el noviembre

Imagen: Hamilton Grimaldi
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por REMY J. FONTANA*

La novembrada constituyó un hito de protagonismo democrático para el pueblo de Florianópolis, que se dignificó en la lucha por las libertades y los derechos

Introducción

En el texto “Santa Catarina – dimensiones y ambivalencias de una trayectoria histórica”, escrito en la década de 1980, examino algunas características de la formación social de este estado del sur del país, encajonado entre Rio Grande do Sul y Paraná, estados con mayor densidad socioeconómica. Hace algunas décadas, en una autoburla un tanto despiadada, nos autodenominábamos el “0”, el cero, por la designación de la carretera BR-101, un estado insignificante entre sus vecinos del sur y del norte; y el Puente Hercílio Luz, que conecta la isla donde se encuentra su capital Florianópolis con el continente, un puente que no conecta nada con nada, tal es su aislamiento, mediocridad, inexpresividad vis a vis el resto del país.

Claro, ahora tenemos una capital y un estado modernizados, algunas áreas altamente desarrolladas, ciudades en crecimiento (aunque capturadas por la especulación inmobiliaria y sufriendo de ineptitud administrativa), algunos sectores de alta tecnología, un turismo exuberante y masivo (y muy depredador), un calificado sistema universitario Tenemos, pues, algunos méritos, excelentes industrias, un interesante régimen de pequeña propiedad agraria, un agroindustria expresivas, hermosas playas (aunque tienen muchos lugares no aptos para bañarse, por la contaminación), montañas y cañones espectaculares y algunos notables en las artes, pero tuvimos y tenemos obstáculos estructurales, un dominio oligárquico persistente, un conservadurismo arraigado en la mayoría de la población

En este estado, el bolsonarismo tuvo, en 2018, una de las votaciones más expresivas del país, en torno al 70% de los votos, y una de sus ciudades resultó campeona nacional en sufragio por el excapitán. Aquí tenemos a un ilustre ciudadano que decoró el fondo de su piscina con la esvástica nazi; una vicegobernadora a la que le costaba explicar la fidelidad de sus referencias ideológicas, que se referían al mismo símbolo en el fondo de la piscina mencionado anteriormente, y cuya mayor credencial política, que la catapultó al cargo, fue haber ayudado a organizar, a través de los mediáticos movimientos sociales, movilizaciones y protestas, en una ciudad del interior, que se sumaron a las ocurridas en el país, y que desembocaron en la deposición golpista de la presidenta Dilma.

También tenemos, para magnificar la vergüenza, al empresario nacional bolsonarista más destacado, el “veio da Havan”, cuyo histrionismo patriótico no se avergüenza de exhibir imponentes estatuas de la libertad “falsas” como símbolo de su red minorista, coaccionar a los empleados o evadir impuestos; un estudiante de secundaria que se negó a hacer un trabajo sobre el marxismo, denunciando al maestro como un doctrinario, caso que tuvo repercusión nacional; una estudiante de maestría que demandó a su asesora, por presuntamente ser partidaria de la “ideología de género”, y por tal bravuconería terminó electa diputada estatal; el primer regidor negro electo en Joinville, amenazado de muerte por el simple hecho de ser negro; y finalmente, para no extender demasiado la descripción de tan notorios hechos y notables hechos en esta tierra de Santa Catarina, en las elecciones municipales de este año fue reelegido el alcalde de Florianópolis, luego de cambiar en los últimos años media docena de conservadores partidos, habiendo sido detenido por la Policía Federal durante el mandato, y en vísperas de las elecciones, habiendo sido denunciado por violación sexual por parte de un empleado municipal, hecho ocurrido en plenas dependencias del organismo público en el que se encontraba destinado.

De nada sirvió que se hicieran públicas varias fotos, como en una sesión de fotos. porno suave, en la que el distinguido alcalde aparecía semidesnudo en medio de un acto libidinoso con su denunciante, para socavar la moral de los respetables ciudadanos que lo eligieron en primera vuelta. Ni la acusación de violación ni la falta de decoro parecieron suficientes para sacudir la solidez de las instituciones, desde el Ayuntamiento que no aprobó la moción de investigación de la oposición, hasta la prensa corporativo-empresarial que lo protegió; lo que redunda en que ellas, las instituciones, estén funcionando bien, además, como en el país; queda por ver si funciona bien para qué y para quién.

Ante tanta evidencia desprestigiadora y episodios tan bochornosos, no es de extrañar que los catarinenses, especialmente los de su capital, o al menos una parte de ellos, reclamen un raro trofeo, que es haber enfrentado a Gal. Figueiredo, el último dictador del régimen militar, en noviembre de 1979, en un episodio que la crónica local registró como “A novembrada”, con el ímpetu de una furia cargada de radicalismo democrático.

La mencionada poca expresividad del Estado en el contexto nacional encontró en este episodio una oportunidad a superar, como sintomáticamente registra un diario local, “Por fin estamos en el mapa”.

En las décadas siguientes, cronistas, académicos, periodistas, artistas catarinenses se comprometieron a darle relevancia a la Novembrada, particularmente por lo que habría contribuido al proceso de democratización que terminó con el régimen militar, y luego convertirse en un hito, digno de registro en los anales del país. Si bien al momento de su ocurrencia la prensa nacional y destacados periodistas tuvieron una amplia cobertura, lo cierto es que el episodio es aún poco conocido, y menos considerado como algo con el peso y trascendencia histórica que posiblemente se merece.

el noviembre

En la trayectoria de los pueblos hay momentos notables, hechos extraordinarios, puntos de inflexión. Son momentos en que cristalizan energías, en que emergen con fuerza aspiraciones y demandas en busca de resolución, proyectando así a sus sociedades a un nuevo nivel.

En estas circunstancias, los actores sociales son como tragados por la vorágine de los acontecimientos, están llamados a desempeñar un papel antes insospechado, en un escenario donde todo parece moverse con rapidez, en un ambiente cargado de riesgos y amenazas, pero también con promesas y esperanzas. Hay miedo y coraje, disponibilidad e ímpetu para movilizaciones masivas y gestos ejemplares, en una mezcla de sentimientos y motivaciones ante un presente que se niega, y un futuro incierto, impredecible.

Los hechos políticos de noviembre y diciembre de 1979 en Florianópolis, involucrando a altas autoridades, estudiantes y otros contingentes sociales, pueden ubicarse bajo la métrica y dinámica de movimientos y eventos que instituyen nuevos sentidos colectivos, anunciando nuevas posibilidades en el campo de la acción política.

La explosión popular, que pasó a ser conocida como “Novembrada”, fue uno de esos hechos políticos sorprendentemente complejos, llenos de enseñanzas, cuya vigencia actual se renueva, respecto de cuestiones políticas cruciales, como las relativas a las formas de régimen, la naturaleza del Estado , normas de relación entre gobernantes y gobernados, criterios de legitimidad, etc.

La memoria colectiva es un sustrato necesario para la construcción de la identidad de un pueblo, de un país. Reavivar la memoria, revivirla ya sea mediante la celebración de aniversarios o mediante su recuperación crítica, cumple una importante función de cohesión social, de compartir un pasado común, de establecer parámetros para vivir el presente y proyectar el futuro. Los recuerdos se hacen a través de la selectividad de las elecciones, a través de la valoración diversa de lo que fue, lo que ya se hizo, lo que quedó sin hacer. También opera a través del olvido deliberado o del silencio impuesto. Por eso es siempre un campo de luchas, un terreno de disputas en la interpretación de episodios y en la difusión de versiones; hay, por tanto, intentos de silenciar unos y un esfuerzo por expresar otros.

La revisión histórica es siempre una práctica necesaria, pues hay épocas oscuras y oscuros regímenes políticos, que en el momento de su vigencia impiden o distorsionan el esclarecimiento de los hechos y el registro de los hechos, como realmente sucedieron. Por estas y quizás muchas otras razones, vale la pena recordar, revisitando aquella época, hace cuarenta años, cuando la gente de Florianópolis en la calle y en la plaza, protagonizaba episodios densamente revestidos de un extraordinario significado político y simbólico.

Brasil, a fines de la década de 1970, todavía sufría bajo los dictados del régimen autoritario. En Santa Catarina, aún estaban dolorosamente frescos los recuerdos de escenas de truculencia y violencia contra militantes de izquierda opositores a la dictadura militar, secuestrados, torturados y luego procesados, en la llamada Operación Vientre Verde.

La novembrada, en su manifestación original, fue la expresión política sorpresiva de varios actores y segmentos sociales que produjo un evento que superó cualquier expectativa de los participantes, alineándose con el rumbo general de los movimientos que surgieron en distintos puntos del país. Desde Florianópolis surgió un mensaje inequívoco de protesta y resistencia, que luego desembocaría en el masivo movimiento nacional de “Diretas Já”.

En 1979 inició su mandato presidencial João Baptista Figueiredo, el último de una serie de cinco generales (y una junta militar) que se alternaron en el mando usurpado del Estado brasileño, entre 1964 y 1985. El régimen autoritario ya daba muestras de agotamiento

Con Figueiredo continuó la “apertura política”, gestada por su antecesor, el general Ernesto Geisel. Fue una estrategia dirigida a mantener el control de un proceso político que impulsó la expansión de los sufragios democráticos y la instalación del estado de derecho. El nuevo general-presidente estaba comprometido con este curso de acción, pero lo llevó a cabo de manera errática y, a veces, al azar. Tampoco faltaron amenazas veladas o explícitas de resurgimiento autoritario, ya sea por iniciativa propia o de los “bolsillos radicales”, así llamados los restantes sectores de la “línea dura”.

Es este personaje quien, el 30 de noviembre de 1979, es recibido solemne y festivamente en la capital de Santa Catarina, por el gobernador del Estado. Ese viernes por la mañana, una multitud reunida en la Praça XV de Novembro, curiosa, inquieta, disponible y finalmente dando paso a sentimientos inequívocamente opositores, lanzándose a la vorágine de un tumulto incontrolable, expresando su inconformismo, radicalizando su protesta.

Protesta o revuelta popular, los hechos que siguen forman parte de un proceso de acorralamiento del régimen militar. En la Praça XV, una chispa aleatoria desencadena una acción improvisada, pero llena de energía, de un pueblo que recrea los rituales del bautismo de fuego de sus gobernantes. La interpelación grosera y directa que hace a las autoridades demuestra que el rey estaba desnudo. Desnudos de legitimidad, carentes de apoyo político, sin bases sociales estructuradas.

Inicialmente una protesta estudiantil que encontró receptividad popular, desencadenó una extraña reacción autoritaria-autoritaria de Figueiredo; confusión generalizada, expansión de la protesta, desconcierto. Al salir del Palácio Cruz e Sousa, sede del gobierno de Santa Catarina, contrariamente a asesores y autoridades, para entablar directamente un mano a mano con los manifestantes, el presidente se despojó de su investidura, abdicó del estatus y de los rituales inherentes a la autoridad y se convirtió en un ciudadano común, según sus propias palabras, que, siendo ofendido, llegó a tomar satisfacción por lo que consideraba una ofensa personal. Actitud vana y equivocada, como se vio después, porque si el lenguaje de los manifestantes era en parte grosero, sus inflexiones y significados eran inequívocamente políticos.

Con eso Figueiredo transforma un incidente, en ese momento todavía una pequeña protesta de unos pocos estudiantes, en un gran tumulto, que luego será tratado como un asunto de seguridad nacional.

Aquella multitud agitada por la rápida sucesión de tan insólitos hechos, vio ante sí, menos la figura física de Figueiredo, un individuo singular que se acercaba amenazador, tropezando hacia él, que el representante de un régimen, que ahora recibía abierta desaprobación, desnudo y descarnado. de la gente en la calle. Una rara escena en la que, al menos metafóricamente, la profunda brecha que separa a gobernantes de gobernados, especialmente en regímenes autoritarios, se llena de repente, sin mediaciones, rituales ni protocolos.

Era como si estos extraordinarios éxitos anunciaran el principio del fin del autoritarismo, que, sin embargo, reclamó con éxito su continuación por otros cinco años, cuando fue reemplazado por un Nueva República¸ en 1985, que frustró en gran medida las expectativas de una democracia digna de ese nombre, y de las ansiadas transformaciones sociales.

Pero era imparable, en la vorágine anárquica de los acontecimientos de aquellos días, la sensación exultante y liberadora de que algo formidable se desarrollaba ante ojos atónitos. Fueron momentos de euforia en los que las energías colectivas liberaron su potencial contestatario. En el diapasón de los espíritus insurrectos que impregnan el devenir esperanzado a través de las grandes transformaciones, allí también se encendió la llama de la esperanza en el corazón de muchos. Esa indefinible, pero poderosa disposición de los espíritus colectivos, que cada cierto tiempo emerge del fondo de la historia y visualiza horizontes más prometedores, anticipando nuevos órdenes, más libres, más democráticos, más justos.

En cuanto a la figura de Figueiredo, en vísperas de su llegada a Florianópolis en noviembre de 1979, el régimen ensayó una estrategia de comunicación y propaganda, no sólo para suavizar su sombría imagen como exdirector del temible SNI (Servicio Nacional de Información), sino para incrementar las posibilidades de facilitar el camino de la “apertura lenta, gradual y segura”, con la que el régimen pretendía mantener el control de un proceso político que apremiaba por el fin del ciclo autoritario.

Las fanfarrias explícitas de "João, presidente de la conciliación", "Santa Catarina cree en João" y otras consignas igualmente bizarras que adornaron globos y pancartas en el aparato oficial de la recepción festiva, con que las autoridades locales saludaron al ilustre visitante de la capital de Santa Catarina, fueron literalmente volados por los hechos de la Praça XV en esos días de noviembre.

El descarte de este marketing político de popularización forzada del presidente fue uno de los efectos más rápidos y palpables de la llamada novembrada.

Autoritarismo: pasado y presente

“El detonante de Novembrada pudo haber sido la revuelta estudiantil, pero su fuerza derivó de la sinergia de varios actores para posicionarse contra el autoritarismo del gobierno militar de la época, así como contra otro autoritarismo del pasado, el del Marechal Floriano Peixoto, a quien se unió el presidente Figueiredo cuando vino a la ciudad, con la intención de rendirle homenaje” (RH Srour).

La novembrada constituyó un hito de protagonismo democrático para el pueblo de Florianópolis, que se dignificó en la lucha por las libertades y los derechos, inscribiendo un capítulo memorable en los anales de su historia.

Que este evento único inspire las luchas sociales y políticas de hoy contra los gobiernos y las prácticas fascistas que amenazan la democracia y la civilización entre nosotros.

*Remy J. Fontana es profesor jubilado del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas de la UFSC.

Referencias


Sobre el episodio ver, Robert Henry Srour, col. por Remy J. Fontana, La política en la década de 70 en Brasil. La lección de Florianópolis. Sao Paulo: Ed. Económica, 1982; Luis Felipe Miguel, Levantamiento en Florianópolis: noviembre de 1979. Florianópolis: Editora Insular, 1995; Moacir Pereira, Noviembre. Un relato del levantamiento popular. Florianópolis: Ed. Insulares, 2005; Remy J. Fontana, “El incidente de Florianópolis revisitado, 30 años después”, UFSC-CFH, comunicación al seminario sobre los 30 años de Novebrada, Florianópolis, diciembre de 2009. Está la película “A Novebrada”, de Eduardo Paredes, con Lima Duarte en el papel de Figueiredo, de 1988; y la duco-ficción “Quarenta” de la Cooperativa Comunicacional Sul y Portal Desacato, de 2019, sobre el 40º aniversario de noviembre.

 

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