La mediocridad de no pensar

Imagen: George Becker
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por PEDRO BENEDITO MACIEL NETO*

Tenemos que hablar fuera de la burbuja, sin miedo a las críticas, porque, créanme, estamos en el lado correcto de la historia.

Guardo en mi WhatsApp algunos “Adolfo Eichmann”. Déjame explicarte: yo lo llamo "Adolfo Eichmann” todas las personas capturadas por la mediocridad de no pensar; antes desprovistos de discurso, terminaron encontrando algo que decir en las ideas de OlavoBolsonarismo.

Me sirven como “fuente” de información y sus mensajes muestran el tamaño de las mentiras que circulan en las redes sociales, la mala educación de quienes las producen y la estupidez de quienes las difunden.

La mayoría de estas personas, hombres y mujeres de diferentes edades, tienen una alta opinión de sí mismos, tienen la mejor imagen de sí mismos, pero en realidad son malas personas, que hacen y reproducen el mal y que, al final del día, se van a casa llenos de certezas y convicciones, sin embargo, no son más que reproductores del mal que banalizan.

El concepto “banalidad del mal” fue creado por la filósofa Hannah Arendt y presentado en el libro Eichmann en Jerusalén. En él, Arendt discutía la perspectiva del mal provocado por personas desprovistas de la capacidad de pensar, incapaces de pensar por sí mismas, personas contaminadas por la lógica nazi y que, por ello, normalizaban todo el mal que vocalizaban, practicaban o sobre el que callaban.

La “banalidad del mal” sería la mediocridad del no pensar, y no precisamente el deseo o la premeditación del mal, personificado y alineado con el sujeto demente o demoníaco; sería una posición política e histórica, no ontológica; la “banalidad del mal” se instala encontrando el espacio institucional, creado por el no pensar.

En Eichmann, Hannah Arendt no vio a alguien malvado o enfermo, ni siquiera a alguien antisemita o enojado, sino solo a alguien que seguía órdenes, incapaz de pensar en lo que realmente estaba haciendo, manteniendo su enfoque solo en cumplir órdenes. Si no has leído el libro, o no quieres, puedes ver la película. Hannah Arendt - Ideas que conmocionaron al mundo.

Cuantos “adolf eichmann” ¿Sabes y ni siquiera sabías? El caso es que la violencia física y verbal de la que somos testigos, a diario, en las redes sociales y en los periódicos, proporcionaría un amplio material de estudio para Hannah Arendt. El mal normaliza y banaliza la violencia, compartiendo noticias falsas, haciendo comentarios agresivos y superponiendo amistades, familia y creencias religiosas; el mal normalizó el “ametrallemos los tiros”.

A pesar de la derrota del principal representante del mal, éste sigue sembrándose, porque, mientras está ausente el pensar, hay espacio para que se arraigue la banalización del mal. Cómo combatir el mal: pensar críticamente y compartir ese pensamiento, ponerlo en marcha, a través de la educación, no bancarizando, sino liberando.  

Cada uno de “Adolfo Eichmann” que sabemos sigue siendo víctima de manipulación, creen que hubo fraude en las elecciones, en las encuestas, que hay una dictadura en Brasil, que el comunismo es una amenaza, que la Tierra es plana, que el globalismo es demoníaco y que “en seis meses” seremos una Venezuela (¿o seremos? Al fin y al cabo, estamos en el séptimo mes y no ha pasado nada en ese sentido).

Acciones acríticas, motivadas por consenso institucional, sentido común o falta de sentido, generaron y generan violencia verbal y muchas veces física. La masa incauta, incapaz de pensar, actúa sin pensar, no ve el mal que practica, y se resiente cuando es atacada, lo que la impulsa a responder, con mayor violencia aún: se crea el círculo vicioso de la banalidad del mal.

No hay duda de que estamos viviendo una banalización de la violencia, por razones políticas, pero ¿quién o qué provocó la amplificación del mal en la sociedad?

En mi opinión, fue el oportuno no castigo de Jair Bolsonaro y de quienes, como él, no tienen vergüenza de presentarse a favor de la dictadura, el palo de guacamayo y la tortura.

A pesar de la derrota de Jair Bolsonaro, su principal representante, el mal sigue fuerte y ha perdido la vergüenza porque llevamos demasiado tiempo condescendientes: con el revisionismo, que afirma descaradamente que no hubo dictadura en Brasil; con ataques a afrodescendientes, como lo hizo recientemente un criminal de nombre Gustavo Gayer; con la estúpida afirmación de que en el país no hay racismo; con irrespeto a los pueblos originarios; con ataques a la comunidad LGBTQIA+; con misoginia y machismo; con desprecio por el tema ambiental y climático; con los que insisten en criminalizar a las periferias ya sus habitantes; con los milicianos y con quienes los adornaron; con discurso de odio; con quien rindió y rinde homenaje a un coronel torturador ya un capitán de milicias asesino; con los que no respetan nuestra latinidad; con quien llamó escoria a bolivianos y haitianos y “paraíba” y “pau-de-arara” al nororiente; con quien negó la pobreza y el hambre; con quien negó la gravedad del COVID.

Es imposible que no seamos capaces de explicar que el lema “Dios, patria y familia” tiene su origen en el integralismo de Plinio Salgado y en el fascismo de Benito Mussolini, y que aún se le agrega la palabra “libertad” al lema, como lo hizo el nazismo. ¿Podría ser que el mal es tan poderoso que no podremos decir cada "Adolfo Eichmann” que el eslogan “Brasil por encima de todo” está inspirado en el de “Alemania por encima de todo” de Adolf Hitler?

He dicho que nuestra tarea es volver a la política, no sólo con miras a las próximas elecciones, sino buscando contribuir al interminable y necesario proceso civilizatorio; tenemos que hablar fuera de la burbuja, sin miedo a las críticas, porque, créanme, estamos en el lado correcto de la historia.

Estos son los reflejos.

*Pedro Benedito Maciel Neto Es abogado y tiene una maestría en procedimientos civiles de la PUC SP. autor de Reflexiones sobre el estudio del derecho (edición Komedi).


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