Presión sobre Cuba

Imagen: Matthias Oben
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por RENATO NUCCI JR.*

Desde que la Isla desafió al imperialismo se ha convertido en una ciudadela sitiada

Es inevitable que Cuba, desde el triunfo de la Revolución en 1959, haya sido azotada por la decidida oposición del imperialismo norteamericano. De repente, por la Revolución y la energía social que ella desprendió, Cuba dejó de ser una semicolonia de los Estados Unidos y ganó el derecho a convertirse en una nación verdaderamente independiente. Para los inquilinos de la Casa Blanca esto es imperdonable. ¿Cómo una isla pobre en un país latinoamericano subdesarrollado podría querer desafiar a la mayor potencia imperialista del planeta? ¿Es que esta gente no conoce el lugar reservado a su país? ¿Cómo quieres independizarte?

Es imposible, por tanto, querer analizar seriamente las contradicciones y dilemas de la Revolución cubana sin considerar su relación con Estados Unidos. Este ha venido tratando, desde hace 60 años, de derrotar en todos los sentidos el proyecto independentista de Cuba. El menú de acciones utilizado por el imperialismo es amplio. Pasó por el frustrado intento de invasión militar en Baía dos Porcos en 1961; recurrió a la guerra biológica, con la propagación del dengue hemorrágico en 1981 y la peste porcina africana en 1971; e incluso apoyó atentados terroristas, como el que provocó la explosión del vuelo 455 de Cubana Aviación, en 1976, cobrando la vida de 73 personas, la mayoría atletas cubanos de la selección nacional de esgrima, que regresaban de un torneo en Venezuela; así como varios ataques a hoteles cubanos en la década de 1990, para ahuyentar a los turistas.

Pero entre las acciones emprendidas por el imperialismo contra Cuba, la más perenne y que por ello ha causado más daños a lo largo del tiempo, es el bloqueo económico contra el país desde 1962. El bloqueo es un conjunto de medidas de carácter extraterritorial, apoyadas exclusivamente por Las leyes estadounidenses, que en nombre de querer llevar la democracia a Cuba, en realidad pretenden asfixiar la economía del país. Las empresas y ciudadanos estadounidenses que violen las reglas del bloqueo pueden enfrentar 10 años de prisión y ser condenados a multas que van desde 1 millón de dólares para empresas y hasta 250 mil dólares para ciudadanos.

El bloqueo impone medidas punitivas contra cualquier empresa que haga negocios con Cuba. Cualquier barco que pase por Cuba no puede atracar en puertos estadounidenses durante 6 meses. Y cualquier producto que utilice materias primas cubanas, como el níquel, si supera cierto porcentaje puede ser vetado de comercialización o incluso sancionado por Estados Unidos. En 1996, el Congreso de EE.UU. aprobó la Ley de Solidaridad con la Libertad y la Democracia Cubana, más conocida como Ley Helms-Burton, que penaliza con sanciones en los tribunales de EE.UU. a cualquier empresa que haga negocios con propiedades cubanas que antes pertenecían a ciudadanos estadounidenses de la Revolución. .

Mientras duró la Unión Soviética y el campo socialista, Cuba logró sortear los efectos del bloqueo económico. Pero tras la disolución de este campo socialista, se recrudeció el bloqueo, como una forma de profundizar el caos económico y llevar al país al colapso. Sin embargo, Cuba resistió valientemente a pesar del grave escenario social y económico. A principios del siglo XXI, la situación de la isla volvió a experimentar una relativa mejoría, con el cambio del escenario político latinoamericano. La victoria electoral de los partidos de izquierda y centroizquierda permitió a Cuba mejorar su intercambio económico con los países de la región. La situación llegó a tal punto que el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció en 2014 el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba y el relajamiento de algunas medidas del bloqueo.

Sin embargo, este escenario de relajación duró poco. En 2016, con la victoria de Donald Trump, el bloqueo se recrudeció absurdamente. En sus 4 años de gobierno, Trump promulgó alrededor de 240 medidas que agravan aún más el bloqueo contra Cuba. Ni la pandemia ha aliviado las medidas de asfixia económica contra la pequeña pero valiente nación caribeña. Cuba ha enfrentado dificultades para importar material médico y de enfermería, elementos que más que nunca se necesitan en estos momentos, para atender a su población. Otra de las consecuencias que trajo la pandemia fue la drástica reducción del turismo, una de las principales fuentes de ingresos de la Isla.

Esta breve historia es necesaria porque, como ya hemos señalado unos párrafos más arriba, es imposible analizar la situación cubana sin desconocer las desastrosas consecuencias del bloqueo sobre su vida económica. Y más: es imposible analizar los problemas actuales de Cuba ignorando la acción decisiva del imperialismo yanqui en la derrota de la Revolución. Cuba enfrentó el fin de semana pasado algunas protestas que se quejaron del alto costo de los alimentos, los apagones y, por extensión, la “dictadura comunista” en la isla. Inmediatamente, en Brasil, aparecieron análisis en el campo de la izquierda que ignoraban o pretendían minimizar el papel del imperialismo en la producción de asfixia económica y en la organización de protestas. Dichos análisis señalaron errores en la aplicación del orden económico como causa básica de las manifestaciones.

En nombre de un análisis libre de maniqueísmo, se sitúan en el plano de la superficialidad superficial. Además de estar marcados por puro oportunismo político, ya que al pretender estar exentos de este maniqueísmo, lo que realmente quieren es mantener abierto el diálogo con sectores políticos y sociales liberales de corte pequeñoburgués. Es una crítica a Cuba que quiere mucho más delimitar un campo en las disputas políticas dentro de la izquierda brasileña, que contribuir con un análisis serio del papel efectivo del imperialismo en el intento de destruir la Revolución. Estos análisis, al señalar errores en la aplicación del orden económico como causas que desencadenaron las protestas, atribuyen los problemas que enfrenta la Isla exclusivamente a la dirección del Partido y del Estado. Y en el fondo, al pretender estar exentos de un supuesto maniqueísmo, caen en un voluntarismo pueril y trabajan con una irreal normalidad económica para Cuba, históricamente acosada por la acción del imperialismo yanqui.

Pero no hay maniqueísmo. Lo que en realidad sucedió en Cuba el pasado fin de semana fue un intento de sectores de la oposición muy bien pagados por el imperialismo de crear un escenario de caos político y social que pudiera justificar una acción unilateral del imperialismo revestida de “ayuda humanitaria”. No hay nada espontáneo en las pequeñas manifestaciones que tuvieron lugar en la Isla. No es una mera coincidencia que días antes de estas protestas, una convocatoria titulada SOSCuba, que llamó a la necesidad de crear un corredor humanitario para llevar ayuda al pueblo cubano. Tampoco es mera coincidencia que para este lunes se anunciaran protestas e intentos de invasión de embajadas y consulados cubanos en toda América Latina, que fueron debidamente rechazados por movimientos de solidaridad con Cuba. Quizás sea el intento de llevar a cabo una fallida revolución de colores en Cuba, la clave para entender la extraña visita del jefe de la CIA a Bolsonaro hace unos días, ya que la base bolsonarista y el propio presidente se apresuraron a denunciar los “ataques” a Bolsonaro. redes sociales de la dictadura cubana contra el pueblo”.

Por cierto, en este tipo de protestas, es necesario resaltar el papel diferenciado del Estado cubano y del Partido Comunista. A diferencia de lo que sucede en otros países latinoamericanos, ni la policía ni el ejército fueron convocados para restablecer el orden. No teníamos policías antidisturbios disparando balas de goma a los ojos de los manifestantes. Ni siquiera lanzando gases lacrimógenos contra la población. Sucedió lo contrario. Mientras Gustavo Petro en Colombia y Sebastián Piñera en Chile le bajaban el listón al pueblo dejando un gran saldo de muertos, el presidente Miguel Díaz-Canel fue a hablar directamente con los vecinos de San Antonio de los Baños, donde las protestas tuvieron más fuerza. escuchar sus quejas y establecer un diálogo fructífero con el pueblo. A quien el Estado y el Partido Comunista convocaron a las calles a defender la Revolución fue al propio pueblo, que acudió al llamado de su dirección política y de inmediato ocupó las calles para evitar que la revolución de colores instalara una cabeza de playa en medio del territorio cubano.

América Latina vive un escenario histórico sumamente grave, pero lleno de potencial. Asistimos a una reanudación de las luchas sociales y populares, que en algunos países se han convertido en victorias electorales y políticas sobre la burguesía y el imperialismo. En Chile, una constituyente puede enterrar definitivamente el proyecto neoliberal de Pinochet. En Perú, ganó las elecciones un docente y sindicalista que promete plantarle cara al proyecto neoliberal agrominero. En Bolivia, tras el golpe de Estado de 2019, las fuerzas populares también ganaron las elecciones y recuperaron el control político. En Colombia, el aliado más leal de Estados Unidos en la región, las protestas populares contra el hambre y la pobreza extrema sacuden al país desde hace meses. Y en Brasil empieza a haber una tímida y aún incipiente reacción de las masas populares contra el proyecto de regresión social que sufrimos desde 2014.

Al mismo tiempo, Estados Unidos, potencia imperialista que enfrenta numerosas contradicciones internas y ve amenazado su poder e influencia por la competencia ruso-china, lucha desesperadamente por recuperar el control de la situación geopolítica en su área de influencia más cercana. Y en este contexto, se necesita una acción capaz de imponer derrotas político-ideológicas que neutralicen la lucha de los pueblos latinoamericanos por su segunda y definitiva independencia. Si no comprendemos este escenario, cualquier análisis de los procesos políticos y sociales de nuestro continente quedará paralizado. Por eso, querer analizar la situación cubana y tales protestas como algo aislado, o como una derivación exclusiva de errores internos, para no caer en el maniqueísmo, está lleno de profunda ceguera y oportunismo.

Cuba es una ciudadela sitiada. Su ejemplo revolucionario, con la posibilidad concreta de que es posible a través de la lucha de masas tomar el poder para superar las contradicciones que marcan la realidad de los países latinoamericanos, es una pesadilla para las clases dominantes de la región. Por eso Cuba molesta tanto. Y es por esta sencilla razón que las fuerzas políticas y sociales más reaccionarias y oscurantistas de América Latina se movilizan a la hora de atacar a la Revolución Cubana. Ignorar este simple hecho, en nombre de la superación del maniqueísmo, es un grave e inoportuno error. El problema central de Cuba es el bloqueo económico, que no es enfriado por el imperialismo porque la dirección del Estado y del Partido Comunista no se propone negociar la independencia del país, ni aplicar medidas de ajuste que puedan representar una restauración del capitalismo en la Isla.

*Renato Nucci Jr. Es miembro de la organización Armas Comunistas de Crítica y Solidaridad con Cuba.

 

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