La pasión según GH

Imagen: Regina Silveira
Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por BENEDICTO NUNES*

Presentación del libro de Clarice Lispector.

L'esprit se meut dans un monde étrange ou l'angoisse et l'extase se composent (Georges Bataille, La experiencia interior).

La pasión según GH (1964) entra en esta colección no sólo como el mayor libro de Clarice Lispector -el mayor en el sentido de ser el que amplía los aspectos singulares de su obra, extremando las posibilidades que en él se realizan-, sino también como uno de los más Textos originales de ficción moderna brasileña.[i] Es una lupa reveladora, que abre también al lector y al crítico, mediante el poder de la implicación narrativa, la frontera entre lo real y lo imaginario, entre el lenguaje y el mundo, por donde discurre la fuente poética de toda ficción.

De un lado, La pasión según GH (PSG) condensa la línea interiorizada de creación ficcional que Clarice Lispector ha adoptado desde su primera novela, Cerca del corazón salvaje (1944), una línea que alcanzó su punto de inflexión en ese punto; por otra parte, es una novela única, no tanto por su historia como por la introspección exacerbada, que condiciona el acto de contarla, transformado en choque del narrador con el lenguaje, llevado a dominios que van más allá de los límites de la expresión verbal.

Este choque acompaña la tumultuosa narración de un éxtasis. Quien lo realiza, bajo el efecto de la fascinación que sobre él ejerce una cucaracha doméstica, es GH, un personaje solitario designado por las iniciales de su nombre desconocido. La perturbación de su individualidad, enajenada al contemplar el cadáver de la cucaracha que, en un ataque de rabia, se estrelló contra la puerta de un armario, y la impotencia del personaje para narrar lo ocurrido, esa es toda la trama de esta novela, si es que la tiene. Todavía se puede hablar de la trama. Apasionado en la medida de las pasiones rudimentarias y vertiginosas que describe La pasión según GH es patético en su forma de expresión intensificada, cálida, que se eleva emocionalmente siguiendo la mecha de imágenes ardientes, ligadas a ideas abstractas.

Lo seco, lo húmedo, lo árido, son algunas de las cualidades sensibles primarias que brindan el abanico de imágenes descriptivas de los estados de alienación por los que atraviesa GH, dejando el receso de su subjetividad por lo impersonal, anónimo y extraño de las cosas con que vive, se identifica en una especie de unión extática. Etapas de un camino de dolor y alegría, de amor y odio, llegando al Infierno y al Paraíso, al sufrimiento y a la gloria. En estas paradas escatológicas, liberación y condena, salvación y pérdida, se entremezclan para la narradora-personaje, privada, como muerta, de su organización humana: “Si supieras la soledad de aquellos primeros pasos míos. No parecía la soledad de una persona. Era como si ya hubiera muerto y estuviera dando los primeros pasos hacia otra vida solo. Y era como si a esa soledad se le llamara gloria (…)”.[ii]

A gloria se asocia a la “larga vida del silencio” que fue también la entrada en un desierto: “Entré en un desierto como nunca había estado. Era un desierto que me llamaba como un canto monótono y remoto”.[iii]

Pero este desierto del alma anticipa la nueva realidad a la que llega, la nada en la que entra, que tiene el ardor del infierno y el enfriamiento del paraíso: “Así di mis primeros pasos en la nada. Mis primeros pasos vacilantes hacia la vida y dejando mi vida. El pie pisó el aire, y entré en el cielo y el infierno: el núcleo”.[iv]

La generalidad del sacrificio, de la pasión de GH, ya que encuentra en sí misma “la mujer de todas las mujeres”, da a su camino el sentido de una peregrinación del alma, semejante a un itinerario espiritual, como en los escritos místicos de carácter confesional, frecuente dentro de la tradición cristiana y casi ajena al hebreo, inspirada en la interpretación alegórica de los textos sagrados. ¿Estaríamos ante un romance alegórico? Más justificada parece la pregunta; cuando se encuentra, ya sea por topos entrada y salida, aridez, sequedad, soledad y silencio, o por la visión contradictoria de lo inefable (la nada, la gloria, la realidad primaria), el “contexto místico” del itinerario sacrificial de GH

No sería descabellado, por lo tanto, repetir para el lector de hoy, en esta introducción de La pasión según GH, la admonición de Dante a Can Grande de La Scala sobre la Divina Comedia: “(…) debemos saber que esta obra no tiene un significado simple, sino que, por el contrario, se le puede llamar incluso polisémica, es decir, que tiene más de un significado, ya que el primero es el que uno tiene de la obra en sí, la letra y la otra la que deriva su sentido de lo dicho por la letra. La primera se llama literal, la segunda alegórica o mística.[V]

Pero si podemos decir que la obra de Clarice Lispector es de una polisemia inquietante, lo que en ella "toma su sentido de lo dicho por la letra", no pertenece, como en la Divina Comedia, en la escala figurativa de lo alegórico.[VI] Como transitando entre los escombros de la visión de Dante, la simbología religiosa utilizada por GH ya no es, a pesar de la inflexión teológica de su largo soliloquio, en tono confesional de penitente, la ilustración sensible del destino sobrenatural del alma humana. El infierno y el paraíso son el clímax patético del alma, la culminación del vertiginoso autoconocimiento que desciende al abismo de la interioridad.

Se La pasión según GH hace justicia a la clasificación de novela alegórica, lo será no en el sentido medieval, sino en el sentido barroco de figuración múltiple de significado inagotable, o, como precisó el pensador judío Gershom Scholem, volviendo al concepto de alegoría de Walter Benjamin, de una “red infinita de significados y correlaciones en la que todo puede convertirse en la representación de todo, pero siempre dentro de los límites del lenguaje y la expresión”.[Vii] Debido a la multivalencia de imágenes y conceptos que une el relato del estado de éxtasis, todo en este texto es un juego cerrado de apariencias bajo el imperio de la ambigüedad dolorosa y perversa.

El sacrificio de la identidad personal de GH, “la pérdida de todo lo que se puede perder y seguir siendo”, se asemeja a la crisis violenta que anuncia una conversión religiosa. Pero despojada de sí misma, sumergida en un momento abismal de existencia que elimina al “individuo superfluo”, se anula como persona, nivelada con una cucaracha. Rompiendo la prohibición hebrea de tocar lo inmundo, lo impuro, lo repugnante, también lo grotesco, la asalta el sentimiento amargo de la falta cometida, sin rechazar el Pecado. Y cuando, después de todo, participa de la masa blanca del insecto transformado en Hostia, este acto adquiere la apariencia de una profanación, del nefasto crimen del sacrilegio.

La naturaleza cruda de la vida a la que accede es ambigua: dominio de lo orgánico, lo biológico, anterior a la conciencia, y también una dimensión de lo sagrado, prohibido y accesible, amenazante y apaciguador, potente e inactivo. Y ambiguo es el amor que provoca el éxtasis: opuesto a ágape del cristianismo, impulsivo como el eros pagano, este amor tiende al éxtasis y al entusiasmo orgiástico, precursor de la transfusión de los coribantes en el seno de la divinidad.

Finalmente, oscilando entre el todo y la nada, del vaciamiento del Yo a la vacuidad de la plenitud, la experiencia crucial de GH, contradictoria y paradójica, enmudece su comprensión y entorpece su discurso: “Lo que yo llamaba nada estaba sin embargo tan apegado a mí que era... ¿a mí? y por eso se hizo invisible como yo era invisible para mí mismo, y se convirtió en nada. La vida es mía y no entiendo lo que digo”.[Viii]

La realidad común subvertida, el mundo al revés, lo no humano se convierte en la profundidad insondable de lo humano.

Sin embargo, alertamos al lector de que la visión perturbadora del personaje-narrador es inseparable del acto de contarla, como su intento de recuperar el momento de iluminación extática, anterior al comienzo de la narración, y que la desposeyó. de ti mismo Sólo como recuerdo, en el orden sucesivo del discurso, la narración podrá restaurar la brusquedad del trance visionario. Y devolviéndola, también devolviendo, gracias al nuevo yo de la enunciación en el que GH invierte el papel de narradora, la identidad cuya pérdida constituye el núcleo de su relato.

Dividido entre la pérdida y la reconquista, entre el presente y el pasado, el acto de narrar, dudoso, la voz indecisa de quien lo hace, sin ninguna certeza sobre lo que vivió y lo que le sucedió, es una “historia difícil” y será menos un informe que una construcción del acontecimiento: “Voy a crear lo que me pasó. Solo porque vivir no es reportable. Vivir no es vivible. Tendré que crear sobre la vida. Y sin mentir. Crear sí, mentir no. Crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de tener realidad. La comprensión es una creación, mi único camino. Tendré que esforzarme en traducir las señales del telégrafo, en traducir lo desconocido a un idioma que no conozco y sin siquiera entender para qué sirven las señales (…). Hasta que creé la verdad de lo que me pasó. Ah, será más un grafismo que una escritura porque intento más una reproducción que una expresión”.[Ex]

Vivir no es relatable: el momento de la experiencia, instantáneo, escapa a la palabra que lo expresa. Vivir no es vivible: la narración, vínculo discursivo de significados, recrea lo que se pretendía reproducir. ¿Y cómo reproducir el momento de éxtasis, mudo, sin palabras, que retrocede a un mundo no verbalizable?

La simple experiencia inmediata carecería de la palabra que le da sentido, y la pura entrega a lo imaginario caería en una verbalización irreductible a la experiencia. La primera nos encerraría en un mundo preverbal, mintiendo al lenguaje; el segundo nos encerraría en un lenguaje sin mundo, mintiendo a la realidad. Crear consiste en la interminable referencia de lo imaginario a lo real y de lo real a lo imaginario, como movimiento de la escritura, que traduce “lo desconocido a un lenguaje que no conozco…”

Em La pasión según G.H.., la conciencia del lenguaje como simbolización de lo que no puede verbalizarse plenamente, se incorpora a la ficción regida por el movimiento de la escritura, que arrastra consigo los vestigios del mundo preverbal y las marcas “arqueológicas” del imaginario hasta el final. a medida que descendía. GH intenta decir la cosa sin nombre, desvelada en el momento del éxtasis, y que se revela en el silencio entre las palabras. Pero lo que enuncia no puede dejar de simbolizar el sustrato inconsciente de la narración que, materia común a sueños y mitos, surge de las capas profundas del imaginario que constituyen el subsuelo de la ficción. Lo “arqueológico” de la ficción alimenta lo sacro y escatológico de la alegoría posible.

La conciencia del lenguaje que acompaña el esfuerzo de la narradora por recuperar el trance visionario que la alienaba es dramática. De ahí que la narración se convierta en el espacio agónico del narrador y el sentido de su narración, el espacio donde el narrador yerra, es decir, donde se busca a sí mismo, buscando el sentido de la realidad, que sólo se logra cuando el lenguaje no dice. él: “El lenguaje es mi esfuerzo humano. Por el destino tengo que ir a buscarlo y por el destino vuelvo con las manos vacías. Pero - vuelvo con lo indecible. Lo indecible sólo puede serme dado por el fracaso de mi lenguaje. Solo cuando la construcción falla, obtengo lo que no obtuvo”.[X]

Del proceso del lenguaje resulta una ficción errática, “más un grafismo que una escritura…”. Sin embargo, considere el lector que la mirada de GH, como puede ver por el contrapunto meditativo anterior sobre su "difícil informe", nunca se manifiesta independientemente del pensamiento conceptual que pregunta, que cuestiona, que exclama, que especula, comenta e interpreta el extasiado. la iluminación, recuperada como memoria, como lo destaca la reflexiva cadena de temas – Dios, el arte, el lenguaje, la belleza, entre muchos otros, que se extiende de punta a punta de la novela. La narración se convierte en “meditación visual”, y esto constituye un grafismo, una criptografía, una escritura fascinante, con algo de numinoso, perpetuando la seducción de la cucaracha aplastada.

Se podría decir que la narración, con sus rasgos numinosos, hace fluir, exacerbada la introspección, todo lo que la escritura implica amenazante y metamórfico. Antes de ser mística, la visión de GH pertenece a la mística de la escritura.

Es precisamente la ficción errática, derivada de esta mística, el punto de inflexión de la obra de Clarice Lispector, que se inicia en Cerca del corazón salvaje, desde la perspectiva de la introspección que culmina en el éxtasis de GH

En el momento de la publicación de esta primera novela, esta perspectiva representaba una desviación estética de los cánones dominantes de la prosa modernista de 1922 y de la ficción neonaturalista de los años treinta, desviación que vinculaba al autor, por afinidad, con Marcel Proust, Virginia Woolf y James Joyce, los ficcionistas de la “corriente de la conciencia” o de la duración interior. La culminación de esa perspectiva en A Paixão Segundo GH es el desbordamiento pletórico de la dialéctica de la experiencia vivida, la tensión entre la intuición instantánea y su expresión verbal mediada por la memoria, que naturalizó la desviación estética como fuerza propulsora en la ficción de Clarice Lispector.

La pasión según G.H.., cuyo extremo ya manifestaba la conciencia de la lengua, después Cerca del corazón salvaje, en Oh brillo (1946) La ciudad sitiada (1949) y La manzana en la oscuridad (1961), exacerbó esta desviación. Tras su quinta novela, Clarice Lispector romperá el molde histórico de la creación novelística y las convenciones identificativas de la ficción en Agua viva (1973) La hora de la estrella (1977) y Un aliento de vida (1978).

El signo inequívoco del punto de inflexión de estos textos es el patético gesto de GH, que coge la mano de una segunda persona mientras narra, sin la cual no podría continuar su “difícil historia”: “Mientras escribo y hablo tendré que fingir que alguien me está tomando la mano”.[Xi]

Tratándose de un expediente ficcional, que amplifica el dramatismo de la narración y autentifica el paroxismo del personaje, este gesto dialógico se dirige a un tu situado en el borde de la narración, irrumpe en soliloquio, como propuesta de un nuevo pacto con el lector, considerado soporte activo de la elaboración ficcional –partícipe o colaborador– que debe continuarla.

Por ese motivo, La pasión según GH, donde culmina la dialéctica de la experiencia vivida, favorece la comprensión retrospectiva de la escritora de ficción Clarice Lispector, y también contribuye a dilucidarla prospectivamente. De este modo, la génesis de la novela, que es, como posibilidad, el horizonte hacia el que se mueve desde el principio, se relaciona con el desarrollo de toda su obra.

***

El estudio genético del texto, de Nadia Batella Gotlib, profesora de Literatura Brasileña en la Universidad de São Paulo, con trabajos teóricos publicados sobre cuento y poesía, no pierde de vista ese horizonte. En el panorama biográfico-literario y analítico que traza la escritora brasileña de origen ucraniano, criada en Recife desde los dos meses de edad, rastrea el proceso de génesis de la obra hasta los cuentos escritos en su primera juventud, y que ya contienen el esquema de las matrices, técnicas y peculiaridades de construcción de Cerca del corazón salvaje y los cuentos maduros de Lazos familiares: el fluir de la conciencia, el discurso de la memoria, el humor, lo grotesco, “el juego de personajes en un triángulo amoroso”, y, principalmente, la carga apasionada de seducción que experimentan, que los aleja violentamente por un momento, de realidad cotidiana y trivial a la que siempre regresan, como sucede con GH que regresa del éxtasis al mundo humano organizado.

prevalece en Lazos familiares el esquema narrativo en tres partes con un clímax medial, que será también el de La pasión según G.H.., que fue producto de 24 años de actividad literaria, escrita al inicio de un largo período de represión política, cuando la autora, sin escapar de lo que ha sido, desde el siglo XX. XIX, en nuestro país, regla de pocas excepciones en la actividad profesional de nuestros escritores, comenzó a ganarse la vida como periodista. Sin embargo, la coyuntura política no influyó directamente en la novela de 1964, en la que el tema de la represión, implícito además en la rebeldía y el ímpetu transgresor de los personajes femeninos de Clarice Lispector, se recorta en la soledad de GH y en el derrumbe de su entramado social. tu individualidad.

Quizás el ímpetu transgresor de los personajes femeninos de Cerca del corazón salvajede Oh brillode La ciudad sitiada y La manzana en la oscuridady ciertos cuentos de Lazos familiares quien vuelve, tras una crisis de alienación del día a día banal y doméstico, es la marca invertida de la sumisión femenina. Pero es claro, por otro lado, que la desnudez personal en GH neutraliza la diferencia entre masculino y femenino, absortos en una condición humana general en contraste con la animalidad y la vida orgánica.

Sumisión y dominio, servidumbre y señorío, se entrelazan en el enfrentamiento de lo masculino con lo femenino en La manzana en la oscuridad. Aquí hay un protagonista, Martim, simplemente El Hombre, como se le llama; tanto como las mujeres, Ermelinda, Vitória y Francisca, representa, dentro de las relaciones intersubjetivas antagónicas que entretienen, a través del uso equívoco del lenguaje, la insegura y frágil condición humana. Es de especial significación este tipo de transacción afectiva – el “juego de entregarse – y protegerse en –”, que es otra faceta del juego de la seducción, – llevado al extremo en La pasión según GH y en los cuentos de La Legión Extranjera (1964), en muchos de los cuales es evidente el plano metalingüístico de la ficción de Clarice.

Este plan persiste incluso en la crónica, entre nosotros un género mixto, adaptado a la comunicación periodística, mezclando el comentario con diversos hechos y la invención ficcional, que interesó a Clarice Lispector, atraída por la inferior calidad estética de este “patito feo” de la literatura. Pero sus crónicas no estuvieron desvinculadas de su labor como narrador. Muchos se convirtieron en fragmentos de textos más grandes. Sensible a la variedad de estilos, la narradora y novelista se despojó de su sentido paródico imitando las noticias de impacto y el sensacionalismo del diario al escribir en torno a un solo tema -el sexo- los 13 cuentos de El vía crucis del cuerpo (1974), quienes sustituyen la atracción de lo escabroso por la seducción de la experiencia y la fascinación del lenguaje, subsistiendo en algunos de los relatos de ¿Dónde has estado de noche? (1974), y que contienen, en alta dosis, los relatos de felicidad clandestina (1971) y la novela Un aprendizaje o el libro de los placeres (1969).

En esta última, que parece una réplica al monólogo aislamiento de GH frente a una cucaracha, la narración se polariza a través del diálogo; los personajes, Lori y Ulisses, conciencias amorosas que se reconocen en su interlocución y en la vida, realizan un aprendizaje del mundo humano, antes desintegrado.

Por último, Agua viva (1973) une las dos vertientes, el trance visionario, la iluminación extática instantánea y el pensamiento conceptual, en un flujo narrativo continuo, compuesto por momentos discontinuos, temáticamente diversos. Comparada por la propia narradora con una improvisación musical, la narración es la prolongación del movimiento errante de la escritura de La pasión según G.H.., creando el espacio agónico del lenguaje, donde la narradora se pierde en busca de un sentido que la supere, y donde se encuentra sin otra identidad que la de instancia enunciante de la palabra, agua bautismal viva en la que se baña.

Improvisado, el texto, contando la historia de nadie en relatos episódicos, exige al lector activo retomarlo y poder fundirse, a través de los intervalos de silencio, entre las líneas del sentido de las palabras, que se distienden con el discurso, lo real a lo imaginario y lo imaginario a lo real. La relación dialógica reconquistada se traslada, con el nuevo pacto ficcional, a ese lector más que implícito, al que se dirige el narrador-personaje.

Refractario “a la secuencia lógica del relato”, pero fiel a la dialéctica de la experiencia vivida, el discurso, en el que la introspección irrumpe en la improvisación, mantiene la pulsación discontinua de la instantánea, incorporando rastros aislados de intuición, en forma parcial, fragmentaria. de escritura momentánea que los recreaba. Básicamente “un collage de fragmentos”, Agua viva revela esta técnica de sutura, frecuentemente utilizada por Clarice Lispector, como la contrapartida compositiva de la primacía de lo fragmentario, de la expresión intensificada, instantánea y apasionada que la impulsaba a la desviación estética.

El nuevo récord de La hora de la estrella (1977) –su tema social– es otra escala de escritura errante de La pasión según G.H.. También como éste, el relato de la desvalida Macabea, una insignificante muchacha nordestina perdida en el anonimato de la gran ciudad, es difícil, dado por un narrador interpuesto, junto al cual la propia autora, engañando el disfraz de la lejanía ficcional, la insinúa. presencia nominal: es Clarice Lispector quien sufre con Macabea, y quien muere al final cuando, irónicamente, el despiadado Fado se aplasta bajo las ruedas de un coche, en el momento en que parecía ascender al estrellato urbano -protegido por una buena estrella – el carácter que la pobreza ya había aplastado como persona.

Publicado póstumamente, Un aliento de vida (1978), que el novelista recibió el subtítulo extraliterario de pulsaciones, es un despliegue de su presencia en dos personajes-autores, un hombre y una mujer, a través de los cuales se narra a sí misma, continuando, de otro modo, con la misma patetismo de muerte y locura que se acercaba GH, la improvisación de Agua viva.

***

En principio, la recepción crítica de A Paixão Segundo GH dependió de la aceptación de las novelas anteriores y principalmente de la favorable repercusión de los cuentos de Lazos familiares y las crónicas del autor. Sin embargo, la quinta novela también representó, por diversas razones literarias, culturales y políticas, como nos muestran los profesores brasileños de Literatura Benjamin Abdala Junior y Samira Youssef Campedelli, un nuevo umbral de acceso a los libros del novelista, cuentista y columnista, que también se dedicó a literatura infantil. La historia de sus libros, en el largo período posmoderno en que aparecen, forma parte de una fase fértil del arte y la literatura brasileña, cuando la poesía de João Cabral de Melo Neto, los grandes poemas de Carlos Drummond de Andrade, los obra novelística de Guimarães Rosa, y cuando, a partir de la década de 50, se desarrollaron las vanguardias poéticas que, como el concretismo, trajeron nuevas exigencias para el disfrute del texto literario como obra de lenguaje.

Complementando esta edición crítica, las tres lecturas interpretativas de La pasión según GH., entre los que hay una impresionante convergencia, destacan, cada uno desde su particular punto de vista, esta obra de lenguaje.

Explorando, a la luz del análisis temático, la vena bíblica de Clarice Lispector, Olga de Sá, profesora de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo y ensayista, responde, en Parodia y Metafísica, a la cuestión del carácter alegórico de la obra que formulamos inicialmente, haciéndonos ver los elementos paródicos en el registro de la ironía, que interfieren en el itinerario místico de GH, invirtiendo el sentido doctrinal actual de pasajes de los textos sagrados. Siguiendo el esquema de las motivaciones teológicas que acompañan el recorrido de la “meditación visual” de GH, de las que se destaca el hilo conductor singular de la idea de una deidad sustantiva –el Dios–, Olga de Sá considera la experiencia crucial descrita en el novela como debate indecidible entre la inmanencia y la trascendencia, que se traslada al lenguaje y que tiene su punto culminante en el momento silencioso, extático y revelador de la epifanía.

La epifanía es el centro del análisis intratextual de Affonso Romano de Sant'Anna, que comienza parodiando el aspecto paralelista reiterativo de los segmentos del capítulo de A Paixão Segundo GH El poeta, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, nos muestra, en El Rito Epifánico del Texto, que la epifanía, en esta obra, obedece a secuencias constitutivas de una aventura mítica, a la vez que una búsqueda de carácter metafísico, al mismo tiempo el relato de una transformación realizada ritualísticamente. Así, la seducción de la experiencia vivida y del lenguaje toma la forma de un ritual, que se encuentra con manifestaciones primitivas de lo sagrado. La inteligibilidad de la obra, que así recae sobre estructuras antropológicas del imaginario, se extiende también, a través de conceptos tomados de la teoría de las catástrofes, a la comprensión de los contrastes y contradicciones de las figuras del relato: el Todo y la Nada. , la multiplicidad y lo neutro como opuestos. A la vez sublime y grotesco, el relato, lenguaje-sujeto y lenguaje ritual, apoyado en oxímorones y paradojas, aspectos que también aborda Olga de Sá, es un antirrelato.

La conclusión, por otro camino, de la interpretación semi-lingüístico-formal del mismo texto por Norma Tasca, de la Universidad de Oporto, no es diferente, lo que podría resumirse en la respuesta dada a la siguiente pregunta: cómo verbalmente reproducir la experiencia vivida? La respuesta del ensayista está dada por el desvelamiento de las estructuras de sentido que subyacen en la dialéctica de la experiencia vivida. Desarrollando esta dialéctica a expensas de una dimensión impulsiva, esa pregunta lleva la indagación a un nivel de generalidad epistemológica: ¿qué hace posible narrar la pasión? En Clarice Lispector, las condiciones de posibilidad del relato pasional se basan preliminarmente en la repetición intensiva y extensiva, que es, como la memoria anafórica, la anamnesis del texto segmentado, que ensarta metáforas apoyadas en correlación metonímica. El fluir del lenguaje está condicionado por la construcción paradójica del relato, debido a la máxima proximidad entre enunciación y enunciación, que asegura la preponderancia del sujeto narrador. De ahí que el efecto sorprendente de una narración, que se desarrolla a contracorriente de las palabras, sea una narración.

Las tres interpretaciones que armonizan, el tema convirtiéndose en lingüístico, la intratextual que vincula las constantes antropológicas del texto con el dominio de la palabra, que se ciñe a lo semio-lingüístico-formal, confirman el papel preponderante de la conciencia del lenguaje en la ficción Lispector de Clarice.

“¿Por qué escribo? Porque capté el espíritu de la lengua y así, a veces la forma es lo que hace el contenido”, escribe el autor interpuesto de La hora de la estrella. De hecho, esta conversión de la forma en contenido es el privilegio del escritor genuino, el escritor en el sentido dado por Roland Barthes, quien “trabaja su palabra (incluso si está inspirado) y está funcionalmente absorbido en ese trabajo”.

Como Machado de Assis, Mário de Andrade, Oswald de Andrade, Graciliano Ramos y Guimarães Rosa, Clarice Lispector, que trabajó la palabra y fue trabajada por ella, pertenece a la categoría de los escritores matrices, aquellos capaces de redimensionar una literatura en la medida en que, al profundizar la lengua, contribuyen a dar nueva vida al espíritu de la lengua.

En la introducción al artículo sobre el debut de nuestro autor, que recapitula en el Liminar, Antonio Cándido advierte que, para que aparezcan las obras maestras de una literatura, es necesario que “el pensamiento sintoniza el lenguaje y el lenguaje sugiere el pensamiento”. sintonizado por ello”.[Xii]

Hay que tener en cuenta esta doble afinación en el sentido musical de la concordancia, como el bajo continuo de la obra de Clarice Lispector en todas sus fases, ya que llegó, a través del lenguaje trabajado, a la difícil intersección del pensamiento con el lenguaje.

* Benedito Núñez (1929-2011), fue filósofo, profesor emérito de la UFPA. Autor, entre otros libros, de El drama del lenguaje: una lectura de Clarice Lispector (Sacar de quicio).

referencia


Clarice Lispector. Pasión según G.H.. Edición crítica. Coordinación: Benedito Nunes. São Paulo, Ediciones UNESCO/Edusp, 1988, 390 páginas.

Notas


[i] Colección Archivos, Ediciones UNESCO.

[ii] PSGH, pág. 42.

[iii] PSGH, pág. 40.

[iv] PSGH, pág. 54.

[V] Dante Alighieri, Carta al Señor Can Grande de Scala, Trabajos completos, vol. X, pág. 165. Editora das Américas, São Paulo.

[VI] Cf. Erich Auerbach, “Figura”, Escenas del drama de la literatura europea, PAG. 11-76. Meridian Books, Nueva York, 1959.

[Vii] Gershom Scholem, La mística judía, pág. 26, Editora Perspectiva, São Paulo, 1972.

[Viii]PSGH, pág. 52 y 115.

[Ex] PSGH, pág. 15.

[X] PSGH, pág. 113.

[Xi] PSGH, pág. 13.

[Xii]Antonio Cándido, Al amanecer de Clarice Lispector, en varios escritos, PAG. 126, Dos Ciudades, São Paulo, 1970.

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES

Suscríbete a nuestro boletín de noticias!
Recibe un resumen de artículos

directo a tu correo electrónico!