la primavera libertaria

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Por RUBENS PINTO LYRA*

El mayo francés del 68 y sus repercusiones en las revueltas del siglo XXI

“en aquel mayo / se decidió la elección entre la guitarra y la violencia / volaron los adoquines / exigiendo una universidad crítica / y la paz sin sandalias / huyendo del palacio de las negociaciones / martirizó sus pies / en el valle de los caños cortados / aquel mayo

(Carlos Drummond de Andrade, en Amando se aprende amando)

la primavera de mayo

Han pasado cincuenta y dos años desde que la utopía libertaria del mayo francés del 1968 sacudió al mundo. Sorprendentemente y con mucha creatividad, revivió el espíritu revolucionario del humanismo en la medida en que sus artesanos se sintieron parte de toda la humanidad. “Cuando un estudiante francés declara que no es un estudiante, ni un francés, sino un revolucionario, asistimos, como si fuera un sueño, al derrumbe de todas las fronteras. Por tanto, nada de lo humano les era ajeno” (MATOS , 1982, p. 25).

Eran escépticos, porque desconfiaban de las ideologías como disfraz de realidades insoportables. Eran hombres de fe porque creían en lo que potencialmente existía, aunque aún no había nacido. Podían decir “no” y ser desobedientes porque podían decir “sí” y obedecer principios que eran genuinamente propios. "Se realista, exije lo imposible"; “está prohibido prohibir”; “las paredes tienen oídos, tus oídos tienen paredes”; “el jefe te necesita, tú no lo necesitas”; “la mercancía es el opio del pueblo” y “las barricadas cierran las calles, pero abren los caminos”.

Aquellos boutades traducir el espíritu irredentista de quienes alguna vez creyeron que era posible derribar, de la noche a la mañana, los muros de hierro del capitalismo, con su superestructura autoritaria, y emprender el camino hacia una nueva sociedad, fundada en la ausencia de todo egoísmo. “Nuestro camino”, dijeron, “será una larga marcha de fraternidad”. O carácter distintivo del movimiento de Mayo consistió en cuestionar la “tolerancia represiva” de las sociedades modernas, la integración acrítica del proletariado en las sociedades capitalistas, el “gran rechazo” de la juventud y su nueva sensibilidad ética, estética y política.

La revuelta estudiantil fue a la vez política, moral e instintiva, despojada de una base de clase tradicional; por lo tanto, era heterodoxo. Se volvió contra la sociedad productivista y los simulacros de valores que engendra y, en consecuencia, contra la alienación del trabajo (MATOS: 1982, p. 28).

Una nueva izquierda nació en mayo de 1968, revelando un fuerte rechazo a la política tradicional. Se enfrentó a la sociedad liberal-democrática y tampoco respaldó las instituciones y el sistema político que la legitimaba. La Primavera de mayo de 1968 develó sus contradicciones y antinomias, al cuestionar “una sociedad vista como orgánica y sin grietas, enseñando que una revolución no nace sólo de un conflicto interno entre opresores y oprimidos” (MATOS: 1982, p. 98).

Los “ladrones del cielo” pretendieron ser artífices de una revolución, no solo social y política, sino también erótica, donde la emoción cuente más que las verdades”todas las cosas buenas”: “cuanto más hago el amor, más quiero hacer la revolución. Cuanta más revolución hago, más quiero hacer el amor”.

Uno de los inspiradores de la revuelta de mayo, William Reich, señaló la “miseria sexual” existente, preconizando, para combatirla, la “orgasmoterapia” (MATOS:1982,p. 66). “Vivir sin tiempo, vivir sin obstáculos”, era lo que recomendaban los panfletos de la época. La controversia es interminable en cuanto al alcance de este estallido de insatisfacción con el establecimiento, que no fue “la segunda revolución francesa”, como afirmó en mayo de 1988 la extinta revista brasileña Titular fue una revuelta que vivió momentos insurreccionales, llegando casi a derrocar al gobierno del general De Gaulle.

De hecho, la Revolución Francesa de 1789 destruyó las estructuras económicas, sociales y políticas del feudalismo y puso otras nuevas en su lugar, ancladas en el modo de producción capitalista. Sin embargo, aun cuando no son profundos, los procesos revolucionarios generan rupturas importantes y pueden modificar de manera permanente aspectos sociales y políticos relevantes, como fue el caso de la revolución anticolonialista estadounidense.

El levantamiento de 1968 no produjo una revolución. stricto sensu, pues no legó cambios estructurales, ni de la noche a la mañana, ni siquiera “de procedimiento”, con transformaciones progresivas capaces de socavar los cimientos del capitalismo.

Los estudiantes contendientes de las universidades francesas, sin embargo, si no tenían el proyecto de una “nueva sociedad”, sabían lo que no querían, habiendo logrado enviar a la basura, en Francia y en otros lugares, la hegemonía de los comportamientos típicos de una sociedad represiva, sexista y prejuiciosa. Por lo tanto, la carácter distintivo libertario hizo tabula rasa de las prohibiciones e interdictos relativos a las relaciones entre niñas y niños, en particular en las residencias universitarias y las instituciones educativas en Francia.

Mayo de 1968 también contribuyó decisivamente a democratizar la gestión universitaria, hasta entonces prácticamente restringida al cuerpo docente. Como resultado de estos cambios, toda la relación vertical, excesivamente formalista, visceralmente autoritaria, imperante en las universidades francesas, dio paso a una convivencia más abierta, crítica y propositiva.

Pero la Primavera Libertaria fue más allá. Expuso la perniciosa división entre ciencia e ideología, secretada en el propio entorno científico. Para que la ciencia y la tecnología sean liberadoras, afirmaron sus protagonistas, es necesario cambiar su orientación y sus objetivos de destrucción de los medios de producción social (MATOS:1982, p.12).

Sus protagonistas denunciaron el imperialismo estadounidense en Vietnam y la política colonialista de Francia, teniendo siempre como referente ideológico la construcción de una sociedad fraterna e igualitaria. Por lo tanto, por supuesto que no liquidaron el capitalismo francés, pero contribuyeron decisivamente a fortalecer la búsqueda de nuevos caminos hacia el socialismo combatiendo tanto el “socialismo real” como el “socialismo real”. “estilo de vida americano”, en nombre del marxismo freudiano (sic) y del pensamiento libertario.

Sin embargo, quienes se colocaron detrás de las “barricadas del deseo” no pudieron ir mucho más allá, ya que no tenían ni la fuerza ni una estrategia encaminada a la liquidación del capitalismo. En efecto, los comunistas –a pesar de las grietas en el bloque soviético– seguían siendo, junto con los socialistas, los únicos que tenían los medios y la credibilidad para ser protagonistas de las transformaciones estructurales de la sociedad francesa. Las pretensiones revolucionarias de algunos de los protagonistas de Maio se limitaron, por tanto, a la “superestructura”, es decir, a la renovación de las costumbres, la valorización de la libertad y el ejercicio efectivo de la ciudadanía.

Pero ningún proyecto político de cambio, en las democracias consolidadas hoy, podrá triunfar si no ha incorporado este legado de Mayo, decisivo para el régimen democrático, encarnado en la apertura permanente de la política a la ciudadanía y arraigado en su derecho a la plena participación en la misma. la vida de la sociedad. pulido.

Repercusiones en la actualidad social y política

El levantamiento de mayo de 1968 suscitó expectativas que, por definición, no podría satisfacer, en cuanto a su supuesta capacidad para hacer implosionar el sistema político francés, allanando el camino al socialismo. Los resultados de las elecciones convocadas por De Gaulle, tras afrontar la mayor huelga obrera de la historia de Francia, difícilmente podrían ser favorables a los manifestantes universitarios, visto el perfil conservador de la mayoría del electorado francés.

Sin embargo, hasta el día de hoy, hay quienes creen que la perspectiva de transformar la revuelta en revolución hubiera sido factible, generando una nueva alternativa política socialista, democrática y libertaria. ¡Gran error! Probablemente habría resultado en una guerra civil en la que se aplastarían las pretensiones revolucionarias, lo que supondría un grave revés para la democracia.

De hecho, no basta, para allanar el camino del socialismo democrático, combinar la movilización social con el desafío ideológico a la sociedad de consumo, ambos ejemplares presentes en el entusiasmo contagioso de los estudiantes franceses. El socialismo, para ser construido, necesita el apoyo de las grandes mayorías, como nos recuerda Marx en el manifiesto Comunista.

El colapso del “socialismo real” (prefiero el término “regímenes burocrático-estatistas”) ha demostrado que la insurgencia, cuando se limita a una porción minoritaria de la población, puede generar inicialmente una aceptación considerable, pero no logra una mayoría electoral, cuando esto sucede. está llamado a ejercer su soberanía mediante el voto. Por otro lado, la persistencia de la polarización entre el bloque soviético y el llamado “mundo libre” no contribuyó al estallido de movimientos sociales inspirados en la Primavera, ni a la caída de regímenes dictatoriales.

Sin embargo, ya en la década de 1970, se derrumbaron varias dictaduras en Europa -como la de Salazar, en Portugal y la de Franco, en España- y varios países latinoamericanos, en la década de XNUMX, iniciaron o continuaron un proceso de apertura política que culminó con el fin de regímenes autoritarios.

La caída del Muro de Berlín en 1989 reavivó la llama libertaria, allanando el camino para una nueva izquierda y para los movimientos sociales, en Europa y en otros lugares, que encarnan las prácticas políticas y la revolución de las costumbres, visceralmente antiautoritario, de la Primavera de mayo

Sin embargo, la victoria del neoliberalismo, con su política de sacralización del mercado y exacerbado individualismo, que se hizo hegemónico en la década de 1990, produjo la falsa sensación de que las ideas libertarias surgidas a partir de la primavera de mayo se habían convertido en “demodées.

Hubo que esperar al siglo XXI para que surgieran movimientos sociales con rasgos diferentes, pero con características, formas de organización y banderas libertarias similares a las desplegadas en la revuelta de los estudiantes franceses, e igualmente volcados a impugnar la establecimiento.

Algunas de las características más recurrentes del Mayo francés presentes en las actuales movilizaciones “antisistema” fueron: generación espontánea de movimientos y sus personajes más conocidos, sin prerrogativas de mando y sin jerarquía, preferencia por la acción directa y desconfianza en las instituciones del Estado. Y también la diversidad de líderes, ideologías, opiniones y demandas, como la defensa del medio ambiente, la lucha por la igualdad efectiva entre hombres y mujeres y por la democratización, a todos los niveles, de la sociedad.

El objetivo de estas luchas, no siempre claramente percibido, sigue siendo el capitalismo, ahora en su forma neoliberal, así como las instituciones y prácticas que lo legitiman. En palabras de Sergio Halimi (como en mayo de 1968): “Una desconfianza general sirve de cemento al movimiento popular, desconfianza hacia el liberalismo económico, que corona una sociedad de castas. Pero, sobre todo, desconfianza ante la soberbia del actual sistema político, al que la clase dominante transformó en la guardia pretoriana de sus privilegios” (HALIMI, 2020).

Otros, como Laval y Dardot, advierten que “no hay que subestimar la dificultad de inventar nuevas instituciones que trabajen explícitamente para evitar la apropiación por parte de una minoría, para prohibir la tergiversación de sus propuestas y también para evitar la osificación de sus normas” (LAVAL y DARDOT, 2020).

Algunas de las manifestaciones y experiencias destacadas del presente siglo, que incorporaron la mayor parte de las características presentes en la revuelta de Mayo, fueron la Ocupar Wall Street (OWS), en 2008 en EE.UU.; el de los “indignados” en España en 2009; las gigantescas movilizaciones realizadas en Chile en los años 2019 y 2020.

OWS comenzó el 17 de septiembre de 2011 en el distrito financiero de Manhattan, Nueva York, y se ha extendido a las ciudades más importantes de Estados Unidos. En el sitio web de OWS www.occupwallst.org. se describe como “un movimiento de resistencia sin líderes con personas de muchos colores, géneros y opiniones políticas”, que apunta a un cambio real, de abajo hacia arriba. El movimiento también pretende “ver una asamblea en cada patio, en cada esquina porque no necesitamos de Wall Street ni de los políticos para construir una sociedad mejor”.

En la opinión autorizada de Joseph Stiglitz, “OWS tiene pocas características económicas, pero lucha por una democracia no controlada por el dinero. Eso lo hace revolucionario”.

El movimiento “Indignados”, que comenzó en mayo de 2011, tuvo su momento más fuerte el 15 de ese mes, cuando organizó protestas en 58 ciudades españolas. Los manifestantes se movilizaron por cambios profundos en la política y la sociedad, denunciando la "casta" (es decir, la establecimiento) y el sistema de partidos No perdonaron al Partido Socialista (PSOE) y sus políticas favorables al neoliberalismo; ni los comunistas, escleróticos por dogmas y prácticas autoritarias. Ni siquiera los sindicatos, aunque fueran “de izquierda”, que no los representaban ni tomaban medidas que los beneficiaran.

El principal líder del movimiento de los Indignados, Pablo Iglesias (actualmente Viceprimer Ministro de España), resumió sus críticas a esta “vieja izquierda” con las siguientes boutade: “si quieres hacerlo bien, no hagas lo que quieres”. Durante las protestas surgieron una serie de demandas heterogéneas, teniendo, sin embargo, en común el deseo de crear un nuevo orden político, con partidos transparentes y abiertos a la participación, garantía de los derechos sociales y su ampliación, y apoyo a las propuestas feministas.

la metáfora asalta el cielo, aludiendo a la Comuna de París, en 1871, también se evocaba para calificar el Mayo Francés y el movimiento de los Indignados, que guardan semejanza con la Comuna, en sus aspectos utópicos y libertarios.

De los movimientos “antisistema”, solo dos de ellos –los Indignados y el que dio origen a Syriza en Grecia– generaron partidos políticos. Podemos inspirarnos en las ideas y formas de organización de la revuelta de mayo, descritas anteriormente. Como lo describe Cristophe Aguiton en su libro La gauche du vintième siécle: encuesta sobre una refundación, “dès sa naissance, le nouveau parti a lancé la constitution de cercles, desstructures locales ouvertes, fonctionnant au consenso ou dans des lieux ouverts pour facilitar l'implication de tous ceux qui le souhaitent” (Aguiton: 2017, p.195) .

Finalmente, las manifestaciones masivas, sin precedentes en Chile, organizadas por mujeres, realizadas en marzo de 2019 y repetidas en junio, son un ejemplo notable de asimilación de los ideales de autonomía, democracia, igualdad de género y participación directa en la vida política, que tuvo como antecedente la Primavera de Mayo. Además de esta agenda, las movilizaciones chilenas también incorporan consignas críticas al “sistema” a partir de denuncias sobre la situación específica de estudiantes, migrantes y trabajadores “precarios como todos nosotros”, en contraste con la anestesia de los sindicatos (GAUDICHARD: 2017 , pág. 59).

Se puede inferir del análisis de Caccia Bava sobre las manifestaciones de los últimos años en los países latinoamericanos de América Latina, Europa y Asia, que las mismas, a pesar de su heterogeneidad, presentan aspectos comunes a la rebelión de Mayo, y a las estrategias de lucha entonces adoptadas. Dice: “Se politizan los reclamos puntuales, como la cancelación del aumento del pasaje del metro, las movilizaciones se transforman, se politizan y ya no se conforman con concesiones de gobiernos atemorizados. Quieren cambios profundos, un nuevo orden político. Es la demanda -ahora satisfecha en Chile- de una nueva Constitución (BAVA, 2020, p. 2).

Álvaro Linera, exvicepresidente de Bolivia, señala que, a pesar de las crecientes convergencias y similitudes entre los métodos y objetivos de los actuales movimientos sociales nacionales, éstos abarcan manifestaciones muy diversas, desde los tradicionales reclamos por mejoras salariales, manifestaciones contra la globalización y desafíos a la lucha contra la globalización. -Legislación feminista (en España) – un ejemplo de “dos izquierdas ignorándose”. De ahí su propuesta de crear una “internacional de los movimientos sociales, que englobe tanto a los militantes de izquierda que protestan en las calles como a los que trabajan en los gobiernos, trabajadores e intelectuales”.

No se puede suponer que las grandes movilizaciones del siglo XXI dependan directamente de la Primavera de Mayo. Sin embargo, es innegable que los ideales izquierdista está presente, conscientemente o no, en las innovaciones que introducen y en sus afirmaciones más generales. La rebelión de 1968 se inspiró, al igual que las recientes movilizaciones de masas, en la valoración del interés colectivo, acompañada del rechazo al individualismo, lo que, en muy diversos contextos históricos, derivó en una dura represión estatal (BULARD: 2020).

Estas luchas apuntaron ayer como hoy a la construcción de una sociedad democrática y fraterna. Estimulan nuevas formas de organización partidaria y de sociabilidad caracterizadas por el pluralismo, la amplia participación ciudadana y la contestación de políticas y valores que sirvan de sustento al orden del Capital.

Roberto Schwarz se pregunta si existe “una conocida conexión inalámbrica llena de promesas”, entre desafíos a establecimiento ocurrido en Berkeley, París, Praga, Brasil y otros lugares, o si son "ilusorios". Las magníficas manifestaciones populares que tuvieron lugar en los años 2019 y 2020 dan una respuesta positiva a esta pregunta, elementos objetivos indiscutibles. Demuestran que las ideas libertarias de Mayo del 1968 siguen inspirando a quienes hoy luchan por sociedades más democráticas y participativas.

Para concluir, comparto la opinión de Vladimir Safatle cuando sugiere que la izquierda brasileña, siguiendo el ejemplo de estos movimientos insurgentes, lucha por la audacia y, dejando de lado sus delirios persecutorios, va a luchar con el entusiasmo propio de los constructores del mañana. (SAFATLE: 2012, p. 89).

* Rubens Pinto Lyra, Doctor en Derecho Público y Ciencias Políticas, es Profesor Emérito de la UFPB.

Referencias

AGUITON, Christopher. La torpeza del siglo XX: encuesta sur une refundation. París: La Découverte, 2015.

BAVA, Silvio Caccia. “El miedo a la multitud”. Le Monde Diplomatique. Ene. 2020. BULARD, Martine. “Fragmentando el Colectivo”. Le Monde Diplomatique. Ene. 2020. GAUDICHAUD, Frank. La marea feminista en Chile. Le Monde Diplomatique, nº 142, mayo de 2019.

HALIMI, Sergio. De Santiago a París, gente en la calle. Le Monde Diplomatique, nº 150. ene. 2020.

IGLESÍAS, Pablo. ¿Podemos hacer política después de la crisis?. Madrid, Ed. Akal, 2014. LAVAL, Christian y DARDOT, Pierre. Lo ordinario: un ensayo sobre la revolución del siglo XXI

MATOS, Olgaria. París 1968: Las barricadas del deseo. São Paulo: Ed. Brasilense, 1981.

Álvaro Linera. “Necesitamos una Internacional de los movimientos sociales”. Entrevista. Carta Mayor, 18 de noviembre de 2009.

SAFATLE, Vladimir. La izquierda que no teme decir su nombre. Sao Paulo: Tres Estrellas, 2012.

SCHWARZ, Roberto. Mayo 1968 – Entrevista a Ricardo Musse. En: Sea como sea. São Paulo, editorial 34, 2019.

STIGLITZ, José. Un premio Nobel de Economía explica Occupy Wall Street.

TORREBLANCA, José Ignacio. Asaltar los cielos: ¿Podemos o la política después de la crisis?. Barcelona: Penguin Randon Editorial, 2015.

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