La próxima cumbre de los BRICS

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Por CLAUDIO KATZ*

La expansión de los BRICS revela sus fortalezas y sus debilidades: atrae a países cansados ​​de la dominación occidental, pero diluye la cohesión en medio de intereses divergentes. Mientras China y Rusia impulsan la desdolarización, Brasil e India insisten en no antagonizar a nadie. El reto en Río es demostrar que el bloque es más que una suma de contradicciones. 

La próxima cumbre de los BRICS, en Río de Janeiro, se celebrará en un contexto crítico. El bloque incorporará nuevos miembros y debatirá respuestas económicas a la agresión arancelaria de Donald Trump. Sin embargo, la guerra en Ucrania, el genocidio en Palestina y el bombardeo de Irán también estarán en la agenda. Los BRICS son el centro de importantes cambios trascendentales y su análisis nos permite comprender el período actual.

Orígenes, frustración y consolidación

Es común recordar que, hace veinte años, un operador del mercado financiero de Goldman Sachs introdujo el nombre BRICS para representar a un conglomerado de países con grandes oportunidades de inversión financiera. Esta anécdota guarda poca relación con el surgimiento real del bloque, que surgió con la coalición formada en 2003 por India, Brasil y Sudáfrica (IBSA) para resistir la exigencia de la OMC de pago de patentes de medicamentos. Esta oposición dio origen al quinteto posterior.

La convergencia inicial fue muy limitada debido a la estrecha relación entre las clases dominantes locales y las corporaciones transnacionales. Esta articulación marcó el inicio del siglo XXI en un contexto de euforia neoliberal, veneración del Primer Mundo y desprecio por los bloques regionales.

La crisis financiera de 2008 sepultó este idilio, pero no eliminó la expectativa de globalización. Esta esperanza fue renovada por los gobiernos del epicentro capitalista (G7), que ampliaron su membresía con nuevos miembros (G20) para asegurar el rescate del sistema bancario en colapso. Los llamados países emergentes se unieron, esperando una recompensa por esta ayuda. Esperaban lograr la primacía efectiva del G20 sobre el G7, obtener escaños en el Consejo de Seguridad de la ONU y aumentar su influencia en el FMI (García, 2025).

La primera frustración llegó con la pandemia y el egoísmo descarado de Occidente, que protegió las patentes de sus farmacéuticas, vetando la conversión de las vacunas contra la Covid en un bien universal.

Las desilusiones posteriores fueron más explícitas. El G20 se vio influenciado por la agenda del G7, el Consejo de Seguridad de la ONU se mantuvo inalterado, y tanto el FMI como la OMC mantuvieron su tono anterior. Las potencias dominantes se negaron a compartir el control de estos organismos, y esta negativa desencadenó el surgimiento efectivo de los BRICS como un bloque independiente con sus propios proyectos (Prashad, 2023).

La primera cumbre en Ekaterimburgo (2009) inauguró una serie de reuniones anuales con numerosas iniciativas. La adhesión de Sudáfrica (2010) fue el punto de partida de este intenso programa, que sustituyó la estrategia de reformar las organizaciones internacionales existentes por la creación de sus propias instituciones (Delcourt, 2024).

Este cambio ha consolidado el perfil de los BRICS y ha alterado el significado de la asociación. Ha diluido la prioridad previa de negociar un nuevo estatus en la ONU, la OMC, el FMI o el G7, y ha fortalecido la formación de organismos paralelos y potencialmente rivales de estas instituciones.

Es importante registrar este cambio para ver cuán lejos están los BRICS actuales de sus embriones anteriores. La crisis y el declive de la globalización neoliberal han llevado a sus miembros a concebir un proyecto muy alejado de lo que inicialmente habían imaginado.

Este cambio de la fusión al conflicto con Occidente converge ahora con la ruptura definitiva de la globalización. La erosión del libre comercio y la expansión del proteccionismo han llevado a los BRICS a formar su propia asociación comercial. Están articulando cada paso de su agenda en respuesta a la política agresiva de Estados Unidos.

Sanciones y multipolaridad

El evento que probablemente definió la imagen actual de los BRICS fueron las sanciones financieras impuestas a Rusia por los bancos occidentales tras su invasión de Ucrania. Esta represalia rompió con todas las normas previas (Ding Yifan, 2024). La confiscación de los activos de un adversario por parte de Washington afectó duramente al Estado moscovita y a los millonarios rusos, perdiendo el control de 300 XNUMX millones de dólares.

Esta confiscación incluso fue llevada a cabo por Suiza, un país que, debido a su larga historia de neutralidad, era considerado por el gran capital itinerante como un refugio seguro para sus inversiones. La mayoría de los bienes rusos se comercializaban a través de este país, y el 30% de las grandes propiedades en el extranjero con este origen se ubicaban allí (Gao Bai, 2024).

Con esta incautación, Estados Unidos alertó a muchos países, empresas y millonarios, quienes, por primera vez, se dieron cuenta de la vulnerabilidad de sus fortunas ante la discreción de Washington. Todos percibieron la inseguridad de sus activos ante cualquier tensión con la principal potencia. El guardián global del capitalismo demostró la rapidez con la que puede destruir los derechos de propiedad y la confianza en los bancos ante un enemigo.

La confiscación de activos rusos alarmó particularmente a los directivos del BRICS quienes, observando la magnitud de estas represalias, confirmaron la necesidad de forjar organizaciones protegidas de las represalias estadounidenses (Nogueira 2024).

La confiscación fue un golpe autoinfligido a la credibilidad de Occidente, que aceleró la transformación de los BRICS en un proyecto ajeno a los dictados de Washington. El objetivo de convertir a Rusia en un paria internacional condujo al proceso opuesto de impulsar el bloque, en colaboración con Moscú. El quinteto, concebido para competir por mejores condiciones comerciales y financieras con Occidente, se convirtió en el proyecto opuesto de mayor autonomía respecto a la Tríada (Estados Unidos, Europa y Japón).

Los BRICS se están adaptando al nuevo escenario de multipolaridad, reforzado por la crisis financiera de 2008. Este contexto de mayor dispersión de poder es un hecho registrado por muchos analistas (Bello, 2025), quienes destacan el debilitamiento de la omnipresencia estadounidense ante la proliferación de competidores en distintas zonas del planeta (Tooze, 2025).

Este marco heterogéneo surgió tras el fallido intento unipolar de construir un «nuevo siglo estadounidense» tras el colapso de la URSS. Nadie sabe aún en qué medida los BRICS contribuirán a estabilizar o debilitar el nuevo escenario (Savin, 2024).

Atracción significativa

La adhesión de nuevos miembros al BRICS confirma la consolidación del bloque. La expansión se propuso en la reunión de Johannesburgo (2023) y contempla la incorporación inmediata de cuatro países (Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos), tras el rechazo de Argentina y la incertidumbre de Arabia Saudita. Los cinco miembros fundadores mantienen... estado privilegiados en relación con los recién llegados, pero el reciente BRICS+ está empezando a surgir y podría sumar un número sorprendente de socios.

Las solicitudes de membresía incluyen listas extensas. Entre 19 y 25 países han presentado solicitudes de adhesión y otros 40 han expresado, de forma más informal, su deseo de unirse al grupo (López Blanch, 2023). En cualquier caso, los BRICS ya han duplicado y se espera que tripliquen su número de miembros. Este atractivo confirma que el bloque expresa no solo los intereses específicos del quinteto inicial, sino también la dinámica subyacente de un cambio trascendental.

La creación de organizaciones internacionales que compiten con el FMI y la OMC es vista con buenos ojos por un gran número de Estados, además de los fundadores de los BRICS. Esta reformulación se produce en un contexto muy crítico para las Naciones Unidas, que se enfrenta a una parálisis de su funcionamiento efectivo. Algunos analistas ya han comparado este daño con el deterioro que condujo a la disolución de la predecesora de esta institución (la Sociedad de Naciones) (De Sousa, 2024).

La expansión de los BRICS ha sido impulsada por el liderazgo ruso-chino y el apoyo del trío indio-brasileño-sudafricano. La invitación a nuevos socios ha seguido el modelo de atracción económica que China ha desarrollado con gran éxito en la última década. Ofrecen enormes oportunidades de negocio y mercados, sin las exigencias de subordinación que caracterizan cualquier conexión con Estados Unidos. Los recién llegados o quienes aspiran a unirse a los BRICS buscan aliviar esta subordinación.

Los objetivos de China

China ha extendido esta estrategia a sus cuatro socios, afirmando su abrumador dominio productivo. Su economía es cinco veces mayor que la de India y ocho, nueve y cuarenta y tres veces mayor que las de Rusia, Brasil y Sudáfrica. Con varios miembros del conglomerado, el gigante asiático mantiene relaciones similares al modelo clásico centro-periferia (exportación de productos manufacturados y adquisición de materias primas).

China lidera las principales iniciativas de los BRICS, es la sede de sus organizaciones económicas y concibe este núcleo como parte de su vasta red de alianzas internacionales (Katz, 2023: 83).

Pekín aceptó el desafío globalizador de Washington a finales del siglo pasado y terminó beneficiándose de él (Bello; Guttal, 2025). Al alcanzar la madurez productiva interna, rechazó las demandas de mayor apertura de su economía, bloqueó la financiarización y acentuó la regulación estatal (Roberts, 2024).

Su impulso a los BRICS forma parte de esta estrategia y está directamente vinculado a la implementación de la Ruta de la Seda. Cinco de los seis países invitados a unirse a esta asociación se encuentran geográficamente ubicados en puntos clave del itinerario internacional promovido por Pekín. BRICS+ es la base de los puentes con Oriente Medio y África, de gran interés para el gigante asiático. Egipto y Etiopía fueron seleccionados por su ubicación, siguiendo el patrón que previamente condujo a la incorporación de Sudáfrica (Tolcachier, 2023).

China también ha priorizado el suministro de energía y la consiguiente transformación de los BRICS en un actor clave en el mundo petrolero. La invitación a Irán, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita persigue claramente este objetivo. Si el grupo logra reunir a estos tres miembros, controlará el 41 % de las reservas probadas de crudo, el 53,1 % de su equivalente en gas natural y el 40,4 % de los yacimientos de carbón (Amesty, 2024).

La disputa sobre la membresía de Arabia Saudita es tan intensa debido a su prominencia petrolera. China ha intentado seducir a la monarquía wahabí con enormes ofertas de inversión en la Ruta de la Seda. Riad ha respondido con gestos favorables para combinar estas propuestas con su programa de diversificación económica ("Visión 2030"). Pero Washington está decidido a impedir esta convergencia, utilizando todo su arsenal de presión para mantener la ciega lealtad de Arabia Saudita a Norteamérica.

De forma más virulenta, Estados Unidos busca obstaculizar los crecientes lazos de China con Irán. La "Guerra de los 12 Días" que Donald Trump y Benjamin Netanyahu lanzaron contra Teherán tenía como objetivo debilitar esa relación.

Pekín ha construido un ferrocarril que une a ambos países, evitando las rutas marítimas controladas por el Pentágono. Este corredor ferroviario sustituye el transporte marítimo a través del Mar Rojo, que se ha vuelto demasiado caro y peligroso debido a la creciente militarización. Irán ya suministra el 15 % de las importaciones de petróleo de China, y la nueva ruta ferroviaria reduce los tiempos de envío de 45 a 14 días.

El bombardeo estadounidense-israelí fue un mensaje de guerra contra los BRICS. Su objetivo era obstaculizar la nueva presencia de Irán en este bloque y socavar su papel estratégico como proveedor de energía a China (Pont, 2025).

Los propósitos de Rusia

Rusia también apoya la creación de un mercado energético bajo la égida de los BRICS. Es un actor clave en este ámbito, y la creación de un eje con Riad y Teherán le otorgaría a Moscú la solvencia necesaria para alcanzar acuerdos sobre precios y tarifas de extracción de crudo.

Rusia también ha buscado integrar a Argentina en los BRICS para coordinar la gestión del mercado mundial de alimentos. Busca asociar a otros exportadores de granos para crear un... alberca de productos agroalimentarios, en comparación con el mercado de Chicago (Pont, 2024).

La expansión de los BRICS tiene otro objetivo más inmediato para Rusia: busca forjar una defensa contra las sanciones de Estados Unidos y Europa, sorteando las dificultades con nuevos socios (Patnaik, 2023).

China e India han actuado como los principales salvadores de Moscú para contrarrestar las sanciones. En particular, han comprado el combustible que Rusia dejó de exportar a Alemania.

Pero este contrapeso no resuelve el duro golpe que su exclusión del sistema SWIFT ha supuesto para el sistema comercial y financiero del país. Este sistema opera como una red global de 11.000 instituciones financieras en 200 países. La desconexión de este mecanismo —que Irán ya ha sufrido— exige la improvisación de formas de conexión muy provisionales y costosas.

Para contrarrestar esta adversidad, Moscú insiste en crear un instrumento alternativo a SWIFT y cree que la expansión de los BRICS facilitará esta iniciativa (Tyson, 2024). Los participantes de la cumbre de Kazán (2024) previeron varios mecanismos para esta posible estructura (BRICS Bridge, BRICS Clear). También consideraron la creación de una compañía de seguros para respaldar la solvencia de esta red de pagos.

Aunque Rusia tiene una economía menos articulada externamente que sus socios, su cadena de suministro se ha visto gravemente afectada por las sanciones euroestadounidenses. La expansión de los BRICS facilita la sustitución de proveedores, clientes y mercados, algo que Moscú inició al inicio de la guerra en Ucrania. Esta sustitución le ha permitido mantener el crecimiento del PIB en el contexto de la guerra y, con sus nuevos socios, espera contrarrestar la presión occidental (Sakwa, 2021).

Resurgimiento del neodesarrollismo

India, Brasil y Sudáfrica forman un trío más pequeño en comparación con los dos gigantes que lideran los BRICS. Aspiran a intervenir en la alianza como líderes y portavoces de tres regiones del planeta. Defienden posturas de menor tensión con Occidente, se distancian de la tensión geopolítica de Rusia con Estados Unidos y de la batalla económica chino-estadounidense.

Los tres países siguen una estrategia dual: fortalecer los lazos con los dos líderes del grupo y preservar los vínculos con las grandes potencias occidentales. India participa en una alianza militar con Estados Unidos en Asia, Sudáfrica es muy sensible a la presión de la embajada yanqui y Brasil nunca rompe la... statu quo con Washington.

Para mantener su influencia en los BRICS, el trío afirmó su posición preferente como fundadores antes de la llegada de nuevos miembros. Los recién llegados participan como socios en los BRICS+, sin tener el poder que el quinteto original conserva en la toma de decisiones y la distribución de cargos. Brasil e India lucharon por limitar la incorporación de miembros que pudieran eclipsar su liderazgo (Stuenkel, 2024).

En este sentido, Lula se prepara para asumir el liderazgo rotatorio anual del grupo en la próxima reunión en Río de Janeiro. Desde esta posición, marcará la agenda, buscando un mayor equilibrio con Occidente, similar al logrado por Putin en la reunión anterior en Kazán.

Por un lado, Lula participó en la celebración del 80.º aniversario de la victoria sobre el nazismo en Moscú, compartiendo las denuncias contra la extrema derecha actual. Por otro lado, el líder brasileño hizo un llamado a la no confrontación con Donald Trump, tendiendo puentes en la tensa relación entre Moscú y Washington.

La diplomacia de Itamaraty privilegia este perfil para el próximo evento, en línea con los discursos de Lula, que enfatizan posiciones internacionales más conciliadoras.El País, 2025). Su mensaje principal es “favorecer los intereses de todos, sin estar en contra de nadie” (El Globo, 2025).

Obviamente, esta equidistancia es una ficción, lo que ilustra el interés de Brasil en mantener vínculos con potencias hostiles a los BRICS. Esta misma actitud adoptó el gobierno sudafricano cuando participó como invitado en la cumbre de Johannesburgo (2023). Esta búsqueda de un punto medio es más visible en el caso de India, que no ha olvidado sus conflictos militares pasados ​​con China ni su relación ambivalente con Rusia.

Pero el impacto del trío no se limita al liderazgo de estos países en América Latina, África y Asia. También ilustra la creciente importancia de las naciones en el centro de la economía mundial. Esta posición es compartida por algunos de los miembros recientes del grupo (Egipto, Irán), otros candidatos a la adhesión (Indonesia) y algunos actores que flirtean con el bloque (Turquía).

En todos estos casos, existe una intención neodesarrollista de promover polos de crecimiento zonal, con políticas industriales que implican una mayor intervención regulatoria del Estado (Optenhogel, 2024). Este cambio hacia estrategias keynesianas fue anticipado en el Sudeste Asiático por Malasia y Corea del Sur, y es la tendencia actual en los BRICS. Este perfil explica el atractivo que despierta esta asociación entre los países que están retomando el industrialismo.

Es importante registrar este cambio para conceptualizar la presencia de un escenario muy diferente al de los años de euforia neoliberal y el auge de la globalización. Este contexto ha experimentado mutaciones y la repetición de viejos diagnósticos dificulta comprender la importancia actual de los BRICS.

*Claudio Katz. es profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires. Autor, entre otros libros, de Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo (expresión popular) [https://amzn.to/3E1QoOD].

Traducción: Fernando Lima das Neves.

Referencias


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