por Ollantay Itzamná*
Quienes tramaron y ejecutaron el derrocamiento del presidente Pedro Castillo en Perú jamás imaginaron la insubordinación popular
En algún momento se entenderá qué factores activan esta acción colectiva masiva, simultánea y sostenida, sin precedentes en la historia del país. Regularmente, incluso la acumulación histórica de fuerza social se activa y se une en torno a algún líder central o líder. En este caso, tampoco existe tal “caudillo”.
Aparentemente, uno de los elementos unificadores de la insubordinación popular es la indignación por el dolor que causan las masacres y la creciente agenda popular que gana espacio en la narrativa política nacional: Renuncia de todos, nuevas elecciones, nueva Constituyente, soltó Castillo.
La renuncia antidemocrática de Pedro Castillo fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de los sectores populares rurales que ya estaban incómodos con las acciones abusivas de los agentes empresariales del sistema neoliberal en diferentes territorios del interior del país, irritados incluso con la colonización. y presencia abusiva del mismo Estado - nación peruana.
Lima: intelectualidad superada por la realidad
Salvo honrosas excepciones, la intelectualidad limeña siempre ha sido leal a los intereses del bicentenario “proyecto de colonialismo interno” instaurado por la República Peruana. No solo trató de instalar la ficción del proyecto de nación peruana en la mente de las clases medias y sectores populares de las instituciones académicas hegemónicas, sino que intelectualizó expresamente el racismo congénito del bicentenario Estado Crioulo, expulsando la presencia de los pueblos. de “todas las sangres” como ciudadanos o sujetos sociopolíticos.
Ahora que ha estallado la insubordinación popular, con sus propios relatos, que la intelectualidad limeña ha optado por desprestigiar y “terrepar”[i] incluso los quechuas y aimaras se movilizaron en las calles. Y, al no poder deslegitimarlos como auténticos sujetos sociopolíticos en el país crepuscular, ahora, solo mirar desde la audiencia.
La gran mayoría de la intelectualidad regional también se encuentra confundida ante esta trágica y sobrecargada situación, entre la lealtad al Estado, a las empresas que pagan sus salarios y la sensibilidad ante el dolor de sus hermanos de sangre en duelo por el Estado criminal.
prensa corporativa repudiada
La prensa corporativa radicada en Lima fue prácticamente despojada de su racismo constitutivo por actores movilizados en las calles, quienes, celular en mano, mostraron en vivo todo lo que la prensa limeña ocultaba o intentaba ocultar.
Si el rechazo popular a la prensa corporativa ya crecía antes de la masacre de los 50 peruanos y peruanas movilizados, ahora ese creciente rechazo se ha convertido en rechazo popular. Llegando incluso a expulsar a reporteros de los principales medios de comunicación de actos de protesta social, llegando incluso a agredir físicamente sus instalaciones o infraestructura en algunos casos.
Ejército y Policía Nacional sin autoridad
Las élites políticas y económicas del Perú, al perder el control del comportamiento de la población empobrecida (mediante el manejo de los miedos y deseos), a través de sus medios de comunicación, comenzaron a ejercer su “última arma” del histórico control colonial: castigar y castigar. los insubordinados de la población por la mano militar. En menos de dos meses, el presidente usurpador ya ha decretado dos o tres estados de excepción, incluido el toque de queda. Pero la población movilizada, lejos de asustarse por las masacres, incluso durante el toque de queda, siguió defendiéndose, bloqueando vías, ocupando espacios y edificios públicos y privados.
La población movilizada perdió el miedo a las armas estatales y el Estado perdió autoridad incluso con el uso del monopolio de la violencia. Actualmente las principales carreteras del país, varios departamentos, provincias y distritos se encuentran en estado de emergencia, pero ríos de personas de todas las sangres siguen llegando a Lima para realizar el paro nacional.
La oligarquía peruana, al no construir autoridad/Estado en todo el territorio peruano, subsistió durante dos siglos de república entre el temor a la “brutalidad de los indios que bajaban de los cerros” y el ejercicio de su autoritarismo violento (castigar y castigar los indios rebeldes).
De momento, ya han castigado y sancionado a las ciudades y sectores populares movilizados en las calles, incluso con 50 asesinados con munición estatal, pero la “plebe” insubordinada, lejos de asustarse o gemir, rugió con más fuerza y avanzó directamente, desde diferentes caminos del país, hasta el mismísimo corazón político y económico de la oligarquía peruana: la ciudad de Lima.
La presidenta en realidad no gobierna, solo espera la caída
En esta sombría y tensa situación, la usurpadora Dina Boluarte, que ya no toma decisiones en el Ejecutivo, sólo espera el momento fatal de su caída y su inmediata detención a causa de las decenas de asesinados y heridos.
Quienes toman las decisiones políticas y militares en el país son los dos exmilitares colocados estratégicamente en el poder por la oligarquía peruana: el presidente del Consejo de Ministros y el presidente del Congreso de la República.
No hay un escenario hipotético a corto plazo para un Perú de luto entre las armas de Estado y las calles. Lo único cierto es que esta coyuntura estatal criminal reveló lo que durante siglos el Estado y la identidad peruana oficial intentaron ocultar: el racismo y el autoritarismo como elementos constitutivos del Estado y de la identidad peruana bicentenaria.
*Ollantay Itzamná Es un defensor de los Derechos de la Madre Tierra y los Derechos Humanos de Abya Yala.
Traducción: Ricardo Kobayaski.
Publicado originalmente en el blog del autor [https://ollantayitzamna.com/2023/01/17/peru-indomito/].
nota del traductor
[i] O terrícola es un método de campaña negativo y, a menudo, racista para difundir el miedo que los partidos de derecha, especialmente entre los fujimoristas, utilizan a menudo en Perú. (Fuente: Wikipedia)
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