por PIERRE DARDOT*
Introducción al libro recién editado.
Una revolución contra el neoliberalismo
Lunes 7 de octubre de 2019, alrededor de las 18 horas: entrevistado por CNN Chile, el Ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine, anuncia que el precio del boleto del metro de Santiago aumentará en 30 pesos, minimizando, al mismo tiempo, el impacto de la medida en la vida cotidiana de los usuarios del metro. De hecho, desde el 6 de octubre, un día antes del anuncio, ya estaba vigente la nueva subida de precios para el servicio de metro en horas punta. Para medir adecuadamente este incremento, el tercero del año, es necesario tener en cuenta que dos boletos por día cuestan mil 1.790 pesos, lo que, en la escala de un mes, equivale a 35.600 mil 12 pesos, es decir, alrededor del XNUMX% del el salario mínimo.1
También hay que tener en cuenta que el aumento anunciado sólo se aplica en las horas punta, cuando muchos trabajadores toman el metro para ir y volver del trabajo. La tarifa del metro se define en base a tres horarios: bayo, Valle e punta. Solo estudiantes y adultos mayores pagan tarifa fija (230 pesos, a octubre de 2019). oh bayo corresponde al intervalo entre las 6:00 am y las 6:59 am y entre las 20:45 pm y las 23:00 pm; oh Valle aplica de 9:00 am a 17:59 pm y de 20:00 pm a 20:44 pm; oh punta, entre las 7:00 y las 8:59 y entre las 18:00 y las 19:59. El ministro vaticinó un aumento del precio de los horarios Valle e punta y, proporcionalmente, la reducción del precio del tiempo bayo.
La responsabilidad neoliberal del individuo
Esta modulación diferenciada de las tarifas según la hora del día permite al ministro argumentar que la medida no está dirigida en modo alguno a los más pobres. Tres veces en la misma entrevista, el ministro recalca la misma idea, formulada de diferentes maneras: “Quien se levanta temprano puede beneficiarse de un billete reducido”, “Quien sale temprano y toma el metro a las 7 de la mañana tiene la posibilidad de pagar una tarifa más baja”, “Se abrió un espacio para ayudar a los madrugadores a pagar una tarifa más baja”.
Además de su naturaleza provocativa, estas respuestas a las preguntas de un periodista revelan perfectamente el espíritu neoliberal que frecuentemente ha animado las políticas de los gobernantes de Chile durante décadas. Con estos elementos del lenguaje lo dice todo: es necesario incentivar económicamente a los trabajadores a despertarse más temprano.2 Es un canto al oído de todos: “Si te levantas demasiado tarde, es toda tu responsabilidad, tú tienes la culpa”. En otras palabras, se trata de responsabilizar a cada individuo de la sanción económica que pueda sufrir y hacer creer que todo depende, al final, de la conducta que personalmente elija adoptar.
Este es un rasgo característico del neoliberalismo que va mucho más allá de las fronteras de la experiencia chilena, aunque, desde el principio, encontró en esa experiencia una expresión muy típica: el neoliberalismo de ninguna manera se reduce a una doctrina académica importada de la Escuela de Chicago, o incluso una política económica inspirada en esta doctrina; es una forma de vida única, definida por la exigencia de elegirse a uno mismo en condiciones que están más allá de la elección.
El 7 de octubre, alrededor de las 14 horas, los estudiantes realizaron la primera acción de rechazo al pago, invadiendo la estación Universidad de Chile, haciendo de esta negativa, según sus propias palabras, “una forma más de luchar”. Del 00 al 7 de octubre, manifestaciones puntuales de estudiantes ocupan estaciones de metro, sin dar paso aún a acciones coordinadas a escala metropolitana. Las cosas cambian el 18 de octubre. Lo que sorprende al observador en las primeras horas de ese día no es la efervescencia de un motín, sino sobre todo el silencio que reina en las calles, un silencio extraño y muy raro.
Pero, alrededor de las cuatro de la tarde, al salir de la escuela, las primeras multitudes improvisan en la entrada de las estaciones de metro: los estudiantes invitan entonces a la gente a saltar los torniquetes sin pagar, y la multitud crece a medida que la gente que sale del trabajo ve lo que sucede y decide. para unirse al movimiento. Hay en esto una espontaneidad que desafía todos los cálculos y todas las estimaciones. La calle eventualmente será bloqueada por manifestaciones masivas que tendrán lugar todos los viernes. Este es el comienzo de la extensión de la revuelta a otras capas sociales.
Por supuesto, no han faltado iniciativas estudiantiles desde las primeras manifestaciones de oposición a Augusto Pinochet en 1984. Especialmente las acciones para bloquear escuelas son una especie de tradición, por lo que los estudiantes están acostumbrados a este tipo de acciones e intervenciones que llevan la huella. de una inventiva ligada a una irrupción política que no es, en sí misma, nueva.
El estudiante de secundaria desaliñado (chascón) forma parte desde hace mucho tiempo de la iconografía de las movilizaciones sociales. Ha habido movimientos estudiantiles en el pasado por la gratuidad del transporte, pero sería un error establecer una relación causal directa entre estos movimientos y el surgimiento del 18 de octubre de 2019: estos movimientos ciertamente dejaron huellas duraderas, pero no es la acción clandestina. de estas marcas que explica que la revuelta fue provocada por el precio de los billetes de metro. No es el pasado el que resurge, obligando a los actores a extraer de él las reservas de un sentido que faltaría cruelmente en el presente, sino, por el contrario, es la irrupción de lo nuevo lo que, retrospectivamente, da sentido al pasado. , sacando a la luz la continuidad de una política .
“¡No hijo 30 pesos, hijo 30 años!”3
Más precisamente, lo que emerge es una conciencia activa de la estrecha relación entre esta medida adoptada por un ministro por el Presidente Piñera y la continuidad de la política practicada por los sucesivos gobiernos de Chile a lo largo de décadas. Un buen ejemplo de esto es la frase que resuena en todos los sectores sociales que participan en el movimiento e incluso más allá: “¡No son 30 pesos, son 30 años!”. Los “30 años” se refieren a las tres décadas de 1989 a 2019, los años de la Concertación, el sistema multipartidista de gobierno político, que incluye al Partido Demócrata Cristiano (DC), el Partido Socialista (PS) y el Partido por la Paz. la Democracia (PPD), creada tras la salida de Pinochet, con el objetivo de preservar el núcleo del sistema Pinochet de cualquier desafío, bajo el pretexto de asegurar una “transición democrática”.
En los días posteriores al anuncio del aumento, periodistas de la televisión abierta recogieron testimonios de partidarios del movimiento y todos coincidieron en la misma melodía: “¡No podemos más! ¡Han pasado 30 años! Tal conciencia excluye la disociación escolástica entre causa ocasional (los 30 pesos) y causa profunda (la gestión de la Concertación): es en una inmediatez brutal que los 30 pesos revelan el sistema implacable que se ha perpetuado sin interrupción desde 1989.
El “Despertar de Octubre”, expresión popular que es mucho más que una simple metáfora, puede entenderse como el final de una larga pesadilla, no como una repentina conciencia del carácter neoliberal del sistema, adquirida mucho antes y ampliamente compartida, sino como respuesta largamente demorada a una promesa incumplida por la Concertación: en el referéndum de 1989, el eslogan en forma de estribillo mediante el cual la Concertação llamaba a la gente a decir “no” a Pinochet era “la alegria llega” (“La alegría viene”). Ahora el alegría La promesa nunca llegó, y el Despertar de Octubre es, ante todo, una respuesta a esa promesa hecha por la Concertación durante 30 años. El Despertar de los chilenos se consuma a través de la acción colectiva.
Al contrario de lo que suele decirse, la espontaneidad no sólo no excluye en modo alguno la conciencia política, sino que va acompañada de una cierta planificación. No hubo un plan político impulsado por un grupo u organización, pero sí, sin duda, una planificación de acciones. Los objetivos elegidos en los primeros días del movimiento revelan una selección totalmente deliberada.
Las instituciones atacadas son, además de las 164 estaciones del metro de Santiago, grandes centros comerciales, supermercados y bancos (una sucursal del Banco de Chile fue el primer objetivo), que vendían sueños de realización personal a través del crédito. El objetivo aquí es nada menos que el corazón del sistema neoliberal implementado por la dictadura, que ha transformado profundamente las vidas de millones de chilenos. Aún así, lo que llama la atención es hasta qué punto este sistema, lejos de limitarse a la “superestructura” política, se ha convertido, con el tiempo, en parte integral de la experiencia cotidiana de los chilenos.
En este sentido, es posible hablar no sólo de una experiencia chilena de neoliberalismo, sino también de una experiencia neoliberal vivida masivamente por los chilenos. En otras palabras, en el caso de Chile, el neoliberalismo no es sólo un objeto de experiencia que puede mantenerse a distancia para ser analizado desde todos los ángulos; también penetró las capas de la experiencia y la moldeó persistentemente, generando lo que podría llamarse fatiga existencial, combinada con un sentimiento de frustración, alimentado por una precariedad persistente.
Esto es lo que explica por qué, aunque la tarifa fija los protege del aumento de los precios de los billetes, los estudiantes están a la vanguardia del movimiento y reciben un apoyo inmediato y masivo de la población. En la referencia a “30 años”, es la subjetividad de la revuelta la que encuentra expresión. Es como si los manifestantes dijeran: “¡Nos engañaste durante 30 años, nunca cumpliste tus promesas y hoy estamos en las calles para decir basta!”
Desde este punto de vista, el gobierno de Piñera simplemente se acomoda a un sistema implementado por sus predecesores. Sin embargo, de ninguna manera se libra de su responsabilidad. Al contrario, se le considera responsable de la perpetuación de este sistema. La referencia a “30 años” asocia directamente el sufrimiento vivido en el día a día con la gestión política de distintos gobiernos, incluido el de Piñera.
El 8 de octubre, en un programa popular y de gran audiencia, Piñera afirmó: “En medio de una América Latina convulsa, nuestro país es un verdadero oasis. […]. Tenemos una democracia estable, el país está creciendo, estamos creando 176 mil puestos de trabajo al año, los salarios están aumentando. […]. Cuantas más crisis veo, más tenemos que apreciar a nuestro país”.
El mismo día, en una entrevista con CNN Chile, el ministro Felipe Larraín Bascuñán no dudó en elogiar la estabilidad del índice de precios al consumidor, invitando a los “románticos” a aprovechar la caída del precio de las flores, como si esta caída pudiera compensar el aumento del precio de los billetes de metro. Para la mayoría de los chilenos, toda esta letanía es insoportable. Por eso, desde el principio, la exigencia que dominó las consignas no fue la acusación, sino la renuncia de Piñera. Hay una diferencia abismal entre ambos: el acusación pondría el destino del presidente en manos del Congreso, mientras que la renuncia es una exigencia política incondicional, que prescinde de los procedimientos legales previstos en la Constitución de 1980, la misma que impuso Pinochet bajo el régimen dictatorial que siguió al golpe de Estado de 1973. .
Aislamiento gubernamental
Desde un principio, el gobierno ha buscado criminalizar las acciones de estudiantes secundarios y universitarios. El 16 de octubre, la Ministra de Transportes, Gloria Hutt, amenaza públicamente a los estudiantes que participen en estas acciones con suspender los beneficios derivados de sus tarjetas nacionales de estudiante. La noche del 16 al 17 de octubre, el director del metro,4 Clemente Pérez, perfecto representante de la Concertação, ya había expresado su arrogancia y desprecio al dirigirse a los estudiantes manifestantes en estos términos, en una entrevista en la televisión nacional: “Lo que están haciendo”, dijo, “no funcionó”.
O, más comúnmente: “cabras, estoy en prision(literalmente: “Chicos, eso no prendió”, en el sentido de que una cerilla “se prende”).5 Pero, como muestra la aceleración de los acontecimientos, el partido, por el contrario, se incendió muy rápidamente. La frase fue frecuentemente ridiculizada durante las manifestaciones.
El 19 de octubre, Piñera decreta el estado de emergencia y nombra a un general de división como jefe de la Defensa Nacional. El 20 de octubre, mientras se multiplicaban los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas represivas, declaró a la nación en guerra contra “un enemigo poderoso e implacable que no respeta nada ni a nadie” y que está “dispuesto a utilizar la violencia y la delincuencia ilimitada”.
Vale la pena detenerse un poco en esta construcción discursiva del enemigo, que no es precisamente nueva en la historia del neoliberalismo, pero que cobra aquí un significado particular. Desde su formación en la década de 1930, el neoliberalismo ha caracterizado a sus enemigos –el socialismo, el Estado de bienestar y el sindicalismo– como enemigos “civilizacionales”.6 Existe una clara diferencia con el concepto de enemigo desarrollado por Carl Schmitt en 1932, según el cual es una decisión absolutamente primitiva, irreductible a cualquier norma civilizatoria, la que constituye al enemigo como tal, hasta el punto de que el concepto de guerra está subordinado al de un enemigo.7 Para los doctrinarios del neoliberalismo, se trata de una relación de antagonismo con la “civilización occidental”, entendida en su supuesta permanencia como tradición, un conjunto de valores (incluida la competencia de mercado) y religión, en contraposición al igualitarismo.
Esto no impide que el neoliberalismo sienta la necesidad de encarnar a este enemigo en figuras diferentes, adaptadas a cada situación. Se trata de una segunda identificación que opera lo que podría llamarse una instanciación (o ejemplificación) de la primera identificación a través de la oposición a la civilización (hoy, por ejemplo, vemos la enemistad de las minorías raciales y de género).
En el caso de Chile, a principios de los años 1970, la junta militar identificó al “marxismo” o “comunismo” como un enemigo mortal de la nación al que había que combatir sin piedad, no sin un interés puramente político en el contenido de la “doctrina”.8 Esta segunda identificación, lejos de ser secundaria, es esencial para la construcción discursiva del enemigo. Su fracaso compromete la primera identificación. ¿Qué pasará cuando estalle el levantamiento en 2019?
La declaración del estado de guerra interna el 20 de octubre, incluso en sus términos y más allá de la dramatización retórica circunstancial, es significativamente embarazosa: si estamos en guerra contra “un enemigo poderoso y peligroso”, como dice el presidente, ¿qué cara pone eso? ¿Tiene enemigo detrás de los disturbios del 18 de octubre? ¿Podemos equiparar a los jóvenes de 15 a 18 años que bloquearon el metro y atacaron bancos y grandes almacenes con el enemigo habitual, el “marxismo” y el “comunismo”? ¿Deberíamos culpar a una conspiración tramada en el extranjero?
A pedido del gobierno, y con base en un análisis de las redes sociales, una agencia privada concluyó que el movimiento fue organizado por “mapuches entrenados por Cuba y Maduro”. La derecha llega incluso a utilizar el término “Chilezuela” para denunciar el riesgo de un régimen autoritario al estilo venezolano. Las palabras de Piñera, sin embargo, están elegidas de tal manera que sugieren que este enemigo es fundamentalmente siempre el mismo: el que ataca la propiedad privada y el Estado.
Pero esta retórica gubernamental es vacía y sin credibilidad alguna, precisamente porque no logra darle un rostro al enemigo, es decir, no instanciar al enemigo civilizacional en una figura concreta, tangible para todos. Lo que sigue muestra hasta qué punto esta incapacidad es sintomática del completo aislamiento político de Piñera.
La actitud de los partidos políticos.
La mayoría de los partidos políticos, incluidos los de izquierda tradicional, adoptan una actitud conservadora, que se manifiesta en el lema "llamado al orden". Los partidos de la Concertação – PS, DC y PPD –, así como el Partido Radical (PR), condenan las acciones de bloqueo del metro. Su mensaje a los jóvenes alborotadores es invariable y se puede resumir en lo siguiente: “Ocupémonos de esto nosotros, los políticos profesionales”. Las cosas empiezan a cambiar con la gran manifestación del 25 de octubre que reúne a un millón de personas en Santiago. A partir de ese día, incluso la derecha comenzó a sumarse al movimiento, incluido el Unión Democrática Independiente (UDI), partido fundado en 1987 por Jaime Guzmán, el padre de la Constitución de 1980.
¿Cuál es la actitud de las demás formaciones a la izquierda de las fuerzas de la Concertación? Son esencialmente el Partido Comunista (PC) y el frente ancho (ADMIRADOR). En la persona de Camila Vallejo, portavoz del movimiento estudiantil en 2011 y diputada desde 2014, el PC apoya al movimiento desde el principio y se organiza para intentar aprobar leyes a favor de los trabajadores, contra el capital (en particular, aumentos salariales, reducciones jornada laboral a 40 horas y reforzar el papel de los sindicatos).
O frente ancho No es un partido político en el sentido más estricto. Se trata de una formación reciente (fundada en 2016) que reúne a varios partidos pequeños en una coalición.9 Sorprendido por el alcance de la movilización, la apoya, pero luego se ve dividido por un debate interno sobre la legitimidad de la violencia: ¿es justificable el uso de la violencia física por parte de los jóvenes en primera línea, o debe ser condenado, desligándose de , al mismo tiempo, de la actitud conservadora de los partidos de la Concertação? El hecho de que el debate se centre en la cuestión de la legitimidad de la violencia, mientras que la represión de carabineros cayó brutalmente sobre el movimiento,10 dice mucho de las vacilaciones y debilidades de las posiciones del frente ancho en los primeros días del levantamiento.
A los ojos de algunos activistas Izquierda Autónoma (I A),11 No hay tarea más urgente que instalar la revuelta a largo plazo estableciendo un punto de confrontación política con el gobierno. Publican una serie de textos sobre el movimiento, entre ellos, el 8 de noviembre, un documento de orientación titulado “Poner fin a la Constitución de 1980, el desafío de superar la revuelta”. En este sentido, la superación de la revuelta debe entenderse como la superación de la ilusión de una reanudación permanente e indefinida de la movilización, a razón de un viernes a la semana, una reanudación intermitente que condenaría el agotamiento y la derrota.
Una revolución popular
Para comprender esta percepción de la situación es necesario considerar un hecho de la historia nacional que ronda la memoria de cientos de miles de chilenos: la represión del movimiento obrero y popular por parte del Ejército no comenzó en septiembre de 1973, ya había Golpeó a los campesinos que iban a trabajar a las minas del norte del país, en Antofagasta e Iquique, desde finales del siglo XIX. En 1890 y 1898-1903, las huelgas en las minas salitreras de Iquique fueron duramente reprimidas por el Ejército y la Armada, y así fue nuevamente en 1906 y 1907, cuando las huelgas se multiplicaron por todo el país, extendiéndose a la región de Iquique.
La masacre de Santa María fue el colofón: los mineros y sus familias, entre mil y tres mil personas, fueron asesinados por el Ejército en la escuela y en las calles de un pueblo.12 Entonces, cuando Piñera decide enviar vehículos blindados para patrullar las calles y asustar a los manifestantes, despierta viejos traumas, y no sólo los de la generación de los años 1970, que vivió el golpe de Estado de Pinochet. Lo que está en juego es la historicidad del trauma como “huella psíquica de un acontecimiento trágico”.13 lo cual está muy lejos de una supuesta constancia insensible a las variaciones de la historia. Este rasgo vuelve a rondar el presente en octubre de 2019, pero no provoca una parálisis de la acción colectiva, sino todo lo contrario.
No sirve de nada: con el paso de los días, el “torbellino de octubre chileno” afecta a sectores cada vez más amplios de la sociedad. Desde los primeros días las feministas jugaron un papel decisivo, posicionándose como protagonistas. El 25 de octubre, a las Plaza de la Dignidad, en Santiago, una gran manifestación reúne a un millón de personas. Es en esta misma plaza donde se iza la bandera mapuche sobre la estatua del general Baquedano, símbolo inmortalizado en una fotografía que instantáneamente pasó a la historia: este general se había distinguido en la guerra contra los mapuche a finales del siglo XIX. Siglo 19.
En este fenómeno, el papel de cabildos, que surgen como resultado del movimiento y su expansión. la institución de cabildo, encargada de la administración urbanística y heredada de la Castilla medieval, es muy antigua en Chile. En situaciones de crisis, esta asamblea está abierta a todas las personas notables.14 Pero el Octubre chileno le da otro significado radicalmente democrático: el de una asamblea autoconvocada abierta a todos los ciudadanos de un barrio o localidad, en la que prevalece la práctica de la deliberación colectiva.
La composición social de estas asambleas también indica algo significativo: incluyen trabajadores comunitarios, feministas, activistas por los derechos de los animales, activistas por los derechos de los niños, trabajadores de la educación y trabajadores textiles. Allí, una vez más, vemos hasta qué punto la recuperación de una forma antigua, lejos de condenarla a la repetición, puede significar una reapropiación inventiva que le confiera un contenido nuevo.
Sin duda, por todo esto, en pocos días, el movimiento de Octubre chileno adquirió carácter de revolución. Con este término no nos referimos a la toma del poder del Estado por un partido que lidera una insurrección armada. Por más clásico que sea, este significado exagera la centralidad del Estado y, por ello, pasa por alto lo esencial: la capacidad de la sociedad para transformarse.
Como escribe Castoriadis, “la revolución no es sólo un intento explícito de reinstituir la sociedad. La Revolución é esta restitución a través de la actividad colectiva y autónoma del pueblo o de una gran parte de la sociedad”.15
En otras palabras, la “revolución” es, ante todo, un movimiento de autoinstitución de la sociedad. En el ejemplo chileno, esta contestación a la sociedad establecida se llevó a cabo en nombre de un imaginario instituyente que se nutre en gran medida de las fuentes de la democracia. La centralidad rápidamente adquirida por la exigencia de una nueva Constitución y, por tanto, la derogación de la Constitución de 1980 es un testimonio de la vitalidad de este imaginario colectivo.
El hecho de que esta impugnación solo desembocara en la creación de una nueva institución efímera, la Asamblea Constituyente (julio de 2021 a julio de 2022), y que un ciclo político terminara con la victoria del rechazo a la propuesta de nueva Constitución (la Rechazar), el 4 de septiembre de 2022, no justifica abandonar el término “revolución”. El significado más amplio que derivamos de la definición de Castoriadis (“movimiento de reinstitución de la sociedad”) no es un sentido historiográfico, sino un sentido político, que define un proceso no en términos de su resultado, sino en términos de su significado.16
El primer objetivo de este libro es inscribir esta revolución en la historia chilena, no delimitar su alcance ni reducirla a una falsa continuidad, sino, por el contrario, comprender mejor su dimensión de ruptura, constitutiva de cualquier revolución digna de ese nombre. .
Al mismo tiempo, este libro tiene otro objetivo. Por supuesto, no se trata de trasladar las lecciones del Octubre chileno a otras situaciones nacionales. Por lo tanto, evitaremos la tentación de considerar este movimiento como un modelo a seguir (por ejemplo, aplicando irreflexivamente el requisito de una Asamblea Constituyente a situaciones nacionales muy diferentes).17
Sin embargo, independientemente de la diversidad de situaciones nacionales, la izquierda enfrenta hoy múltiples desafíos, algunos de ellos, no menos importantes, de carácter estratégico.
En este sentido, el ejemplo de Chile es único, ya que ofrece un valioso campo de reflexión. La ilusión de “postneoliberalismo” (etiqueta confusa utilizada para describir a Chávez, Lula, Morales y Kirchner, entre otros) en América Latina debe dar paso a una visión más lúcida: el populismo autoritario (del cual Maduro es una versión dictatorial) y “democracia hegemónica”,18 encarnados por Andrés Manuel López Obrador, lejos de ser alternativas genuinas al neoliberalismo, como todavía les gusta pensar a algunos en Europa, tienden, por el contrario, a reforzarlo. La situación en América del Norte y Europa conduce a un diagnóstico similar: los globalistas y los nacionalistas parecen ser dos versiones complementarias del neoliberalismo.
La singularidad del Chile que se inventó en la revuelta radica en su deseo de experimentar una ruptura con el neoliberalismo globalista y el populismo autoritario en nombre de la democracia. Sólo por esa razón merece toda nuestra atención.
*Pierre Dardot Es filósofo e investigador de la Universidad de París-Nanterre. Es autor, entre otros libros, de Christian Laval, de La nueva razón del mundo (boitempo).
referencia
Pedro Dardot. La memoria del futuro. (Chile 2019-2022). Traducción: Clarissa Penna. Campinas, Editorial Unicamp, 196 páginas. [https://amzn.to/4caQR09]
Notas
- En octubre de 2019, el salario mínimo real, el de más o menos la mitad de la población activa, era de 301 mil pesos. Insistimos en que se trata del coste de dos billetes de metro al día, ida y vuelta entre casa y trabajo, y no una tarifa mensual.
- Se trata claramente de una aplicación de la política del “pequeño empujón” (empujar) preparado por partidarios del “paternalismo libertario”.
- ¡No son 30 pesos, son 30 años!
- El metro de Santiago es una empresa estatal.
- En la misma entrevista, este personaje afirma, a la ligera: “La gente es diferente, los chilenos son muy civilizados, y lo único que he visto es un gran rechazo a este tipo de actitudes. […] La gente tiene sentido común, esta protesta no fue apoyada por la población”.
- Ver Pierre Dardot et al. La elección de la guerra civil. Una otra historia del neoliberalismo. Montreal, Lux, 2021, cap. 5 (Serie Futur Proche).
- Véase Carl Schmitt. La noción de política. Teoría del partisano. París, Flammarion, 1992
- Em Nocturno del Chile, Roberto Bolaño (París, Christian Bourgois, 2002 [2000], pp. 112- -116) describe un encuentro entre generales de la junta y el padre Ibacache, miembro del Opus Dei encargado de “darles algunas lecciones de marxismo”. Pero el marxismo que obsesiona a los generales es menos el de Marx que el de Marta Harnecker, chilena vinculada al régimen de Castro y autora de un libro titulado Conceptos elementales del materialismo histórico. (1969), es decir, el marxismo adaptado a la situación latinoamericana posterior a 1968. Por otro lado, sabemos que Pinochet estaba más interesado en personajes históricos como Franco o Napoleón que en trabajos teóricos.
- Entre ellos, Revolución Democrática (RD), Convergencia Social (CS), Comunes, Partido Humanista, Partido Liberal (PL).
- En diciembre de 2019, la oficina chilena del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos determinó que, en un plazo de dos meses, carabineros habían sido responsables de al menos 113 casos de tortura, 24 casos de violencia sexual y 11 casos de “privación arbitraria de la vida y otras muertes ilegales que involucraban a agentes del Estado”. Además, 350 personas sufrieron graves lesiones faciales, lo que demuestra que “se utilizaron armas no letales de manera inapropiada e indiscriminada, violando principios internacionales” (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. “Informe de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU sobre el crisis en Chile describen múltiples violaciones a derechos humanos por parte de Carabineros y piden reformas”, 13 de diciembre de 2019). Y este es un número subestimado.
- El 8 de noviembre este grupo se integraría al partido Comunes. El término “autonomía” debe entenderse aquí no en el sentido de la autonomía del movimiento italiano de 1973-1977, sino en el sentido de autonomía política en relación con el sistema de Concertación.
- El recuerdo de esta terrible represión se conserva en una famosa obra musical interpretada por el grupo Quilapayún, la cantata “Santa María de Iquique”.
- Hervé Mazurel. L'inconscient ou l'oubli de l'histoire. Profondeurs, metamorfosis y revoluciones de la vida afectiva. París, La Découverte, 2021, p. 447 (Colección Écritures de l'Histoire).
- Así, es un estante abierto, asamblea abierta a todos los notables, que se reúne el 18 de septiembre de 1810, proclama la libertad de comercio de Chile con todos los países del mundo y convoca al primer Congreso Nacional. Y es el pueblo de Santiago, reunido en un solo estante abierto, que nombra a O'Higgins “Director Supremo de la Nación” en 1817.
- Cornelio Castoriadis. Los carrefours del laberinto, T. 3: El mundo morcelé. París, Seuil, 2000 [1990], pág. 202 (Colección Puntos Ensayos).
- El principal error de las definiciones historiográficas es caracterizar un proceso por el resultado que alcanzó: Sergio Grez considera, por tanto, que el movimiento surgido el 18 de octubre no fue una revolución política, lo que implicaría un “cambio fundamental en la estructura del poder”. , ni una revolución social, que implicaría una “profunda transformación de las relaciones sociales” (entrevista a Sergio Grez realizada por Pablo Parry, “Chile. 'La rebelión popular debe aprovechar estos meses para avanzar hacia una base más sólida de unidad política '”, Encontrar, 15 de abril de 2020). Sin embargo, desde el punto de vista de su significado, este movimiento fue innegablemente una revolución.
- En el caso de Chile, es necesario recordar que esta demanda surgió del propio movimiento social, nada que ver con una consigna generada artificialmente por los dirigentes partidistas.
- La expresión designa una democracia que pretende modificar la estructura del Estado en un sentido autoritario. Véase Alain Rouquié. Le siècle de Perón Essai sur les démocraties hegémoniques.. París, Seuil, 2016. (El autor agradece a Guillaume Boccara por proporcionar esta referencia).
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