por GÉNERO TARSO*
El bolsonarismo, de un solo golpe, debilitó tanto la democracia como la forma de vida guiada por los valores de la República
Bobbio recordando el surgimiento del fascismo en medio de la crisis de la democracia italiana decía que “los fascistas eran archi-italianos; en cambio, los antifascistas no se consideraban italianos del mismo modo. Los fascistas eran de otra Italia”. Y continúa: “a partir de este concepto de las dos Italias, podríamos desarrollar también la distinción entre patria y nación”.
Somos de la misma nación, pero la verdadera patria bolsonarista –que conscientemente induce a la aceptación de la muerte programada (de los que están fuera de su concepto de “nación”), ciertamente no es la nuestra. Nuestro concepto de nación, en la República, es fundamental para hacernos iguales en derechos; el concepto de patria, en el fascismo, es fundamental para incitar a la desigualdad esencial entre los seres humanos. Y así lo practica cuando acepta la muerte del otro “nacional” y ejerce su política necrófila en la vida cotidiana.
Nada menos que Karl Polanyi demostró que la destrucción de las economías reguladas, formateadas en la posguerra, era un hecho histórico “reaccionario” que generaría un “shock” en la democracia liberal, “produciendo una mayor concentración de ingresos y poder”. , y creando así las condiciones para la unidad política entre los movimientos populistas de derecha y el “mercado desregulado”. Mercado y fascismo, en el orden global del capital financiero hegemónico, podrían conciliarse, tanto por periodos cortos como por un ciclo completo.
Más allá de la crisis de la democracia liberal que ocurre a escala planetaria, se llama la atención –aquí en Brasil– sobre algunos episodios canónicos de su degradación. Uno de ellos es la “naturalización” del ultraliberalismo, sacado del campo de la política para convertirse –a través del casino financiero global– en una técnica de acumulación privada sin generar trabajo. Y así sintonizó con movimientos fascistas y protofascistas financiados por amplios sectores de las clases dominantes.
¿Cuál es el “sentido” crítico, que se formula de manera casi hipnótica, en términos de gran política por parte de gestores de medios de opinión manipulada? La cosa es así: Bolsonaro no es malo porque sea fascista, misógino, con tendencias genocidas, sino porque no está brindando oportunidades -de forma consecuente- a que Paulo Guedes lleve a cabo hasta el final sus devastadoras reformas del Estado Social.
Esta postura de la derecha y sus epígonos neoliberales genera una consecuencia y dos oportunidades para la oposición democrática -de izquierda y de centro izquierda- en su relación con un supuesto “centro” republicano en el país. La consecuencia es que este “centro”, representado por la caricatura del “centrão”, no puede ser el fiel de la estabilidad institucional en un próximo gobierno democrático, porque el intento de regeneración republicana de las instituciones será fulminado por él, como sucedió con todos. gobiernos posteriores al 88.
¿Cuál es la primera oportunidad? Esta situación concreta posibilita una división en “bloques”, dando lugar –a través de la autonomía que puede adquirir la política en situaciones de crisis– a la formación de un bloque “democrático republicano”, opuesto al bolsonarismo, con una agenda amplia y comprometido con la estabilidad. democrático: combatir la devastación socioambiental, la guerra contra la devastación humana por el hambre, la reanudación del crecimiento económico fuera del “rentismo”, con una política exterior que recupere la dignidad nacional en el fragmentado espacio global donde se inspiran todas las crisis.
Esta agenda no es solo de izquierda en el escenario nacional actual y si estrechamos nuestra visión de unidad contra el fascismo, le daremos una oportunidad a la retórica del fascismo de convertirse en una religión sin Dios, para articularse de manera definitiva con la “ centro”.” y las religiones del dinero y convierten su retórica contra el “comunismo” en un movimiento fanático de tensión permanente de la democracia hasta romperla y destruirla por un largo tiempo.
Además de esta oportunidad política, que puede ser aprovechada por el campo demócrata para quitarle la posibilidad a Bolsonaro de un segundo mandato, surge otra, en el campo de la disputa ideológica. Es una idea que sólo puede convertirse en fuerza material con un lenguaje unitario de rechazo a los dogmas fascistas, que arruinan las condiciones mínimas de solidaridad social que definen a la República: discursos unitarios que contengan valores de un proyecto de solidaridad social e igualdad, que rechazan el fascismo tanto como proyecto político como forma de vida salvaje y violenta.
Rosa Luxemburgo, diciendo que la democracia sólo es democracia si funciona para todos -excluyendo a los que quieren matarla-; y Bobbio, diciendo que es necesario eliminar los poderes ocultos en la República, ya que “el poder infinito corresponde a la invisibilidad perfecta” fueron, en sus respectivas vidas por este camino. El bolsonarismo, de un solo golpe, debilitó tanto la democracia como la forma de vida guiada por los valores de la República, como una forma ideal de Estado que se nutre de las virtudes de la ciudadanía, que -aunque no sea mayoritariamente virtuosa- puede sufrir en su esencia los correctivos de la vida democrática.
El “vestibular” para entrar en la “tercera vía” que hicieron los comentaristas de Globo News, aplicado al hacer la equivalencia entre el PT y el bolsonarismo –método aceptado por los vestibulandos allí expuestos– me dejó claro que es importante que todos los verdaderos bloques políticos presentan a sus candidatos presidenciales. Este proceso nos conducirá a pactos y desencuentros en segunda vuelta -si se da-, a nuevos pactos y compromisos, con el objetivo de salvar a la patria y a la nación de las manos violentas e incompetentes del bolsonarismo en crisis, para que el votante pueda ser el filtro de alianzas para gobernar un nuevo Brasil republicano, rescatado de la metástasis fascista.
* Tarso en ley fue Gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, Alcalde de Porto Alegre, Ministro de Justicia, Ministro de Educación y Ministro de Relaciones Institucionales de Brasil.