En busca de la normalidad alienada

Imagen: Estela Grespan
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por ELIZIARIO ANDRADE*

La normalidad de la “nueva normalidad” que se busca no es más que una conciencia enajenada de la propia realidad

El pánico social generado por las amenazas y consecuencias del Covid-19 enmascara las características actuales de la crisis del capital, la lucha política de clases y la guerra cultural e ideológica sin fronteras de las clases dominantes por mantener el orden liberal. Esta guerra entró en su período histórico de disolución de las configuraciones superestructurales y estructurales, que agonizan ante los límites de reproducción material y social que les son propios. Y, como no son absolutas, las condiciones para la valorización del capital tienden a negarse desde su lógica interna de producción, ahora con un ciclo de rotación para su realización de forma cada vez más irracional, incontrolable, acelerada y con consecuencias sociales exacerbadas y barbarizado

Se trata de la dinámica de una realidad en la que la burguesía arrastra su naturaleza y principios fundacionales de sustento material como una carga letal entre los escombros del trabajo devastado en todas las variedades posibles de precariedad y explotación brutal, y de una vida social deshilachada en múltiples formas. de negación y alienación del ser social que se exterioriza a través de la producción de bienes y la relación enajenada con ellos.

En este contexto de la pandemia del Covid-19, cada vez queda más demostrada la relación con los imperativos destructivos del capital que ha aprovechado las circunstancias -a escala global- para profundizar las desigualdades, concentrar y centralizar la riqueza. En medio de las aterradoras cifras de contagios y muertes en el mundo, las corporaciones y el capital en general, como es costumbre, anteponen sus ganancias a cualquier principio humanitario o moral.

En un reportaje de Mariella Bussolati, publicado por Business Insider, 15-09-2020 (reportado por el IHU, 16-09-2020) la evidencia demuestra que esta relación es parte de un proceso dinámico de desarrollo y transformaciones devastadoras. Los datos de esta realidad son elocuentes, en seis meses, 32 de las mayores multinacionales del mundo incrementaron sus ganancias en un monto de 109 mil millones de dólares en relación al promedio de los ejercicios de los 4 años anteriores. Según el informe de la ONG Oxfam[i]de 2016 a 2019, las 10 principales marcas pagaron $21 billones en dividendos, el 74% de sus ganancias; Los 25 principales multimillonarios del mundo aumentaron su riqueza en $ 255 mil millones en los primeros tres meses de la pandemia. Mientras tanto, 13 millones de brasileños siguen sin trabajo y 600 micro, pequeñas y medianas empresas han cerrado sus puertas, pero, por otro lado, 42 multimillonarios en el país han aumentado su riqueza en US$ 34 mil millones. Y, para evitar cualquier duda sobre esta sociedad desigual, es muy ilustrativo que 6 brasileños posean una riqueza equivalente al patrimonio de los 100 millones más pobres del país. El 5% más rico tiene la misma participación en los ingresos que el 95% restante.

En la pandemia solo destaca lo que ya estaba en marcha: la crisis sanitaria y la devastación de la protección social por las políticas neoliberales en las realidades de las sociedades en el mundo capitalista. Sin embargo, todo esto había sido manipulado y ocultado por instituciones internacionales como el Banco Mundial, la ONU, UNICEF y los gobiernos neoliberales desde la crisis de 2008 hasta la actualidad. Pero, a medida que se hace imposible controlar y ocultar este fenómeno resultante de la expansión irracional del propio capital, sus males salen a la luz y sirven para revelar la naturaleza del sistema.

Estas “contradicciones en proceso” (Marx, Grundrisse, 1973), son una dinámica impulsada por la verdadera autofagia, concepto que en las ciencias biológicas significa un proceso catabólico que da lugar a la degradación de componentes de la propia célula, conduciendo a su destrucción. Pero que en el campo de la economía y la sociedad se caracteriza por inmensas complejidades que, lejos de cualquier determinismo lineal y positivista, se recubre con toda la dialéctica ontológica del desarrollo del capitalismo. Esto quiere decir que el capital coexiste siempre con la eterna “fuga hacia adelante” donde sus crisis exteriorizan las contradicciones inherentes a la producción capitalista que no pueden ser reprimidas, que indican el carácter limitado de su régimen de producción.

El movimiento de esta dinámica busca resistir las tendencias negativas de su lógica orgánica, como la caída a escala mundial de la baja tasa de ganancia resultante de la reducción de la producción de valores reales en las relaciones de producción. Derivado, en gran parte, del imperativo de que las relaciones sociales mercantilizadas coloquen a cada capital individualmente, para incrementar la automatización y sus actividades para enfrentar la competencia de un mercado totalmente monopolizado y bajo el control de corporaciones financieras e industriales. Esto obliga a la sustitución, en gran medida, del trabajo vivo (fuente de valor) por nuevos elementos de las fuerzas productivas, lo que Marx habría llamado el “General Intellect”, es decir, el uso creciente de la ciencia y la tecnología en la producción. para acelerar la productividad y fortalecer la competitividad entre capitales. Así, lo que caracteriza como la “contradicción en proceso” del capital se manifiesta, en el marco histórico de 2020, como una tendencia insoluble, irresoluble, que pone en entredicho la supervivencia de la dinámica del propio sistema.

Es aquí donde se sitúa la problemática de la reducción de “obra abstracta”, a la que alude Marx desde el estudio desarrollado en su obra sobre los Grundrisse. Pues, en sus análisis, si bien ha encontrado salidas a sus crisis generales, el capitalismo -a través de su propia autofagia- para restablecer nuevos niveles de producción y relaciones laborales y restaurar parcialmente la cantidad de sus márgenes de valores -es incapaz conferir una estabilidad duradera a su sistema productivo a escala mundial. Las soluciones que, a lo largo de su devenir histórico, se han vuelto cada vez más provisorias y efímeras, además de profundizar y agudizar las “contradicciones en proceso” del capital y llegar a límites interna e externos de su desarrollo.

De esta forma, ya no se trata de crisis cíclicas y coyunturales, sino estructurales con un fuerte contenido destructivo, y lejos de cualquier perspectiva duradera que sea capaz de abrir nuevos ciclos para una reanudación estable de la expansión del capitalismo. Los límites internos identificados en la intensidad de esta tendencia creciente, socavan la base misma de la expansión y acumulación al reducir la capacidad de autovalorización basada en la expropiación directa del poder del “trabajo libre” (trabajo vivo), bajo la forma de mercancías para producir valores y generar la espiral de apreciación real del capital social total.

Es aquí donde podemos advertir el movimiento ineludible de este proceso contradictorio, al tiempo que reduce el trabajo social total y abstracto del sistema productivo para aumentar la productividad y reducir el costo de producción, lo que termina saboteando la propia dinámica de la racionalidad capitalista, sostenida por la lógica del valor, que da sentido y determina la forma y el contenido de las relaciones sociales capitalistas y burguesas. Es un callejón sin salida que pone en riesgo a toda la sociedad y amenaza la base misma del desarrollo civilizatorio moderno, en particular porque genera externo de esta dinámica tiene consecuencias irrecuperables y destructivas sobre la naturaleza y, en consecuencia, sobre la relación entre el hombre y la naturaleza.

Lejos de cualquier ideología del discurso de la sustentabilidad, objetivamente el capital industrial y financiero opera a un ritmo acelerado, arrasando con su propia forma de sociabilidad basada en el trabajo explotado, fuente generadora de riqueza privada para concretar sus ganancias a corto plazo. Avanza ciegamente sin importarle el daño que esta lógica genera a la naturaleza y a la condición humana, por tanto, los fundamentos sociales de esta racionalización de la producción y de la reproducción social y material tienden a llevar a la sociedad, cada día, al borde del colapso ecológico. Esto quiere decir que hoy no podemos combatir esta realidad si no atacamos los fundamentos de esta racionalidad, es decir, el modo actual de sociabilidad. En estas condiciones, ya no hay conciliación posible entre la lógica que rige la economía capitalista y la vida. Las exigencias de la producción y del mercado impiden cualquier forma de control racional o medidas de contención para frenar la devastación de la naturaleza mediante la apropiación y expropiación de sus recursos con el fin de convertirlos en mercancías.

Lo que estamos viviendo con la pandemia del covid-19 es solo un síntoma de este proceso destructivo con el que la normalidad capitalista ha llegado a identificarse y convertirse en la crisis misma, en un deshilachado de contradicciones que se ha convertido en modus operandi de un proceso metabólico de destructividad sin precedentes, tanto en las relaciones sociales de producción, como en la condición de relación del ser social con la naturaleza. Por tanto, se convierte en una ilusión o en una completa ingenuidad pensar que a partir de ahora habrá una realidad pospandemia -proyectada desde los supuestos del mercado de la forma de vivir y relacionarse con total libertad y tranquilidad- donde todo volverá a su funcionamiento "normal". tras la traumática experiencia envuelta en el nombre de la experiencia social generalizada vivida en la pandemia.

Tal ilusión nos recuerda el reinado de la Sociedad Abierta del filósofo liberal conservador Popper.[ii], donde la felicidad, la libertad y el bienestar humano se miden por la libre circulación de bienes, de capitales que emergen como los cimientos de la modernidad capitalista y del Estado burgués. El problema es que este tipo de pensamiento pasa por alto e incluso ignora la combinación de la condición humana que, en esta sociedad, está mediada por el intercambio de bienes y su mundo fetichizado. Un mundo en el que la realidad social y la vida se presenten a todos como una realidad indivisible, inalterable e insuperable. Todo dominado por su universo aparente, que parece ser lo que es, encadenado, fijado en representaciones vistas como definitivas, generadas siempre en la inmediatez y cotidianidad de la vida.

Contrariamente a esta representación de la realidad, tenemos que entender la pandemia del covid-19 no como un fenómeno aleatorio, sino como un avance irracional en la dinámica misma de la forma de producción y reproducción del sistema globalizado del capitalismo en crisis, producto de transformaciones en curso, que han generado consecuencias devastadoras entre el orden social y económico y la naturaleza. De esta manera, lo que estamos viviendo como consecuencia de las transformaciones del capitalismo es la manifestación de factores biológicos, epidémicos, bacteriológicos que se multiplican como el SARS y su familia de virus letales, H1N1, ÉBOLA, gripe porcina y vial que, como descrito por el destacado biólogo Rob Wallace[iii], crean las condiciones para la aparición de nuevos virus mortales con alta y rápida contaminación. Y al expandirse por el mundo, se descontrolan y empiezan a componer una realidad explosiva, que siempre ha estado cubierta por un velo de “normalidad” del orden social y político liberal que arrastra a la humanidad hacia un futuro siniestro.

¿Cómo hablar entonces de una pueril “nueva normalidad” de normalidad pospandemia, cuando su origen y razón de ser y existir no residen en sí misma, sino en el orden social en el que vivimos, responsable de causar, de manera multifacética? , variadas dimensiones de una realidad social que, en su esencia y forma, expresa el más alto grado de contradicciones que potencializan tensiones económicas, sociales, psíquicas, raciales, étnicas, políticas, ideológicas y de clase? Entonces, ¿cómo pensar la “normalidad” en esta forma de sociabilidad que engendra odio en las relaciones sociales con acciones xenófobas, homofóbicas, racistas y de clase? ¿Cómo, si todo esto se manifiesta pisoteando su propio régimen político: la democracia capitalista? De hecho, el régimen cumplió su papel histórico en la consolidación de la sociabilidad y racionalidad de su forma de producción y reproducción, pero hoy se encuentra en una fase de agotamiento impuesta por los imperativos excluyentes e irracionales del capital.

En este escenario, el hecho a destacar es que la realidad del orden social burgués se enfrenta a todas las formas posibles de hostilidad que provienen del propio sistema, con la práctica regresiva y acentuada de la violencia como método y pedagogía de control social y político. dominación De esta manera, la coerción política, el ascenso de fuerzas sociales de extrema derecha neofascistas, expresa las crecientes dificultades de las clases dominantes para construir -como en el pasado- mayores consensos y unidad en torno a su hegemónica universalidad social, cultural y política. Por lo tanto, se hizo común negación de la constelación de verdades del marco del pensamiento social liberal y político, de los saberes y prácticas científicas que conformaron la modernidad de la propia ideología burguesa: la justicia social, la libertad, la razón y la ciencia como indispensables para realizar la utopía del pensamiento liberal clásico de la noción el progreso económico, el desarrollo y la rentabilidad de la economía.

El aparente y parcial abandono de esta ideología económica, política y social por parte de fuerzas de derecha y extrema derecha que cuestionan aspectos fundamentales de la sociedad capitalista con propaganda y discursos políticos “antisistema” contra el parlamento y los tribunales de justicia, o con ofensivas radicales contra el trabajo y los derechos sociales, expresa, nada más y nada menos, los vínculos históricos de las democracias burguesas modernas y el Estado capitalista con la violencia fascista para poder imponer -en determinadas condiciones históricas- una institucionalidad autoritaria. Pero en el pasado, este vínculo entre las democracias burguesas y el fascismo en los países en desarrollo de capitalismo tardío -aunque compitieran industrialmente en el mercado mundial- era para lograr la modernización a través de las condiciones políticas autoritarias del capitalismo, expandir el capital y apuntar a conquistas territoriales a través de la violencia y guerra imperialista.

En la actualidad, el radicalismo de derecha y extrema derecha, ya sea en la forma concreta del proyecto económico neoliberal con todas sus consecuencias sociales, ya sea en la dimensión simbólica e ideológica de carácter fascista, mantiene una diferencia histórica esencial en relación a lo que fue manifestado en el periodo intermedio.Guerras mundiales. La manifestación del fascismo en ese período –aunque parezca paradójico– se dio en un contexto de ascensión y positividad del proceso de producción industrial del capitalismo. En la actualidad -ya sea a través de la coacción estatal, la acción partidaria, los grupos rabiosos de derecha, las milicias blancas, los fanáticos religiosos que forman cruzadas contra los negros, los que cazan a los comunistas y todos aquellos que cuestionan la forma tradicional y conservadora de sociabilidad del orden social Desde 1970, el sistema existente ha expresado la crisis de la democracia capitalista, sus principios políticos, teóricos, culturales y filosóficos.

Es en este contexto que el “mito” de Bolsonaro, así como los mitos económicos de crecimiento, desarrollo y progreso de las sociedades burguesas, configuran el rostro de la misma sociabilidad capitalista en su fase degradada, amenazante y de movimientos erráticos. El primer mito es la fantasmagórica expresión político-ideológica en forma de fanfarrón pendenciero que tiene una utilidad, aunque provisional, para ocultar la esencia de la crisis social y económica, para distraer la percepción inmediata de las cuestiones fundamentales que están en proceso. en Brasil y en el mundo. Por otra parte, los mitos deciencia economica Los liberales referidos siempre han tenido la intención funcional de pretender, ya sea por la clásica opción liberal, neoliberal, o por la fórmula socialdemócrata keynesiana, soslayar lo ineludible: la lógica destructividad del capital, que ha mostrado colosales dificultades para convertirse en un fénix -como ocurrió en el pasado- para tomar vuelo de sus propias llamas y cenizas.

La normalidad buscada como discurso ideológico, junto a innumerables expresiones de sabiduría, moderación y equilibrio para el “buen vivir” y el “bienestar”, con actitudes racionales y realistas de “corrección política” traducen la búsqueda de normas y estándares morales, aspectos psicológicos del comportamiento social humano en un período histórico con un futuro amenazado por el propio motor que engendró la modernidad capitalista. Con ello pretenden acomodar pasiva y resignadamente a la mayoría de la población trabajadora que vive entre las llamas del orden capitalista revolucionado y con tendencias inciertas, muchas incluso impredecibles. Lo que revela es la incapacidad del sistema productor de bienes para cumplir sus promesas civilizatorias, dejándolo solo para luchar, bajo cualquier condición y de cualquier manera, por la supervivencia de este sistema.

Y, para consternación de muchos, es en este mismo momento que grandes fracciones de la izquierda en Brasil y en el mundo, para adoptar un horizonte posible y “realista” de convivencia permanente con el binomio formal y dicotómico: democracia y capitalismo, renuncia a la visión crítica radical y estratégica del mundo, la sociedad y la política. Asimilan la ideología dominante y la de los liberales que no reconocen la realidad de que el capitalismo ha creado una esfera económica separada de otros dominios de la realidad social y política. Por tanto, no existe una relación lógica y necesaria entre los intereses económicos y la democracia, ya que en el transcurso de la historia y de las experiencias nacionales, los intereses económicos de los imperativos del capital siempre han enfrentado los límites de las normatividades institucionales, llegando hoy al hecho de que la democracia se ha convertido en un grave problema para las políticas macroeconómicas neoliberales de tierra arrasada.

En efecto, la normalidad de la “nueva normalidad” que se busca no es más que una conciencia alienada de la realidad misma, esclava de su mundo de apariencias que desprecia los procesos objetivos y concretos de las relaciones sociales en su totalidad. La ruptura con esta conciencia exige un cambio en la posición misma del horizonte social y de clase que se tiene ante el mundo y la vida, extrapolando las dimensiones meramente existenciales y conflictivas de los individuos para conquistar una auténtica realización, no como un solo ser, prisioneros de su angustia, sino como un ser social liberado de la alienación de su vida cotidiana para vivir su humanidad con dominio y conocimiento del verdadero rostro de la sociedad y del mundo en que vive.

* Eliziário Andrade Es profesor de la UNEB.

Referencias


[i]https://www.oxfam.org.br

[ii]Popper, Karl Raimund, La sociedad abierta y sus enemigos. São Paulo: EDUSP, vol. 2, 1987.

[iii]Wallace, Rob. Pandemia y agronegocios: enfermedades infecciosas, capitalismo y ciencia. São Paulo: Editora Elefante, 2020.

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