La mayoría de la gente se resistía

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por GÉNERO TARSO*

La resistencia democrática, a través de su reconocido liderazgo, creó una nueva mayoría política para vencer al fascismo y al miedo.

En los últimos dos meses cambié mi comprensión de cómo abordar lo que le pasó a este país, para que casi la mitad de sus votantes se adhirieran a un torpe psicópata -desconectado del Ejército nacional por problemas psiquiátricos- que voluntariamente, no solo saboteó la salud pública nacional con el resultado de cerca de 700 muertos en la pandemia, pero también -a plena luz del día- intentaron golpes de Estado contra el Estado de derecho y pervirtieron todos los valores republicanos y democráticos posibles, preconizando la tortura y el asesinato de opositores como método de hacer política y ganar adeptos para sus aventuras fascistas.

Llegué a la conclusión, en efecto, que eso no era lo incomprensible, que la teoría y la sociología política podrían venir a explicarlo, pero que lo difícil sería comprender la grandeza y la generosidad de la mayoría de las masas desposeídas de Brasil. , de una parte significativa de los sectores medios y una pequeña parte de los empresarios exitosos de la nación, que lograron resistir. Y desde esa resistencia partieron, a través de sus reconocidos liderazgos, a crear una nueva mayoría política para vencer al fascismo y al miedo, en unas elecciones que serían permanentemente afectadas por sus hordas de mentirosos y dementes en las redes sociales.

En condiciones desiguales, como las que se formaron a través de la eliminación “judicial” y mediática de la izquierda y sus figuras democráticas, el pueblo resistió. Al final, los grupos y personas de todas las clases más mentalmente sanos y generosos, unidos en un gran frente en defensa de la soberanía y la democracia: un frente antifascista, aunque el fascismo no se presentara de manera formal e integral, escondido en las mallas de las redes clandestinas y en los casilleros ocultos de financiación de la globalización financiera.

Los fascistas lograron promover mitos –el concepto deformado de la patria, la “comprensión” idiota del racismo naturalizado, el estímulo a la violencia contra los diferentes–, pero la mayoría del pueblo resistió. A pesar de las toneladas de mentiras, las manipulaciones de la realidad, el derramamiento de dinero para apoyar a las milicias y comprar armas, la gente resistió. Los mitos varían, se forman y cambian, sus monstruos expulsan olor a inhumanidad y sarcasmo por el dolor de los demás, mostrando que el “mito” sufre también los “límites de sus propias variaciones, por estar limitado por las estructuras formales de la imaginación”. Este abre y cierra al sueño, construye y elimina dudas que se desmantelan y propone deshacer las amenazas, cuando -por otro lado- aún florece el coraje y la iniciativa.

El fascismo es demoníaco, primero disperso y motivado por falsas campañas contra la corrupción. Entonces, formal y orgánicamente, en las redes criminales que seleccionan a los alienados e incautos, a través de logaritmos que distribuyen los mensajes para formar las burbujas del odio -expansivo y manipulado- se contrapone a todos los valores de la modernidad democrática. La fascinación de los mitos brota de estas burbujas, expandiéndose, dividiendo familias, antagonizando vecinos que antes eran solo divergentes, creando nichos de poder en la estructura estatal, pervirtiendo a la “juventud dorada”.

El fascismo quiere motivar a todos a convertirse en cómplices del odio. Desde esta base “superior” de la sociedad, el fascismo llega a los jóvenes segregados –en regiones de hambre y poder del crimen informal– para invitarlos a participar, políticamente, en ejecuciones y exterminios, sin juicio y sin ley. Una red de marginales armados por la política voluntarista del líder y el no reconocimiento de los resultados electorales, cuando los adversos -además preparados en permanente acción demagógica con las masas- son dos elementos importantes de la nueva extrema derecha mundial, que tanto se ve en Donald Trump como en Jair Bolsonaro, dispuestos en diferentes momentos políticos, pero con el mismo contenido.

En un artículo publicado recientemente en la revista Página 12, desde Buenos Aires, Luis Bruschtein aborda el intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Kirchner, mostrando cómo “el lenguaje utilizado”, preparatorio y yuxtapuesto con la vida de los sicarios seducidos por el fascismo –con sus peculiares formas de actuar solidarias con el público – utilizando recursos identitarios y argumentos afines a la situación económica del país, configura falsas fórmulas que ni siquiera tienen relación con el lenguaje de quienes mandan y financian, en la clandestinidad, sus movimientos.

En público, como en los llamados “foros de la libertad”, hablan de democracia, justicia, ataque a los privilegios (de los empleados públicos), capacidad de “gestionarse” para “competir”, y así muestran que la derecha, fascista o no, estuvo “siempre más atento” que los demócratas –de izquierda o no– a los tipos de saberes necesarios para hacer política con eficacia, en el nuevo orden global neoliberal. En los mismos flujos financieros del capital clandestino del crimen organizado transitan los nuevos lenguajes del mal, el racismo, la misoginia, el odio a los diferentes en su sexualidad, para dominar a los más débiles y eliminar a los más fuertes: la mentira controlada y enviada a la derecha. lo aborda es su arma más segura y mortífera contra la democracia.

El pueblo brasileño está bajo una prueba histórica para ser protagonista de nuestro proyecto nacional. Derrotar al fascismo es vencer al miedo, superar los propios límites, ser un poco como Mandela, Seregni, Lula, Fray Bartolomeu de Las Casas, Tiradentes y todas las mujeres del mundo que se rebelaron contra el odio patriarcal, el machismo y la injusticia. Como decía Mario Benedetti, por boca de uno de sus personajes en su maravillosa andamio: "El miedo es la condición previa del coraje, nadie es valiente si no pasa primero por el miedo, el coraje viene de la superación del miedo".

Añado, con riesgo de equivocarme, pero sin miedo: sólo los cobardes no temen, porque sólo actúan cuando atacan a traición o con una fuerza física superior a la de sus víctimas. El pueblo brasileño está perdiendo el miedo a ser feliz.

*tarso-en-ley fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de utopía posible (Arte y Artesanía).

 

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