Mujeres y Socialismo

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Por Joana El-Jaick Andrade*

Los análisis de August Bebel, el principio de que “no puede haber emancipación humana sin independencia social e igualdad entre los sexos”, guiaron no solo el debate marxista sobre el feminismo sino también el movimiento feminista organizado.

Las numerosas demostraciones de la capacidad de militancia y movilización de las mujeres, a lo largo del siglo XIX, no pasaron desapercibidas para August Bebel (1840-1913), líder y fundadora del Partido Socialdemócrata Alemán. Contrariamente a la posición de líderes de partidos como Wilhelm Liebknecht (1826-1900) –para quienes el voto femenino, al estar inclinado hacia el conservadurismo y el clericalismo, perjudicaría los avances electorales de la socialdemocracia–, Bebel persistió en su misión de enfatizar la importancia de reclutando obreras para el éxito de la lucha contra la burguesía. En este sentido, dedicó su principal obra, Mujeres y Socialismo (1879), al tema de la emancipación de la mujer.

A pesar de la preocupación dirigida por Marx y Engels en relación a la doble explotación de la mujer en la sociedad capitalista -encontrada en pasajes de Manuscritos económico-filosóficos, El manifiesto comunista, El capital, entre otras obras–, el libro de Bebel representó la primera producción teórica de particular importancia para un abordaje marxista de la cuestión femenina, precisamente por su amplia difusión y abordaje específico del problema.

El objetivo de Bebel no era solo atraer mujeres al movimiento, sino también difundir los principios fundamentales del socialismo a las amplias masas trabajadoras. El autor dividió su obra en tres partes, contemplando la situación de la mujer en el pasado (antes y después del cristianismo), las condiciones de la mujer en el presente y la proyección de las transformaciones operadas dentro de una futura sociedad socialista.

La influencia de los estudios realizados por Engels –publicados inicialmente en artículos y luego recogidos en el libro El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, en 1884 – sobre Bebel es evidente, por lo que también recurre a las ideas propagadas por Morgan[i] y Bachofen[ii] trazar una línea histórica evolutiva de la institución familiar. Identifica el origen de la subordinación y opresión sexual de la mujer en el paso de sociedades organizadas sobre la base del derecho materno –“gineocracia”–, a sociedades fundadas sobre el derecho paterno.

La esclavización de la mujer retrocedería a una etapa del desarrollo histórico marcada por transformaciones en los modos de producción y distribución que producirían cambios en las relaciones entre los sexos. Al señalar el carácter histórico y cambiante de las instituciones, Bebel pretende atacar las concepciones estáticas y naturalizadas de la familia, tan difundidas por la Iglesia. Afirma que “nada es eterno, ni en la naturaleza ni en la vida humana” (Bebel, 1923: 10), ya que cada etapa del desarrollo humano tiene sus propias condiciones de producción y su propio código moral (Bebel, 1923: 16).

Simultáneamente, el autor pretende subrayar que el origen de toda opresión y dependencia social tendría sus raíces en la dependencia económica del oprimido respecto del opresor (Bebel, 1923: 9). En la medida en que las reglas morales se conciben como un reflejo de las condiciones materiales, Bebel se distancia de la perspectiva de pensadores liberales progresistas, como John Stuart Mill, que atribuyen la dominación femenina a la permanencia de rasgos característicos de las sociedades atrasadas: la “ley de el más fuerte” – en las instituciones y costumbres modernas.

Según Stuart Mill, “esta dependencia actual no es una institución original, ganada por consideraciones de justicia y conveniencia social. Es la continuación del estado primitivo de esclavitud, a través de sucesivas mitigaciones y modificaciones provocadas por las mismas causas que han atenuado la costumbre en general, y han puesto todas las relaciones humanas bajo el control de la justicia y la influencia de la humanidad” (Mill, 1923: 20).

Todavía según Stuart Mill, en su libro El sometimiento de la mujer (1869), la opresión y subordinación de la mujer se resolvería mediante una reforma de las instituciones, impulsada por el principio de “perfecta igualdad”. La eliminación de los remanentes tradicionales que sostienen la dominación femenina presentes en la legislación moderna estaría garantizada gracias a la inevitable tendencia de “mejora moral de la humanidad” (Mill, 2006: 66).

Diferenciándose de esta posición y asumiendo un discurso marxista, Bebel rechaza el análisis de la dominación de las mujeres como un hecho aislado de la totalidad sistémica. Para él, la cuestión femenina sólo podía comprenderse verdaderamente tomándola como un aspecto más de la cuestión social general. En su opinión, solo la abolición de las contradicciones y los males del sistema capitalista podría provocar el fin de la esclavitud sexual y salarial.

Cualquier logro específico en el ámbito de la sociedad capitalista, por relevante que sea, no se extendería a todas las integrantes del sexo femenino, ya que, como miembros de una clase explotada, una parte significativa de las mujeres seguiría ocupando una posición social subordinada y no gozaría una igualdad real de oportunidades que le permita desarrollar plenamente sus facultades y potencialidades. Su completa liberación requeriría, por lo tanto, el logro de su emancipación física, intelectual y económica.

La solución señalada por Bebel para la cuestión femenina, con miras a la “redención y emancipación” de todas las mujeres, estaría en comprender su verdadero lugar en el movimiento socialista y su participación en la lucha de clases. Así como las ideas socialistas iban a penetrar en todas las capas de la sociedad, incluidos los círculos conservadores, las mujeres, generalmente imbuidas de una moral tradicional sustentada en la religiosidad y las “supersticiones”, también deberían percibir el vínculo de su dependencia económica, subordinación política y bajo estatus social a la clase. explotación promovida dentro del modo de producción capitalista.

Sólo en comunión de esfuerzos con el proletariado lograría la mujer su plena liberación e independencia. Por el contrario, en las condiciones existentes, la mujer se encontraría atrapada en un rol social subordinado, siendo educada para cultivar cualidades frívolas y superfluas, como el sentimentalismo, la religiosidad, la docilidad, la obediencia y la castidad. Desde pequeños se les enseñaría a orientar su vida hacia el matrimonio, para garantizar su futura seguridad económica.

El libre ejercicio de la sexualidad

El matrimonio monógamo propio de la sociedad capitalista estaría entonces formado por lazos de interés, dependencia y necesidad, en detrimento de los lazos afectivos, solidarios y volitivos. De esta forma, aunque constituye una de las bases fundamentales del orden social burgués, no podría satisfacer las necesidades reales para un sano desarrollo de la sociedad humana. Hombres y mujeres forzados a la convivencia conyugal vivirían vidas desalentadoras y monótonas, siendo más propensos a presentar enfermedades físicas y mentales. El recurso a la prostitución se convierte entonces en el complemento de la monogamia.

Al enfatizar las causas sociales de la prostitución, no considerándola como una mera cuestión moral o criminal, Bebel la eleva a la categoría de institución social necesaria para el modo de producción capitalista, considerándola “el reverso de la moneda del matrimonio”.[iii]. La autora se pronuncia contra la hipocresía con que la sociedad ve este tema, así como contra las acciones impulsadas por los gobiernos que implicarían la criminalización de las mujeres -condenadas moralmente, sometidas a inspección sanitaria obligatoria y agredidas por la policía- y la victimización de los hombres. , cuyas “indiscreciones” serían toleradas.

Bebel también critica los conceptos anunciados por Lombroso y Ferrero en el libro La mujer como criminal y prostituta, quienes atribuyeron la participación femenina en actividades ilegales a su natural inferioridad fisiológica y anatómica. Desconocieron las condiciones sociales que llevaron a las mujeres a recurrir al ejercicio de la prostitución, así como la influencia del lucrativo y organizado comercio de mujeres, encubierto por las autoridades (Bebel, 1923: 157).

La prostitución se distinguiría de las relaciones sexuales libres, ya que convertiría a las mujeres en meras mercancías, objetos del placer masculino. Esta forma de explotación femenina tendería a intensificarse a medida que se agravaran las crisis económicas, arrojando a más y más trabajadoras a la pobreza. Sólo en el contexto de la nueva sociedad socialista sería posible liberar las relaciones entre los sexos de la esfera de la compulsión, dictada por el matrimonio o la prostitución, y hacer posible para todos el libre ejercicio de la sexualidad.

Según Bebel, la sexualidad es parte esencial de la naturaleza humana, contribuyendo al desarrollo de la salud mental y física de los individuos. En la medida en que la abstinencia y la represión total de los instintos sexuales pueden causar trastornos, enfermedades, locura e incluso llevar al suicidio, sería imperativo alentar a hombres y mujeres a adoptar una práctica sexual sana, combinada con el autocontrol. Bebel, entonces, enfatiza la importancia de implementar la educación sexual para ambos sexos, a través de la transmisión de conocimientos sobre la fisiología y anatomía de los órganos sexuales y sus funciones (Bebel, 1923: 81).

A pesar de presentar la sexualidad como parte de la naturaleza humana, dando un sentido histórico a los juicios morales, el autor califica las relaciones homosexuales como “antinaturales” (Bebel, 1923: 37). A pesar de esto, en 1898, Bebel fue uno de los pocos miembros del Reichstag en otorgar apoyo a la petición de Magnus Hirschfeld y el Comité Científico Humanitario (Wissenschaftlichhumanitare Komitée) eliminar el párrafo 175 del Código Penal alemán (el llamado “estatuto de sodomía”), de modo que la práctica sexual entre dos hombres adultos mayores de 16 años no se considere un delito.

En su discurso ante el Parlamento, el 13 de enero de 1898, Bebel fue más allá, afirmando que la despenalización de la práctica homosexual debería aplicarse también a las mujeres: “lo que es válido para un sexo debe ser válido para el otro” (Bebel, 1898). Cabe señalar que tres años antes, con motivo del juicio de Oscar Wilde, Eduard Bernstein, uno de los exponentes del ala revisionista de la socialdemocracia alemana, hizo una defensa similar de la práctica homosexual, a través de artículos en el periódico oficial de la Social partido Democrático Die neue zeit, en el que critica su caracterización como “antinatural” (Bernstein, 2007).

Igualdad entre los sexos

A partir de datos estadísticos, Bebel busca confirmar el diagnóstico de Marx y Engels que apuntan a la tendencia a la disolución de la familia, tal como la concibe la sociedad burguesa. La creciente incorporación de la mujer al mercado laboral, la disminución del número de matrimonios y su disolución por divorcio o separación de hecho, y la disminución del número de nacimientos serían indicadores de que la estructura familiar se estaba deteriorando. Sin embargo, el fin de la “esclavitud doméstica” a través del matrimonio solo se realizaría en la sociedad futura. En este, el matrimonio legalmente indisoluble sería sustituido por la unión libre y solidaria entre iguales. El matrimonio monógamo no desaparecería, pero su existencia dependería exclusivamente de la voluntad de las partes.

Asimismo, la posición de la mujer en el organismo social como madre y esposa ganaría nuevos contornos a partir de su liberación en relación con las tareas domésticas, convertidas en servicios públicos prestados por profesionales de ambos sexos. Así, se establecerían guarderías, jardines de infancia, escuelas, comedores colectivos (que se basan en el uso de principios científicos para determinar la calidad nutricional de los alimentos y la higiene en la forma en que se preparan), lavanderías, servicios de limpieza, enfermerías y hospitales.

La protección social de los niños no excluye la participación de los padres en la educación de sus hijos, y se fomenta su presencia en los consejos escolares y otras instituciones educativas. Además, en la medida en que la sociedad sea responsable de proporcionar todas las condiciones necesarias para el desarrollo mental, físico y psicológico de los niños, incluidas la vivienda, la salud, la educación, el arte, el ocio, los padres y los niños disfrutarán de más tiempo libre para socializar y establecer relaciones. una relación de afecto y respeto.

La educación, preconizada por Bebel, de niños y adultos debe realizarse por igual para hombres y mujeres, preferentemente en establecimientos mixtos. Dado que “ambos sexos están plenamente capacitados para ejercer todos los derechos y deberes que la sociedad exige de sus miembros adultos” (Bebel, 1923: 329), gozando de las mismas oportunidades todos podrían ser libres para seguir sus inclinaciones y capacidades personales.

Como consecuencia, se tomarían disposiciones para abrir todas las ocupaciones a hombres y mujeres. Contrariamente a lo que se verifica bajo el modo de producción capitalista –en el que la admisión de la mujer en las diversas ramas de la industria redunda en una mayor competencia entre los trabajadores y el recrudecimiento de la miseria general–, en la sociedad socialista la participación femenina en el trabajo social tendría como en consecuencia, la progresiva liberación colectiva del trabajo más duro y el avance en términos de creación, inventiva y destreza humana.

Los esfuerzos de Bebel por poner en primer plano el tema de la emancipación femenina y superar los prejuicios existentes dentro del propio movimiento obrero produjeron resultados. Su libro desempeñó un papel importante en la configuración de la Programa de Érfurt del Partido Socialdemócrata Alemán, aprobada en octubre de 1891, que comenzaba a establecer como principio el fin de las desigualdades entre sexos.

Además, el programa incluye entre los objetivos inmediatos del partido el "sufragio universal igual, directo y secreto para todos los miembros del Imperio mayores de veinte años, sin distinción de sexo", y la "abolición de todas las leyes que, desde el punto de vista de vista del derecho público y privado, colocan a la mujer en un estado de inferioridad en relación con el hombre” (Marx; Engels; Lenin, 1971: 95-6).

En el prólogo del libro El programa socialista, publicado en 1892, Karl Kaustky, uno de los responsables de formular el nuevo programa[iv], reconoce la influencia del libro de Bebel para la reorientación programática de la socialdemocracia. El libro Mujeres y Socialismo se sitúa al mismo nivel de importancia que obras como el Manifiesto Comunista, El Capital, La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra, Socialismo Utópico y Socialismo Científico, y El Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado (Kautsky, 1983: IV).

El análisis de Bebel sobre la disolución de la familia burguesa y el surgimiento de un nuevo modelo familiar basado en la igualdad entre hombres y mujeres, en el que el "amor ideal" se convierte en "la base de toda unión", tuvo especial repercusión entre las mujeres (Kautsky, 1983). : 39). Sin embargo, la idea de que la mujer asumiera el rol de compañera libre, emancipada no sólo del servicio doméstico, sino también de la sujeción al capital, pudiendo disponer de sí misma de manera autónoma y perseguir su felicidad personal, fue recibida con recelo por varios grupos. dentro de la socialdemocracia.

Algunos, como Daniel De León (1852-1914), fundador del Partido Socialista Laborista (Partido Laborista Socialista), vio el trabajo de Bebel como un ataque a la institución del matrimonio monógamo. En el prefacio a la edición estadounidense de 1903, De Leon advierte sobre los peligros que el rechazo de tal institución conduce a la promiscuidad. Aunque es un defensor de la extensión del derecho al divorcio (De León, 1912), el autor aboga por la rehabilitación del matrimonio monógamo a través de la lenta “adquisición de fuerzas morales de afecto paterno” (De León citado Bebel, 1923: V).

La actualidad de las ideas de Bebel

Los análisis de Bebel trascendieron las discusiones dentro del partido y se convirtieron en parte del arsenal teórico de numerosas tendencias feministas. A pesar del reconocimiento de su relevancia, a lo largo del tiempo se han planteado varias críticas sobre su exposición.

Algunas feministas marxistas contemporáneas, como Zuleika Alambert, sostienen que “él describe la liberación de la mujer de manera estática, dentro de la sociedad socialista que, según él, nacerá después de la revolución” (Alambert, 1986: 94). Para el autor, Bebel habría insinuado que “una vez liquidada la sociedad de clases, el proletariado ofrecerá a las mujeres su liberación en bandeja” (Alambert, 1986: 42).

Otros autores, como Andréa Nye, defienden la idea de que habría reforzado el papel de la mujer como madre y ama de casa, ya que “siempre habrá guardianes, maestras, compañeras y niñas que las ayudarían” (Nye, 1995: 64). .

Considero que tales críticas pueden ser el resultado de una lectura superficial o desatendida de los escritos de Bebel. Si bien hay que reconocer los errores causados ​​principalmente por la incorporación de una visión antropológica evolucionista, no se puede negar que la principal intención de Bebel fue fomentar el empoderamiento de la mujer trabajadora y fomentar su participación política.

Al anunciar abiertamente que “es absurdo encaminar a las mujeres a la vida doméstica” (Bebel, 1923: 176) y prescribir la necesidad de una completa igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, Bebel destaca la importancia de que las mujeres empiecen a compartir la vida pública y política y cuestiones sociales, salir de los confines del hogar. Asimismo, las alienta a buscar ocupar sus lugares en sindicatos y partidos, ya que “las mujeres deben esperar tanta ayuda de los hombres como los trabajadores de los capitalistas” en relación con su emancipación (Bebel, 1923: 121).

Bajo esta luz, uno no debe subestimar el valor representado por el legado teórico de Bebel. Su énfasis en el principio de que "no puede haber emancipación humana sin independencia social e igualdad entre los sexos" (Bebel, 1923: 6) contribuyó innegablemente al fortalecimiento de la actividad política de las mujeres en el ámbito del movimiento obrero y al reconocimiento de tu importancia

La relevancia de las contribuciones de Bebel a la formación de un movimiento organizado de mujeres dentro de la socialdemocracia fue expresada por Klara Zetkin, una de las líderes feministas más prominentes de la socialdemocracia alemana, cuando concluyó con respecto al libro de Bebel: "Este libro no debe ser juzgado según sus aspectos positivos o sus defectos. Más bien, debe ser examinado dentro del contexto de la época en que fue escrito. Fue más que un libro, fue un evento, un gran logro. El libro mostró por primera vez la conexión entre la cuestión de la mujer y el desarrollo histórico. Por primera vez, la llamada resonó en este libro: solo conquistaremos el futuro si persuadimos a las mujeres para que se conviertan en nuestras co-luchadoras. Al reconocer esto, no hablo como mujer, sino como compañera de partido” (Zetkin, 1896).

Si bien la “cuestión de las mujeres” fue objeto de mucha controversia, su incorporación a los partidos socialdemócratas se generalizó a principios del siglo XX, impulsada por numerosos avances obtenidos a través de la construcción de un movimiento de mujeres dentro de la socialdemocracia. La relevante actuación de las propias mujeres, dentro de la socialdemocracia, se destaca en la formulación de formas de organización y acción en el sentido de defender la redefinición radical del poder en los espacios públicos y privados como parte de un proyecto de refundación de la sociedad sobre nuevas bases, de para eliminar todas las formas de opresión y superar las relaciones sociales jerárquicas construidas históricamente, propias de la sociedad patriarcal capitalista.

*Joana El Jaick Andrade es profesor de sociología en el Instituto Federal del Triângulo Mineiro.

Artículo publicado originalmente en la revista luchas sociales

Referencias bibliográficas

ALAMBERT, Zuleika (1986). Feminismo: el punto de vista marxista. São Paulo: Nobel.

BEBEL, Agosto (1923). Mujer bajo el socialismo. Nueva York: Prensa de Nueva York.

__________ (1898). Discurso en el 16 sesión del Reichstag, del 13 de enero. Disponible: .

BERNSTEIN, Eduardo (1895). El juicio de relaciones sexuales anormales. die neue zeit, v. 2. Disponible en: .

__________ (1895). Con motivo de un juicio sensacional. die neue zeit, v.2. Disponible: .

ACANTILADO, Tony (1984). Lucha de Clases y Liberación de la Mujer. Disponible: .

DELEÓN, Daniel (1912). Divorcio. Disponible: http://www.marxists.org.

__________ (1923). Prefacio. En: BEBEL, agosto. Mujer bajo el socialismo. Nueva York: Prensa de Nueva York.

ENGELS, Friedrich (2000). El origen de la familia, la propiedad y el estado. Sao Paulo: Escala.

__________ (1885). carta a Guillaume-Schack, a partir del 5 de julio. Disponible: .

KAUTSKY, Karl (1983). El programa socialista. París: Marcele Riviere.

LIEBKNECHT, Guillermo (1895) Un mal cuarto de hora. Disponible: . Consultado en febrero de 2009.

MARX, Carlos; ENGELS, Friedrich; LENIN, Vladimir Ilich (1971). Crítica del Programa de Gotha, Crítica del Programa de Erfurt y Marxismo y revisionismo. Oporto: Portucalense.

MILL, John Stuart (2006). El sometimiento de la mujer. Sao Paulo: Escala.

NYE, Andrea (1995). La teoría feminista y las filosofías del hombre. Río de Janeiro: Récord.

ZETKIN, Klara (1896). Sólo en conjunción con la mujer proletaria el socialismo será victorioso. Disponible: www.marxistas.org>.

Notas

[i] Lewis Henry Morgan, en Ancient Society, divide la historia humana en tres etapas fundamentales de desarrollo social: salvajismo, barbarie y civilización, cada una caracterizada por distintas formas materiales.

[ii] Bachofen, “Das Mutterrecht”, 1861.

[iii] Según Bebel, en Alemania, el número de mujeres prostituidas alcanzaría las 180.000. Entre estos, las tasas de suicidio rondarían el 30% y su esperanza de vida sería de 22 a 25 años (Bebel, 1923: 159).

[iv] El Programa se realizó en conjunto con Eduard Bernstein.

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