La Rebelión de los Yagunzos

Georgia O'Keeffe (1887–1986), Dibujo XIII, carboncillo sobre papel, 61,9 × 47 cm, 1915.
Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por LUIZ MARQUÉS*

Con la polarización se estimula una subjetividad más allá de la arena racional de la lucha política, abduciendo los conflictos a la dimensión emocional y existencial de las hordas extremistas.

“Jagunço: hombre violento contratado como guardaespaldas de un individuo influyente” (Diccionario Houaiss).

biblias y rifles

El 9 de noviembre de 1938 se inició en Alemania la destrucción del patrimonio material (casas, comercios, sinagogas) de los judíos, en lo que se hizo célebre como la Kristallnacht (Noche de los cristales rotos). Por mimetismo, el próximo 7 de septiembre, el presidente Jair Bolsonaro promete el Día de los Jagunzos, para culminar la destrucción del patrimonio simbólico (instituciones republicanas) del Estado Democrático de Derecho. La disolución de autoridades se remonta al final del ciclo dictatorial. Si bien, por un lado, a los ojos de la Nueva República, se dio inicio a la consolidación del consenso sobre las virtudes de la democracia; en cambio, a los ojos de la periferia de las grandes ciudades, guardaespaldas uniformados de las clases dominantes extendían sus tentáculos sobre las regiones que concentraban las llamadas clases peligrosas. Paralelamente, la condena de la Iglesia Popular (Teología de la Liberación) por parte del Vaticano hizo de los pastores evangélicos el consuelo espiritual de los marginados, en los callejones del Valle de las Lágrimas.

Con la redemocratización limitada a las reglas de la democracia liberal, durante décadas los miembros de las corporaciones de policía militar fueron el único arma del Estado en las favelas. La transición fue demasiado tímida con las prerrogativas asignadas a las misiones policiales. Con mano de obra entrenada y armas, la regimentación de milicias no tardó en combatir el dominio territorial del narcotráfico en Río de Janeiro. En otras unidades federativas se formaron discretas alianzas con gérmenes de facciones criminales, para repartirse el botín. Tales autoridades florecieron junto a la Teología de la Prosperidad en el lodo de zonas carentes de equipamiento urbano (saneamiento básico, puestos de salud, escuelas, transporte público, asfalto, alumbrado, seguridad pública). Al deseo de espiritualidad se sumaba el deseo de garantizar el orden frente a la criminalidad y la impunidad. No había vacío.

Para Gabriel Feltran, en el artículo La revolución que estamos viviendo [La revolución que estamos viviendo] (Revista de teoría etenográfica, 2020), están los vértices sociales del bolsonarismo. Son los demoledores que ahora amenazan con un levantamiento, pertrechados con biblias y fusiles, al paso de desautorizar a los alegóricos “coroneles” de hoy: los gobernadores. El seguimiento fanático no tiene límites. Incluso cuestionó el conocimiento del Libro Sagrado del Papa Francisco, cuando pidió a los cristianos votar “por el desarrollo y no por el armamento”, en 2018. Pasajes del vengativo Primer Testamento (“ojo por ojo, diente por diente” ) respaldó la impugnación sacrílega. Ni la autoridad del Santo Padre, en materia de cristiandad, lo admite. Cruces.

La apostasía se repitió con la ciencia y el saber, objetos de disputa líquida de “narrativas” bajo el imperio de pos-verdad (diccionario de Oxford). Para algunos analistas, la posmodernidad constituye el trasfondo del relativismo en boga, al deconstruir las nociones de clases sociales, ideologías y sujetos de transformación que estructuraron la cosmovisión fundada en la modernidad capitalista. La solución ya no estaría en cambiar la sociedad, sino la sociedad. Tal vez de un planeta, si está de acuerdo con el multimillonario dueño de Amazon, en un reciente recorrido por la Vía Láctea, sin empatía con la Tierra. Si todo está mal, mejor borra todo el historial. La actitud radical (nihilista) encarna la negación de todo transcrecimiento que implique una síntesis superior, ya que no salvaguarda derechos adquiridos a costa de sudor y sangre. El sol en el horizonte deseado es distopía (!)

comunidad imaginada

“El modelo objetivo de poder autoritario no tiene un disfraz determinado. Sin embargo, es posible identificar simpatías en Bolsonaro y en los miembros de su círculo íntimo por varias formas de régimen antidemocrático... el estado de excepción permanente del nazi-fascismo, la dictadura militar brasileña bajo la égida de AI-5". , observa Ricardo Musse ( En: Gobierno de Bolsonaro – Retroceso democrático y degradación política, Auténtico, 2021). Los principios democráticos, en esta perspectiva, por referirse a la idea de nación heterogénea (débil, desunida, “femenina”), corresponderían a falta de valores. Con la misión de liberar a la patria del yugo de la corrupción, la negligencia económica y la servidumbre ideológica, el boi da Ponta cumple el papel de mito, acreditado por la necropolítica. En la pesadilla, la rudeza se convierte en autenticidad, la estupidez en simpleza, la misoginia en virilidad, el anarcocapitalismo en austeridad, la desdemocratización en libertad, la privatización en cloroquina. El cinismo es natural.

Asediada por el cerco del Supremo Tribunal Federal (STF), el Tribunal Superior Electoral (TSE) y la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI), que investiga posibles delitos de responsabilidad y prevaricación del ocupante del Palacio del Planalto durante la pandemia, el representante necesita anticipar el final del partido. A riesgo de ver arrestados uno por uno a los príncipes herederos, hasta llegar al quisquilloso rey de tréboles, con pruebas y no solo convicciones. En ese escenario, es fundamental quebrantar la autoridad de los ministros del Poder Judicial, para envolver en una cortina de humo las acciones que acorralan al clan.

La profusión de blasfemias lanzadas contra los miembros de las Altas Cortes, en las que “filho da puta” suena como un eufemismo, reproduce el patrón señalado por el gurú Olavo de Carvalho: “La blasfemia es necesaria en el contexto brasileño para demoler el lenguaje cortés que es una camisa de fuerza que aprisiona a las personas, obligándolas a respetar lo que no merece respeto y reforzar autoridades. V-Ã-OTODOSTOMARNOCU”. En la inauguración de la Copa del Mundo de 2014 en Brasil, se usó y abusó de la estratagema para ensombrecer la imagen pública de la expresidenta Dilma Rousseff a nivel internacional.

La rebelión de los yagunzos saca de sus pedestales las estatuas vivientes del Sistema. Cuidando, eso sí, desvincular del tótem opresor la codicia del capital financiero y el asalto al Banco Central por parte de banqueros y rentistas. De nada sirve calificar los anatemas a las autoridades, las convencionales convertidas en el blanco de la lógica del jurista nazi, Carl Schmitt, que encuadra la política en el binomio”amigo enemigo”. Con la polarización se estimula una subjetividad más allá de la arena racional de la lucha política, abduciendo los conflictos a la dimensión emocional y existencial de las hordas extremistas. No es la persuasión por la fuerza intrínseca de los argumentos lo que se persigue, sino el aniquilamiento -por ahora, moral- de los opositores maldiciéndolos con vulgaridades regadas de prejuicios. El sentimentalismo presta la connotación de un gobierno en movimiento a las representaciones presidenciales, copiadas de actores paradigmáticos, Hitler y Mussolini, como fundadores del teatro de terror moderno.

Para alimentar la ira, lo que importa es la desinformación, el ruido estridente más que la comunicación sobria. Sin las mentiras para emular el odio, el bolsonarismo es un zombi patético, un cuerpo sin alma que deambula sin rumbo. Hacia noticias falsas generar la ilusión necesaria para que las personas se imaginen a sí mismas como parte de un “nosotros” en oposición a un “ellos”. Esto explica la desesperación por la desmonetización y cancelación de los agentes que producen manipulación en el ciberespacio. La ilusión bolsonarista posibilita la construcción de una “comunidad imaginada”, en el sentido de Benedict Anderson (Comunidades imaginadas, 1983), que se diferencia de la comunidad real en la línea del pueblo donde las personas se encuentran cara a cara.

guerra interna

El vínculo entre la representación distópica en el epicentro del poder y el autoritarismo de los yagunzos es concreto, y no se disuelve en el aire. Lo mismo ocurre con la afinidad entre autoritarismo y liberalismo: elogio del libre mercado, con más eficiencia y menos regulación, enraizado en la fábula de la meritocracia. El ascenso del Gran Gusano se produjo a raíz de un genocidio y encuentra oxígeno en el lema positivista de la bandera (“orden y progreso”) para imponer una voluntad despótica, violatoria de derechos. Vale la pena recordar el contexto que empolló el huevo de la serpiente. En 2011, el STF reconoció las uniones del mismo sexo y, posteriormente, la aplicación de cuotas étnico-raciales en las universidades públicas, el aborto de fetos anencefálicos y la prohibición del castigo físico en la educación de niños y adolescentes. Los cambios culturales impulsaron las decisiones de ley. Los insatisfechos invirtieron los factores, como si las leyes promulgadas fueran las protagonistas de cambios de comportamiento en la cultura.

En ese momento, los movimientos negros y LGBTQIA+, así como la lucha por la igualdad de género, con las muy discutidas Marchas das Vadias, ganaron protagonismo en los medios de comunicación e Internet. Por no hablar de las críticas al lenguaje irrespetuoso y ofensivo hacia los llamados segmentos minoritarios de la población, a través de insultos y anécdotas racistas, sexistas y homofóbicos. Irónicamente, el Puerta del fondo imprimía geniales sondeos de humor sin excrecencias llamativas. Las urnas revelaron el creciente éxito de candidaturas de mujeres negras, trans, quilombolas, indígenas y todas ellas con orientaciones sexuales no hegemónicas. Como bolos tirados en un boliche, el atavismo de los blancos, heterosexuales y cabezas de familia fue arrojado a la papelera de la premodernidad. No impidió, sin embargo, que en el campo de la moral y las costumbres aumentara el resentimiento en huestes acorraladas por el viejo conservadurismo.

Asimismo, a iniciativa del Ejecutivo, se creó la Comisión Nacional de la Verdad (CNV) para sacar a la luz los años de plomo. La amnistía que equiparaba la resistencia a la voluntad verde oliva con la vileza contra la humanidad de los torturadores, bajo protección estatal, reavivó rencores. El rencor se intensificó entre los yagunzos armados, que habían hecho el trabajo sucio en la persecución de demócratas y luchadores sociales y políticos, en el campo y en la ciudad, para salvaguardar los intereses de los poderosos a instancias de la guardia pretoriana de turno ( 1964-1985), cuya principal atribución siempre ha sido la represión del pueblo. Las Fuerzas Armadas brasileñas no fueron concebidas para la guerra entre países, como las FFAA norteamericanas, sino para la guerra interna. Dolores acumulados llenaron la copa.

A cambio, los yagunzos sólo recibieron desprecio, la amenaza de arresto y el desprecio público de personas influyentes (los jefes del Poder Judicial, los partidos políticos en el Parlamento, los presentadores de los medios de comunicación). Lo mismo para las corrientes evangélicas que expulsaron a los católicos de la periferia. El abandono repercutió en los marginados de la ocasión, los policías militares, que corrieron al abrigo de la extrema derecha. La izquierda, mezclada en la canasta conceptual con organizaciones partidarias, defensoras de derechos humanos, movimientos populares, sindicalistas, grupos antirracistas, feministas, homosexuales, ambientalistas, intelectuales, artistas, fue culpada de los resentimientos que asomaban a la democracia. Era la dialéctica de las piernas arriba.

El escenario es revanchista. “Durante veinte años aguanté el robo de la izquierda, avalada por mis compatriotas, en cada elección. Ese tiempo ha terminado. Nunca dejaremos que el PT vuelva al poder”, declaró en una entrevista una bolsominion de clase media cuestionada sobre lo que pensaba de la situación política. Añadió, a continuación, que había despertado del letargo con las Jornadas de junio de 2013. En terminología kantiana, finalmente, el títere derechista despertó del “sueño dogmático”, con los ojos hinchados tras cuatro victorias consecutivas del Partido Obrero. Partido, con los pobres incluidos en el Presupuesto. Queda por ver si el amor por la barbarie resistirá la tormenta perfecta formada en el cruce de la crisis sanitaria y económica con las denuncias de corrupción en el gobierno. Quien vive verá.

El hombre y el tigre

En 2020 se publicó un trabajo muy relevante para comprender los movimientos no democratizadores, que surgieron en distintas partes del mapamundi, La guerra de la eternidad: el regreso del tradicionalismo y el auge de la derecha populista, de Benjamin Teitelbaum (Editorial: Unicamp). Lectura obligada para comprender el caótico conjunto de postulados que impregnan la revuelta contra el mundo moderno. El libro termina con una parábola sobre un hombre que quiere vencer a un tigre para alcanzar la libertad. Y luego monta al felino, esperando que envejezca y se debilite, para golpearlo.

Por analogía, esto es lo que hacen los líderes neoazifascistas con cada victoria electoral, parasitan el Estado Democrático de Derecho. Buscando acelerar el envejecimiento y marchitamiento de la democracia, socavan las posibilidades emancipatorias contenidas en ella: libertad, igualdad, participación política, representación política, pluralidad política y diversidad social, mecanismos de control del ejercicio del poder y espacio público para que la sociedad pueda intervenir. en asuntos de interés para el bien común. Como en el poema de Bertolt Brecht: “El que ve la lista dice: Es mucho. / Pero el que lo escribió dice: Es lo mínimo”.

Detrás de la aparente locura del Gran Gusano, hay un proyecto de implosión de la sociabilidad existente, con la esperanza de que el tigre se doblegue por su propio peso. Es ingenuo pensar que se trata de una estrategia confiable para acomodar las expectativas de los barones de la Avenida Faria Lima, en São Paulo. Partes de las élites convencionales se dieron cuenta del complot. “Los directivos suben el tono de crítica al gobierno. Rodeando al presidente dice que la propuesta liberal no funciona y que solo queremos vender empresas estatales. El presidente muerde a las personalidades disponibles, civiles y militares, las mastica y luego las escupe” (Valor económico, 27/08/2021). “El fin del apoyo de los sectores financieros al gobierno se refleja en un aumento de las tasas de interés de mediano y largo plazo (llegaron a los dos dígitos), en un dólar más caro y en la caída de la bolsa”, enfatiza el economista jefe de Necton Inversiones (letra mayúscula, 01/09/2021).

Bolsonaro sigue las lecciones golpistas de Steve Bannon, el ayudante favorito de Donald Trump. La negación de la modernidad, que sustituyó el servilismo reducido a deberes por la ciudadanía con derechos inalienables, estableciendo obligaciones con el Estado, – llama a la plena restauración del Tradicionalismo (colonialismo y patriarcado) en el marco de una civilización cristiana aria. En la planilla, la táctica del plan pasa por la dictadura personal.

El yaguncismo rebelde es un instrumento, de carne y hueso y de rabia, en la contrarrevolución anticivilizatoria del neoazifascismo. La lucha resistente de los socialistas y demócratas tiene como objetivo proteger la democracia, que debe mejorarse con énfasis en la participación política. Además, la modernidad debe corregir las desigualdades de clase que alejan el pareado inspirado en la Revolución Francesa de finales del Antiguo Régimen: Liberté, Egalité, Solidarité. Armados, los yagunzos serán espoleados como perros para salir a la calle el 7 de septiembre, en desobediencia al sentido común. “Hay idiotas que dicen, 'ah, tienes que comprar frijoles'. Tienes que comprar un rifle, hombre. Las personas armadas nunca serán esclavizadas”. Conscientes, levantaremos la voz y el brazo vacunado. Esperar. Quién va, quién viene.

* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.

Publicado originalmente en la revista Teoría y debate.

 

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Umberto Eco – la biblioteca del mundo
Por CARLOS EDUARDO ARAÚJO: Consideraciones sobre la película dirigida por Davide Ferrario.
Crónica de Machado de Assis sobre Tiradentes
Por FILIPE DE FREITAS GONÇALVES: Un análisis al estilo Machado de la elevación de los nombres y la significación republicana
El complejo Arcadia de la literatura brasileña
Por LUIS EUSTÁQUIO SOARES: Introducción del autor al libro recientemente publicado
Dialéctica y valor en Marx y los clásicos del marxismo
Por JADIR ANTUNES: Presentación del libro recientemente publicado por Zaira Vieira
Cultura y filosofía de la praxis
Por EDUARDO GRANJA COUTINHO: Prólogo del organizador de la colección recientemente lanzada
El consenso neoliberal
Por GILBERTO MARINGONI: Hay mínimas posibilidades de que el gobierno de Lula asuma banderas claramente de izquierda en lo que resta de su mandato, después de casi 30 meses de opciones económicas neoliberales.
El editorial de Estadão
Por CARLOS EDUARDO MARTINS: La principal razón del atolladero ideológico en que vivimos no es la presencia de una derecha brasileña reactiva al cambio ni el ascenso del fascismo, sino la decisión de la socialdemocracia petista de acomodarse a las estructuras de poder.
Gilmar Mendes y la “pejotização”
Por JORGE LUIZ SOUTO MAIOR: ¿El STF determinará efectivamente el fin del Derecho del Trabajo y, consecuentemente, de la Justicia Laboral?
Brasil: ¿el último bastión del viejo orden?
Por CICERO ARAUJO: El neoliberalismo se está volviendo obsoleto, pero aún parasita (y paraliza) el campo democrático
Los significados del trabajo – 25 años
Por RICARDO ANTUNES: Introducción del autor a la nueva edición del libro, recientemente publicado
Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES