Psicoanálisis en clave nueva

Imagen: Ermelindo Nardin
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por BENTO PRADO JR.*

Comentario al Libro de Isaias Melsohn

Empecemos por el corazón de la reflexión de Isaias Melsohn sobre la metapsicología: la reflexión sobre el estatuto epistemológico y ontológico del concepto de “representación inconsciente”. Lo que importa sobre todo es la originalidad y la riqueza de este enfoque de un problema por lo demás perfectamente clásico. ¿Cómo decir algo nuevo después de casi un siglo de debate sobre el tema? Me arriesgo enseguida a una hipótesis: la ventaja de Melsohn fue precisamente la de disolver aparentes aporías aclarando conceptos básicos y logrando así pasar indemne entre dos formas unilaterales y simétricas de “reducir” el concepto de representación inconsciente.

Para sustentar tal hipótesis, es necesario esbozar esquemáticamente (sólo un breve repaso) el horizonte histórico de la cuestión. Comencemos con el pequeño y el genio. Crítica de los fundamentos de la psicología., que G. Politzer publicó en 1928 (¡a la edad de 25 años!). Con respecto a Freud, la tesis, que haría historia, era clara y dura: la interpretación psicoanalítica es el punto arquimediano de la psicología del futuro, pero la metapsicología no es más que una costura de nociones metafísico-ideológicas a disolver por la crítica. . El pecado mortal de la metapsicología, implícito en la idea de representación inconsciente, consiste en su objetivismo y sus esquemas explicativos en “tercera persona”. Antes de ser asimilada por la versión francesa de la fenomenología, especialmente la de Maurice Merleau-Ponty, la idea central de Politzer ya había sido incorporada en la tesis doctoral de 1932 (tesis de psiquiatría, no psicoanálisis) de Jacques Lacan, aunque ni el título de la Crítica ni el nombre del autor se mencionan en el mismo.

Más tarde, Lacan, ya psicoanalista, promovería su “retorno a Freud” y se comprometería (ya contra Politzer) a reconstituir la necesaria metapsicología. Pero, tras un breve coqueteo con la fenomenología, encontraría, a través de Claude Lévi-Strauss, el buen camino del “estructuralismo”, acabando por “despsicologizar” radicalmente el psicoanálisis. Se trataba de pensar en la subjetividad del sujeto, descartando la idea romántica y “psicológica” de expresión.

Detrás del sujeto empírico y su expresión “fenoménica”, se configura una estructura que explica y relativiza a ambos. Así, más allá de la genialidad y los méritos indiscutibles de Lacan, se instaló una verdadera ideología de la “autonomía del significante”, que descalificó cualquier forma de fenomenología y vació nociones como “totalidad” o “expresión” de sentido. Así, partiendo de Politzer, pero restituyendo la metapsicología que éste había condenado, Lacan parece probar, por defecto, el diagnóstico del autor del Crítica de los fundamentos de la psicología.: la metapsicología está necesariamente ligada a un pensamiento objetivista y formalista (piénsese en los famosos “matemas”, donde acabamos buceando), que no hace justicia a la subjetividad del sujeto y a la práctica de la interpretación psicoanalítica.

Ahora bien, aunque recurra a la fenomenología (Sartre, Merleau-Ponty, Max Scheler), Melsohn no necesita alinearse doctrinalmente con ella para devolver sentido y función a la noción de expresión, sin la cual pierde la idea misma de interpretación. significado (cómo podría mostrarse en la segunda parte del libro, en las lecciones clínicas, si tuviéramos el espacio y la competencia técnica necesaria para eso). La fuerza de su tesis –que va más allá del campo de la teoría y la práctica del psicoanálisis– es que, lejos de oponerse, como en la tripartición lacaniana (imaginario/real/simbólico), las ideas de simbolismo y función expresiva pueden y deben entenderse como rigurosamente complementarios.

Esta es una gran hazaña, ya que la dificultad a la que se enfrenta es enorme. Para exponer la magnitud de la dificultad, recurro aquí a un antiguo texto de Michel Foucault: su prólogo a la traducción francesa de una obra de Biswanger, Le rêve et l'existence (Ed. Desclée de Brouwer, 1954). Allí muestra el nudo central de la revolución freudiana en la redefinición de las relaciones entre significado e imagen. Una ambigüedad que parece ser susceptible de dos -y sólo dos- soluciones insatisfactorias, como ejemplifica Foucault con la oposición simétrica Lacan/Melanie Klein: en un caso, una teoría del simbolismo que borra la dimensión de lo imaginario, en otro caso, una teoría de la fantasía que hace a veces la teoría del simbolismo.

Para Foucault, en este contexto, el psicoanálisis existencial de Biswanger aparecería como una especie de corrección del movimiento interpretativo, en el que la brecha aludida se corrige de alguna manera recurriendo a la fenomenología. La teoría husserliana del significado y la expresión (particularmente en la 1ª y 6ª investigaciones lógicas) proporcionaría –sin completar esta teoría faltante– instrumentos para la deseada teoría de la imaginación como lenguaje.

Robo este esquema de Foucault, para situar la obra de Isaias Melsohn o para sustentar la hipótesis que estoy lanzando: podríamos decir que, con nuestro autor, se abre una “tercera vía”, como la de Biswanger, pero con notables ventajas, desde el punto de vista de la filosofía. De fondo, tenemos el duro debate entre Ernst Cassirer y Heidegger, en Davos, 1922. Mientras recurre a la fenomenología, Melsohn no está obligado (como nunca lo estuvo) Bon Ton) recurrir a Heidegger para restablecer un puente entre el sentido, por un lado, y la imaginación o percepción, por el otro (entre lo que Kant llamó analítica y estética).

De hecho, el Cassirer más maduro de la década de 1930, con la Filosofía de las formas simbólicas, ya había podido restaurar la unidad de la teoría crítica de la razón, desarticulada, membrana disyectada, a principios del siglo XX, entre la analítica pura (filosofía analítica) y la estética pura (fenomenología en su forma final), restableciendo la continuidad entre el mundo de la vida (el famoso lebenswelt) y el mundo objetivado por el conocimiento científico; es decir, había podido, desde hacía algún tiempo, restablecer la buena continuidad y la necesaria discontinuidad entre la percepción y la expresión inmediatas y el conocimiento objetivo.

Y Cassirer es capaz de esta hazaña, alejándose de su más puro neokantismo de origen, acercándose sorprendentemente al mismo Hegel, recuperando, como paso necesario para crítica de la razón, alguna forma de fenomenología del espíritu. Se trataba, para él, de rehacer el Crítica a partir de la descripción del preteórico: describiendo las formas más primitivas de expresión y simbolización (en la percepción inmediata y en su expresión mítica), se podría descubrir que ningún abismo separa la subjetividad del sujeto de la objetividad del objeto.

Pero, para descubrirlo, es necesario reconocer la complicidad entre simbolización y función expresiva, como lo hace Melsohn, en la estela del pensamiento crítico. Es necesario reconocer, más allá de las ideologías, que no podemos entender el mundo del lenguaje sin referirnos a lo prelingüístico, así como es necesario reconocer que no hay nada prelingüístico en términos absolutos, al menos para un sujeto humano.

En otras palabras, a contrapelo de los dualismos dominantes del siglo XX, Melsohn y Susanne Langer (a través de cuya obra, Filosofía en clave nueva, nuestro autor inicia su itinerario casi neokantiano, que culmina en Psicoanálisis en clave nueva) nos permiten decir, con la ayuda del excelente Cassirer, que hay algo así como una “forma viva”, inmanente a las formas más primitivas de experiencia que también se revela, pero “sublimada”, en los más altos niveles de expresión artística. , anterior y posterior, por tanto, al funcionamiento puramente objetivante del conocimiento científico. Si no fuera por este arco inesperado, ¿cómo entender al pequeño Hans o al cortocircuito padre/caballo? Es precisamente con la ayuda de Susanne Langer y, sobre todo, de Ernst Cassirer que Melsohn abre esta “tercera vía” de interpretación, más allá de la falsa alternativa puro expresivismo/puro formalismo.

Si, como he insistido en otro lugar, la filosofía tiene mucho que aprender del psicoanálisis, aquí vemos cómo un buen uso de la filosofía puede reavivar la teoría y la práctica psicoanalíticas. Si bien este renacimiento necesariamente trastorna las instituciones tutelares de la ortodoxia doctrinal o ideológica, como lo muestra la polémica de Melsohn con la redacción del Revista Internacional de Psicoanálisis. Pero, en este hermoso libro, el texto censurado y el trabajo mismo de la censura llegan al público y a una audiencia más amplia de lo que habría sido si hubiera sido publicado por la publicación nominada.

*Bento Prado Jr. (1937-2007) fue profesor de filosofía en la Universidad Federal de São Carlos. Autor, entre otros libros, de algunos ensayos (Paz y Tierra).

Publicado originalmente en Revista de reseñas / Folha de São Paulo, el 12 de enero de 2002.

 

referencia


Isaías Melsohn. Psicoanálisis en clave nueva. São Paulo, Perspectiva, 2001, 360 páginas.

 

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