. Si es así, la ganancia y la renta no son más que títulos bajo los cuales los capitalistas y los terratenientes comparten el valor adicional generado por el trabajo; por lo tanto, de un valor que excede el trabajo asalariado empleado para su producción. Así, se restituye la pregunta anterior: ¿cómo explicar el origen de la ganancia y la renta sin vulnerar el principio de coherencia? Para Ricardo, solo hay una salida: simplemente admitirlos como un hecho. Fue precisamente lo que hizo (TEIXEIRA, 2004, p. 57).”

 

El problema de la renta en Marx

El problema de la renta sólo se formuló adecuadamente a partir de la distinción entre trabajo y fuerza de trabajo. Pues sólo a partir de tal distinción y de la comprensión del trabajo como sustancia de valor, en el contexto de la propiedad privada burguesa de los medios de producción y subsistencia, sería posible realizar un análisis real de la apropiación de la renta social. , fuera del lugar común de la economía, clásica división del producto social entre salario, beneficio e ingreso. Es impresionante, frente a este problema, observar que aún después de un siglo y medio de la publicación de El Capital, éste sigue constituyendo el aporte teórico que representa el aporte que puede liberarnos de la alienación de una teoría económica que comprende la distribución del producto social en el capitalismo como “aspecto natural” de nuestra sociabilidad.

Así, el punto de partida del problema de la renta no está en el ámbito de la distribución, está en el trabajo como fuente de valor, como elemento que transforma la naturaleza en utilidades sociales. Smith identificó correctamente la renta como una “deducción laboral” que surge desde el momento en que la tierra se convierte en propiedad privada. En este sentido, el problema de la renta se relaciona con la cuestión de la apropiación del valor. Por tanto, el problema de la renta va mucho más allá del tratamiento dado por Ricardo, para quien este problema se relaciona básicamente con el aumento de la participación de la renta de la tierra como elemento desestabilizador de la ganancia capitalista.

En resumen, el problema de la renta está directamente relacionado con la forma misma de sociabilidad determinada por el modo de producción capitalista. Desde esta perspectiva, ningún autor entendió tan adecuadamente la dimensión de este problema, ni formuló un análisis tan adecuado, como el propio Marx. Hay que seguir el desarrollo de su pensamiento hasta el apartado VII, “La renta y sus fuentes”, del libro III, por La capital, para comprender la forma posible de sociabilidad basada en la combinación social de la propiedad privada burguesa con la generalización de los intercambios (establecimiento de una economía mercantil).

Antes, sin embargo, es necesario agregar algunas consideraciones preliminares para eliminar cualquier duda sobre la confusión entre la renta, en general, y la renta como renta por el uso de la tierra. Por lo tanto, creemos que es suficiente presentar los “tres errores principales” que deben evitarse en el tratamiento de la renta de la tierra, tal como los expone el propio Marx (2017b, p. 695-698). En primer lugar, la “[…] confusión entre las distintas formas de ingreso, que corresponden a los distintos grados de desarrollo del proceso de producción social […]”. Segundo, que “[…] toda renta de la tierra es plusvalía, producto del plustrabajo. Todavía es directamente más-producto en su forma no desarrollada […]”. Finalmente, “[…] precisamente en el caso de la valoración económica de la propiedad de la tierra, en el desarrollo de la renta de la tierra, el hecho de que su cantidad no esté determinada en absoluto por la intervención de su receptor, sino por el desarrollo de la sociedad obra, que es independiente de la acción de este receptor y en la que no participa en absoluto […].” Así, nuestro análisis aquí se restringirá básicamente al problema de la forma trinitaria de ingreso, como forma de sociabilidad necesaria para el proceso de reproducción ampliada en el capitalismo.

El comentario que sigue a esta oración no es directamente parte de las ideas de Marx, pero es necesario para la continuación de nuestro análisis. Así, como el dinero y las mercancías, la propiedad privada, en el sentido estricto de “autonomía del ser individual”, ha existido siempre a lo largo de la historia social humana (por supuesto, en situación de esclavitud o servidumbre, la “autonomía del ser” es encontrado comprometido). A diferencia de la propiedad privada, como “autonomía del ser”, la propiedad privada, como “derecho objetivo” (burgués), es una construcción burguesa (la Revolución Francesa abolió la propiedad privada feudal e instituyó la propiedad privada capitalista); pretende separar a la sociedad en propietarios (medios de producción y subsistencia) y no propietarios (trabajadores asalariados). En economía, la propiedad privada burguesa implica el derecho de un solo individuo a tomar decisiones individuales (o por grupos económicos) sobre los recursos y resultados de un gran grupo de individuos, dentro de los límites de toda una sociedad. Por lo tanto, ya no se trata sólo de la propiedad sobre un determinado ser individual, o sobre un conjunto de esclavos o sirvientes, sino que otorga a un solo individuo la posibilidad de decidir sobre la condición y el destino de miles de individuos. La propiedad privada burguesa se presenta así como la contrapartida jurídica del proceso de separación entre los trabajadores y de propiedad de las condiciones de realización del trabajo, cuando se desarrolla la generalización de los intercambios, es decir, el establecimiento de la economía mercantil y del capital mercantil, en consecuencia. La declaración de que todo hombre tiene derecho a la propiedad es una construcción engañosa, pues abre la posibilidad a los individuos individuales de apropiarse de los recursos naturales (que pertenecen a toda sociedad) y del producto social en forma privada e indiscriminada. La construcción social de la idea de renta total dividida entre salario, intereses y renta de la tierra, y la resultante ley general de acumulación capitalista que se produce con la consolidación del capitalismo, obedecen a esta lógica humanamente nociva.

Continuemos con nuestro análisis de la renta capitalista. Como explica Marx en el Capítulo 48, “La Fórmula Trinitaria”, del Libro III del “El Capital”, la trinidad capital-ganancia (ganancia más interés), tierra-renta y trabajo-salario, contiene “todos los secretos del proceso de producción social” del modo de producción capitalista. En apariencia, se presentan como distintas fuentes de riqueza, cada una “[…] relacionada separadamente con su producto como lo que de ella deriva y produce […]” (MARX, 2017b, p. 879). En esencia, sólo representa una formación histórico-social específica, basada en una determinada configuración de producción de valor, plusvalía y distribución históricamente fabricada socialmente.

En el capitalismo, el valor como producto social resultante del trabajo aplicado a la transformación de la naturaleza en utilidades sociales deja de tener una existencia real y adquiere un carácter abstracto (autonomización del valor en relación con el valor de uso). Esta inversión, quizás la primera derivada de la generalización de los intercambios, constituye un primer paso en el proceso de alienación del individuo singular en relación con la mercancía y, también, en la dirección de crear una forma válida (legalmente establecida) de justificar a otro. abstracción necesaria para la existencia de la mercancía, el capitalismo, como forma particular de sociabilidad; que el producto social tal vez no debería ser tan social después de todo. El carácter abstracto del valor constituye ya el capital, en cuanto presupone la producción para el cambio, el dinero; la existencia de capitalistas por un lado y de trabajadores asalariados por el otro, y la necesaria apropiación del valor en términos de plustrabajo por parte de los primeros. Así, como nos explica Marx (2017b, p. 882): “[…] El capital tiene como uno de sus aspectos civilizadores el hecho de extraer este trabajo excedente de manera y en condiciones más favorables al desarrollo de las fuerzas productivas, de relaciones sociales a la creación de elementos para una nueva formación, superior a las anteriores formas de esclavitud, servidumbre [...]”.

Sin embargo, esta “educación superior” llevó a la sociabilidad capitalista a un callejón sin salida, en el que el grado de polarización social, la desigualdad, la depredación de la naturaleza, han tenso a la sociedad humana hasta el punto de su propia destrucción; sin, sin embargo, provocar la superación misma del capitalismo como forma de sociabilidad. Estamos, por tanto, en una situación en la que parece que el capitalismo tiene más fuerza para destruir la sociedad (la humanidad) que para destruir la nociva sociabilidad que promueve. No se puede subestimar el poder del capitalismo para crear una fantasía en la que la propia humanidad provoca su destrucción. La aventura capitalista es una etapa de la historia social que urge superar.

Marx (2017b), demuestra lógicamente cómo son las composiciones de la trinidad tierra-renta, capital-interés, trabajo-salario (precio del trabajo), primera facción, imposible.

“En primer lugar, está el valor de uso de la tierra, que no tiene ningún valor, y el valor de cambio de la renta, de modo que una relación social, concebida como cosa, se pone en relación con la naturaleza; por lo tanto, dos magnitudes inconmensurables que guardan una proporción recíproca entre ellas. Luego capital-interés. Si se entiende el capital primera facción como cierta suma de valor, representada autónomamente en dinero, por lo que es una tontería que un valor valga más que su valor real. En la forma interés-capital, desaparece toda intermediación, y el capital se reduce a su forma más genérica, pero también por eso a una fórmula inexplicable y absurda […] Finalmente, trabajo-salario, precio del trabajo […] .] contradice el concepto de valor, así como el de precio, que, en general, no es más que una expresión determinada del valor; y 'precio del trabajo' es igualmente algo tan irracional como un logaritmo amarillo (MARX, 2017b, p. 880-881).”

Si la cita anterior todavía parece demasiado abstracta, avancemos un poco más en el problema de los ingresos. La productividad del trabajo está relacionada con la cantidad de valor de uso que produce durante el tiempo de trabajo y el trabajo excedente. De esta última depende la riqueza material efectiva de la sociedad y la posibilidad de incrementar la capacidad del proceso productivo. En la sociedad capitalista, el trabajo excedente, en forma de plusvalía, se distribuye entre los capitalistas “como dividendos en proporción a la parte del capital social que pertenece a cada uno”. De esta manera, la ganancia del capital (“ganancia corporativa más el interés”) y la renta de la tierra no son más que componentes específicos de la plusvalía, es decir, la apropiación privada del excedente del producto social. Por otra parte, el trabajo-salario, tal como se presenta en el capitalismo, nada tiene que ver con la distribución del valor de producción entre capital e ingreso, pues, como se mencionó anteriormente, el precio del trabajo es una expresión irracional; no tiene “ninguna relación con el trabajo como agente general de producción”. Sin embargo, desde el punto de vista de la realidad concreta, la ganancia, la renta de la tierra y el salario “son todos parte de la misma esfera, la del valor”. La trinidad aparece, por tanto, como una inversión, al separar por clases y de manera muy desproporcionada lo producido por la sociedad: “[…] La distribución presupone, por el contrario, la existencia de esta sustancia, es decir, el valor total del producto anual, que no es más que una obra social objetivada. Sin embargo, la cuestión no se presenta de esta forma para los agentes de producción, quienes ejercen distintas funciones en el proceso productivo, sino, más bien, de forma invertida […]” (MARX, 2017b, p. 885). Así, esta construcción social, la de una sociabilidad basada en el beneficio-interés, el salario y la renta de la tierra, puede haber sido la forma social posible de distribuir el valor del producto social posible hasta ahora, pero se ha mostrado cada vez más adversa (contraria) a la existencia social, en general, ya la condición humana, en particular, en su sentido plural; por el simple hecho de que todos somos seres humanos, a diferencia del “entendimiento” del capital.

El problema de la renta aparece, entonces, como resultado del proceso de autonomización de las condiciones de trabajo (medios de trabajo y tierra) en relación con el trabajo. La fuerza mistificadora de este proceso se revela en la inversión que hace aparecer el capital, la propiedad de la tierra y el trabajo asalariado como “[..] MARX, 2017b, p. 889).

“[…] De este modo, el capital se convierte ya en una entidad altamente mística, en la medida en que todas las fuerzas productivas sociales del trabajo aparecen como fuerzas propias del capital, y no del trabajo como tal, como fuerzas que se originan en su propio seno […] .] La plusvalía, bajo la forma de ganancia, ya no se refiere a la parte del capital gastado en trabajo, de la que deriva, sino al capital total [...] Todo esto contribuye a ocultar cada vez más la verdadera naturaleza de la el valor máximo y, por tanto, el verdadero mecanismo que mueve el capital […] Las propias ganancias medias parecen ser intrínsecas al capital; independiente de la explotación [...] La autonomización de la forma de plusvalía, su osificación en relación con su sustancia, su esencia, se completa con la división de la ganancia en ganancia empresarial e interés [...] entonces, como independientes o del trabajo asalariado del trabajador o del propio trabajo del capitalista, y por tener su origen en el capital como fuente propia e independiente [...] La mistificación del modo de producción capitalista, la cosificación de las relaciones sociales [...] mundo encantado, distorsionado, al revés […] (MARX, 2017b, p. 890-892).”

No puede haber una forma más clara de describir el problema de la renta, como se describe en este artículo, que la expresada por Marx en el párrafo anterior. Con ella completamos nuestro análisis sobre el tema. Creo que si este texto tiene alguna virtud es por la demostración de que la forma trinitaria es una construcción social, no una ley de la naturaleza (aunque no es una idea original, tratamos de abordarla desde una perspectiva, digamos , diferente). Por ser una construcción social y habernos llevado, como sociedad, a un callejón sin salida, en cuanto a una forma específica de sociabilidad, o alteramos esta construcción o nos destruirá, como humanidad y como naturaleza.

Finalmente, nunca está de más recordar, Marx tuvo la inestimable grandeza, la hazaña intelectual, de resolver el enigma de la esfinge (el capitalismo como sistema fundado en la explotación perpetua de la fuerza de trabajo social, con un nivel e intensidad definidos por la técnica). estado del proceso de acumulación logrado). Lo que hicimos en este artículo fue solo mostrar que si la esfinge nos sigue devorando es porque aún no la hemos matado.

 

Conclusión

La teoría económica, a excepción de Marx y su tradición teórica, contribuyó y ha contribuido de manera decisiva a justificar una forma injustificable de sociabilidad: la distribución natural del valor de la producción social (renta generada por la fuerza de trabajo social), entre la ganancia -intereses, renta de la tierra y salario. El problema del ingreso, así considerado, necesita dejar de ser visto como un tema meramente distributivo y pasar a ser entendido desde su fundamento; el proceso de producción de valor y plusvalía, en el contexto de las relaciones sociales, históricamente específicas, que los sujetos sociales establecen entre sí en la producción material cotidiana de sus existencias.

*José Micaelson Lacerda Morais es profesor del Departamento de Economía de la URCA. Autor, entre otros libros, de El capitalismo y la revolución del valor: apogeo y aniquilamiento.

Artículo extraído del libro. El problema de la renta en Smith, Ricardo y Marx + consideraciones contemporáneas. São Paulo, Amazonas (Publicación independiente), 2021.

 

Referencias


HOBSBAWM. eric j De la revolución industrial inglesa al imperialismo. Río de Janeiro: Editora Forense Universitária, 2009.

MARX, Carlos. El capital: crítica de la economía política. Libro I: el proceso de producción del capital. São Paulo: Boitempo, 2017a.

________. El capital: crítica de la economía política. Libro III: El Proceso Global de Producción Capitalista. São Paulo: Boitempo, 2017b.

RICARDO, David. Principios de Economía Política y Tributación. São Paulo: Abril Cultural, 1982. (Los Economistas)

SMITH, Adán. La riqueza de las naciones: investigación sobre su naturaleza y causas. São Paulo: Editora Nova Cultural Ltda, 1996. (Los economistas, vol. I)

TEIXEIRA, Francisco José Soares. Trabajo y valor: aporte a la crítica de la razón económica. São Paulo: Cortez Editora, 2004.

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