Por ANDRÉ SINGER*
El Presidente de la República está tratando de reducir y, en lo posible, eliminar el sistema de pesos y contrapesos propio de nuestra organización política.
La decisión del ministro del STF, Alexandre de Moraes, de solicitar allanamiento e incautación en los domicilios de diecisiete involucrados en la investigación de noticias falsas, que se tradujo en veintinueve acciones de allanamiento y secuestro, representa una aceleración importante en la coyuntura político-institucional. Las órdenes de arresto, emitidas el 27 de mayo, surgen a raíz de una secuencia de eventos graves.
El primer dato preocupante es el contenido de la reunión ministerial del 22 de abril, dado a conocer por orden del ministro Celso de Mello exactamente un mes después, el 22 de mayo. El video hizo públicos una serie de hechos perturbadores que apuntan a una marcha autoritaria. Entre otros, hay un discurso del Presidente de la República en el que dice estar a favor de armar a la población para resistir la orientación de aislamiento social que están implementando gobernadores y alcaldes por la propagación del coronavirus, siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.
Luego, el martes 26 de mayo, la Policía Federal realizó un operativo de allanamiento e incautación en Río de Janeiro en el Palacio de Guanabara, residencia oficial del gobernador Wilson Witzel. Independientemente de que haya habido o no desvíos, lo cierto es que muchos analistas interpretaron esta acción como el primer resultado del cambio realizado recientemente en la Policía Federal, particularmente en Río de Janeiro, por el Presidente de la República.
Esto señala el uso de la Policía Federal contra un opositor político, ya que el Gobernador Witzel se ha convertido recientemente en opositor del Presidente de la República.
Finalmente, tenemos la decisión del Ministro Alexandre de Moraes de investigar mediante allanamientos y decomisos a una serie de personajes, empresarios, blogueros, etc. vinculado al Presidente de la República. Este hecho constituye un punto más en esta escalada de tensión que está involucrando a los poderes constitucionalmente establecidos en Brasil.
El sustrato de los conflictos
Se trata, en efecto, de un proceso que parte del intento del Presidente de la República de extender su propio poder, buscando disolver el equilibrio propio de la democracia entre poder y contrapoder. Está tratando de reducir y, si es posible, eliminar el sistema de frenos y contrapesos inherente a nuestra organización política, encarnado en la independencia del poder judicial y legislativo.
Jair Bolsonaro se rebela contra las limitaciones impuestas al poder ejecutivo por el poder judicial y el legislativo. Es, sin embargo, un movimiento que es recíproco porque el ejecutivo también debe limitar el poder de la legislatura y la judicatura. Este sistema fue inventado por los americanos en el siglo XVIII (y el mundo entero terminó por adoptarlo) con miras a avanzar hacia la dictadura. Constituye, por tanto, una forma de garantizar la democracia. Lo que estamos presenciando, por lo tanto, es el intento de los dos poderes, el judicial y, en cierta medida, el legislativo, de resistir una serie de acciones que se encaminan hacia una extensión del poder ejecutivo.
* André Singer Es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la USP.
Artículo elaborado a partir de una entrevista concedida a Gustavo Xavier en la radio USP.