Las próximas elecciones: biofilia versus necrofilia

Imagen: David Peinado
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por LEONARDO BOFF*

Si Jair Bolsonaro es reelegido, implementará un proyecto bajo el dominio de la necrofilia, la promoción de la muerte y sus derivados como el odio y la mentira.

En la misa de Pascua se canta uno de los más bellos himnos del gregoriano en el que se dice: “la muerte y la vida, mirándose, se batieron a duelo” (mors et vita duelo conflixere mirando). Y concluye: “el señor de la vida, vivo reina” (dux vitae, reinado vivo).

Me refiero a este texto litúrgico como una metáfora de lo que veo ocurrir en las próximas elecciones: un plebiscito en el que efectivamente se libra un duelo político entre dos proyectos para Brasil y dos modelos de presidente. Un proyecto tiene como representante y promotor a un presidente que claramente se ha aliado con el dominio de la muerte. No quiero decirlo, pero una de las inteligencias jurídicas más brillantes de nuestro país, el exgobernador de Rio Grande do Sul, exministro de justicia, Tarso Genro, dice:

“Para Jair Bolsonaro no hay opositores, solo hay enemigos a los que matar con las armas. Como político que defiende la ejecución de sospechosos, el fusilamiento de “30 compatriotas”, el asesinato de un presidente pacífico y democrático, la tortura como método inquisitorial, el fin de la democracia política, que sostiene que el error de la dictadura fue no tortura, pero era “no matar”, lo que expresa públicamente su admiración por Hitler y se burla de la tortura sufrida por una mujer digna –que estaba siendo apartada de la Presidencia–, pues esta política fue cobardemente naturalizada por el “establishment” neoliberal y por las grandes cadenas de comunicación, después de haber cometido y repetido muchos crímenes bárbaros y aún haber hecho una consciente propaganda genocida contra la vacunación?”

Aquí queda claro un proyecto de muerte que, si Jair Bolsonaro es reelegido, lo implementará. Es el dominio de la necrofilia, la promoción de la muerte y sus derivados como el odio y la mentira.

Del otro lado del duelo, hay otro representante, Luis Inácio Lula da Silva. No quiero ser un maniqueo que sólo considera el bien por un lado y el mal por el otro. Mezcla del bien y del mal. Pero hay que reconocer que en Lula el bien gana más expresión. Presenta un proyecto cuya centralidad está en la vida, empezando por los que menos vida tienen: los treinta millones de hambrientos, los 110 millones con alimentos insuficientes, los millones de parados o subempleados, trabajadores y jubilados que han visto mermados sus derechos con la salario mínimo congelado.

En resumen, lo primero que hay que hacer es garantizar lo mínimo: alimentación, salud, trabajo, educación, vivienda, tierra para producir alimentos para el pueblo, seguridad y oportunidad para quienes históricamente son descendientes de los barrios esclavistas (54% de los población) para poder ingresar a la educación superior, universitaria o técnica. Gobernar es cuidar de todos, pero siempre empezando por los humillados y ofendidos. La inspiración viene de Gandhi, quien dijo: hacer política es tener un gesto de amor hacia el pueblo y cuidar las cosas comunes. O en palabras del Papa Francisco en su Todos hermanos: la política debe hacerse con ternura “que es el amor que se hace cercano y concreto, un movimiento que procede del corazón y alcanza los ojos, los oídos y las manos” (n. 196). Es el reino de la biofilia, del amor a la vida.

Estos dos proyectos, como un duelo, se enfrentan en esta elección. Corresponde a los ciudadanos hacer su juicio: ¿qué país queremos finalmente? ¿Qué presidente es más portador de vida, de medios de vida, de esperanza y de ganas de vivir? No somos piedras que simplemente existen. No solo queremos existir, queremos vivir y vivir en paz unos con otros.

Lo que vivimos en el gobierno del actual presidente fue la merma de nuestra humanidad, el abandono de miles entregados a la virulencia del Covid-19 y que murieron cuando podrían haberse salvado de no ser por el tenaz negativismo oficial.

Lo que más nos duele y nos avergüenza es la falta de compostura de la máxima autoridad de la nación, que debe vivir las virtudes que le gustaría ver realizadas en el pueblo, como son la solidaridad, el cuidado del otro y de nuestras riquezas naturales, y la promoción de nuestra ciencia y cultura, a la que insultó de manera vejatoria. Por el contrario, la propagación del odio, noticias falsas, groserías, malas palabras y todo tipo de discriminación contra afrodescendientes, indígenas, quilombolas, mujeres, pobres y LGBT+, entre otros.

Sólo podremos vencer este flagelo político-social y necrofílico si en el duelo optamos por el proyecto de la biofilia. Aquí sigo utilizando al exgobernador Tarso Genro: “A una semana de las elecciones hay que hacer un gran acuerdo político de gobernabilidad y gobernabilidad, derrotando en primera vuelta a Jair Bolsonaro, unidos en torno al nombre más fuerte para ganar y llevar a la nación a la democracia”. y destino social que merece nuestro pueblo”.

Ese nombre se perfila como el favorito de los votantes, Lula da Silva. Es un sobreviviente de la gran tribulación nacional, demostró que fue capaz de humanizar la política, sacar a Brasil del mapa del hambre y crear políticas sociales y populares que crearon oportunidades para los excluidos, para muchos otros y, sobre todo, devolvieron la dignidad a los empobrecidos

El destino de nuestra nación está en nuestras manos. Depende de la opción por lo que saque a Brasil del pozo en que fue arrojado y nos permita reducir la desastrosa desigualdad social y, finalmente, concedernos la gozosa celebración de la vida. El próximo duelo electoral del 2 de octubre será la gran prueba: qué Brasil y qué presidente queremos realmente. Que triunfe el proyecto de la biofilia, el amor a la vida, especialmente la que sufren las grandes mayorías.

*Leonardo Boff Es teólogo, filósofo y escritor. Autor, entre otros libros, de Brasil: completar la refundación o ampliar la dependencia (Vozes).

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