por ANDRÉS KORYBKO*
El plan de Kiev de prohibir la Iglesia Ortodoxa Ucraniana muestra la inseguridad que existe respecto a su identidad nacional
El Consejo Supremo de Ucrania (Rada) aprobó una ley la semana pasada prohibió la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (UOC) hasta mediados del próximo año si no corta todos los vínculos con la Iglesia Ortodoxa Rusa. Kiev ha acusado a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana de estar bajo el control de la Iglesia Ortodoxa Rusa, a pesar de que la Iglesia Ortodoxa Ucraniana declaró su plena autonomía respecto de la Iglesia Ortodoxa Rusa a principios de 2022. Las autoridades prevén sustituir la Iglesia Ortodoxa Ucraniana por la Iglesia Ortodoxa de Ucrania ( OCU), que fue reconocida polémicamente como independiente por el Patriarcado Ecuménico en 2019.
Los lectores pueden aprender más sobre este complicado tema en el artículo detallado de RT agosto pasado sobre “La última cruzada: cómo el conflicto entre Rusia y Occidente impulsó una importante división en la Iglesia cristiana ortodoxa”. Sin embargo, lo suficiente para que la gente común sepa es que la OCU es parte de los esfuerzos respaldados por Occidente en Ucrania después de 2014 para crear una identidad nacional antirrusa, que incluye la restricción de los derechos del idioma ruso y la persecución arbitraria de quienes todavía lo hablan en público. .
La obra maestra de Vladimir Putin del verano de 2021”Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianosVale la pena leerlo para aquellos que quieran entender cómo surgió la identidad separada de Ucrania, aunque originalmente no radicalmente antirrusa. En pocas palabras, fue en gran medida el resultado del colapso de la antigua Rus de Kiev, después del cual su área central, conocida hoy como Ucrania, cayó bajo la influencia lituana y luego polaca. También siguieron algunas influencias austriacas, imperiales alemanas, nazis y, actualmente, estadounidenses.
A lo largo de los siglos, se desarrollaron diferencias lingüísticas entre los habitantes autóctonos de esta parte de la antigua civilización estatal y sus confines nororientales, de donde surgió el futuro Imperio ruso, que, combinado con diferentes experiencias históricas, formó una identidad ucraniana diferente. En lugar de celebrar su cercanía a Rusia debido a sus raíces comunes, los ultranacionalistas se esforzaron por exagerar e incluso inventar diferencias para formar un “nacionalismo negativo.
Lo que se quiere decir con esto es que la identidad ucraniana, tanto por iniciativa de algunos demagogos locales como, especialmente, como resultado de las influencias extranjeras antes mencionadas, ha pasado a definirse por supuestas diferencias en relación con Rusia. Esta tendencia convirtió a Ucrania y a sus ciudadanos que adherían a esta forma particular de identidad en agentes geopolíticos de potencias extranjeras contra Rusia, y el proceso asociado se aceleró sin precedentes con el apoyo estadounidense después del “EuroMaidan”.
Para ser claros, Vladimir Putin no está en contra de una identidad ucraniana separada en sí misma, como lo demuestra lo que escribió en su obra maestra sobre el tema: “Las cosas cambian: los países y las comunidades no son una excepción. Está claro que una parte de un pueblo, en el proceso de su desarrollo, influenciada por una serie de razones y circunstancias históricas, puede tomar conciencia de sí misma como una nación separada en un momento determinado. ¿Cómo debemos tratar esto? Sólo hay una respuesta: ¡con respeto!”
Sin embargo, añadió inmediatamente que esta identidad recién formada no debe utilizarse como arma contra Rusia, aunque, lamentablemente, esto es lo que ocurrió con la de Ucrania. El ejemplo más reciente de esto es la ley descrita al comienzo de este análisis sobre la prohibición de la UOC hasta mediados del próximo año con el falso pretexto de que funciona como una extensión de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el país. La verdadera razón, que el lector podrá comprender mejor después de los párrafos anteriores, es la inseguridad de Ucrania.
Sus líderes odian que una parte importante de la población se niegue a conformarse al “nacionalismo negativo” que les han impuesto agresivamente desde 2014 con el apoyo estadounidense, y siguen asistiendo a las iglesias de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana en lugar de a las de la OCU. Por lo tanto, sospechan que su misión ideológica no ha sido tan exitosa como la presentaron públicamente y temen que todo lo que han hecho en la última década pueda revertirse si pierden el poder.
Básicamente, la mayoría de los ucranianos no creen en la obsesión por sus diferencias de identidad con Rusia, lo que no significa necesariamente que sean “prorrusos” en un sentido político, pero tampoco son rusófobos étnicos como el Batallón Azov. Es posible que desaprueben la operación especial y, al mismo tiempo, no les guste su régimen posterior a 2014. Estos llamados “moderados” no quieren luchar por Ucrania contra Rusia, pero tampoco quieren involucrarse en un sabotaje contra su gobierno.
Algunos pueden desear en secreto que Rusia derroque a Zelensky, pero también se han reconciliado con vivir bajo el gobierno de él y sus sucesores si eso no sucede. Su gobierno los considera una amenaza precisamente porque no odian a Rusia, lo que las autoridades sospechan se debe a la supuesta influencia de la Iglesia Ortodoxa Rusa sobre la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, que por lo tanto los adoctrina con “propaganda del Kremlin”. La realidad, sin embargo, es que estas personas llegaron a sus opiniones de forma autónoma.
Sin embargo, Kiev está empeñado en destruir la Iglesia Ortodoxa Ucraniana y luego obligar a los ciudadanos que asisten a sus iglesias a acudir a la OCU, donde estarían expuestos a propaganda antirrusa, con la esperanza de que acaben odiando a Rusia. Si este plan no tiene éxito, Kiev seguirá paranoico ante la posibilidad de que algún día estos “moderados” se radicalicen, debido a la política de reclutamiento forzoso del régimen, el deterioro de las condiciones económicas y la “propaganda del Kremlin”, y se rebelen.
Lo que Volodymyr Zelensky y su camarilla nunca podrán aceptar es que estos “moderados” abracen la identidad ucraniana original, que se considera separada de Rusia, pero sin embargo amigable con ella, mientras su régimen defiende la versión armada que fue fabricada artificialmente bajo influencias demagógicas y extranjeras. . El hecho mismo de que la Iglesia Ortodoxa Ucraniana siga siendo la iglesia más grande del país, a pesar de todo lo que Kiev ha hecho en la última década, demuestra la verdadera popularidad de la versión “moderada” en comparación con la radical.
*Andrés Korybko tiene una maestría en Relaciones Internacionales del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú. autor del libro Guerras híbridas: de revoluciones de color a golpes de estado (expresión popular). Elhttps://amzn.to/46lAD1d]
Traducción: Fernando Lima das Neves.
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