La mentalidad del billete

Imagen: Seyfettin Geçit
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por HERIK RAFAEL DE OLIVEIRA & JOSÉ LEÓN CROCHICK*

Elementos del fenómeno del antisemitismo son característicos de la permanencia de la barbarie en la civilización

Este texto pretende comprender algunos elementos del fenómeno del antisemitismo como inherentes a la permanencia de la barbarie en la civilización, mientras las condiciones sociales sean injustas y dividan a los individuos en la lucha por la dominación y la supervivencia. Para ello se compararán, en el fragmento “Elementos del antisemitismo”, del libro Dialéctica de la Ilustración de Max Horkheimer y Theodor Adorno (1947/2006), la séptima parte con las seis anteriores.

La constante afirmación al comienzo de ese texto (añadida tres años después de la publicación inicial en 1944) respalda la inexistencia de antisemitas en el momento en que se volvió a publicar el texto – 1947 – refiriéndose también al período nazi-fascista, dado que en el prefacio del libro Dialéctica de la Ilustración, que contiene este estudio, indica que su objetivo es comprender qué llevó a la regresión a la barbarie, cuando había (y sigue habiendo) condiciones para la libertad y una vida digna de ser vivida.

Tenemos así la hipótesis de que la ya no existencia de antisemitas en aquella época no es una conclusión restringida al elemento VII; ya que está presente en las dimensiones discutidas en los primeros seis elementos: ideológica, social, económica, religiosa, antropológica y psicológica, indicando que la nueva forma de barbarie, si presenta rasgos distintos de la anterior, se deriva de ella: una El yo ya no está dividido, expresando conflictos psíquicos, sino exteriorizado en la identificación con celebridades y líderes que mantienen una jerarquía formal, ya no basada en el mérito, sino en el poder del más fuerte, política y económicamente. Cabe señalar, entonces, que, incluso partiendo del análisis del texto, lo que nos preocupa es su objeto.

Consideraciones de otros autores

El impacto del elemento VII es notable. Los comentaristas enfatizan la mentalidad de boleto – la forma de regresión psicológica impuesta por la sociedad industrial en su avance irracional, que, desligada de la acción humana consciente, hace que cada vestigio individual sucumba a los monopolios y continúa en la cosificación de la conciencia y la consiguiente alienación en el capitalismo tardío. En forma de boleto, la relevancia de las especificidades históricas y sociales de los judíos como determinantes, que para el antisemita se convierten en naturaleza, se atenua y el antisemitismo queda subsumido en un sistema que confina el pensamiento en bloques, disponiéndolos a las personas.

De las características del antisemitismo, el único vestigio que queda en boleto es el aspecto más superficial y genérico: su valor progresista o francamente antisemita. Si aquellos que aún no han perdido completamente la humanidad se dejan atraer por entradas progresistas, aquellos que serían reacios a la inhumanidad no se dejarían atrapar en boleto algunos: “No es sólo el boleto antisemita quién es antisemita, pero la mentalidad de boleto en general” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 171).

El contenido disruptivo de esta nueva sección del ensayo fue resaltado por diferentes autores que se dedicaron al trabajo Elementos del antisemitismo. Vale la pena mencionar sus formulaciones para resaltar cómo resaltan la ruptura objetiva resaltada en el elemento VII.

Gabriel Cohn (1997, p. 9), en un artículo sobre la Elementos del antisemitismo, escribió: “Esta sección, que a primera vista es una especie de idea tardía, introdujo un nuevo tema (…) Este nuevo tema, y ​​el propio emblema formulado en esta sección (…) prácticamente reorganizan el conjunto y permiten repensar la cuestión de los “elementos” (…) Aunque habla de antisemitismo en De manera muy precisa al caracterizarlo en sus rasgos distintivos, el análisis, al hacerlo, apunta a un proceso subyacente. Se trata de su reducción a elementos que, si bien pertenecen todavía al antisemitismo, marcan sin embargo la redefinición gradual del complejo antisemita en su conjunto, dentro de un proceso que lo prolonga y lo supera”.

Cabría preguntarse hasta qué punto, en realidad, el elemento VII traería la posibilidad de repensar los seis anteriores, o si en ellos ya estaban presentes formulaciones que indicarían el final del ensayo. Como en un texto de Löwenthal (1945-1946) el concepto de boleto y como él, según Horkheimer y Adorno, en el prefacio de Dialéctica de la Ilustración, 1944, participó en la redacción de los tres primeros elementos del ensayo que aquí analizamos, se puede suponer que al inicio del texto los autores tenían el desenlace a la vista.

Alves (2001, p. 53), discutiendo el argumento para reemplazar la psicología antisemita con el consentimiento directo a la boleto fascista, concluyó: “(…) hay una especie de inversión de lo que podríamos esperar, es decir, un antisemitismo que es original e intrínseco a la psicología de ciertos individuos. En cambio, lo original sería el esquema de la boleto, capaz de producir una psicología antisemita según su propia conveniencia de canalizar las tendencias conformistas y agresivas de una masa de individuos psicológicamente frustrados e intelectualmente confundidos por la modernidad cultural y económica”.

Pero, en el elemento VII, los autores ya indican que, a finales del siglo XIX, los estereotipos estaban presentes, basta comprobar los ataques del Príncipe de Guermantes a Dreyfuss, en la obra En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust (1920/1990), para darse cuenta de que eran superficiales, una mera toma y exhibición de una posición; Entonces, si el boleto apunta a una formación individual más regresiva, su psicología ya estaba presente anteriormente.

Freitas (2010, pp. 137-138), analizando la influencia freudiana en Dialéctica de la Ilustración, se detuvo en el elemento VII para abordar el capítulo sobre el antisemitismo. Para él, la sección aborda “(…) la mentalidad de boleto, en el que el pensamiento se guía en bloque por un círculo de opciones que predeterminan la elección según modelos generales de mentalidad (…) Esta perspectiva, de carácter epistemológico, se traspone al ámbito económico, en el que la pequeña empresa es sustituida por la gran almacén de departamentos, y de ahí a la economía motriz de los individuos, cuya “pequeña empresa psicológica” da paso a la industria cultural, a los directivos multinacionales, a los mandos políticos, etc. Así como en la esfera cognitiva el juicio ya no es realizado por el individuo, en la esfera desiderativa las instancias psíquicas (ello, yo y superyó) han sido expropiadas, de tal manera que el funcionamiento del aparato económico no se ve perturbado por individuación, por dócil que sea.

A este análisis hay que añadir que la exposición conjunta de los cambios socioeconómicos y psicológicos indica una relación más que una transposición de un ámbito a otro: a medida que al capitalismo competitivo sucede el de los monopolios, la individuación es menos necesaria, de lo contrario, se puede inferir de esta última cita que del ámbito económico se pasa al psicológico y de ahí al individuo desestructurado, mientras que el individuo desestructurado se correlaciona con el capitalismo monopolista.

Silva y Caux (2019, p. 268) propusieron una lectura de la Elementos del antisemitismo y, al tratar del apartado VII, indicaron:

El antisemitismo que queda después de la Shoá (o “neoantisemitismo”) se vacía de su sustrato motivacional histórico, pero se perpetúa incluso sin ese lastre, gracias a la imposición de lo que los autores llaman la mentalidad de “boleto”, es decir, la adhesión a esquemas sintéticos de representaciones y creencias “compradas” juntas en un solo paquete. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la configuración de dos bloques ideológicos geopolíticos, surgió un nuevo tipo de antisemitismo.

Se puede considerar, sin embargo, que, si los últimos antisemitas, según Horkheimer y Adorno (1947/2006), son de finales del siglo XIX, la reconfiguración de este fenómeno no se produjo después de la Segunda Guerra Mundial, como sugiere esta cita, sino como un proceso continuo de regresión individual derivado de la transformación de la infraestructura social.

Borzuk (2021, p. 71) tomó notas sobre el elemento VII y afirmó: “En este texto, Horkheimer y Adorno presentan cuestiones que sacuden convicciones sólidas y vigentes, tanto en el momento en que se escribió el texto, como aún hoy. Me refiero particularmente a la tesis principal del texto, es decir, la tesis de que ya no hay antisemitas y, en consecuencia, la que la justifica, la denuncia de la expropiación psicológica de los hombres con el avance de las sociedades administradas. ”.

Debido a las reservas realizadas en cada cita, a excepción de Borzuk (2021), discrepamos con los demás autores en la forma en que resaltan la ruptura, pues la modificación del objeto no implica el abandono de lo que una vez estuvo constituido, sino el desarrollo de sus potencialidades. Por ello, nos proponemos analizar otro aspecto: la continuidad. El elemento VII se rompe y continúa los anteriores. Continúa, pues muestra una regresión psíquica en relación a lo analizado por los autores, y se rompe, por ser otra dinámica psíquica.

La relación de continuidad y ruptura no es extraña a todas las obras citadas, su distinción radica en las consideraciones que de ella se desprenden y en la demostración de que los primeros seis elementos contenían descripciones de cambios en el fenómeno. La consecuencia de esta distinción es la comprensión de que no se trata tanto de prolongar y superar el antisemitismo en la mentalidad de los boleto (Cohn, 1997) respecto a la realización de la regresión psíquica propicia a la mentalidad del boleto que se vio en el antisemitismo.

En el antisemitismo se prolonga el estado de prehistoria, pero la posibilidad de realizar la historia con conciencia se sitúa de tal manera que se pueda superar. Así, ambas tendencias –regresión y superación– coexisten en tensión y, cuanto más avanzan las bases de la historia, reforzando la contrapresión, más se intensifica la presión de las fuerzas prehistóricas. En el ámbito psicológico, esto significa tanto reactivar contenidos e impulsos arcaicos como poner signos de diferenciación al servicio de lo arcaico; la relación entre ambos destinos está dada por la represión social.

De esta manera, impedido de conectarse con lo diferenciado, el sujeto tiene que conectarse con lo que queda; Si la conexión no puede realizarse en condiciones pacíficas, se produce de forma destructiva. La idea de Freud (1930/2011, p. 12) de la “conservación de lo primitivo junto con lo que a partir de él se transformó” en la psique puede leerse, entonces, como la coexistencia de algo ocurrido en el pasado con su alteración en el presente. Sería un indicio de violencia social perenne y no una disposición psicológica inherente.

No es apropiado subestimar esa distinción debido a la inclinación común a entrar en una correlación funcional con el todo totalitario. Sólo con él es posible revelar los niveles a los que es necesario dedicarse para desenterrar la cultura de la barbarie. La legítima insistencia en afirmar que ciertas diferencias se refieren más a la cantidad –una cuestión de grados– que a la calidad no debería llevar a olvidar que la variación de grados conserva huellas de transformaciones cualitativas, ni a la relativización de esta gradación. Revela que las manifestaciones excesivas están contenidas, en germen, en formas discretas.

Análisis de texto

La obra Dialéctica de la Ilustración se difundió por primera vez en 1944 (Wiggershaus, 1986/2002). Esta es la fecha de prefacio del libro. En 1947, Querido lo publicó y, en esa ocasión, los autores añadieron un apéndice al prefacio señalando que el único cambio al texto realizado cuando el mundo aún luchaba en la Segunda Guerra Mundial fue la adición de la última tesis, el elemento VII, que compuso el ensayo Elementos del antisemitismo: límites de la Ilustración, que comienza así: “Pero ya no hay antisemitas. Los últimos fueron los liberales que quisieron expresar su opinión antiliberal. La distancia que la nobleza y los militares mantenían con los judíos era, a finales del siglo XIX, una simple actitud reaccionaria. Los personajes modernos fueron Ahlwardt y Knüppelkunze., que ya contaba con seguidores con el material humano del Líder y encontró apoyo entre espíritus malignos y mentes confusas en todo el país. Cuando se expresó la mentalidad antisemita, se sintió a la vez burguesa y rebelde. Los desvaríos racistas todavía constituían una forma distorsionada de libertad civil”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, págs. 164-165)

Lo que ocurrió, según los autores, fue que: “La psicología antisemita fue, en gran medida, reemplazada por un simple “sí” dado a la boleto (…)” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 165). En las notas finales del traductor, el concepto de boleto se refiere a opciones políticas. Es importante, de ahora en adelante, preguntarnos, para pensar nuestra hipótesis, si la “actitud reaccionaria”, explicada en la cita anterior, ya no implica esto. boleto. De ser así, el elemento VII no necesariamente rompe con la discusión establecida en los anteriores, sino que la presenta en una nueva forma.

Sin embargo, se advierte entre los dos extractos mencionados anteriormente, que la sustitución de la configuración psicológica por la política y, por tanto, la indistinción entre ambas –psicología y política– implica lo que se desarrollará más adelante: la regresión psíquica de un individuo como psicoanálisis. descrito y en qué se convirtió bajo el dominio de los monopolios: ausencia de diferenciación individual. El predominio de la estructura social sobre el individuo, desde esta perspectiva, es notable, e indica que la posibilidad de la existencia de seres pensantes marca el avance de la civilización y viceversa, y que cuando el progreso material se disocia del progreso social éste no sino todo lo contrario: cuanto mayor es el progreso, menor es el desarrollo individual.

Los seis elementos iniciales aludían a los componentes ideológicos, económicos, políticos, religiosos, antropológicos y psicológicos del antisemitismo; Este análisis difícilmente quedaría invalidado por la tesis inicial del elemento VII. En cualquier caso, en este último Horkheimer y Adorno (1947/2006, p. 169) afirman: “Los “elementos del antisemitismo”, basados ​​en la experiencia y anulados por la pérdida de experiencia que se anuncia en la mentalidad del boleto, son movilizados nuevamente por el boleto. Habiendo ya entrado en descomposición, traen al neoantisemita una mala conciencia y, con ella, la insaciabilidad del mal”.

Esta afirmación puede sugerir que el antisemitismo se basa en la experiencia; pero, si así fuera, la persecución de los judíos sería justificable por la violencia cometida contra quienes la odian, algo opuesto a lo que los autores exponen como la experiencia y el conocimiento defendidos contra las formas de falsa proyección del idealismo y el positivismo que rompen con la relación sujeto-objeto. La violencia nunca se debe a la víctima, siempre al agresor que no entiende por qué golpea (Adorno, 1967/1995); Si el antisemitismo se basara en la experiencia, la víctima sería responsable de la violencia que le sobreviene, ya que habría provocado esa violencia.

Pero la cita puede contener la interpretación opuesta: la experiencia fue necesaria para combatir el antisemitismo y, por lo tanto, incluso esta posibilidad se perdió, porque, como sostienen, la boleto El progresismo es tan fascista como su opuesto. En español, el comienzo de la cita en cuestión es: “Los "elementos empíricos del antisemitismo", no autorizados por la pérdida de experiencia que se manifiesta en el estilo de pensamiento según Tickets, ahora son activados y puestos en movimiento por el propio Ticket.”(Horkheimer y Adorno, 1947/1998, p. 248); fortaleciendo la segunda interpretación. Desautorizar –que impide la consideración como fundamento– es distinto de basar, que trae consigo la idea de determinación. Así, la experiencia, dada por un contacto duradero y sustancial con la víctima, ya no puede oponerse a la violencia, ya que ésta se presenta ya en la reducción del pensamiento a la elección de la víctima. boleto. Sin embargo, como el aclaración Es contradictorio, al final del elemento VII, lo acentúan frente a la violencia expuesta.

En el elemento I, al caracterizar la violencia dirigida contra los judíos, Horkheimer y Adorno (1947/2006, p. 139) indican que atraían un “deseo de destrucción”, eran “el objeto absoluto de la dominación pura y simple” y el objetivo era “exterminarlos como a insectos”. Se sostiene que es posible vislumbrar aquí el argumento de que “el antisemitismo ya no es un impulso independiente” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 165), presentado en el elemento VII, que resalta la contingencia del antisemitismo. Predicados semíticos, su carácter no específico entre otros predicados encerrados en el mismo boleto y que sustituiría, en parte, a una psicología antisemita.

Ya hay cierta falta de especificidad en la caracterización de la violencia en el elemento I. Lo que parece más fijo en esa ecuación de la violencia, los judíos como objeto, y nos llevaría a creer que se trata de un “impulso independiente” contrario al sustitución de ese objeto, tiene su refutación objetiva en la letra del texto; ellos mismos son un reemplazo: los trabajadores “después de todo son los destinatarios, [pero] nadie se lo dice a la cara (y con razón)” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 139).

El lugar intercambiable de las víctimas y la posibilidad de que se conviertan en asesinos dependiendo de la situación se analiza más adelante, en el elemento II, y refuerza el argumento, así como la consideración de que: “No existe un antisemitismo genuino y, ciertamente, no hay antisemitismo”. -Nacido semita” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 142).

No Proyecto de investigación sobre antisemitismo: la idea del proyecto, publicado en 1941, Horkheimer y Adorno (2012), con la colaboración de Lowënthal y Neumann, esbozaron una tipología de antisemitas. El primer tipo presentado fue el antisemita “nato”: “La cualidad básica de este tipo es la renuncia a la justificación racional. Reacciona con aparente "instinto" a los llamados rasgos raciales judíos: pies planos, olor, nazis encorvados [sic], acento judío, gesticulación, etc [sic]. Su aversión es una reacción a las cicatrices de mutilación que la historia ha dejado en los judíos. Incluso sus nombres (Itzig, Levy, Cohn) le resultan repugnantes. Simplemente no soporta a los judíos. A menudo se puede observar que este tipo aprecia a las mujeres llamadas "picantes", similares al tipo judío, si se las presentan como gentiles (nótese el éxito de Póla Negri con los nacionalsocialistas). Esta tendencia indica que el antisemitismo supuestamente natural en algunos de sus representantes es, de hecho, una sobrecompensación de deseos reprimidos o inhibidos”. (Horkheimer y Adorno (1941/2012, págs. 126-127)

Los supuestos rasgos raciales son marcas de violencia histórica y la repugnancia de los antisemitas hacia ellos revelaba lo que debían reprimir sin examen de conciencia, sin “justificación racional”. La reacción depende de la representación, de cómo los personajes son presentados por agencias externas; que alude a boleto. Bajo la etiqueta de “gentiles”, los personajes provocan atracción (éxito de la actriz); bajo la etiqueta de “judíos”, provocan repulsión (simplemente no pueden soportarlo). Tal incongruencia muestra que los juicios están desvinculados del objeto y del sujeto, ya que el sujeto es capaz de autorreflexión y autoconciencia. La reacción es tan directa que parece “instintiva”; Esto quiere decir que surge de impulsos poco diferenciados y fomentados desde el exterior, convirtiéndose en una segunda naturaleza (como trae el elemento II).

La negación del antisemitismo como impulso independiente puede desarrollarse en relación con la cuestión de por qué se convierte a los judíos en el “objeto absoluto” de dominación. Porque son absolutamente inadecuados para proporcionar la satisfacción prometida por su aniquilación, pero fueron designados como tales y a esta designación responden individuos ofuscados, en quienes la capacidad de moverse ha sido inmovilizada: “La verdadera locura consiste en la imposibilidad de moverse, en la incapacidad del pensamiento de alcanzar esa negatividad en la que, a diferencia del juicio consolidado, consiste el verdadero pensamiento” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 160).

Una reacción similar es la de los depredadores hacia su presa y el concepto científico hacia su objeto: “Así como hoy los proyectos científicos prácticos y fructíferos requieren una capacidad intacta de definición, la capacidad de inmovilizar el pensamiento en un punto determinado por las necesidades de la sociedad. , de delimitar un campo a investigar en sus más mínimos detalles sin que el investigador lo trascienda, así como el paranoico no puede evitar transgredir un complejo de intereses determinado por su destino psicológico”. (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 182) (elemento VI)

El tormento antisemita continúa indefinidamente porque la víctima no puede restituir lo que también le fue expropiado. Si las bases del sufrimiento están en la expropiación central de la organización social, pero ésta no puede ser enfrentada, lo que se ofrece en su lugar se convierte en el blanco de la intensa furia que acompaña a la miseria; y lo que se niega (expropia) a todos es, según los autores, la posibilidad de una vida justa, libre y feliz.

Si los desheredados no pueden llevarlo a cabo, surge lo contrario: “El antisemitismo como movimiento popular siempre ha sido lo que a sus instigadores les gustaba censurar en los socialdemócratas: la nivelación. Aquellos que no tienen poder de mando deben tenerlo tan mal como el pueblo” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, pp. 140-141). La furia contra el sistema que niega la justicia, la libertad y la felicidad se desvía hacia quienes representan, aunque la representación sea imaginaria, la libertad de espíritu y el trabajo duro, pero que no tienen poder.

Los grupos que dominan como sujetos en lugar de la humanidad desaparecen del foco. Adorno (1942/2004, p. 353) sostiene: “El pronóstico de la teoría sobre los propietarios pobres y la masa desproporcionada de ellos que nada suponen se cumple, pero en lugar de poder manifestar la esencia de la sociedad de clases, se ve hechizada por la sociedad de masas donde está la sociedad de clases. terminado. La clase dominante desaparece tras la concentración del capital.

El blanco del mal absoluto, convertido en objeto de una furia obsesiva, aparece como merecedor de violencia, como mal absoluto; Ésta es la mentira cínica con la que los agresores justifican lo injustificable: la dominación sobre los demás. Como el mal absoluto no necesita justificación, boleto también: el otro es el mal absoluto; y, si el cinismo busca justificar lo injustificable, la relación con el objeto del odio es evidente, como parece serlo el movimiento que subyace a la adhesión a boleto.

Se destaca la falsedad de la tesis nazi sobre los judíos: no existe una raza o anti-raza determinada por “ninguna característica natural particular” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 140). Como tal afirmación era falsa, el nazismo la convirtió en verdad. Cuanto más absurda es la figura de los judíos, más ilimitadas son las medidas para hacerles corresponder a ella. Por tanto, su desfiguración es mayor. Según los autores (en el elemento I), la existencia del orden actual depende de la “desfiguración de los hombres” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 140). La desfiguración de los judíos sirvió para crear el “objeto absoluto”, para ajustarlos a la proyección sobre ellos; argumento presente en el elemento VII: “El antisemitismo, en cierto modo, tiene que, primero, inventar su objeto” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 170).

La “voluntad de destrucción”, de “exterminio”, obedece a impulsos indiferenciados, es decir, no son impulsos independientes. Se trata de impulsos poco transformados por la cultura y que se activan contra su organización irracional, pero que –ni han sido tocados por ella– consideran que sólo destruyéndola obtendrán satisfacción; Son impulsos reaccionarios, se rebelan contra la jerarquía establecida por criterios de mérito -criterios vinculados al poder más avanzado en ese momento- para establecer el orden de la fuerza, de la mediocridad. La naturaleza está incitada contra la civilización –la eslogan de raza implica “la reducción a lo natural, a la violencia pura” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 140). El tipo de violencia movilizada es la “persecución”, como se indica en el elemento I.

Pero, afirman los autores, “la persecución en general no puede separarse de tal orden” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 140), la sociedad de clases.[i] Con esto indican la permanencia de esta barbarie mientras permanezca la dominación. Es su “esencia, por mucho que a veces la oculte” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 140); sale a la luz como una supuesta rebelión contra la dominación y es una forma más primitiva de dominación. La comprensión del prefacio de ser una “nueva especie de barbarie” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 11) afirma que lo que abordan es distinto (más regresivo), pero inherente al existente.

El Elemento II contiene otras expresiones que anticipan el argumento de que el antisemitismo ya no se refiere a un impulso independiente: es el “impulso de destrucción” lo que el antisemitismo ayuda; la única ganancia es la empobrecida “ratificación colectiva” de la furia; el “impulso oscuro” triunfa sobre los antisemitas (ver Horkheimer & Adorno, 1947/2006, pp. 140-143).

En el elemento II se analiza la cuestión de qué ganarían las masas con el antisemitismo. La ventaja, sostienen los autores, no fue más que “una ideología parcialmente devastada” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 141). De ello se deduce entonces que: a) las masas que apoyan el fascismo y son apoyadas por este sistema a través de regresiones psíquicas inducidas, no fueron simplemente engañadas, la ideología para encubrir lo real en la conciencia del pasado es reemplazada por la amenaza directa que exige identificación inmediata con el orden social; b) si no fue un mero error y, prueba de ello fue que el antisemitismo permaneció “inmune al argumento de la falta de rentabilidad” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 141), hubo una ruptura con la propia propios intereses y discernimiento.

El resto de esta ruptura con los intereses racionales y sensibles es la “furia”, la energía más adecuada a la persecución y lo que a ella se asocia en esta sociedad: el trabajo, cuya esencia, en la alienación, es el autosacrificio de quienes producen, bajo el mandato de algunos dispuestos a sacrificar a quien no produce furiosamente contra sí mismos y contra la existencia en general, ya que el trabajo aumenta los medios y la concentración que hace prescindibles a los trabajadores y los enrola en la persecución mutua.

La afinidad entre la sociedad de explotación laboral y el tipo de acción sin restricciones del antisemitismo fue enunciada por los autores en los elementos II y VII: “Todo lo que vive se convierte en material de su atroz deber, que ninguna inclinación puede dañar más. La acción se convierte en realidad en un fin en sí misma y autónoma, encubre su propia falta de finalidad. El antisemitismo siempre exige terminar el trabajo. Entre el antisemitismo y la totalidad existió desde el principio la conexión más íntima”. (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 142) (elemento II)

Es necesario producir algo. Cuanto más superfluo hace la evolución de la técnica el trabajo físico, más fervientemente se transforma en modelo del trabajo espiritual, del que debemos evitar, sin embargo, sacar consecuencias. Éste es el secreto de la brutalidad que favorece el antisemitismo. (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 166) (elemento VII)

Totalidad y antisemitismo se refuerzan recíprocamente: el sometimiento del espíritu al modelo de degradación del trabajo físico (más degradante porque sería necesario menos dado el avance de la técnica) refuerza la brutalización que favorece el antisemitismo. Y el antisemitismo eleva la acción sin propósito, como el trabajo, a la posición de fin último. Las personas cautivadas por el antisemitismo son cautivadas por la totalidad, lo que ilustra la falta de distinción entre las dimensiones psicológica y política que existía anteriormente. La asimilación de los primeros por los segundos apunta a extinguir la subjetividad no sólo dentro de cada persona; pretende extinguir la subjetividad como posible objetivación de la historia. En este sentido, no es que exista una fusión entre las esferas psíquica y política; en última instancia, el primero tiende a ser eliminado.

Un emblema de este proceso es que la psicología ahora tiene como unidad básica la conducta, su elemento más externo. Antes, como atestigua la obra de Freud, la conducta (bromas, errores) conducía al inconsciente y a sus complejas relaciones con la realidad mediadas por instancias psíquicas. Pero la mirada al comportamiento pasó a conducir a contingencias ambientales y la complejidad se limita a la relación entre eventos que lo acompañan. Quienes se empeñan en ver más y tapan la transparente realidad con conceptos pomposos se suman, como quienes la falsifican, a quienes la duplican porque se conforman con describirla. Sin críticas, ambos operan a su favor. El empobrecimiento del yo, tal como lo concibe el psicoanálisis, lo describen Horkheimer y Adorno (1947/2006, p. 156):

La profundidad interior del tema no consiste más que en la delicadeza y riqueza del mundo de la percepción externa. Cuando se rompe el enredo, el ego se petrifica. Cuando se agota en el registro positivista de los datos, sin dar nada de sí mismo, queda reducido a un simple punto; y si, idealistamente, proyecta el mundo desde el origen insondable de sí mismo, se agota en una obstinada repetición.

En antisemitas por boleto, los autores señalaron, en el elemento VII, la supresión de cualquier convicción –dimensión que atestigua la existencia de huellas del yo y del sujeto– y su sustitución “por las reflexiones predeterminadas de los exponentes personalizados de sus posiciones” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, pág. Este argumento ya fue fuertemente destacado en el elemento II: “El comportamiento antisemita se desencadena en situaciones en las que los individuos obsesionados y privados de su subjetividad se encuentran libres como sujetos. Para las personas involucradas, sus gestos son reacciones letales y, sin embargo, sin sentido, como las que los conductistas observan sin interpretar”. (Horkheimer y Adorno, 165/1947, p. 2006)

Los sujetos sin subjetividad no tienen convicciones propias y, por tanto, pueden aceptar una o varias, incluso incompatibles, al mismo tiempo (como lo son los conglomerados de temas en la literatura). entradas); un signo de la degeneración de la capacidad de discernimiento y del ego.

Anteriormente se indicó que la escasez de beneficios económicos para las masas alineadas con la cruzada antisemita evidenciaba una acción obstinada “contra su propio discernimiento” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 141) (elemento II). La decadencia de esta facultad también se observó en el elemento VII. Horkheimer y Adorno (1947/2006, p. 166) escribieron que “En la sociedad industrial avanzada, se produce una regresión a un modo de emitir juicios que puede decirse que está desprovisto de juicio, de poder de discriminación” y que “En el era del vocabulario básico de trescientas palabras, la capacidad de juzgar y, con ella, la distinción entre verdadero y falso están desapareciendo”; no hay, por tanto, diferenciación de objetos, estos no son específicos, sino que se especifican sólo por el nombre y los predicados asociados a él y externos al objeto; El argumento de la pérdida de discernimiento es crucial para definir el boleto.

Que el antisemitismo anula la distinción entre lo verdadero y lo falso se destacó cuando se discutió el objeto judío inventado por el antisemita y el compromiso del nazismo de hacer real su loca ideología. Esto requiere, como se dijo, el uso de la fuerza o la amenaza de su uso. La disolución de esta distinción no se debe a una debilidad de la verdad para afirmarse, sino a su persecución. La verdad sobrevive en la diferencia mediada por la totalidad, y cuando ésta se vuelve completamente falsa, ambas –la verdad y la diferencia– se extinguen. Pero, por no encajar en las díadas aprobadas –como la de “amigo-enemigo”, mencionada en el elemento VII–, cuyos polos están legitimados y obedecen a la misma matriz de la mentalidad del boleto, “… en la sociedad, todo lo que representa la diferencia tiene que temblar” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 166).

Horkheimer y Adorno (1947/2006, p. 171) señalan que la “ira feroz ante la diferencia” es inmanente a la mentalidad de la persona. boleto. Quizás el oscuro e indiferenciado fundamento pulsional de esta tendencia esté relacionado con esta ira, pero, más que la diferencia, el odio parece dirigirse hacia cualquier objeto que obligue al antisemita a relacionarse con alguien o algo; Si es narcisismo, el problema no es el otro, sino tener que relacionarse con él, abandonando así la posibilidad de tenerse a uno mismo como única posibilidad de ser.

No es la diferencia la que provocaría odio, sino la “amenaza de sufrimiento” provocada por la relación afectiva con los demás, como la describe Freud (1930/2011), al indicar que el amor sería el mejor camino para buscar la felicidad y el más propenso al sufrimiento, por lo que, para evitar riesgos, supuestamente sería mejor amarse a uno mismo. Esto marcaría la diferencia con el antisemita del pasado, que necesitaba justificar su furia contra un objeto concreto, que indicaba una cierta consideración por el mundo exterior.

La tendencia de la mentalidad de boleto es activar la destructividad contra lo no idéntico, pero, si es inmanente y teleológica, esta tendencia ya estaba colocada como el fin a alcanzar. Cabe mencionar las proposiciones que versan sobre el ataque al espíritu, al pensamiento, a lo que protege el discernimiento y la verdad, recordando la diferencia y solicitando la relación con el otro. En este sentido, en el elemento IV, sobre la dimensión religiosa del antisemitismo, los autores concluyen: “Los seguidores de la religión del Padre son odiados por los seguidores de la religión del Hijo porque creen que lo saben todo. Es la hostilidad al espíritu inherente al espíritu lo que endurece en la presunción de ser salvación” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 148).

Los elementos II y VII establecen, respecto a la imagen del intelectual y del pensamiento (por extensión, el espíritu), que “(…) él [el intelectual] parece pensar, lo que otros no se permiten, y no derrama sudor, fatiga y esfuerzo físico. El banquero y el intelectual, el dinero y el espíritu, exponentes de la circulación, son el sueño renegado de aquellos a quienes la dominación mutiló y que ésta utiliza para su propia perpetuación”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 143)

En la medida en que el pensamiento deja de representar un equipo profesional, de forma altamente especializada en diferentes sectores de la división del trabajo, se vuelve sospechoso como un objeto de lujo pasado de moda (…) (Horkheimer & Adorno, 1947 / 2006, pág.166).

En ambos extractos, la eliminación de lo que representa el pensamiento se basa en el mantenimiento social del trabajo como sacrificio. La primera sección se centra en los trabajadores. Para quienes son mutilados directamente por el trabajo manual, lo que parece escapar del “cansancio y del esfuerzo físico” es insoportable, ya que evoca el “sueño negado” de la ociosidad y la satisfacción y, así, se perpetúa la dominación contra ellos mismos y contra todos.

En el segundo extracto, el sujeto es la racionalidad dominante a través de la organización del trabajo. Mientras el trabajo intelectual fuera útil para desarrollar las fuerzas productivas hasta el punto de que la configuración de la técnica permitiera la fragmentación del trabajo y la profundización de la alienación, todavía era tolerado. Una vez alcanzada esta etapa, cuya consecuencia es la uniformidad en los distintos sectores de producción, ésta, que aún presenta diferencias, se vuelve innecesaria. El pensamiento contribuyó a producir uniformidad dentro de sus dominios, contribuyendo a sellar su caída, pero expresa además la posibilidad de que no sea una mera profesión socialmente útil.

El avance de la técnica y la uniformidad del trabajo son las bases para cumplir la promesa de superar el exceso de esfuerzo y sacrificio. La sospecha sobre el pensamiento, la idea de que está “pasado de moda”, es la desconfianza de que pueda sacar a la superficie esa promesa nuevamente. Como “objeto de lujo”, se refiere a aquello que no es necesario, pero promueve el confort y el placer, y permite vislumbrar las contradicciones existentes y constituir la subjetividad; de él surgen conceptos; en su ausencia, aparecen los prejuicios. En el mundo de las necesidades, si el pensamiento puede significar la posibilidad de superarlas, la alianza con lo existente resiste, suscita resentimiento y evoca la posibilidad de la libertad.

Anteriormente se trataba de la posibilidad de cambiar quién es el blanco de la violencia y quién la lleva a cabo, dependiendo de la situación histórica. Correspondiente a esto está la idea de que todos están sujetos a boleto y que las posiciones ocupadas en él son intercambiables, el ataque dirigido a un grupo puede redirigirse a otro. Esto es lo que se afirma en el elemento II: “Y como las víctimas son intercambiables según la situación: vagabundos, judíos, protestantes, católicos, cada uno de ellos puede ocupar el lugar del asesino, en la misma voluptuosidad ciega del homicidio, tan pronto como a medida que se convierte en la norma y se vuelve poderoso como tal” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 142).

Efectivamente, lo primordial es el poder, no quién lo ejerce. Esto implica que, para superar la violencia, es necesario superar el poder mismo y no reorganizarlo y redistribuirlo. Con él suceden cosas como con la libre competencia en el capitalismo. Conduce necesariamente al monopolio (Marx, 1932/2010) y siempre a la progresión del valor; independientemente de la persona de los capitalistas. No es casualidad que cualquier división de poder sea sólo un momento que tiende a revocarse y conduce a la eliminación de los menos poderosos.

Esta radicalidad de superación se encuentra en el elemento VII. Se afirma que “Las masas judías mismas son tan susceptibles a la mentalidad del boleto como cualquiera de las asociaciones juveniles que les son hostiles” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 170) y que las posiciones en el boleto son intercambiables. Sin embargo, si esto despierta la esperanza de que a los “jefes” se les pueda asignar el lugar que entonces ocupaban los judíos en el boleto antisemita, una verdadera superación está más allá de esta relatividad, porque, en este caso, “la transición (…) a una situación más humana no puede ocurrir porque el bien y el mal encuentran el mismo destino” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. .170).

Siguiendo la costumbre general de plantear lo que, en principio, debe ser discreto (justicia, libertad, humanidad) como continuo (más justo, más libre, más humano), tal vez sería apropiado decir que la situación podría volverse “más humana”. como lo hicieron los autores. Pero enseñan a no cambiar la verdad por la relatividad; en su parcialidad, lo falso está a punto de apoderarse de todo: “La verdad no tiene grados como la verosimilitud” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 160). Así como la exigencia de superar un estado en el que no hay más víctimas es superar el poder, la exigencia de una situación verdaderamente humana es superar la mentalidad del boleto y lo que lo engendra no simplemente reforma o reorienta su contenido, que es una burla del contenido apropiado a la forma cosificada del pensamiento, y que no está vinculado a ningún objeto.

En el elemento IV, se destaca la ausencia de contenido en el aspecto religioso del antisemitismo y, así como las representaciones económicas de los judíos se reinvierten cuando su base material decayó (como se discutirá), los residuos religiosos se incitan después de que la religión está “integrada”. como patrimonio” cultural” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 146) o cuando “las religiones enemigas, que alguna vez constituyeron la diferencia, se vieron transformadas en simples bienes culturales, gracias a una asimilación exitosa” (Horkheimer & Adorno, 1947). /2006, pág. 170), según consta en el elemento VII. La esterilidad del contenido de la “fe fanática” se describe de la siguiente manera: “no es otra cosa que la fe amarga que una vez ayudó a los desesperados a resistir, sólo que su contenido se ha perdido. Esto sigue alimentando sólo el odio hacia aquellos que no comparten la fe” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 146).

En el fundamento económico del antisemitismo, analizado en el elemento III, se encuentra la ausencia de contenidos propios de la persecución. Este pasaje retrata el proceso en el que la dominación, habiéndose utilizado de los judíos (intermediarios del sistema en posición de comerciantes), los convierte en chivos expiatorios, disfrazando, a través del sector de la circulación, la explotación practicada en la producción. Es en la etapa de dominación manifiesta, cuando tales intermediarios ya no son necesarios, que la sociedad reinvierte sus representaciones económicas, culpándolas de lo que reproduce directamente.

Si incluso la antigua base económica se ha derrumbado –cuando existió, funcionó como una “apariencia socialmente necesaria” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 144) – la acción llevada a cabo en su nombre carece de contenido y, por lo tanto, es difícil dejarse disuadir. Este argumento del elemento VII se encuentra en el elemento III; a continuación se presentan ambos: “Es precisamente porque la psicología de los individuos y sus contenidos sólo se producen a través de los esquemas sintéticos proporcionados por la sociedad que el antisemitismo contemporáneo adquiere una naturaleza vacía e impenetrable. El intermediario judío sólo se convierte realmente en la imagen del diablo después de que éste ha dejado de existir económicamente”. (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, pp. 169-170) (elemento VII)

Ellos [los judíos] introdujeron formas de vida capitalistas en diferentes países y se atrajeron el odio de aquellos que tuvieron que sufrir bajo ellos. Debido al progreso económico, que hoy es su pérdida, los judíos siempre fueron una espina clavada en la carne de los artesanos y campesinos, a quienes el capitalismo había desclasificado. Ahora, experimentan en carne propia el carácter exclusivo y particular del capitalismo. Atrás quedan los que siempre quisieron ser los primeros. (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 145) (elemento III).

La idea de que el intermediario judío había dejado de existir ya está presente en el elemento III, cuando muestra la pérdida material y el consiguiente sufrimiento sufrido por los judíos. En el momento del triunfo de la sociedad sobre las particularidades, de la totalización de proporción económico y el anonimato producido por la concentración, el judío se particulariza: “(…) esta sociedad, en la que la política ya no es sólo un negocio, sino que el negocio es toda la política – esta sociedad se indigna contra el mercantilismo retrógrado del judío y lo designa como el materialista, el narcotraficante, que debe retirarse ante el fuego sagrado de quienes construyeron el negocio en algo absoluto”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 143)

Los rasgos de la organización social injusta están condensados ​​en los judíos, por lo que son despojados de cualquier otra cualidad, degradados “a especie”, “designados indistintamente como 'el judío'” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 145 ). Es notable la centralidad de la sociedad como aquello que delimita y designa un objetivo. Este acto de “designar” se refiere a los predicados de entradas, dictado por grandes agencias. En inglés el verbo es etiquetado, que significa adjuntar una pieza de material a algo: una etiqueta (Etiqueta) – con información.

Además, más importante que el significado psicológico es la función social de este objetivo, como se señala en los elementos III y VII: “Por eso la gente grita: “¡atrapen al ladrón!” y señala al judío. De hecho, es el chivo expiatorio, no sólo de maniobras y maquinaciones particulares, sino en el sentido más amplio en el que la injusticia económica de toda la clase se desquita con él”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 144)

Cuando las masas aceptan la boleto reaccionarios que contienen el elemento antisemita, obedecen a mecanismos sociales en los que las experiencias de cada persona con los judíos no tienen importancia. De hecho, se ha demostrado que las posibilidades de antisemitismo son tan grandes en las regiones libres de judíos como lo son incluso en Hollywood. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 165)

Si en el primer extracto se sigue describiendo al judío como objeto de dispositivos privados, ya se perfila la inclinación genérica a ser un objetivo social (tomado en lugar de clase) y despreciar las “experiencias de cada persona”, como se afirma en el segundo. extracto. La observación de la expansión del antisemitismo pone de relieve una situación en la que el mal es absoluto en el sentido de que no es una especificidad histórica de los lugares donde hubo judíos y en el sentido de que, por existir independientemente de lo que se convirtió en su objeto , no tiene restricciones. La situación de inseguridad social es generalizada entre todos aquellos que han sido (o están) marcados y ni siquiera los mecanismos de protección que genera la propia orden sirven como escudo definitivo contra la violencia: “Incluso el director judío de una cultura de confianza industrial norteamericana vive , en todo su esplendor, a la defensiva sin perspectivas de cambio” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 164); el ejemplo de Hollywood, del elemento VII, ya estaba presente en el elemento III.

Está en juego la insaciabilidad del mal. la mentalidad de boleto es hostil a la vacilación y a la duda, rasgos del espíritu, de la mediación entre el deseo, las exigencias sociales y la conciencia. El texto de Lowënthal (1945-1946) y el elemento VII evocan a Hamlet como un registro de vacilaciones, un “signo de pensamiento y de humanidad” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 169).

Atrofiado el espíritu que constituye la diferenciación, destaca la brillantez sin matices de la decisión, que no se toma individualmente: “Cuando la apariencia de una decisión aún se deja al individuo, ya está esencialmente predeterminada” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, pág. 168); siendo llamado a actuar. El mal se vuelve insaciable, al no constituirse el individuo capaz de autoconciencia y autodeterminación, instancia de razón; su presencia protegía la expectativa de poner fin al mal; así, en su ausencia, el mal continúa sin contenerse.

La propensión a la “insaciabilidad del mal” (elemento VII) aparece en el elemento V: “Ellos (demagogos y líderes de campo) reproducen en sí mismos la insaciabilidad del poder que temen. Todo debe ser usado, todo debe pertenecerles. La mera existencia del otro es motivo de irritación. Todos los demás son “demasiado espaciosos” y hay que devolverlos a sus límites, que son los límites del terror ilimitado. Quien busca refugio no debe encontrarlo; A quienes expresan lo que todos aspiran, paz, patria, libertad, es decir, nómadas y atracadores, siempre se les ha negado su derecho a la ciudadanía. Lo que temen les será hecho a ellos. Ni siquiera el último descanso debe ser un descanso. La devastación de los cementerios no es un exceso de antisemitismo, es el antisemitismo mismo”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 151)

El rechazo de la relación con el otro –incluso el otro yo de la autorreflexión– se basa en la represión de los impulsos miméticos por parte de la civilización, tema del elemento V. La identificación trastoca la distancia esencial para la dominación y el antisemitismo persigue al “mimético”. cifras” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 151) contenidas en las idiosincrasias, a través de las cuales el antisemita intenta justificar su desprecio por los judíos. La dominación prohibió la mimesis, pero, al no poder eliminar estos fuertes impulsos, organiza técnicamente las concesiones; el antisemita puede imitar al judío siempre que esto culmine en su destrucción: “El impulso rechazado está permitido en la medida en que la persona civilizada lo desinfecte mediante su identificación incondicional con la instancia que lo rechaza” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, pág.152).

Aquí leemos una coordinación extrínseca de impulsos: la identificación total con la “instancia de rechazo” es el fin y la autorización del “impulso rechazado” es el medio; Los residuos psicológicos son explotados por el sistema político fascista. La comprensión en relación a la paranoia presente en el elemento VI es similar: “Para el paranoico habitual, su elección no es libre, sino que obedece a las leyes de su enfermedad. En el fascismo, este comportamiento es adoptado por la política, el objeto de la enfermedad se determina de manera realista, el sistema alucinatorio se convierte en la norma racional del mundo y la desviación se convierte en neurosis”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 154)

De entrada se puede observar la expropiación psíquica realizada en la mentalidad del boleto. Esto se refuerza con este mordaz pasaje del elemento V: “Poco importa si los judíos realmente todavía tienen como individuos esos rasgos miméticos que causan una infección maligna, o si estos rasgos simplemente se les imputan. Tan pronto como los dueños del poder económico superan su miedo a emplear administradores fascistas, la armonía de la comunidad racial se produce frente a los judíos (Volksgemeinschaft)… Sólo así, bajo la apariencia de acusación, puede resurgir en su conciencia el deseo subliminal de los nativos de volver a la práctica mimética del sacrificio. Y cuando todo el horror de los tiempos primitivos abolidos por la civilización es rehabilitado como un interés racional proyectado sobre los judíos, no hay forma de detenerlo. Ahora se puede poner en práctica, y la realización del mal todavía pesa más que el contenido maligno de la proyección”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 153)

La presencia concreta de los personajes destacados para movilizar la persecución ya no es decisiva, basta con que sean atribuidos por las autoridades competentes y como reacción a este objeto falsamente designado se forma la masa responsable de su aniquilación. Vale señalar que la regresión ya es drástica: el progreso de la alienación permitió que la dominación regresara a la naturaleza, obteniendo licencia para el deseo de volver al sacrificio directo. La naturaleza imparable del antisemitismo proviene de esta conexión entre lo extremadamente indiferenciado y la racionalidad. Imparable porque es autorización por la racionalidad (irracional) de tendencias a las que el proceso civilizador debería haber hecho justicia, pero que fueron represadas.

Es un interés racional por la irracionalidad psíquica, pero la destructividad social liberada es incluso mayor que los horrores psíquicos explorados: “Las fantasías racistas sobre los crímenes de los judíos, sobre los infanticidios y los excesos sádicos, sobre el envenenamiento del pueblo y la conspiración internacional , definen exactamente el sueño del antisemita y no llegan a cumplirlo”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 153)

La realización cumple más que el deseo onírico, tiende a algo peor, por lo tanto, responde a determinantes que atienden al contenido proyectivo de la irracionalidad individual, pero no se limitan a él. Se cuestiona, a partir de la hipótesis propuesta, si lo que aún no había sido nombrado en el elemento V, pero que permitiría comprender cómo el horror es capaz de superar el “contenido maligno de la proyección”, no sería la mentalidad del boleto y su vacío; Este concepto expresa la existencia de inclinaciones más degradadas que las presentadas en el contenido de entradas y la existencia de un esfuerzo desesperado por dejarse engañar por las mentiras explícitas que éstas sostienen, esfuerzo que, como se ha dicho, implica una entrega ciega a cualquier violencia que permita convertir la mentira en realidad o disfrazar su falsedad: “ Pero, si el boleto progresista tiende hacia algo peor que su contenido, el contenido de boleto fascista está tan vacío que sólo puede mantenerse en pie –como sustituto de lo mejor– gracias a los esfuerzos desesperados de aquellos que han sido derrotados. Lo horrible es la mentira manifiesta y, sin embargo, persistente”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 171)

Entre estos “esfuerzos desesperados” está la acción de sustitutos de los mecanismos psicológicos, sustitutos porque conservan su forma y sus efectos, pero operan en un momento de deterioro psicológico. En el elemento VI, la racionalización es tratada de esta manera: “El individuo obsesionado por el deseo de matar siempre ha visto en la víctima al perseguidor que lo obligaba a una desesperada y autodefensa, y los imperios más poderosos siempre han considerado a los más débiles. vecino como una amenaza insoportable, antes de caer sobre ellos. La racionalización era una finta y, al mismo tiempo, algo compulsivo”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 154)

El deseo es indiferenciado (deseo de matar) y no se refiere a atributos de los objetos, sino que los adultera. Pero, aunque la racionalización se entiende como un simulacro, se impone de manera ineludible y compulsiva; característico de una pulsión sin objeto. Este aspecto anobjetal también se denuncia en la falsa proyección de un comportamiento paranoico antisemita: “Los objetos de fijación son intercambiables como figuras paternas en la infancia; cualquiera servirá, siempre y cuando se mantenga; el delirio de la búsqueda de referencias gira hacia todo sin referencia alguna” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, pp. 158-159). Lo que para el individuo es un vacío instintivo se convierte en material de manipulación por parte de la sociedad y se mantiene así mediante el encarcelamiento en un orden en el que la búsqueda de protección es alucinatoria porque la amenaza es extrema: “La proyección está automatizada en los hombres, al igual que otros ataques y ataques”. funciones de protección, que se convirtieron en reflejos” (Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 155).

La dinámica de la libido es destituida por la presión de la supervivencia y como el individuo ha declinado a la condición de mero organismo, sólo lo que puede ser reflejo y secundario importa; la comprensión de la proyección automatizada del elemento VI se refuerza en el elemento VII: “La paranoia ya no persigue su objetivo basándose en la historia clínica individual del perseguidor; convertido en un existencial social, primero debe insertarse en el contexto confuso de las guerras y las coyunturas, ante los camaradas de la ideología racista (Volkegenossen) las personas psicológicamente predispuestas pueden precipitarse, como pacientes, interna y externamente sobre sus víctimas”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 170)

En el elemento VI, la proyección se entiende como un momento crucial del conocimiento, no sólo como un mecanismo de defensa psicológica. Para percibir la realidad, el sujeto se proyecta sobre ella, se entrega en forma de juicios y de comprensión y media entre la percepción y lo percibido, limitando la proyección. La coordinación de la proyección hace justicia al objeto y al sujeto. Con esto, Horkheimer y Adorno (1947/2006, p. 156) sostienen la tesis de que “Lo patológico en el antisemitismo no es el comportamiento proyectivo como tal, sino la ausencia de reflexión que lo caracteriza”.

Este desplazamiento del aspecto psicológico pone de relieve lo que se puede oponer al antisemitismo: la reflexión. Su supresión aparece en el elemento VII, al final del ensayo, como decisiva para la conservación del horror de la boleto fascista: “Aunque no admite ninguna verdad con la que pueda ser confrontada, la verdad aparece negativamente, pero de manera tangible, en toda la extensión de las contradicciones de este boleto; De esta verdad, quienes están privados del poder de juzgar sólo pueden ser separados por la pérdida total del pensamiento. La Ilustración misma, en plena posesión de sí misma y transformándose en violencia, podría romper los límites de la Ilustración”. (Horkheimer y Adorno, 1947/2006, p. 171)

Consideraciones finales

En español, la última frase del extracto citado no menciona la transformación de la Ilustración en “violencia”: “Esta es la Ilustración misma, por sí misma y en proceso de convertirse en fuerza material, la instancia que podría romper los límites de la Ilustración.”(Horkheimer & Adorno, 1947/2006, p. 250). Nos referimos a esta traducción porque, comparando las versiones, surge una comprensión: la clarificación libre de la tutela de la dominación puede recuperar la capacidad de objetivar la razón como fuerza material, superando los límites cuyo no confrontar mantiene obstaculizada la emancipación.

La violencia de esta objetivación no significa barbarie; es necesaria cierta fuerza para rescatar la esperanza que ha estado escondida, la esperanza de dejar de ser perseguidos y de no tener que perseguir más. Como preguntó Adorno (1951/1993, p. 175): “¿No hay en cada persecución perpetrada por hombres que, con su perro, agitan a toda la naturaleza contra los más débiles, la esperanza de que los últimos rastros de persecución sean eliminados? suprimido?, que es en sí mismo parte de la naturaleza?

Esta esperanza permanece oculta gracias al resurgimiento de la dominación social y sus correlatos: la regresión psicológica y la supresión del pensamiento. La hipótesis de este artículo, que la regresión presente en la mentalidad de boleto era una tendencia contenida en el antisemitismo, permite comprender por qué el odio contra los judíos es un límite decisivo de la ilustración: el destino de los judíos es el destino de la humanidad. Si, como hemos ilustrado, existen similitudes entre varios extractos de los seis primeros elementos del texto analizado y el último, el antisemitismo del siglo XIX ya enunciaba el del siglo XX, indicando un progreso material y técnico carente de humanidad, por tanto, los individuos pueden ser aniquilados como piezas industriales desechables.

La persecución del judío contenía rastros de tendencias destructivas independientes de las características de sus destinatarios, sin gratificaciones significativas más allá de su propia capacidad de dominación, con la frialdad de los agresores incapaces de estremecerse ante sus acciones; rasgos presentes en diversas formas de violencia y persecución social. El avance de la mentalidad de boleto se debilitó la apertura de la gente a contenidos que pudieran contrarrestar estas tendencias; donde no hay contenido vivo, no hay sujeto ni objeto, pero una situación en la que todos son perseguidores y perseguidos potenciales y ninguna persecución encuentra argumentos en la razón demuestra que toda persecución es innecesaria.

* Herik Rafael de Oliveira Está cursando una maestría en Psicología Escolar y Desarrollo Humano en la USP.

*José León Crochik Es profesor titular jubilado del Instituto de Psicología de la USP. Autor, entre otros libros, de Teoría crítica de la sociedad y la psicología. Algunos ensayos (Junqueira y Marin). [https://amzn.to/47xsPud]

La versión original de este trabajo fue publicada por la revista Subjetividades.

Referencias


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Nota


[i]Las traducciones consultadas en español e inglés de la Elementos del antisemitismo presentar las formulaciones tal como fueron escritas en 1944. El extracto citado fue formulado, en 1944, como: “La persecución de los judíos, como la persecución en general, es inseparable de la sociedad de clases” (Horkheimer & Adorno, 1947/1998, p. 215).


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