por ELIZIARIO ANDRADE*
Es necesario elaborar un programa para luchar contra los principios del liberalismo económico y político responsables de la lógica de la desigualdad social y económica
La posibilidad de comprender y explicar más allá de la inmediatez de la aparición de las sociedades contemporáneas, convulsionadas en sus contradicciones inmanentes y estructurales, es una necesidad y un desafío urgente para la humanidad que se arrastra en el lodazal de la sociabilidad burguesa en crisis. Y esto, hoy, se desarrolla bajo el signo de un capitalismo que representa un muerto viviente, un zombi, que sólo vive de “rescates” temporales del Estado, postergando los límites históricos del sistema.[i].
Las determinaciones causales de las contradicciones de la reproducción capitalista continúan ocultas por formas sistemáticas de disimulo, distorsión e inversión de los aspectos sustantivos de la realidad. En general, este proceso se da a través de numerosos dispositivos teóricos, ideológicos, políticos y culturales en un praxis fetichizada en la estructura de las relaciones de clase. La mayoría de las veces, busca conferir vigencia y perpetuidad a estas relaciones, donde su mayor poder de dominación y hegemonía se encuentran en la forma de representar la producción y las formas en que se engendran los valores materiales e inmateriales en esta sociedad.[ii].
Comúnmente, este mundo invertido y distorsionado de la realidad, propagado por la ideología dominante como resultado de relaciones inalterables y naturales, insustituibles, encarnadas en experiencias intersubjetivas y convenciones sociales normativas, consideradas positivas en el orden económico, político, jurídico y moral de la sociedad, encuentra sus límites en la lógica misma que les da razón de ser y existir.
Hoy en día, el capitalismo se enfrenta a situaciones en las que ese mundo de “ilusión real”, es decir, de pseudoconcretismos[iii], encuentra límites enormes y, tal vez, infranqueables; sus ideólogos, por lo tanto, se retuercen en debates para encontrar soluciones, salidas a las dificultades de reproducción del sistema. Sin embargo, son incapaces de ocultar el carácter provisional y la inestabilidad permanente de las medidas y estrategias económicas elegidas para hacer frente a los imperativos inapelables, ineludibles y destructivos de las necesidades objetivas de ganancia y acumulación.
El capital y sus ideólogos de larga data nunca han podido escapar a la irracionalidad de su propia forma material y social de producción, pues las resoluciones y arreglos políticos y económicos escogidos para enfrentar las crisis que se abren en cada coyuntura y fase histórica, no es más probable que se estabilicen durante períodos tan largos. La duración de sus “milagros” y soluciones mitificadas pasa por temporalidades cada vez más reducidas y con consecuencias decepcionantes y caóticas. Basta remontarse a los años 1980, cuando surgieron varias teorías mágicas para explicar la crisis del capitalismo y del mundo del trabajo y que tenían sus poderes de persuasión y fórmulas falsas anuladas por los hechos y la realidad misma.
Muchos incluso se atrevieron a difundir la idea de que se podía garantizar la generación de plusvalía sin necesidad de mano de obra humana, preconizando el fin del papel central del trabajo, que supuestamente había sido sustituido por la información y la tecnología. Es como si el capital se estuviera deshaciendo del trabajo sucio en el piso de la fábrica, el despojo directo de la fuerza social de trabajo, y ahora es reemplazada por otra dinámica y relación para generar ganancia y acumulación en primera instancia. En este sentido, la ciencia, la información y la tecnología pasan a ser consideradas como cosas neutras, sin condensación social, es decir, desprovistas del contenido social de su representación, apareciendo como fenómenos autónomos de desarrollo. Lo que explicaría que el capital haya encontrado otro camino para la apropiación de las ganancias de manera eterna y definitiva, como expresión de una nueva era más allá de la modernidad capitalista.
Este nuevo camino para aumentar la capacidad de apropiación del capital, que se encontraba con baja rentabilidad desde fines de la década de 1970, comienza a desarrollarse desesperadamente a través de la financiarización de la economía para enfrentar su ineludible contradicción estructural: la tendencia de la tasa de interés. a la caída de la ganancia. Sin embargo, el control parcial de esta sangría no duró mucho, la actual crisis del capitalismo no tardó en emerger con más fuerza y de forma generalizada, a diferencia de una crisis cíclica en la que el sistema siempre demostró capacidad de recomponerse y retomarse. su ruta de expansión y estabilidad en su lógica de apropiación y acumulación de ganancias desde el sector productivo industrial.
Es posible verificar que, desde la década de 1990 y durante el siglo XXI hasta la actualidad, la recesión mundial continúa profundizándose y, con los impactos económicos vinculados a la pandemia, alcanzó una caída cercana al 7% del PIB. per cápita Mundial[iv]. Es una recesión que ocurre concomitantemente con crisis financieras recurrentes, la reducción de puestos de trabajo producto de la producción intensiva y el modelo de acumulación neoliberal, que a partir de 2008 se sumerge en una devastadora crisis financiera. Y, como no logra desviarse de su intrépida ruta de acumulación, sigue profundizando las contradicciones económicas y sociales; busca imponer el peso de la crisis sobre las espaldas de las clases trabajadoras de todo el mundo y se refugia en el ciclo de producción y conquista de valores ficticios.
Al mismo tiempo, las fuerzas sociales y políticas neoliberales actúan para contener la revuelta legítima de las masas trabajadoras, la lucha de las mujeres por la igualdad sustantiva, la lucha contra las diversas formas de racismo, la violencia policial y el genocidio cotidiano, la criminalización y el exterminio de diversos segmentos de la sociedad. sujetos sociales subalternos que no pueden ser incorporados al proceso social y productivo; tener que vivir al margen del sistema no sólo como desempleados, sino también como parias sociales, sujetos a todo tipo de discriminaciones y acciones coercitivas por parte del Estado.
Es así como la dinámica del capitalismo está siempre postergando los límites de su forma de sociabilidad, acumulando sus problemas que quedan peligrosamente irresueltos. Sin embargo, para el capital y sus representaciones políticas no importan el riesgo y las devastadoras consecuencias sociales para la reproducción del sistema, pues él mismo es prisionero de su propia irracionalidad que se inscribe en el movimiento de una crisis orgánica, caracterizada por su lógica irreconciliable y supuestamente insuperable de reproducción ampliada y contradicciones de clase dentro del propio sistema[V].
Así, se puede apreciar que en las ruinas del neoliberalismo, la crisis es aún mayor de lo que percibimos en nuestra relación inmediata con estos fenómenos y consecuencias, ya que el neoliberalismo representa también la crisis de la sociabilidad capitalista que domina la subjetividad de todas las clases e individuos. , ya que las propias referencias de valores y principios éticos y morales que se utilizan como referencia o parámetros orientadores de conductas, actitudes y elecciones de forma de vida se desvanecen en un escenario de un orden social que se prolonga en un verdadero desorden.
En efecto, se torna imposible restaurar la “normalidad”, ya que este orden social que funciona bajo la égida de la lógica del capital, es ya en sí mismo la personificación de la crisis global del sistema, expresando grados avanzados de irracionalidades, haciendo una desarrollo estable improbable que se puede caracterizar como una configuración social y económica de “normalidad” del sistema.
De hecho, todo se ha vuelto impredecible y de duración incierta, impulsado por una lógica irracional que caracteriza esta época histórica inédita que, en el análisis de Gramsci, en su Cuadernos de prisiones, representa una realidad en la que la crisis consiste precisamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer. Es en esta circunstancia que pueden surgir situaciones morbosas y aterradoras para individuos que tienen sus parámetros culturales basados en el sentido común confrontados por una falta de razón forjada, en primer lugar, por los cambios derivados de la forma de producción y reproducción del sistema, en segundo lugar, por la necesidad de justificación política e ideológica que exigen las transformaciones de una sociedad emparedada por la crisis del capitalismo y el neoliberalismo.
De ahí que el conocimiento científico y la ciencia, así como los estudios sobre la sociedad y la historia, comenzaron a relativizarse, ajustándose a “nuevos imperativos” de intereses y dominación del mercado; o bien despreciado, negado o combatido. Esto porque la burguesía ya no es capaz de sostener los ideales de la revolución liberal burguesa basada en la ideología del progreso, la positividad del modelo económico y social de vida de la sociedad capitalista, que hoy se mueve mortificando la existencia humana y amenazando el horizonte de la supervivencia de la humanidad misma.
Es por ello que Lukács señala la existencia de una corriente de pensamiento y práctica social y política que conduce a la destrucción de la razón[VI]. Todos los medios culturales y su escala de valores, críticas e ideales basados en el uso de la apoyo de la razón pues la creación de las bases de la civilización en el mundo capitalista, paradójicamente, se convirtió en amenazas para la burguesía. Es como si la criatura se hubiera vuelto contra el propio creador, en una relación de extrañamiento con el contenido de su propia obra. Porque el razón que desde el iluminación y la revolución industrial del siglo XVIII, siempre instrumentalizada por la burguesía para orientar y justificar su proyecto civilizatorio, se convirtió en un estorbo, en un peligro para sus intereses económicos y políticos.
Esta percepción política de la burguesía ya había sido capturada por Marx desde la revolución de 1848 en Francia.[Vii], cuando la burguesía entendió que la razón también podía ser convertida por sus enemigos de clase en un arma crítica y de acción, abriendo la posibilidad de desarrollar perspectivas de cambios y revoluciones sociales, confrontando su dominación y hegemonía. Pero no solo eso, la nueva lógica de reproducción del capital que invade la subjetividad social y produce un individuo de acuerdo con su nuevo patrón de acumulación –el neoliberalismo– muestra la necesidad de otros conceptos morales, éticos, políticos, culturales y filosóficos.
Es a partir de este fenómeno que podemos entender el hecho de que el hombre nuevo que sirve hoy al capitalismo y su ideología debe estar siempre en armonía con los dictados modernos de la lógica de reproducción del capital que lucha por el vaciamiento de la razón, la interdicción de la crítica y elevación del ultraindividualismo y el irracionalismo como nueva guía ideológica funcional. Algo que provoca graves y sombríos efectos en la sociedad y en la actividad política y ha provocado el desmantelamiento de la humanización del hombre en relación con la naturaleza y entre sí en el proceso de sociabilidad.
Estamos así ante el umbral de una realidad social e histórica en la que la destrucción de la razón, o el uso de la misma -asombrosamente- sirven para imponer las pautas irracionales, corrosivas y totalizadoras de un neoliberalismo en ruinas, bajo una aparente demostración de fuerza y poder. que oculta fundamentalmente la decadencia del modelo civilizatorio de la sociedad burguesa. Esto ocurre en el contexto de una subsunción automática y descartable del hombre económico moderno: ultraindividualista, privatizado, socialmente aislado en un mundo de imágenes y virtual, apegado a objetivos materiales y relaciones humanas coyunturales, volátil y guiado por ideas meritocráticas. de aumentar las ganancias a corto plazo.
Finalmente, es en este suelo que los valores económicos y sociales irracionalistas prosperan e invaden el espacio de la comunidad, la vida cotidiana, los grupos y asociaciones de todo tipo. Y así mismo, comienzan a diseminarse en el ámbito de las relaciones laborales, en la familia y en las organizaciones políticas partidistas de extrema derecha que emergen a través de impulsos, acciones prácticas y discursos difundidos en la sociedad bajo un horizonte negacionista, de banalización de la vida y de la vida. muerte. Lo cual traduce la ruina de la interpretación moral del mundo, donde muchos individuos parecen imbuidos de una conciencia cínica y nihilista, cercana a la noción de superhombres imbuidos de una ideología neofascista de impunidad que se siente por encima de cualquier sanción frente a los desastres de sus acciones y discursos. Pero nada de esto es extraño, absurdo o ilógico, es la expresión cruda y desnuda de la incontrolable, creciente y aterradora lógica de la desigualdad, cuando las oligarquías financieras buscan mantener intactas sus posiciones de poder y ventajas económicas.
Marx dilucida este fenómeno del capitalismo en la sección V del libro III de El Capital, donde busca analizar que, independientemente de la ideología de esta lógica de reproducción del capital -como proceso social y material- no es posible escapar de los límites de la la naturaleza de su desarrollo, y destaca que los obstáculos existentes se engendran dentro de la propia producción capitalista. De esta forma, el principal enemigo del capital es el propio capital, que paulatinamente, a pesar de la extraordinaria capacidad de superar sus crisis a lo largo de su evolución, se ve obligado a reinventarse, destruyendo el capital excedente y revolucionándose para crear y abrir nuevos patrones de desarrollo y crecimiento. . Así, su único propósito es aumentar la valoración de su propio valor, es decir, un sistema que está condenado a buscar más valor para producir asimétricamente más valor con altos niveles de rentabilidad y, finalmente, restaurar las condiciones necesarias, aunque sean temporales. , para restaurar la tasa de ganancia a nivel mundial.
Es por estas determinaciones que no es posible mantener siempre intactas las construcciones ideológicas de un mundo real que ocultan la naturaleza de las relaciones sociales y materiales de un proyecto hegemónico, como el neoliberalismo, basado en un mundo profundamente excluyente, militarizado y cada vez más desarrollo antidemocrático, subordinado a las demandas generalizadas y violentas de la acumulación monopolizada y universalizada. Son estas condiciones las que hacen que las contradicciones de clase emerjan con toda su fuerza cuando los imperativos económicos buscan contrarrestar la tendencia creciente de pérdida de valores reales en el proceso productivo.
Por ello, la financiarización se erige como principal modo de comandar la economía, no como algo “nuevo”, externo a la lógica inmanente del capitalismo, sino como expresión de la agudización agudizada de las contradicciones internas de sus tendencias históricas que obligan a: como condición necesaria para la autopreservación: destruir capitales, aumentar su volatilidad y buscar ganancias y acumulación ilimitadas[Viii]
Es así como se procesa la subordinación de la industria y de la economía en general, de la que se extrae la mayor parte de las ganancias que tienen su origen en las relaciones sociales de producción, sumado a las ganancias obtenidas sobre otras formas de ingreso adquiridas. por los súbditos de todas las clases que, de una forma u otra, están a merced de operaciones de préstamo y diversas formas de extracción de ventajas y ganancias por redes bancarias estatales o privadas que reproducen masas de capital ficticio en una dinámica de acumulación, concentración y centralización de la riqueza mundial nunca visto[Ex].
Este cuadro tiende a empeorar, aumentando las inequidades estructurales que se agudizan por la espiral mortal del covid-19, que sin vergüenza alguna los representantes de los intereses privados optan por el lucro en detrimento de la vida y la solidaridad social. No debemos sorprendernos por estos hechos o simplemente emitir discursos morales de indignación, porque todo ello es proporcional a la dimensión natural del carácter destructivo, que es constitutivo, propio de la relación de capital que se desarrolla bajo la forma de subsunción del trabajo y la vida al capital sin que sus transformaciones hayan alterado estas leyes que siguen rigiendo las relaciones de producción capitalistas y la vida humana.
En esta época de hegemonía del neoliberalismo, más allá de la voluntad idealizada del proyecto socialdemócrata que siempre buscó controlar la irracionalidad lógica y operativa del capital, no hay forma de contener las desastrosas consecuencias sociales, políticas y ambientales que sólo tenderán a peor. Y, conscientes de esta dinámica y realidad, la derecha y la extrema derecha, se unen para llevar hasta las últimas consecuencias la privatización de todas las esferas de la economía y de las relaciones sociales y humanas, exacerbando el individualismo como fundamento y lugar de “libertad”, propugnando una reducción de la sustancia de la democracia liberal que se convierte en núcleo vacío para pasar a un patrón de acumulación financiarizada, exigiendo la supresión de los derechos históricamente conquistados por los trabajadores. Junto a esto, también hay un debilitamiento de las instituciones que defienden sus derechos, como los tribunales laborales y los sindicatos; mientras el Estado avanza en la criminalización de las organizaciones de movimientos sociales en defensa de la vida, la vivienda, la salud pública, la educación y el trabajo.
Es en estas condiciones que millonarios, corporaciones y todo tipo de organizaciones de poder mundial depredadoras ven aumentar su riqueza a niveles récord de ganancias desde el inicio de la pandemia.[X]. Al mismo tiempo, la crisis, según el informe de Oxfam 2020, podría empujar a la pobreza a más de medio millón de personas, desde los países más desarrollados del capitalismo hasta los periféricos, subordinados e históricamente dependientes. En el caso específico de Brasil, la población negra, los pueblos originarios y todos aquellos que viven del trabajo y al margen del sistema se encuentran más empobrecidos y sin perspectivas de empleo y futuro en una crisis económica entrelazada con la salud y Crisis política liderada por un gobierno neofascista, insensible y silencioso ante la realidad de la población del país.
Según Oxfam, hay alrededor de 40 millones de trabajadores en Brasil sin contrato formal y alrededor de 12 millones desempleados. Y, con la crisis sanitaria, se espera la aparición de otros 2,5 millones de trabajadores desempleados, que se sumarán a la mayoría de la población que no tiene acceso a condiciones sanitarias y básicas de salud, arrojándolas a una situación de enfermedad crónica, muerte y miseria misma. Mientras tanto, porciones significativas de las masas desesperadas y sin esperanza, así como de la clase media, tienden a abrazar el autoritarismo, el negacionismo, el fanatismo religioso, el anticomunismo que se expande a través de movimientos políticos neofascistas, que emergen como hijos legítimos e intrínsecos de la crisis del capitalismo y neoliberalismo.
Una situación que nos hace recordar, aún con diferencias y contextos diversos, los movimientos de las hordas fascistas en las décadas de 1920 y 1930 en Europa, que salían a las calles y ocupaban instituciones para golpear, asesinar opositores en nombre de Dios, de la patria. , incitando al odio hacia los judíos y los comunistas; acciones que deben ser realizadas por los llamados “buenos hombres”, dispuestos a combatir la ciencia, la filosofía y todo pensamiento que libere a los hombres de ideas oscurantistas y perversas. Y al igual que en el pasado, hoy cuentan con el apoyo de la burguesía “ilustrada” y la derecha tradicional que, a pesar de preocuparse por el orden institucional y su legitimidad, van de la mano de la extrema derecha para desmantelar los pactos constitucionales liberales y imponer un programa neoliberal radical que contradictoriamente socava la legitimidad misma del sistema que es crucial para mantener las condiciones sociales, políticas y militares para la acumulación.
Esta aparente contradicción encuentra su razón de ser dentro del movimiento autofágico del propio capital, donde nada de esto parece importar a la salud del propio desarrollo del capitalismo. Pero el hecho es que, en el fondo, estas son tendencias económicas, sociales y políticas que están bajo el control de fracciones de la clase capitalista en su conjunto. El alarmante aumento de la deuda pública, la migración de capitales a los mercados especulativos, la bolsa de valores, la especulación inmobiliaria, el crimen organizado, el narcotráfico internacional se ubican en el campo de la riqueza abstracta, ficticia -generada en la producción capitalista en general- que ordena económico y político
A fines del siglo XIX, Marx ya había analizado este fenómeno como una tendencia universalizadora de la reproducción del capital, donde el llamado proceso de “globalización” se desarrolla no como una dinámica aislada del capital abstracto, ficticio, en un modo único e irreal. flujo de movimiento de la economía, sino como un fenómeno que se articula con la producción industrial en movimiento (desplazamiento de la industria en todo el mundo, especialmente a China, América Latina, Europa, Corea del Sur, etc.), produciendo las condiciones necesarias para la creación de “ cadenas “de valores” que, a pesar de formar una síntesis contradictoria de la reproducción del capital, no encuentran otra alternativa para continuar con su dinámica universalizadora.
Es desde esta estrategia y lógica de desarrollo que debemos entender las características del capitalismo y el imperialismo hoy. En este sentido, en lo esencial, continúan las mismas características definidas por Lenin, en vísperas de la revolución social del proletariado ruso en 1917.[Xi]. Sin embargo, a pesar de las similitudes formuladas con el desarrollo del capitalismo y su forma de expansión económica imperialista en el siglo pasado -hoy, nuevos elementos de intereses económicos, políticos y militares se desarrollan a escala regional en medio de la crisis estructural y socio-metabólica transformaciones de las sociedades capitalistas y globales presentes en los enfrentamientos interimperialistas; conflictos que surgen directamente en diversas regiones de intereses geoestratégicos, como Europa del Este, América Latina, África y Asia, donde los estados imperialistas operan con sus propias tropas oa través de ejércitos de mercenarios.
Es lo que podríamos llamar el punto cero de los límites históricos del sistema capitalista, en el que él mismo no puede afrontar ni resolver sus contradicciones, sólo queda seguir adelante, cargando con el peso inevitable de su razón de ser. Asimismo, sus agentes e ideólogos más inteligentes, los reformadores keynesianos, buscan, en cierta medida, atenuar sus síntomas, que representan amenazas y riesgos para el futuro de la sociedad y de la humanidad misma.
En este escenario, es innegable que la sociedad y la economía están al filo de la navaja, principalmente porque se encuentran inmersas en un proceso de implicaciones irracionales, incontrolables dentro del propio sistema desde fines del siglo pasado y dos décadas del siglo XXI, con rupturas continuas de las tasas de ganancia en todo el mundo, especialmente en los principales países capitalistas e imperialistas occidentales. En circunstancias en que la desindustrialización ha venido ocurriendo de manera diferente y sorprendente, no sólo en la periferia, como Brasil y América Latina en su conjunto, sino también, de manera desigual y combinada, en los países centrales del capitalismo, como los Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia y Francia. Todos ellos, además, se convirtieron en importadores de productos industriales con valores agregados en formas diferentes y variables entre las naciones que forman parte de esta realidad que establece distintos roles en la participación del comercio internacional.
En estas circunstancias, los gobiernos de los países centrales y periféricos del capitalismo, desde 2007-2008, a través de bancos centrales cada vez más independientes, sin ningún “control democrático parlamentario” han estado poniendo dinero barato en los mercados – de la nada – para apalancar la economía y reanudar el crecimiento de las tasas de beneficio. Estas esperanzas, sin embargo, se han ido colocando cada vez más lejos de su realización, porque una parte importante de ese dinero termina yendo principalmente al mercado financiero regido por capitales especulativos en bolsas sujetas al clima de oscilaciones y desplomes del mercado financiero mundial. mercado.
En el mediano plazo, nada de esto parece importarle al capital, porque en el capitalismo actual, el Estado y los organismos financieros actúan cada vez más como apoyo financiero de las empresas privadas, protectores de sus activos y su apoyo económico para consolidar y conquistar mercados. Es por eso mismo que el aumento de la deuda pública, creada a partir de la propia crisis del capital para proteger intereses privados, recurre al falaz y cínico argumento de la necesidad de recortar los gastos del Estado, que fue bautizado con el eufemismo de “ austeridad”, junto con la privatización de las empresas estatales y los servicios públicos para asegurar el equilibrio fiscal.
Se puede observar así la irracionalidad misma de esta forma de reproducción del capital financiero que se desarrolla en una lógica de tierra arrasada para obtener ventajas económicas a cualquier precio en el corto plazo. Es a partir de ahí que Eleutério FS Prado (2016, p.8) destaca el hecho de que
La financiarización es un desarrollo asombroso, desproporcionado y amenazante, es un movimiento histórico de socialización del capital perfectamente alineado con la tendencia histórica de desarrollo de la relación del capital. La meta objetiva del modo de producción capitalista es la valorización del valor a cualquier costo, y no la producción de “riqueza concreta”.
Aquí radica la centralidad actual de la crisis del capitalismo engendrada por una contradicción incontrolable e ineludible, ya que el mismo proceso que genera la valorización del valor está inmerso en contradicciones que revelan sus límites, no sólo porque agota los recursos humanos, la fuerza social del trabajo y naturaleza para garantizar la continuidad de las calculadas demandas para la obtención de ganancias y acumulación exorbitantes, pero también para constituirse en una tendencia de progresiva pérdida de valor real.
Por eso mismo, el sistema se ve obligado a buscar una alternativa de valorización del valor, generando una tensión orgánica interna del capital que pone en peligro la supervivencia y la estabilidad hegemónica de su propio orden social. Principalmente, cuando las fuerzas políticas partidistas que encarnan los intereses objetivos del capital se ven obligadas, en el parlamento ya través de innumerables instituciones, a defender la profundización de la desigualdad social, incrementando la concentración del ingreso y la riqueza de manera creciente y brutal; al mismo tiempo, hace que las condiciones de trabajo sean retroactivas en muchos sentidos a las que existían en el mundo del trabajo en la primera década del siglo XX.
Una dinámica de desarrollo que, por excelencia, acarrea una verdadera crisis “sin fin”, que sólo puede afrontarse refugiándose en las entrañas del capital ficticio, es decir, en la financiarización de la riqueza del capital social total y en los rentismos que expresar la negación de uno mismo, de la positividad de un modelo de desarrollo histórico sociometabólico que se arrastra en su crisis estructural. Situación en que el Estado asume definitivamente, a la luz del día, su verdadera función histórica de salvaguardar y viabilizar los intereses del capital industrial, ahora financiado para servirse a sí mismo, a los rentistas ya la oligarquía financiera; lejos de servir al trabajo, al medio ambiente y al bienestar de la mayoría de la población.
Pero aún así, el capitalismo persiste como modelo económico y social hegemónico, revelando la idea de que todo evoluciona en su normalidad y continuidad de una manera supuestamente natural e insustituible. Los hechos del mundo objetivo nos revelan, sin embargo, que ya no hay forma de seguir ocultando los síntomas de la crisis en su totalidad que, entrelazados con la pandemia del covid-19, revelan un grado de letalidad que niega cualquier argumento a favor. esperanza, o por el fin de los “desequilibrios” o “disfunciones” temporales del orden social capitalista. Hoy, más que en el pasado, los fundamentos y la lógica interna del capital dependen visceralmente del progreso ininterrumpido, guiado por una forma rápida de apropiación y acumulación de ganancias, revolucionando sus bases productivas que generan, al mismo tiempo, “progreso”, estabilidad temporal. y el surgimiento de crisis que se abrieron de par en par, revelan la irracionalidad de la “normalidad” a la que aludían los ingenuos en relación con la forma de producción y reproducción social, material y cultural del sistema.
De esta manera, esta dinámica que se impone como única salida – arrastra a la humanidad por el camino de la irracionalidad económica, transita sin compromiso alguno ni principios de razonabilidad formal en relación con el ámbito jurídico que conforma los principios del pensamiento liberal y del orden burgués. . Es una dinámica que compromete todas las ideas humanistas occidentales de piedad, clemencia, justicia, libertad formal frente a los intereses objetivos y brutales del capital, que anulan cualquier otro llamamiento, venga de donde venga, porque cualquier objeción se ve pronto obligada a someterse. las exigencias de los cambios neoliberales que exigen una volatilidad cada vez más profunda de materializar la lógica que rige la economía, la cual tiene su punto de partida en la producción, seguida de la circulación de mercancías para generar valores reales o en forma de dinero y, así, falsamente acumulando riquezas.
Es así como, día tras día, salen a la luz las tendencias en curso, dejando en claro la magnitud de la crisis del capitalismo que se despliega en el fenómeno de la desindustrialización, en el endeudamiento privado y público sin precedentes y el prolongado estancamiento de la apreciación del capital; y, en el caso de los países periféricos, está también el factor de una mayor reprimarización y dependencia económica, tecnológica y científica. Todo ello articulado con el trasfondo de intereses imperialistas que se disputan, mediante sanciones económicas o guerras directas, el control y apropiación de los despojos de las riquezas naturales, la tierra y las fuentes energéticas de todo tipo.
Al mismo tiempo, en una competencia sin fronteras, los monopolios y corporaciones internacionales actúan en busca de productos de alta tecnología, o simplemente a través de intervenciones depredadoras operadas por las guerras imperialistas, como ha venido ocurriendo en Medio Oriente, África, Europa del Este y América Latina. Ya sea bajo el auspicio de la ONU, organismos financieros internacionales: OMC, BM, FMI o directamente por organismos militares como la OTAN y la OTAN que, ante las disputas interimperialistas, ponen en riesgo la supervivencia de la humanidad por el grado de letalidad termonuclear. que las guerras tienden a asumir en la actualidad.
El recrudecimiento de este enfrentamiento se ha expresado en sanciones económicas, impedimentos a la expansión de empresas extranjeras de alta tecnología, buque insignia de la economía moderna de los países capitalistas avanzados, principalmente por parte de EE.UU., que busca proteger algunas de las ventajas que aún posee. tiene en el mercado mundial, aun con clara evidencia de su relativo declive. Baste señalar que la participación de estos sectores económicos tecnológicamente avanzados en el PIB de EE. UU. es ahora del 38%, mientras que China, un poco más atrás, alcanza el 35% de su PIB.[Xii], demostrando la capacidad de superar esta pequeña diferencia en un tiempo relativamente corto. Un escenario que sorprende y atemoriza los intereses hegemónicos del imperialismo yanqui, que se vuelve más agresivo y amenazante.
Así, es evidente que EE. UU. se encuentra en una situación muy compleja en el contexto de la competencia internacional, por un lado, debido a la creciente reducción de puestos de trabajo perdidos en las industrias tradicionales, por otro, debido al desplazamiento de sus industrias plantas al extranjero, principalmente a China, México, Corea del Sur, etc. Asimismo, como resultado del avance de la industria ahorradora de mano de obra estructurada sobre la base de alta tecnología y producción intensiva. En efecto, el imperialismo estadounidense juega su última carta en la disputa por la hegemonía en el mercado mundial a través de sanciones económicas y amenazas militares ante el feroz avance económico de China y, en menor medida, de Rusia, formando un bloque euroasiático que amenaza la hegemonía norteamericana
Ante esta situación, los ideólogos liberales y los socialdemócratas keynesianos aún esperan poder revertir estas tendencias y desafíos económicos permeados por la lucha política y de clases en el contexto del capitalismo en crisis estructural. Pero, estas ilusiones alimentadas por los reformistas, parte del error de no aceptar que cualquier medida que se tome para frenar las convulsiones de estas crisis se convierte en un mero paliativo para un organismo camino de múltiples quiebras, no podemos predecir cuándo será su último aliento. ocurrirá, pero mientras tanto, la humanidad está siendo arrastrada a un caldero de realidades sociales bárbaras, donde los males sociales y el sufrimiento humano se trivializan y naturalizan.
A medida que este desfile de horrores continúe en todas partes del mundo, los estallidos masivos de revueltas e indignación espontáneas u organizadas serán frecuentes ante la profundización de la desigualdad, el hambre, el creciente desempleo crónico, el aumento de las legiones de personas sin hogar y la destrucción de los derechos civiles y abandono de la protección social estatal. La confluencia de estos elementos, expresando en esencia las contradicciones y crisis del capital y su forma de sociabilidad, que debe ser aprehendida no sólo en su dimensión conceptual y teórica, sino también en el contexto de la contingencia de la lucha de clases, de la aquí y ahora de la realidad; dentro de las relaciones sociales y económicas que requieren ser enfrentadas desde una estrategia capaz de albergar propuestas políticas radicales que no se dejen arrullar solo por la espontaneidad de los acontecimientos o las masas en movimiento de manera dispersa que pueda ser absorbida o neutralizada, paralizada en los marcos de la institucionalidad.
No podemos perder de vista que, para que este sistema económico y social siga sobreviviendo, sólo será posible a través de la sobreexplotación del trabajo asalariado y su precariedad casi absoluta con el fin de la estabilidad laboral y los derechos. Esto indica que el capital y su forma de civilización no tienen nada más que ofrecer. Ya no hay manera de frenar estas tendencias objetivas e inmanentes que se imponen socialmente como irracional y tragico para la mayor parte de la humanidad. Huyendo de esta comprensión y reforzando las ilusiones de que aún será posible, a través de la acción política para frenar, domesticar estas tendencias a través de medidas de gestión de crisis para restablecer la “normalidad” económica y garantizar un desarrollo sostenible y racional del capitalismo, que es capaz de hacer concesiones a los trabajadores en este contexto de crisis estructural del capitalismo significa sembrar falsas esperanzas.
La evidencia demuestra que el capitalismo se mueve cada vez más como un equilibrista que amenaza con caer y no cae, aunque su camino está marcado por incertidumbres e imprevisibilidad. Las características de la crisis indican que el sistema se acerca a un límite histórico en cuanto a su forma material y social de producción y reproducción, pero eso no significa su fin, ya que es capaz -a través de su flexibilidad- de generar formas híbridas de acumulación y creación de ganancias en relación directa o indirecta con el mercado y el público en general. circuito de creación de valores y acumulación; pudiendo generar formas sociales mutantes para la creación de ganancias, ya sea a través de la producción, la búsqueda de rentas o diversas formas ficticias de absorción de valores.
Pero lo peor es que esta posibilidad de supervivencia del capitalismo avanza cada vez más a través del ocaso generado por las contradicciones del propio capital en su marcha incontrolable en busca de ganancias, que engendró la financiarización de la economía en el marco de la crisis estructural. Y como resultado, comienza a invadir todas las esferas de la actividad económica, social y cultural, privatizando la producción de bienes públicos, desafiando los límites de la naturaleza y la condición humana.
Con la llegada de la pandemia, esta realidad se desnuda y se convierte en una verdadera pesadilla; y no queda otra alternativa que articular un contenido de crítica radical con un pensamiento político estratégico capaz de confrontar las posibilidades reales para ofrecer soluciones y cambios concretos; actuar en los vacíos del sistema y apalancar un horizonte político anticapitalista, democrático y revolucionario.
Por lo tanto, es necesario elaborar un programa de lucha contra los principios del liberalismo económico y político responsables de la lógica de la desigualdad social y económica. Porque, si no lo hacemos, en el contexto del debilitamiento de la democracia liberal y el desprestigio de las instituciones de la sociedad burguesa, las representaciones políticas de las oligarquías financieras -con un perfil político e ideológico de formación neofascista, o de La derecha tradicional con un perfil más clásico tiende a emerger para hacer el trabajo sucio de tierra arrasada por el proyecto neoliberal en ruinas.
En esta circunstancia, los innumerables hechos políticos coyunturales expresan lo que las clases dominantes son capaces de hacer, no dudan en recurrir a un arquetipo político e ideológico del odio: expresión invertida y pura de la lógica de las desigualdades sociales, cuyo fin es movilizar segmentos sociales de la clase media y de los trabajadores, orientándolos perversamente a actuar en contra de sus propios intereses. Esto se hace a través de un discurso de simbologías invertidas de la noción de patria, nación y familia, lucha contra la corrupción mezclada siempre con la vieja y andrajosa campaña contra la izquierda y el fantasma del comunismo. Un recurso de guerra ideológico que la burguesía, en tiempos de crisis y miedo a sus enemigos de clase, saca de los sarcófagos de sus antepasados para asustar a sus pares y perseguir las ideas de quienes sueñan con el horizonte de una sociedad libre y emancipada.
* Eliziário Andrade es profesor de historia en la UNEB.
Notas
[i] Heller, Pablo. Capitalismo zombi. Crisis sistémica en el siglo XXI. Buenos Aires: Editorial Biblos, 1917.
[ii] Marx, Carlos. Capital, capítulo I – Mercancías, última sección y en los libros II y III, en el estudio sobre el capital que devenga interés. Allí encontramos el análisis del modo de representación capitalista que aparece como una forma invertida del conjunto de prácticas reales que ocultan la verdad sobre las relaciones concretas de vida y sociabilidad del mundo burgués.
[iii] Kosik, Carol. La dialéctica del hormigón. Rio de Janeiro: Terra e Paz, 1976. Atentos a la lectura del capítulo I., subtema 1: El mundo de la Pseudoconcreticidad y su destrucción.
[iv] El Banco Mundial publicó el informe “Perspectivas económicas globales”, que describe un panorama de la recesión en la economía capitalista mundial, particularmente en el capítulo “Pandemia, recesión: la economía global en crisis”. Allí se evidencia una recesión que alterna su grado de profundidad en diferentes momentos.
[V] Marx, Carlos. Prefacio de 1859, en: Obras Escogidas, Editorial “Avante”/Edições Progresso, Lisboa – Moscú, 1982.
[VI] Lukács, Jorge. El robo a la razón. Buenos Aires: Grijalbo, 1983.
[Vii] Marx, Carlos. El 18 de Brumario y Cartas a Kugelmann. Río de Janeiro: Paz e Terra, 1977.
[Viii] Marx, Carlos. Grundrisses. São Paulo: Boitempo-UFRJ, 2011, p.627.
[Ex] Roberts, Michael. El capitalismo es para unos pocos (Traducción: Eleutério FS Prado. https://www.brasildefato.com.br/2020/12/10/artigo-o-capitalismo-e-para-poucos.
[X] OXFAM, en su informe de 2020, informa que “los 25 principales multimillonarios del mundo incrementaron su riqueza en $255 mil millones en los primeros tres meses de la pandemia del coronavirus. Las 32 empresas más rentables del mundo generaron US$ 109 mil millones más en utilidades durante la pandemia de covid-19 en 2020 que el promedio obtenido en los cuatro años anteriores (2016-019)”. https://www.oxfam.org.br/justica-social-e-economica/poder-lucros-e-pandemia/.
[Xi] Lenin, Vladimir Illich. El imperialismo: la etapa superior del capitalismo. São Paulo: Centauro Editora, 2002.
[Xii] Fundación Nacional de Ciencias, OMC, Golddman Sachs Inv. Investigación
La normalidad de la irracionalidad
por ELIZIARIO ANDRADE*
Es necesario elaborar un programa para luchar contra los principios del liberalismo económico y político responsables de la lógica de la desigualdad social y económica
La posibilidad de comprender y explicar más allá de la inmediatez de la aparición de las sociedades contemporáneas, convulsionadas en sus contradicciones inmanentes y estructurales, es una necesidad y un desafío urgente para la humanidad que se arrastra en el lodazal de la sociabilidad burguesa en crisis. Y esto, hoy, se desarrolla bajo el signo de un capitalismo que representa un muerto viviente, un zombi, que sólo vive de “rescates” temporales del Estado, postergando los límites históricos del sistema.[i].
Las determinaciones causales de las contradicciones de la reproducción capitalista continúan ocultas por formas sistemáticas de disimulo, distorsión e inversión de los aspectos sustantivos de la realidad. En general, este proceso se da a través de numerosos dispositivos teóricos, ideológicos, políticos y culturales en un praxis fetichizada en la estructura de las relaciones de clase. La mayoría de las veces, busca conferir vigencia y perpetuidad a estas relaciones, donde su mayor poder de dominación y hegemonía se encuentran en la forma de representar la producción y las formas en que se engendran los valores materiales e inmateriales en esta sociedad.[ii].
Comúnmente, este mundo invertido y distorsionado de la realidad, propagado por la ideología dominante como resultado de relaciones inalterables y naturales, insustituibles, encarnadas en experiencias intersubjetivas y convenciones sociales normativas, consideradas positivas en el orden económico, político, jurídico y moral de la sociedad, encuentra sus límites en la lógica misma que les da razón de ser y existir.
Hoy en día, el capitalismo se enfrenta a situaciones en las que ese mundo de “ilusión real”, es decir, de pseudoconcretismos[iii], encuentra límites enormes y, tal vez, infranqueables; sus ideólogos, por lo tanto, se retuercen en debates para encontrar soluciones, salidas a las dificultades de reproducción del sistema. Sin embargo, son incapaces de ocultar el carácter provisional y la inestabilidad permanente de las medidas y estrategias económicas elegidas para hacer frente a los imperativos inapelables, ineludibles y destructivos de las necesidades objetivas de ganancia y acumulación.
El capital y sus ideólogos de larga data nunca han podido escapar a la irracionalidad de su propia forma material y social de producción, pues las resoluciones y arreglos políticos y económicos escogidos para enfrentar las crisis que se abren en cada coyuntura y fase histórica, no es más probable que se estabilicen durante períodos tan largos. La duración de sus “milagros” y soluciones mitificadas pasa por temporalidades cada vez más reducidas y con consecuencias decepcionantes y caóticas. Basta remontarse a los años 1980, cuando surgieron varias teorías mágicas para explicar la crisis del capitalismo y del mundo del trabajo y que tenían sus poderes de persuasión y fórmulas falsas anuladas por los hechos y la realidad misma.
Muchos incluso se atrevieron a difundir la idea de que se podía garantizar la generación de plusvalía sin necesidad de mano de obra humana, preconizando el fin del papel central del trabajo, que supuestamente había sido sustituido por la información y la tecnología. Es como si el capital se estuviera deshaciendo del trabajo sucio en el piso de la fábrica, el despojo directo de la fuerza social de trabajo, y ahora es reemplazada por otra dinámica y relación para generar ganancia y acumulación en primera instancia. En este sentido, la ciencia, la información y la tecnología pasan a ser consideradas como cosas neutras, sin condensación social, es decir, desprovistas del contenido social de su representación, apareciendo como fenómenos autónomos de desarrollo. Lo que explicaría que el capital haya encontrado otro camino para la apropiación de las ganancias de manera eterna y definitiva, como expresión de una nueva era más allá de la modernidad capitalista.
Este nuevo camino para aumentar la capacidad de apropiación del capital, que se encontraba con baja rentabilidad desde fines de la década de 1970, comienza a desarrollarse desesperadamente a través de la financiarización de la economía para enfrentar su ineludible contradicción estructural: la tendencia de la tasa de interés. a la caída de la ganancia. Sin embargo, el control parcial de esta sangría no duró mucho, la actual crisis del capitalismo no tardó en emerger con más fuerza y de forma generalizada, a diferencia de una crisis cíclica en la que el sistema siempre demostró capacidad de recomponerse y retomarse. su ruta de expansión y estabilidad en su lógica de apropiación y acumulación de ganancias desde el sector productivo industrial.
Es posible verificar que, desde la década de 1990 y durante el siglo XXI hasta la actualidad, la recesión mundial continúa profundizándose y, con los impactos económicos vinculados a la pandemia, alcanzó una caída cercana al 7% del PIB. per cápita Mundial[iv]. Es una recesión que ocurre concomitantemente con crisis financieras recurrentes, la reducción de puestos de trabajo producto de la producción intensiva y el modelo de acumulación neoliberal, que a partir de 2008 se sumerge en una devastadora crisis financiera. Y, como no logra desviarse de su intrépida ruta de acumulación, sigue profundizando las contradicciones económicas y sociales; busca imponer el peso de la crisis sobre las espaldas de las clases trabajadoras de todo el mundo y se refugia en el ciclo de producción y conquista de valores ficticios.
Al mismo tiempo, las fuerzas sociales y políticas neoliberales actúan para contener la revuelta legítima de las masas trabajadoras, la lucha de las mujeres por la igualdad sustantiva, la lucha contra las diversas formas de racismo, la violencia policial y el genocidio cotidiano, la criminalización y el exterminio de diversos segmentos de la sociedad. sujetos sociales subalternos que no pueden ser incorporados al proceso social y productivo; tener que vivir al margen del sistema no sólo como desempleados, sino también como parias sociales, sujetos a todo tipo de discriminaciones y acciones coercitivas por parte del Estado.
Es así como la dinámica del capitalismo está siempre postergando los límites de su forma de sociabilidad, acumulando sus problemas que quedan peligrosamente irresueltos. Sin embargo, para el capital y sus representaciones políticas no importan el riesgo y las devastadoras consecuencias sociales para la reproducción del sistema, pues él mismo es prisionero de su propia irracionalidad que se inscribe en el movimiento de una crisis orgánica, caracterizada por su lógica irreconciliable y supuestamente insuperable de reproducción ampliada y contradicciones de clase dentro del propio sistema[V].
Así, se puede apreciar que en las ruinas del neoliberalismo, la crisis es aún mayor de lo que percibimos en nuestra relación inmediata con estos fenómenos y consecuencias, ya que el neoliberalismo representa también la crisis de la sociabilidad capitalista que domina la subjetividad de todas las clases e individuos. , ya que las propias referencias de valores y principios éticos y morales que se utilizan como referencia o parámetros orientadores de conductas, actitudes y elecciones de forma de vida se desvanecen en un escenario de un orden social que se prolonga en un verdadero desorden.
En efecto, se torna imposible restaurar la “normalidad”, ya que este orden social que funciona bajo la égida de la lógica del capital, es ya en sí mismo la personificación de la crisis global del sistema, expresando grados avanzados de irracionalidades, haciendo una desarrollo estable improbable que se puede caracterizar como una configuración social y económica de “normalidad” del sistema.
De hecho, todo se ha vuelto impredecible y de duración incierta, impulsado por una lógica irracional que caracteriza esta época histórica inédita que, en el análisis de Gramsci, en su Cuadernos de prisiones, representa una realidad en la que la crisis consiste precisamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer. Es en esta circunstancia que pueden surgir situaciones morbosas y aterradoras para individuos que tienen sus parámetros culturales basados en el sentido común confrontados por una falta de razón forjada, en primer lugar, por los cambios derivados de la forma de producción y reproducción del sistema, en segundo lugar, por la necesidad de justificación política e ideológica que exigen las transformaciones de una sociedad emparedada por la crisis del capitalismo y el neoliberalismo.
De ahí que el conocimiento científico y la ciencia, así como los estudios sobre la sociedad y la historia, comenzaron a relativizarse, ajustándose a “nuevos imperativos” de intereses y dominación del mercado; o bien despreciado, negado o combatido. Esto porque la burguesía ya no es capaz de sostener los ideales de la revolución liberal burguesa basada en la ideología del progreso, la positividad del modelo económico y social de vida de la sociedad capitalista, que hoy se mueve mortificando la existencia humana y amenazando el horizonte de la supervivencia de la humanidad misma.
Es por ello que Lukács señala la existencia de una corriente de pensamiento y práctica social y política que conduce a la destrucción de la razón[VI]. Todos los medios culturales y su escala de valores, críticas e ideales basados en el uso de la apoyo de la razón pues la creación de las bases de la civilización en el mundo capitalista, paradójicamente, se convirtió en amenazas para la burguesía. Es como si la criatura se hubiera vuelto contra el propio creador, en una relación de extrañamiento con el contenido de su propia obra. Porque el razón que desde el iluminación y la revolución industrial del siglo XVIII, siempre instrumentalizada por la burguesía para orientar y justificar su proyecto civilizatorio, se convirtió en un estorbo, en un peligro para sus intereses económicos y políticos.
Esta percepción política de la burguesía ya había sido capturada por Marx desde la revolución de 1848 en Francia.[Vii], cuando la burguesía entendió que la razón también podía ser convertida por sus enemigos de clase en un arma crítica y de acción, abriendo la posibilidad de desarrollar perspectivas de cambios y revoluciones sociales, confrontando su dominación y hegemonía. Pero no solo eso, la nueva lógica de reproducción del capital que invade la subjetividad social y produce un individuo de acuerdo con su nuevo patrón de acumulación –el neoliberalismo– muestra la necesidad de otros conceptos morales, éticos, políticos, culturales y filosóficos.
Es a partir de este fenómeno que podemos entender el hecho de que el hombre nuevo que sirve hoy al capitalismo y su ideología debe estar siempre en armonía con los dictados modernos de la lógica de reproducción del capital que lucha por el vaciamiento de la razón, la interdicción de la crítica y elevación del ultraindividualismo y el irracionalismo como nueva guía ideológica funcional. Algo que provoca graves y sombríos efectos en la sociedad y en la actividad política y ha provocado el desmantelamiento de la humanización del hombre en relación con la naturaleza y entre sí en el proceso de sociabilidad.
Estamos así ante el umbral de una realidad social e histórica en la que la destrucción de la razón, o el uso de la misma -asombrosamente- sirven para imponer las pautas irracionales, corrosivas y totalizadoras de un neoliberalismo en ruinas, bajo una aparente demostración de fuerza y poder. que oculta fundamentalmente la decadencia del modelo civilizatorio de la sociedad burguesa. Esto ocurre en el contexto de una subsunción automática y descartable del hombre económico moderno: ultraindividualista, privatizado, socialmente aislado en un mundo de imágenes y virtual, apegado a objetivos materiales y relaciones humanas coyunturales, volátil y guiado por ideas meritocráticas. de aumentar las ganancias a corto plazo.
Finalmente, es en este suelo que los valores económicos y sociales irracionalistas prosperan e invaden el espacio de la comunidad, la vida cotidiana, los grupos y asociaciones de todo tipo. Y así mismo, comienzan a diseminarse en el ámbito de las relaciones laborales, en la familia y en las organizaciones políticas partidistas de extrema derecha que emergen a través de impulsos, acciones prácticas y discursos difundidos en la sociedad bajo un horizonte negacionista, de banalización de la vida y de la vida. muerte. Lo cual traduce la ruina de la interpretación moral del mundo, donde muchos individuos parecen imbuidos de una conciencia cínica y nihilista, cercana a la noción de superhombres imbuidos de una ideología neofascista de impunidad que se siente por encima de cualquier sanción frente a los desastres de sus acciones y discursos. Pero nada de esto es extraño, absurdo o ilógico, es la expresión cruda y desnuda de la incontrolable, creciente y aterradora lógica de la desigualdad, cuando las oligarquías financieras buscan mantener intactas sus posiciones de poder y ventajas económicas.
Marx dilucida este fenómeno del capitalismo en la sección V del libro III de El Capital, donde busca analizar que, independientemente de la ideología de esta lógica de reproducción del capital -como proceso social y material- no es posible escapar de los límites de la la naturaleza de su desarrollo, y destaca que los obstáculos existentes se engendran dentro de la propia producción capitalista. De esta forma, el principal enemigo del capital es el propio capital, que paulatinamente, a pesar de la extraordinaria capacidad de superar sus crisis a lo largo de su evolución, se ve obligado a reinventarse, destruyendo el capital excedente y revolucionándose para crear y abrir nuevos patrones de desarrollo y crecimiento. . Así, su único propósito es aumentar la valoración de su propio valor, es decir, un sistema que está condenado a buscar más valor para producir asimétricamente más valor con altos niveles de rentabilidad y, finalmente, restaurar las condiciones necesarias, aunque sean temporales. , para restaurar la tasa de ganancia a nivel mundial.
Es por estas determinaciones que no es posible mantener siempre intactas las construcciones ideológicas de un mundo real que ocultan la naturaleza de las relaciones sociales y materiales de un proyecto hegemónico, como el neoliberalismo, basado en un mundo profundamente excluyente, militarizado y cada vez más desarrollo antidemocrático, subordinado a las demandas generalizadas y violentas de la acumulación monopolizada y universalizada. Son estas condiciones las que hacen que las contradicciones de clase emerjan con toda su fuerza cuando los imperativos económicos buscan contrarrestar la tendencia creciente de pérdida de valores reales en el proceso productivo.
Por ello, la financiarización se erige como principal modo de comandar la economía, no como algo “nuevo”, externo a la lógica inmanente del capitalismo, sino como expresión de la agudización agudizada de las contradicciones internas de sus tendencias históricas que obligan a: como condición necesaria para la autopreservación: destruir capitales, aumentar su volatilidad y buscar ganancias y acumulación ilimitadas[Viii]
Es así como se procesa la subordinación de la industria y de la economía en general, de la que se extrae la mayor parte de las ganancias que tienen su origen en las relaciones sociales de producción, sumado a las ganancias obtenidas sobre otras formas de ingreso adquiridas. por los súbditos de todas las clases que, de una forma u otra, están a merced de operaciones de préstamo y diversas formas de extracción de ventajas y ganancias por redes bancarias estatales o privadas que reproducen masas de capital ficticio en una dinámica de acumulación, concentración y centralización de la riqueza mundial nunca visto[Ex].
Este cuadro tiende a empeorar, aumentando las inequidades estructurales que se agudizan por la espiral mortal del covid-19, que sin vergüenza alguna los representantes de los intereses privados optan por el lucro en detrimento de la vida y la solidaridad social. No debemos sorprendernos por estos hechos o simplemente emitir discursos morales de indignación, porque todo ello es proporcional a la dimensión natural del carácter destructivo, que es constitutivo, propio de la relación de capital que se desarrolla bajo la forma de subsunción del trabajo y la vida al capital sin que sus transformaciones hayan alterado estas leyes que siguen rigiendo las relaciones de producción capitalistas y la vida humana.
En esta época de hegemonía del neoliberalismo, más allá de la voluntad idealizada del proyecto socialdemócrata que siempre buscó controlar la irracionalidad lógica y operativa del capital, no hay forma de contener las desastrosas consecuencias sociales, políticas y ambientales que sólo tenderán a peor. Y, conscientes de esta dinámica y realidad, la derecha y la extrema derecha, se unen para llevar hasta las últimas consecuencias la privatización de todas las esferas de la economía y de las relaciones sociales y humanas, exacerbando el individualismo como fundamento y lugar de “libertad”, propugnando una reducción de la sustancia de la democracia liberal que se convierte en núcleo vacío para pasar a un patrón de acumulación financiarizada, exigiendo la supresión de los derechos históricamente conquistados por los trabajadores. Junto a esto, también hay un debilitamiento de las instituciones que defienden sus derechos, como los tribunales laborales y los sindicatos; mientras el Estado avanza en la criminalización de las organizaciones de movimientos sociales en defensa de la vida, la vivienda, la salud pública, la educación y el trabajo.
Es en estas condiciones que millonarios, corporaciones y todo tipo de organizaciones de poder mundial depredadoras ven aumentar su riqueza a niveles récord de ganancias desde el inicio de la pandemia.[X]. Al mismo tiempo, la crisis, según el informe de Oxfam 2020, podría empujar a la pobreza a más de medio millón de personas, desde los países más desarrollados del capitalismo hasta los periféricos, subordinados e históricamente dependientes. En el caso específico de Brasil, la población negra, los pueblos originarios y todos aquellos que viven del trabajo y al margen del sistema se encuentran más empobrecidos y sin perspectivas de empleo y futuro en una crisis económica entrelazada con la salud y Crisis política liderada por un gobierno neofascista, insensible y silencioso ante la realidad de la población del país.
Según Oxfam, hay alrededor de 40 millones de trabajadores en Brasil sin contrato formal y alrededor de 12 millones desempleados. Y, con la crisis sanitaria, se espera la aparición de otros 2,5 millones de trabajadores desempleados, que se sumarán a la mayoría de la población que no tiene acceso a condiciones sanitarias y básicas de salud, arrojándolas a una situación de enfermedad crónica, muerte y miseria misma. Mientras tanto, porciones significativas de las masas desesperadas y sin esperanza, así como de la clase media, tienden a abrazar el autoritarismo, el negacionismo, el fanatismo religioso, el anticomunismo que se expande a través de movimientos políticos neofascistas, que emergen como hijos legítimos e intrínsecos de la crisis del capitalismo y neoliberalismo.
Una situación que nos hace recordar, aún con diferencias y contextos diversos, los movimientos de las hordas fascistas en las décadas de 1920 y 1930 en Europa, que salían a las calles y ocupaban instituciones para golpear, asesinar opositores en nombre de Dios, de la patria. , incitando al odio hacia los judíos y los comunistas; acciones que deben ser realizadas por los llamados “buenos hombres”, dispuestos a combatir la ciencia, la filosofía y todo pensamiento que libere a los hombres de ideas oscurantistas y perversas. Y al igual que en el pasado, hoy cuentan con el apoyo de la burguesía “ilustrada” y la derecha tradicional que, a pesar de preocuparse por el orden institucional y su legitimidad, van de la mano de la extrema derecha para desmantelar los pactos constitucionales liberales y imponer un programa neoliberal radical que contradictoriamente socava la legitimidad misma del sistema que es crucial para mantener las condiciones sociales, políticas y militares para la acumulación.
Esta aparente contradicción encuentra su razón de ser dentro del movimiento autofágico del propio capital, donde nada de esto parece importar a la salud del propio desarrollo del capitalismo. Pero el hecho es que, en el fondo, estas son tendencias económicas, sociales y políticas que están bajo el control de fracciones de la clase capitalista en su conjunto. El alarmante aumento de la deuda pública, la migración de capitales a los mercados especulativos, la bolsa de valores, la especulación inmobiliaria, el crimen organizado, el narcotráfico internacional se ubican en el campo de la riqueza abstracta, ficticia -generada en la producción capitalista en general- que ordena económico y político
A fines del siglo XIX, Marx ya había analizado este fenómeno como una tendencia universalizadora de la reproducción del capital, donde el llamado proceso de “globalización” se desarrolla no como una dinámica aislada del capital abstracto, ficticio, en un modo único e irreal. flujo de movimiento de la economía, sino como un fenómeno que se articula con la producción industrial en movimiento (desplazamiento de la industria en todo el mundo, especialmente a China, América Latina, Europa, Corea del Sur, etc.), produciendo las condiciones necesarias para la creación de “ cadenas “de valores” que, a pesar de formar una síntesis contradictoria de la reproducción del capital, no encuentran otra alternativa para continuar con su dinámica universalizadora.
Es desde esta estrategia y lógica de desarrollo que debemos entender las características del capitalismo y el imperialismo hoy. En este sentido, en lo esencial, continúan las mismas características definidas por Lenin, en vísperas de la revolución social del proletariado ruso en 1917.[Xi]. Sin embargo, a pesar de las similitudes formuladas con el desarrollo del capitalismo y su forma de expansión económica imperialista en el siglo pasado -hoy, nuevos elementos de intereses económicos, políticos y militares se desarrollan a escala regional en medio de la crisis estructural y socio-metabólica transformaciones de las sociedades capitalistas y globales presentes en los enfrentamientos interimperialistas; conflictos que surgen directamente en diversas regiones de intereses geoestratégicos, como Europa del Este, América Latina, África y Asia, donde los estados imperialistas operan con sus propias tropas oa través de ejércitos de mercenarios.
Es lo que podríamos llamar el punto cero de los límites históricos del sistema capitalista, en el que él mismo no puede afrontar ni resolver sus contradicciones, sólo queda seguir adelante, cargando con el peso inevitable de su razón de ser. Asimismo, sus agentes e ideólogos más inteligentes, los reformadores keynesianos, buscan, en cierta medida, atenuar sus síntomas, que representan amenazas y riesgos para el futuro de la sociedad y de la humanidad misma.
En este escenario, es innegable que la sociedad y la economía están al filo de la navaja, principalmente porque se encuentran inmersas en un proceso de implicaciones irracionales, incontrolables dentro del propio sistema desde fines del siglo pasado y dos décadas del siglo XXI, con rupturas continuas de las tasas de ganancia en todo el mundo, especialmente en los principales países capitalistas e imperialistas occidentales. En circunstancias en que la desindustrialización ha venido ocurriendo de manera diferente y sorprendente, no sólo en la periferia, como Brasil y América Latina en su conjunto, sino también, de manera desigual y combinada, en los países centrales del capitalismo, como los Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia y Francia. Todos ellos, además, se convirtieron en importadores de productos industriales con valores agregados en formas diferentes y variables entre las naciones que forman parte de esta realidad que establece distintos roles en la participación del comercio internacional.
En estas circunstancias, los gobiernos de los países centrales y periféricos del capitalismo, desde 2007-2008, a través de bancos centrales cada vez más independientes, sin ningún “control democrático parlamentario” han estado poniendo dinero barato en los mercados – de la nada – para apalancar la economía y reanudar el crecimiento de las tasas de beneficio. Estas esperanzas, sin embargo, se han ido colocando cada vez más lejos de su realización, porque una parte importante de ese dinero termina yendo principalmente al mercado financiero regido por capitales especulativos en bolsas sujetas al clima de oscilaciones y desplomes del mercado financiero mundial. mercado.
En el mediano plazo, nada de esto parece importarle al capital, porque en el capitalismo actual, el Estado y los organismos financieros actúan cada vez más como apoyo financiero de las empresas privadas, protectores de sus activos y su apoyo económico para consolidar y conquistar mercados. Es por eso mismo que el aumento de la deuda pública, creada a partir de la propia crisis del capital para proteger intereses privados, recurre al falaz y cínico argumento de la necesidad de recortar los gastos del Estado, que fue bautizado con el eufemismo de “ austeridad”, junto con la privatización de las empresas estatales y los servicios públicos para asegurar el equilibrio fiscal.
Se puede observar así la irracionalidad misma de esta forma de reproducción del capital financiero que se desarrolla en una lógica de tierra arrasada para obtener ventajas económicas a cualquier precio en el corto plazo. Es a partir de ahí que Eleutério FS Prado (2016, p.8) destaca el hecho de que
La financiarización es un desarrollo asombroso, desproporcionado y amenazante, es un movimiento histórico de socialización del capital perfectamente alineado con la tendencia histórica de desarrollo de la relación del capital. La meta objetiva del modo de producción capitalista es la valorización del valor a cualquier costo, y no la producción de “riqueza concreta”.
Aquí radica la centralidad actual de la crisis del capitalismo engendrada por una contradicción incontrolable e ineludible, ya que el mismo proceso que genera la valorización del valor está inmerso en contradicciones que revelan sus límites, no sólo porque agota los recursos humanos, la fuerza social del trabajo y naturaleza para garantizar la continuidad de las calculadas demandas para la obtención de ganancias y acumulación exorbitantes, pero también para constituirse en una tendencia de progresiva pérdida de valor real.
Por eso mismo, el sistema se ve obligado a buscar una alternativa de valorización del valor, generando una tensión orgánica interna del capital que pone en peligro la supervivencia y la estabilidad hegemónica de su propio orden social. Principalmente, cuando las fuerzas políticas partidistas que encarnan los intereses objetivos del capital se ven obligadas, en el parlamento ya través de innumerables instituciones, a defender la profundización de la desigualdad social, incrementando la concentración del ingreso y la riqueza de manera creciente y brutal; al mismo tiempo, hace que las condiciones de trabajo sean retroactivas en muchos sentidos a las que existían en el mundo del trabajo en la primera década del siglo XX.
Una dinámica de desarrollo que, por excelencia, acarrea una verdadera crisis “sin fin”, que sólo puede afrontarse refugiándose en las entrañas del capital ficticio, es decir, en la financiarización de la riqueza del capital social total y en los rentismos que expresar la negación de uno mismo, de la positividad de un modelo de desarrollo histórico sociometabólico que se arrastra en su crisis estructural. Situación en que el Estado asume definitivamente, a la luz del día, su verdadera función histórica de salvaguardar y viabilizar los intereses del capital industrial, ahora financiado para servirse a sí mismo, a los rentistas ya la oligarquía financiera; lejos de servir al trabajo, al medio ambiente y al bienestar de la mayoría de la población.
Pero aún así, el capitalismo persiste como modelo económico y social hegemónico, revelando la idea de que todo evoluciona en su normalidad y continuidad de una manera supuestamente natural e insustituible. Los hechos del mundo objetivo nos revelan, sin embargo, que ya no hay forma de seguir ocultando los síntomas de la crisis en su totalidad que, entrelazados con la pandemia del covid-19, revelan un grado de letalidad que niega cualquier argumento a favor. esperanza, o por el fin de los “desequilibrios” o “disfunciones” temporales del orden social capitalista. Hoy, más que en el pasado, los fundamentos y la lógica interna del capital dependen visceralmente del progreso ininterrumpido, guiado por una forma rápida de apropiación y acumulación de ganancias, revolucionando sus bases productivas que generan, al mismo tiempo, “progreso”, estabilidad temporal. y el surgimiento de crisis que se abrieron de par en par, revelan la irracionalidad de la “normalidad” a la que aludían los ingenuos en relación con la forma de producción y reproducción social, material y cultural del sistema.
De esta manera, esta dinámica que se impone como única salida – arrastra a la humanidad por el camino de la irracionalidad económica, transita sin compromiso alguno ni principios de razonabilidad formal en relación con el ámbito jurídico que conforma los principios del pensamiento liberal y del orden burgués. . Es una dinámica que compromete todas las ideas humanistas occidentales de piedad, clemencia, justicia, libertad formal frente a los intereses objetivos y brutales del capital, que anulan cualquier otro llamamiento, venga de donde venga, porque cualquier objeción se ve pronto obligada a someterse. las exigencias de los cambios neoliberales que exigen una volatilidad cada vez más profunda de materializar la lógica que rige la economía, la cual tiene su punto de partida en la producción, seguida de la circulación de mercancías para generar valores reales o en forma de dinero y, así, falsamente acumulando riquezas.
Es así como, día tras día, salen a la luz las tendencias en curso, dejando en claro la magnitud de la crisis del capitalismo que se despliega en el fenómeno de la desindustrialización, en el endeudamiento privado y público sin precedentes y el prolongado estancamiento de la apreciación del capital; y, en el caso de los países periféricos, está también el factor de una mayor reprimarización y dependencia económica, tecnológica y científica. Todo ello articulado con el trasfondo de intereses imperialistas que se disputan, mediante sanciones económicas o guerras directas, el control y apropiación de los despojos de las riquezas naturales, la tierra y las fuentes energéticas de todo tipo.
Al mismo tiempo, en una competencia sin fronteras, los monopolios y corporaciones internacionales actúan en busca de productos de alta tecnología, o simplemente a través de intervenciones depredadoras operadas por las guerras imperialistas, como ha venido ocurriendo en Medio Oriente, África, Europa del Este y América Latina. Ya sea bajo el auspicio de la ONU, organismos financieros internacionales: OMC, BM, FMI o directamente por organismos militares como la OTAN y la OTAN que, ante las disputas interimperialistas, ponen en riesgo la supervivencia de la humanidad por el grado de letalidad termonuclear. que las guerras tienden a asumir en la actualidad.
El recrudecimiento de este enfrentamiento se ha expresado en sanciones económicas, impedimentos a la expansión de empresas extranjeras de alta tecnología, buque insignia de la economía moderna de los países capitalistas avanzados, principalmente por parte de EE.UU., que busca proteger algunas de las ventajas que aún posee. tiene en el mercado mundial, aun con clara evidencia de su relativo declive. Baste señalar que la participación de estos sectores económicos tecnológicamente avanzados en el PIB de EE. UU. es ahora del 38%, mientras que China, un poco más atrás, alcanza el 35% de su PIB.[Xii], demostrando la capacidad de superar esta pequeña diferencia en un tiempo relativamente corto. Un escenario que sorprende y atemoriza los intereses hegemónicos del imperialismo yanqui, que se vuelve más agresivo y amenazante.
Así, es evidente que EE. UU. se encuentra en una situación muy compleja en el contexto de la competencia internacional, por un lado, debido a la creciente reducción de puestos de trabajo perdidos en las industrias tradicionales, por otro, debido al desplazamiento de sus industrias plantas al extranjero, principalmente a China, México, Corea del Sur, etc. Asimismo, como resultado del avance de la industria ahorradora de mano de obra estructurada sobre la base de alta tecnología y producción intensiva. En efecto, el imperialismo estadounidense juega su última carta en la disputa por la hegemonía en el mercado mundial a través de sanciones económicas y amenazas militares ante el feroz avance económico de China y, en menor medida, de Rusia, formando un bloque euroasiático que amenaza la hegemonía norteamericana
Ante esta situación, los ideólogos liberales y los socialdemócratas keynesianos aún esperan poder revertir estas tendencias y desafíos económicos permeados por la lucha política y de clases en el contexto del capitalismo en crisis estructural. Pero, estas ilusiones alimentadas por los reformistas, parte del error de no aceptar que cualquier medida que se tome para frenar las convulsiones de estas crisis se convierte en un mero paliativo para un organismo camino de múltiples quiebras, no podemos predecir cuándo será su último aliento. ocurrirá, pero mientras tanto, la humanidad está siendo arrastrada a un caldero de realidades sociales bárbaras, donde los males sociales y el sufrimiento humano se trivializan y naturalizan.
A medida que este desfile de horrores continúe en todas partes del mundo, los estallidos masivos de revueltas e indignación espontáneas u organizadas serán frecuentes ante la profundización de la desigualdad, el hambre, el creciente desempleo crónico, el aumento de las legiones de personas sin hogar y la destrucción de los derechos civiles y abandono de la protección social estatal. La confluencia de estos elementos, expresando en esencia las contradicciones y crisis del capital y su forma de sociabilidad, que debe ser aprehendida no sólo en su dimensión conceptual y teórica, sino también en el contexto de la contingencia de la lucha de clases, de la aquí y ahora de la realidad; dentro de las relaciones sociales y económicas que requieren ser enfrentadas desde una estrategia capaz de albergar propuestas políticas radicales que no se dejen arrullar solo por la espontaneidad de los acontecimientos o las masas en movimiento de manera dispersa que pueda ser absorbida o neutralizada, paralizada en los marcos de la institucionalidad.
No podemos perder de vista que, para que este sistema económico y social siga sobreviviendo, sólo será posible a través de la sobreexplotación del trabajo asalariado y su precariedad casi absoluta con el fin de la estabilidad laboral y los derechos. Esto indica que el capital y su forma de civilización no tienen nada más que ofrecer. Ya no hay manera de frenar estas tendencias objetivas e inmanentes que se imponen socialmente como irracional y tragico para la mayor parte de la humanidad. Huyendo de esta comprensión y reforzando las ilusiones de que aún será posible, a través de la acción política para frenar, domesticar estas tendencias a través de medidas de gestión de crisis para restablecer la “normalidad” económica y garantizar un desarrollo sostenible y racional del capitalismo, que es capaz de hacer concesiones a los trabajadores en este contexto de crisis estructural del capitalismo significa sembrar falsas esperanzas.
La evidencia demuestra que el capitalismo se mueve cada vez más como un equilibrista que amenaza con caer y no cae, aunque su camino está marcado por incertidumbres e imprevisibilidad. Las características de la crisis indican que el sistema se acerca a un límite histórico en cuanto a su forma material y social de producción y reproducción, pero eso no significa su fin, ya que es capaz -a través de su flexibilidad- de generar formas híbridas de acumulación y creación de ganancias en relación directa o indirecta con el mercado y el público en general. circuito de creación de valores y acumulación; pudiendo generar formas sociales mutantes para la creación de ganancias, ya sea a través de la producción, la búsqueda de rentas o diversas formas ficticias de absorción de valores.
Pero lo peor es que esta posibilidad de supervivencia del capitalismo avanza cada vez más a través del ocaso generado por las contradicciones del propio capital en su marcha incontrolable en busca de ganancias, que engendró la financiarización de la economía en el marco de la crisis estructural. Y como resultado, comienza a invadir todas las esferas de la actividad económica, social y cultural, privatizando la producción de bienes públicos, desafiando los límites de la naturaleza y la condición humana.
Con la llegada de la pandemia, esta realidad se desnuda y se convierte en una verdadera pesadilla; y no queda otra alternativa que articular un contenido de crítica radical con un pensamiento político estratégico capaz de confrontar las posibilidades reales para ofrecer soluciones y cambios concretos; actuar en los vacíos del sistema y apalancar un horizonte político anticapitalista, democrático y revolucionario.
Por lo tanto, es necesario elaborar un programa de lucha contra los principios del liberalismo económico y político responsables de la lógica de la desigualdad social y económica. Porque, si no lo hacemos, en el contexto del debilitamiento de la democracia liberal y el desprestigio de las instituciones de la sociedad burguesa, las representaciones políticas de las oligarquías financieras -con un perfil político e ideológico de formación neofascista, o de La derecha tradicional con un perfil más clásico tiende a emerger para hacer el trabajo sucio de tierra arrasada por el proyecto neoliberal en ruinas.
En esta circunstancia, los innumerables hechos políticos coyunturales expresan lo que las clases dominantes son capaces de hacer, no dudan en recurrir a un arquetipo político e ideológico del odio: expresión invertida y pura de la lógica de las desigualdades sociales, cuyo fin es movilizar segmentos sociales de la clase media y de los trabajadores, orientándolos perversamente a actuar en contra de sus propios intereses. Esto se hace a través de un discurso de simbologías invertidas de la noción de patria, nación y familia, lucha contra la corrupción mezclada siempre con la vieja y andrajosa campaña contra la izquierda y el fantasma del comunismo. Un recurso de guerra ideológico que la burguesía, en tiempos de crisis y miedo a sus enemigos de clase, saca de los sarcófagos de sus antepasados para asustar a sus pares y perseguir las ideas de quienes sueñan con el horizonte de una sociedad libre y emancipada.
* Eliziário Andrade es profesor de historia en la UNEB.
Notas
[i] Heller, Pablo. Capitalismo zombi. Crisis sistémica en el siglo XXI. Buenos Aires: Editorial Biblos, 1917.
[ii] Marx, Carlos. Capital, capítulo I – Mercancías, última sección y en los libros II y III, en el estudio sobre el capital que devenga interés. Allí encontramos el análisis del modo de representación capitalista que aparece como una forma invertida del conjunto de prácticas reales que ocultan la verdad sobre las relaciones concretas de vida y sociabilidad del mundo burgués.
[iii] Kosik, Carol. La dialéctica del hormigón. Rio de Janeiro: Terra e Paz, 1976. Atentos a la lectura del capítulo I., subtema 1: El mundo de la Pseudoconcreticidad y su destrucción.
[iv] El Banco Mundial publicó el informe “Perspectivas económicas globales”, que describe un panorama de la recesión en la economía capitalista mundial, particularmente en el capítulo “Pandemia, recesión: la economía global en crisis”. Allí se evidencia una recesión que alterna su grado de profundidad en diferentes momentos.
[V] Marx, Carlos. Prefacio de 1859, en: Obras Escogidas, Editorial “Avante”/Edições Progresso, Lisboa – Moscú, 1982.
[VI] Lukács, Jorge. El robo a la razón. Buenos Aires: Grijalbo, 1983.
[Vii] Marx, Carlos. El 18 de Brumario y Cartas a Kugelmann. Río de Janeiro: Paz e Terra, 1977.
[Viii] Marx, Carlos. Grundrisses. São Paulo: Boitempo-UFRJ, 2011, p.627.
[Ex] Roberts, Michael. El capitalismo es para unos pocos (Traducción: Eleutério FS Prado. https://www.brasildefato.com.br/2020/12/10/artigo-o-capitalismo-e-para-poucos.
[X] OXFAM, en su informe de 2020, informa que “los 25 principales multimillonarios del mundo incrementaron su riqueza en $255 mil millones en los primeros tres meses de la pandemia del coronavirus. Las 32 empresas más rentables del mundo generaron US$ 109 mil millones más en utilidades durante la pandemia de covid-19 en 2020 que el promedio obtenido en los cuatro años anteriores (2016-019)”. https://www.oxfam.org.br/justica-social-e-economica/poder-lucros-e-pandemia/.
[Xi] Lenin, Vladimir Illich. El imperialismo: la etapa superior del capitalismo. São Paulo: Centauro Editora, 2002.
[Xii] Fundación Nacional de Ciencias, OMC, Golddman Sachs Inv. Investigación