por GILBERTO LOPES*
Como en una gran partida de ajedrez, el mundo asiste a un enfrentamiento en el que está en juego su futuro.
E4, jugó Karpov, en la jugada con la que abrió la tercera partida del Campeonato Mundial de Ajedrez de 1984. C5, respondió Kasparov, con una Defensa Siciliana, en lo que sería su primera derrota en un choque de titanes, resuelto después de 48 partidas, con una controvertida victoria de Karpov.
Fue otro campeonato. Hoy el torneo es diferente. Como en una gran partida de ajedrez, las piezas se mueven al inicio de una partida en la que se definirá el futuro del orden mundial, entre dos formidables adversarios: Estados Unidos y China. Donald Trump dio su primer paso en Riad el 18 de febrero, cuando su secretario de Estado, Marco Rubio, se reunió con el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov.
E4, mueve a Trump
Los objetivos de Estados Unidos en la reunión con Moscú fueron enumerados por Marco Rubio al final del encuentro. Lo primero es normalizar las relaciones diplomáticas entre ambos países, que habían llegado a niveles prácticamente inexistentes, como describió hace meses Sergei Lavrov.
La expulsión y limitación de la actividad de los diplomáticos rusos, el cierre de consulados, la suspensión de todos los contactos relevantes entre los ministerios de Asuntos Exteriores de los dos países, entre otras medidas, han reducido las relaciones a niveles sin precedentes. Para comenzar a normalizar estas relaciones, decidieron renovar el mandato de los embajadores y levantar gradualmente las restricciones impuestas a las actividades diplomáticas y consulares rusas en Estados Unidos, que eran objeto de medidas recíprocas por parte de Moscú. Sergei Lavrov señaló que en la reunión no se abordaron cuestiones en las que los dos países tienen posiciones divergentes.
El segundo fue discutir las bases para negociar el fin del conflicto entre Rusia y Ucrania. Algo que, para los rusos, significa no sólo el fin de la guerra, sino también un acuerdo sobre lo que consideran las causas del conflicto: la expansión de la OTAN hacia el este, la violación de los derechos de la población rusa en Ucrania, el fin de un régimen al que acusan de neonazi, entre otras medidas. Por último, una propuesta de alcance mucho más amplio, con límites difíciles de precisar: explorar las posibilidades de cooperación, tanto en materia empresarial como en materia geopolítica. “Si este conflicto llega a un final aceptable, existen enormes oportunidades para que establezcamos asociaciones con los rusos geopolíticamente, en temas de interés común, y económicamente, en temas que nos permitan mejorar nuestras relaciones a largo plazo”, dijo Marco Rubio.
El director del fondo de inversiones ruso, Kirill Dmitriev, estimó en 300 millones de dólares las pérdidas de las empresas estadounidenses que abandonaron Rusia como consecuencia de las sanciones impuestas por Occidente desde 2014 y, especialmente, desde febrero de 2022. Serguéi Lavrov también expresó su gran interés “en reanudar las consultas sobre problemas geopolíticos, incluidos los conflictos en diferentes partes del mundo, en los que tanto Estados Unidos como Rusia tienen intereses, y en eliminar los obstáculos artificiales al desarrollo de una cooperación económica mutuamente beneficiosa”.
Se trata de una agenda que podría abarcar los más diversos ámbitos de las relaciones bilaterales, incluidas las abandonadas negociaciones de desarme y que sentaría las bases para el fin de las sanciones económicas impuestas a Rusia por Estados Unidos. Naturalmente, el desarrollo de esta agenda está condicionado a un acuerdo para poner fin al conflicto entre Rusia y Ucrania, que debería resolver cuestiones delicadas como la delimitación de nuevas fronteras entre ambos países, las garantías de seguridad que exige Ucrania, los costes de reconstrucción del país y el levantamiento de las sanciones económicas contra Rusia.
Las declaraciones de Donald Trump calificando a Volodymyr Zelensky de “incompetente” y expresando su frustración con la postura de Ucrania sobre la reunión de Riad indican su menor voluntad de considerar las demandas de Kiev. En cualquier caso, no serán sólo las reivindicaciones de Kiev, consensuadas por una Unión Europea que, de todos modos, sigue asombrada por los cambios ocurridos en el escenario desde que Donald Trump llegó al poder.
Donald Trump tampoco lo tendrá fácil en su propio país, donde tendrá que enfrentarse a la oposición incluso de los republicanos, que desconfían de su acercamiento a Moscú. Como ha dicho Fyodor Lukyanov, director de investigación del Club Valdai y uno de los principales expertos rusos en asuntos internacionales, esta guerra no tiene que ver sólo con Ucrania, ni siquiera con Rusia; es el resultado del colapso del “orden mundial liberal”.
El nuevo escenario ha provocado gran ansiedad en Europa, donde ninguna de sus principales potencias –Alemania, Francia e Inglaterra– cuenta con gobiernos con un escenario político o económico sólido desde el que ofrecer una alternativa a sus aliados. Esta ansiedad no se debe sólo al cambio de política estadounidense, sino también a una “hostilidad de larga data hacia Rusia”, como recordó Zhang Hong, investigador del Instituto de Estudios sobre Rusia, Europa Oriental y Asia Central de la Academia China de Ciencias Sociales.
Perfilando el juego medio
Christoph Heusgen, presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, calificó de "pesadilla" el resultado de la reunión de este año, que tuvo lugar del 14 al 16 de febrero. Entre lágrimas, terminó su discurso diciendo que el presidente Trump parece vivir “en otro planeta”. Se refería a las relaciones establecidas por Estados Unidos con Europa, uno de los fundamentos del orden político mundial después de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Un cambio en estas relaciones fue anunciado por el vicepresidente JD Vance en su discurso en la conferencia, con especial referencia a las negociaciones sobre el conflicto en Ucrania.
Cuando todo es aún incierto sobre el avance de estas negociaciones, cuando todavía no es posible vislumbrar un acuerdo, ni ver más claramente delineados los objetivos de los norteamericanos, me parece que lo más ambicioso es la propuesta de acuerdos geopolíticos y económicos. En un artículo Publicado el 20 de febrero, Dimitry Trenin, investigador del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales y miembro del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales (RIAC), concluye que Trump parece haberse dado cuenta de que sus predecesores –Joe Biden y Barack Obama– cometieron errores de cálculo que acabaron empujando a Moscú a la órbita de China.
Un esfuerzo por revertir esta situación explicaría el acercamiento y los acuerdos geopolíticos y económicos propuestos. Pero Trenin dice algo más: Rusia no se hace ilusiones. Puede que se esté negociando un acuerdo de alto el fuego, pero parece poco probable que se llegue a un acuerdo más amplio. Trump y su equipo parecen creer que Rusia, debilitada por la guerra, está desesperada por un acuerdo. “Esto es un error”, advierte.
El artículo de Dimitry Trenin ayuda a aclarar algunas ideas. Una de ellas es que China es el verdadero objetivo de las políticas de Donald Trump. Lo que está ocurriendo, entonces, es la implementación de una política que busca romper la alianza entre Rusia y China, y así acercar nuevamente a Moscú a Washington, para corregir el resultado de las políticas de Barack Obama y Joe Biden. De ser así, será uno de los movimientos más audaces y ambiciosos en la escena internacional. Un movimiento que colocará a Vladimir Putin ante el desafío político más importante de su vida política: elegir su lugar en el enfrentamiento entre Estados Unidos y China, donde se definirán las reglas que regirán el escenario político global en las próximas décadas.
C5, responde a China
En este juego, es importante no sólo escuchar lo que Pekín tiene que decir, sino también ver cuándo y cómo lo dice. El siguiente paso en este sentido fue la reunión de los ministros de Asuntos Exteriores de Rusia y China el 21 de febrero en la cumbre del G20 en Sudáfrica (a la que el Secretario de Estado Marco Rubio decidió no asistir).
El ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, había expresado en Sudáfrica su deseo de profundizar los acuerdos alcanzados por los jefes de Estado de los dos países. En el tercer aniversario de la invasión rusa a Ucrania, Vladimir Putin telefoneó a Xi Jinping, mientras que los líderes europeos se reunieron en Kiev con Volodymyr Zelensky y anunciaron nuevas sanciones contra Rusia y renovaron la ayuda militar a Ucrania. China insistió en que todas las partes involucradas deben ser incluidas en las negociaciones en algún momento, y que el conflicto en Ucrania debe resolverse a través del diálogo, “teniendo en cuenta las preocupaciones de todos los países por su seguridad y respetando la soberanía y la integridad territorial de todos los países”.
Cuando se le preguntó si a China le preocupa que una resolución del conflicto de Ucrania permita a Estados Unidos concentrar más recursos militares en la región de Asia y el Pacífico, o si le preocupa que la paz en Europa pueda facilitar un mayor despliegue militar estadounidense en Asia, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Guo Jiakun, dijo que China ha explicado repetidamente su posición sobre la crisis de Ucrania: "Esperamos que todas las partes trabajen juntas para resolver las causas fundamentales de la crisis, establecer una arquitectura de seguridad equilibrada, efectiva y sostenible, y lograr una paz a largo plazo en Europa", dijo.
Una fórmula compleja, que no será fácil de poner en práctica. Al mismo tiempo, destacó que China siempre ha creído que la región de Asia y el Pacífico debe ser un escenario adecuado para el desarrollo de todos los países, en lugar de convertirse en un escenario de confrontaciones geopolíticas entre grandes potencias.
El 14 de febrero, durante una mesa redonda en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el ministro de Defensa de Singapur, Ng Eng Hen, declaró que las hipótesis adoptadas en los años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial “habían cambiado radicalmente”. Desde una perspectiva asiática, añadió, Estados Unidos ya no es visto como una fuerza con “legitimidad moral”, sino como algo parecido a “un terrateniente que cobra alquiler”. ¿Se reescribirá ahora el resultado del formidable partido de 1984? Tendremos que esperar hasta su conclusión.
*Gilberto López es periodista, doctora en Estudios de la Sociedad y la Cultura de la Universidad de Costa Rica (UCR). Autor, entre otros libros, de Crisis política del mundo moderno (Uruk).
Traducción: Fernando Lima das Neves.
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