La nueva economía del diseño

Imagen: Luiz Armando Bagolin, Café Laurent, La Habana.
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Por ELÍAS JABBOUR*

Preguntas y novedades

Siempre he advertido a cualquiera que me pregunte sobre esto que no estoy aportando nada nuevo al debate sobre la economía del desarrollo. Rangel ya había sentado las bases conceptuales en 1956 y 1959 al proponer un nuevo marco conceptual que la historia demandaba dadas las novedades intrínsecas al proyecto Sputinik y la reconstrucción europea. La teoría y la práctica del “diseño” fueron abandonadas con la transformación del capitalismo en “capitalismo financiarizado” y el final del experimento soviético. La China de hoy es una repetición gigantesca de lo que sucedió antes y que muchos economistas del desarrollo han estudiado. Pero la historia, en este caso, no se repite de tal manera que China simplemente haga mejor lo que otros ya han hecho. El debate que proponemos es conceptual, eso sí. Pero sobre todo histórico y político.

Analizar solo los instrumentos que China ha utilizado para lograr sus objetivos no es difícil. Coordinación, planificación, generación de demanda vía gasto público, políticas industriales, cambios institucionales, etc. Nada de esto es nuevo. Para nosotros lo nuevo se reduce, inicialmente, a dos puntos ya establecidos en nuestra agenda de investigación: 1) esta “Nueva Economía” surge en el mismo momento histórico en que se consolida una nueva formación socioeconómica, el “socialismo de mercado” y 2 ) El núcleo de esta nueva formación económico-social, el modo de producción socialista, ha sido escenario de nuevos aportes en materia de plataformas tecnológicas, lo que ha elevado la planificación a niveles superiores en el país.

Los científicos sociales en general, y los economistas en particular, no trabajan con el concepto de formación socioeconómica. Este es un grave límite metodológico, ya que esta “nueva economía”, su escala, las innovaciones institucionales que dieron lugar a su surgimiento y el impacto directo en la vida de 1,3 millones de personas es imposible que ocurra en una formación económico-social de otro tipo. o en otra “variante del capitalismo”. El propio régimen de propiedad –que sustenta un nuevo tipo de régimen político que opera en China– dominante en los países capitalistas impide que se produzcan ciertos fenómenos apegados a la “Nueva Economía de Diseño”, empezando por la posibilidad de superar la incertidumbre keynesiana, algo que ningún país capitalista lo ha logrado y que el socialismo chino ha demostrado que es posible.

La separación entre economía y política es fatal en este tipo de análisis. La gran producción y las finanzas bajo control estatal cambian por completo la faz del sistema económico: se forma una economía de reserva. Alemania, Estados Unidos, Corea del Sur o cualquier otro Estado desarrollista no tiene la capacidad de hacer, ni siquiera dentro de sus límites, lo que China está haciendo. La diferencia es política. La respuesta no está en la economía, Strictu sensu.

El papel del proyecto

Evidentemente, todo país capitalista “regulado” también opera sobre la base de proyectos. Pero la realidad cambia cuando las tareas nacionales chinas son bastante diferentes de las de algunos países occidentales. Nuevos desarrollos institucionales, productivos y financieros son necesarios cuando se deben responder al menos dos interrogantes: 1) convergencia tecnológica y 2) necesidad de generar 13 millones de empleos urbanos al año. Una economía con esta doble necesidad opera con el apoyo de otras herramientas. De ahí que el proyecto se convierta en un elemento central, fundamental –a pesar de ser operativo en la planificación– en relación con la propia planificación.

La cuestión se convierte entonces en la planificación, a escala gigantesca, de la incertidumbre keynesiana. Hasta donde sabemos, ningún país capitalista importante del mundo se ha enfrentado a una tarea de esta magnitud. Por lo tanto, no necesitaban desarrollar nuevos instrumentos y herramientas de gobierno. La teoría y la historia son un elemento único. No se puede separar un elemento del otro. Como nos recuerda Marcio Henrique Monteiro de Castro, en este sentido, el diseño es una teoría y una práctica que se retroalimenta con soluciones a interrogantes históricamente planteados a los planificadores y diseñadores chinos. Sería imposible que este enfoque se concibiera en EE. UU. o Brasil. La teoría sólo emerge donde las contradicciones candentes exigen nuevas soluciones, nuevas síntesis. Y China es ese lugar

Aquí viene otro elemento que destacamos: el proyecto en China se convierte en un instrumento de gobierno al servicio de la superación de las inmensas contradicciones acumuladas en el país durante las últimas décadas. Dos millones de hombres y mujeres trabajan diariamente en esa realidad, buscando soluciones simultáneas para la recuperación y el pleno empleo. Es evidente que China está inaugurando una dinámica superior en términos de desarrollo. China no solo aplica con maestría lo que ya han hecho otras experiencias. El “proyecto” puede verse tanto como una continuación como una superación de todo el equipo científico empleado en otros casos exitosos de desarrollo. ¿El nuevo? El proyecto no como operación contable, sino como síntesis de la transformación de la razón en instrumento de gobierno por parte de cierto bloque histórico dispuesto a demostrar la superioridad del socialismo en la superación de los grandes dramas que aquejan a la humanidad. La misma escala con la que todo sucede en China permite que esta formación social sea la única capaz de mostrar y demostrar nuevas regularidades en términos de desarrollo económico.

El debate debe ir más allá del campo de la economía del desarrollo. Mi socio en el quehacer científico, Alexis Dantas, explica de manera sencilla e ingeniosa lo que realmente es la “Nueva Economía del Diseño”: una nueva y superior forma de organización política y social. Rangel, en su tecnicismo, definió el proceso que nuclea el proyecto utilitario. Por lo tanto, la “utilidad” en el sentido aristotélico del término reemplazaría al valor como núcleo de la sociedad que Rangel pretendía ser socialista. China está solo al comienzo de este gigantesco proceso histórico. Ya es una economía basada en grandes proyectos destinados a construir grandes bienes públicos.

*Elías Jabbour Profesor de Relaciones Internacionales y Economía de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ). Autor, entre otros libros, de China: socialismo y desarrollo (Anita Garibaldi).

Publicado originalmente en Jornal GGN.

 

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