La presidencia de Barack Obama

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por RONALDO TADEU DE SOUZA*

Obama enseña que no debemos albergar esperanzas, ingenuas para unos y cínicas para otros, sobre la posible presidencia de la primera mujer negra en EE.UU.

“(…) la primera vez como tragedia, la segunda como farsa”
(Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte).

1.

Tras la retirada de Joe Biden de su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos de América y la muy probable elección de su vicepresidenta, Kamala Harris, de los demócratas (la primera mujer y mujer negra con posibilidades reales de ganar las elecciones frente al republicano candidato), para reemplazarlo, es sugerente para el pensamiento crítico de izquierda (y para el pensamiento crítico de izquierda negro), radicales y revolucionarios, comprender ciertos parámetros teóricos e históricos que caracterizaron al gobierno de Barack Obama, en la medida en que fue el primer afroamericano y convertirse en jefe supremo del imperio más grande que Occidente haya conocido, así como la tendencia a forjar discursos y posiciones similares a las de cuando era candidato y presidente de Estados Unidos.

Antes de que la Casa Blanca pasara de manos de George W. Bush a las de Barack Obama en 2008, Estados Unidos fue testigo de un cambio en el régimen de acumulación de capital. La estructura de la economía norteamericana transformó los patrones de rentabilidad que antes provenían con mayor consistencia de los sectores industriales; ahora las debilidades del sistema bancario y financiero (las burbujas de acciones, bonos, el sector inmobiliario), el crédito y el crédito para el consumo familiar estaban (des)organizando el capitalismo blanco norteamericano (Brenner, 2004).

Aquí vemos el núcleo de la crisis de las hipotecas de alto riesgo. (Este fue el país que recibió el primer presidente negro de los Estados Unidos, devastado por la crisis económica y social.) Una de las exposiciones más detalladas sobre las burbujas inmobiliarias en el ámbito de la historia económica (y de la sociología histórica) se puede encontrar en El artículo de Robin Blackburn, La crisis de las hipotecas de alto riesgo, en NLR No. 50 mayo/junio de 2008. Blackburn describió con precisión crítica el motivo de la crisis de 2007-2008 en el corazón del capitalismo internacional.

Con la financiarización de la economía impulsada por Clinton y Bush, se produjo un fenómeno de opacidad en el sistema bancario norteamericano (Blackburn, 2008) (y europeo). Esto fue “una consecuencia de la desregulación que permitió a muchas instituciones financieras asumir funciones bancarias” (Ibidem, p. 58). El panorama se completa, por un lado, con el consentimiento de los profesionales financieros (Ibidem), ejecutivos formados en las mejores escuelas de finanzas y negocios; por otro lado, Alan Greespan, uno de los presidentes más antiguos de la FED, el banco central estadounidense, fue un “animador del sistema de servicios financieros” (Ibidem, p. 72) como modalidad de acumulación de capital.

De esta manera, en 2007 se derrumbó un sistema económico financiarizado, que ocultaba su dinámica operativa, que fomentaba la expansión de los derivados hipotecarios sin una base material sólida y exaltado por el mago de las finanzas. Pero en ninguna sociedad occidental se aplica la incómoda formulación de Marx de que el “El ejecutivo en el Estado moderno no es más que el comité para gestionar los asuntos comunes de toda la clase burguesa” (2007, p. 42) era adecuado con tanta confiabilidad como el de los Estados Unidos después de la crisis de 2007/2008.

Si bien las “víctimas más directas de la crisis fueron las mujeres jóvenes, los afroamericanos y otras minorías [que tuvieron que enfrentar] […] recesión, salarios reducidos y contracción del mercado laboral” (Blackburn 2008, p. 87), la recuperación de Los bancos de inversión cuestan una ingeniería político-financiera por parte del Estado (y del gobierno americano de la época) poco vista en la historia reciente –si tomamos las cifras facilitadas por el Banco Central americano. Al estar de acuerdo, el “Presidente de los Estados Unidos y el Congreso acordaron rápidamente un paquete de medidas de estímulo […] [y la] FED intervino para evitar el colapso de Ben Stearns y acordar su compra por parte de JP Morgan Chase por una pequeña fracción de su precio” (Blackburn, 2008, p. 55).

Con esto, Barack Obama enfrentó su Momento maquiavélico (JGA Pocock). El destino de su gobierno estaría marcado tanto por la forma en que abordaría el colapso del sistema financiero como por la forma en que daría progreso político a las cuestiones de los trabajadores estadounidenses, los negros, las mujeres y otras personas históricamente minorías oprimidas. Al final de dos años en el cargo, la familia Obama pasó la Casa Blanca a la familia Trump.

Los ecos de la historia estadounidense, desde los días de la defensa de la propiedad en la Constitución y la supremacía blanca armada después de la Guerra Civil, resurgieron con fuerza. Sin embargo, para la sociología histórica de NLR la “era Obama” (Anderson, 2017), indirectamente, tuvo “su legado […] inadvertido […] contribuyendo a traer de vuelta el radicalismo estadounidense” (Ibidem, p. 68) La altivez de Donald Trump percibió este momento en las primarias republicanas.

2.

La presidencia de Barack Obama en términos de la historia estadounidense tuvo dos caras. Siguiendo el patrón de gobierno desde los tiempos de Ronald Reagan, el primer negro en asumir la Casa Blanca siguió el inmovilismo político de sus predecesores. No “introdujo cambios internos sustanciales” (Anderson, 2017, p. 52) en el país y continuó desarrollando “tareas militares en política exterior” (Ibidem). Teóricamente; la administración Obama fue “convencional” (Ibidem) como la de otros presidentes a partir de los años 1980: aceptación “del capitalismo neoliberal y del expansionismo militar diplomático” (Ibidem).

Sin embargo, Barack Obama se distinguió por sus aspectos físicos, psicológicos y culturales. En una especie de sociología de la cultura, como subcampo de la sociología histórica, la NLR, dirá que “tuvo un mandato […] innovador, porque fue el primer presidente que era al mismo tiempo una celebridad […] cuya apariencia […] fue una sensación […], al no ser puramente blanco, guapo y educado [y siendo] el mayor recaudador de fondos [para la campaña]” (Ibidem) desde Carter. La fortuna ha sido uno de los temas más fascinantes de la filosofía política. Concebida en la cultura italiana del Renacimiento y dada forma teórica en los escritos de Maquiavelo, la fortuna es la ocasión en política en la que los hombres virtuosos aceptan los desafíos incontrolados del tiempo humano –o en la formulación de Leo Strauss en Pensamientos sobre Maquiavelo, de carácter impuesto[ 1 ] – y establecer acciones encaminadas a paliar el desequilibrio entre la propia fortuna y la virtud como tal.

Sin embargo, frente a los designios (naturales y humanos) de la política no siempre se alcanza la gloria. Bush fue el presidente estadounidense que llevó la economía del país a “burbujas inmobiliarias” (Riley, 2017, p. 27); Cuando estallaron las burbujas, la “gran crisis financiera de 2008” (Ibidem), Estados Unidos estaba gobernado por Barack Hussein Obama. El “carisma del color” (Anderson, 2017, p. 52) y el hecho de ser frecuentado por Beyoncé, Jay-Z, Chance the Rapper, Frank Ocean y Naomi Campbell le permitieron a Obama construir socialmente “vínculos imaginarios [con] una fuerte atracción cultural” ( Riley, 2017, pág. pero esto no fue suficiente para ocultar las fuerzas de la fortuna (y de la historia) y demostrar la virtud de este ex estudiante de Harvard.

Su presidencia organizó cientos de miles de millones de dólares en recuperación financiera para el sector bancario que había hundido a la economía estadounidense y mundial en un profundo abismo. El mensaje y la acción de Barack Obama respecto a su fortuna fueron claros: “su gobierno mantuvo los elementos neoliberales [de] apoyo directo al capital financiero y a los ricos propietarios” (Ibidem). Aun así, la administración en la Casa Blanca del primer presidente afroamericano demostró importantes variaciones políticas –en un escenario sociológico que Estados Unidos no conocerá durante mucho tiempo: elecciones fundamentalmente blancas (Davis, 2013).

En efecto, Barack Obama hizo “concesiones a las cuestiones ambientales y al movimiento LGBTQ” (Riley, 2017, p. 27) y mantuvo la esperanza de la comunidad negra de ver resuelto el legado de la raza. Sin embargo, Obama, típico liberal estadounidense, imaginó una sociedad diversa –incluso con grados muy altos de desigualdad–, de modo que la inclusión no se produjera en toda la estructura social y económica de América del Norte, afectando sustancialmente al capital y las ganancias, o incluso a la distribución del ingreso –demócratas y Barack Obama buscó incluir “a mujeres y afroamericanos en el 20% más rico” (Michaels, 2008, p. 31) de la sociedad estadounidense.

Ahora bien, la popularidad de Barack Obama entre los liberales estadounidenses no es una coincidencia; es el resultado de su “imagen de diversidad” (Ibidem) y del perfil político de la noción de igualdad que apoya. La narrativa de sociología histórica de la administración Obama NLR se puede completar articulando el proyecto de reforma del sistema de salud y las actitudes presidenciales hacia la cuestión racial que involucra a los negros.

Uno de los frentes en los que la administración de Barack Obama prometió actuar fue el del sistema organizativo de atención sanitaria en Estados Unidos. A pesar de la marca personal del Ejecutivo estadounidense con él, la reforma del sector sanitario “era […] una prioridad” (Anderson, 2013, p. 24) de los demócratas desde Bill Clinton. Incluso con el histórico rechazo de los republicanos, especialmente a finales del siglo XX, a cualquier tipo de financiación pública para la salud, Obama logró aprobar la Ley del cuidado de salud a bajo precio [Ley de Protección al Paciente y Atención Médica Asequible]. Con el consentimiento del “sector asegurador y de la Asociación Médica Americana y [teniendo] una mayoría […] en el Congreso” (Ibidem) su camino se hizo más fácil. En sentido estricto, el Ley del cuidado de salud a bajo precio fue más audaz en reconfigurar el sistema de salud que “el proyecto de ley de recetas médicas de Medicare” (Ibidem, p. 25), pero el proceso de financiamiento del programa se centró en “ampliar la asistencia social [a la salud] a cambio de un beneficio gigantesco para la salud privada” (Ibidem ).

En términos de una sociología de las políticas públicas: la AHCA tuvo como resultado “garantizar un mercado subsidiado por el Estado para los muy caros medicamentos [medicamentos] de las compañías farmacéuticas” (Ibidem). (Al final de su mandato, la etiqueta política de la administración Obama –la reforma del sector de la salud– no fue defendida por los votantes estadounidenses: en cambio, y de manera contradictoria, Donald Trump puede movilizar muy fácilmente el legado histórico de la supremacía blanca para dar publicidad a una supuesta, e incluso no -existente, ayuda a los negros y cataliza aún más los votos del resentimiento de color.)

La cuestión racial de los afroamericanos podría haber sido el billete de Barack Obama a la gloria maquiavélica. Sin embargo, las virtudes, al menos de su cautivadora sonrisa, no fueron suficientes para ello; al contrario en cierto modo. Barack Obama conocía desde hacía mucho tiempo las adversidades históricas y sociales de los negros; Como hombre de Harvard, conocía tanto la importancia estadounidense del derecho a la propiedad de armas defendido por la élite terrateniente con sus milicias blancas (el Ku Klux Klan) que surgió en el contexto posterior a la Guerra Civil, como las desventajas materiales y políticas de las personas. de color en una sociedad racialmente segregada y siempre con miedo a un levantamiento negro.

El sistema electoral estadounidense al que ya nos hemos referido fue construido con el objetivo de proteger el elitista sistema político estadounidense: fue “diseñado para proteger los intereses de la oligarquía esclavista mediante la distorsión del sufragio: […] premoderno [era estructurado en base a] voto limitado, sistema mayoritario, […] obstáculos al acceso al voto y al Colegio Electoral” (Riley, 2017, p. 28). Obviamente, histórica y socialmente los negros siempre han sido los más perjudicados. Barack Obama hizo poco para al menos mitigar esta asimetría institucional. Entonces surge la pregunta: para los afroamericanos, ¿qué resultó de los ocho años de gobierno del primer presidente negro de los Estados Unidos? La sociología histórica de Nueva revisión a la izquierda aquí está: severo.

3.

Con el relativo desmoronamiento de los partidos políticos estadounidenses como legitimidad social, Dylan Riley dirá que “una nueva manifestación del vaciamiento de la forma del partido y la crisis de representación, que afectó a las democracias después de 2008” (2017, p. 28), y en En este caso, incluso la democracia oligárquica de Estados Unidos sufrió los efectos de la caída del sistema financiero: la candidatura de Barack Obama podría reorganizar las lealtades del sistema, al menos en lo que respecta al simbolismo en una sociedad multirracial. Candidato, por tanto, de la establecimiento (liberal) logró armonizar un país potencialmente convulso. (No era lo que los negros esperaban).

Pero aun así, incluso con estos atributos formales, el político Barack Obama fue “una gran noticia para un liberalismo que es tan elitista” (Michaels, 2008, p. 32) como su gemelo, el conservadurismo norteamericano. Por lo tanto, ya sea McCain u Obama –o “quien gane”, la desigualdad en Estados Unidos permanecerá esencialmente intacta” (Ibidem). Por tanto, una de las prioridades de la administración demócrata de 2008 a 2016 había sido la “reducción del déficit [público]” (Davis, 2013, p. 34) con repercusiones fundamentalmente desventajosas para quienes necesitan una mayor inversión en gasto social.

Regis Debray, otro teórico e intelectual que dejó su firma en la revista británica (y estadounidense), tiene razón cuando afirma que el “Estado […] es el único y último bien de quienes no tienen nada” en sociedades como la nuestra (Debray , 2017, pág. Fueron los jóvenes los que sintieron el impacto del recorte de los recursos estatales para la educación y fueron los trabajadores desempleados (muchos de ellos como resultado de la crisis de las hipotecas de alto riesgo de 28) quienes perdieron la esperanza con la poca atención prestada por Barack Obama a la seguridad social. La población afroamericana, evidentemente, sufrió más intensamente por el “neoliberalismo de centro” (Michaels, 2008, p. 2008) de su presidente.

No fue ocasional, como observó Mike Davis, que en las elecciones de 2016 la participación negra en regiones como Milwaukee, Detroit y Filadelfia disminuyera; esto “explicaría la mayor parte de la derrota de Clinton en el Medio Oeste” (2017, p. 9). Ahora bien, desde el punto de vista racial, la presidencia de Barack Obama hizo poco para cambiar la situación histórica de los negros; La pobreza siguió siendo endémica, agravada por años de liberalismo agresivo desde los días de Reagan y por la crisis financiera de 2007-2008, de la que los propios demócratas tienen su parte de responsabilidad.

¿Y en términos de reconocimiento social y cultural? Aquí la crudeza del orden social es, lamentablemente, incompatible con las agendas de investigación de la corriente principal de la filosofía política contemporánea: Obama “no intentó [tratar] con la policía, los disturbios provocados por los tiroteos contra los negros marcaron [su mandato] ]” (Anderson, 2017, p. 48), el encarcelamiento de jóvenes afroamericanos continuó con él en el Ejecutivo (como lo demuestra la socióloga negra Michelle Alexander[ 2 ]) y al recibir el Negro Materia Vidas en la Casa Blanca dijo a los delegados con su característica simpatía que "deberían estar agradecidos de tener el privilegio de una audiencia con él y les recordó que [a pesar de todo] estaban en Oficina Oval, hablando con el presidente de los Estados Unidos” (Ibidem).

En este marco sociohistórico y sociocoyuntural, la temporalidad de los hombres era implacable: en 2016, Barack Obama, los demócratas, los socialliberales y los multiculturalistas tuvieron que afrontar una derrota ante el republicano Donald Trump que lanzaría a Estados Unidos a la era. de gobiernos de derechas intransigentes.

¿Qué esperar de Kamala Harris, dado el panorama político actual y la lucha de clases? Si la sociología histórica de Nueva revisión a la izquierda puede enseñarnos algo: es que no debemos albergar esperanzas, ingenuas para algunos y cínicas (y oportunistas) para otros, sobre la posible presidencia de la primera mujer negra en los Estados Unidos de América.

*Ronaldo Tadeu de Souza es profesor de Ciencia Política en la UFSCar.

Referencias


Anderson, Perry. Patria: La Política Interna. Nueva revisión a la izquierda, Nº 81, 2013.

Anderson, Perry. Pasando el Baston de Mando. Nueva revisión a la izquierda, Nº 103, 2017.

Davis, Mike. ¿Las últimas elecciones blancas? Nueva revisión a la izquierda, Nº 79, 2013.

Debray, Regis. Sobre Tela Azul con Doce Estrellas Amarillas (Unión Europea). Le Monde Diplomatique Brasil, Nº 121, 2017.

Marx, Carlos. manifiesto Comunista. San Pablo. Boitempo, 2007.

Michaels, Walter Benn. Contra la Diversidad. Nueva revisión a la izquierda, Nº 52, 2008.

Riley, Dylan. El americano Brumário. Nueva revisión a la izquierda, Nº 103, 2017.

Notas


[ 1 ] Véase Leo Strauss. Pensamientos sobre Maquiavelo. Ed. Prensa de la Universidad de Chicago, 1978.

[ 2 ] Véase Michelle Alejandro. La nueva segregación: racismo y encarcelamiento masivo. Ed. Boitempo, 2018.


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