La lucha de clases en la historia económica del capitalismo

Clara Figueiredo, sin título, fotomontaje digital, 2017
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por JOSÉ MICAELSON LACERDA MORAIS*

Mientras nieguemos la categoría de lucha de clases, no podremos avanzar en la lucha contra las fuerzas destructivas de los imperativos del capital.

Introducción

Es necesario rescatar la concepción de sujeto social y sociedad contenida en la teoría económica, desde la economía política clásica hasta el pensamiento económico contemporáneo dominante, para llegar a la dimensión real del sistema económico resultante y sus implicaciones sobre la vida misma (sociedad y naturaleza). ). . Como economistas, mientras negemos la categoría de lucha de clases, no podremos avanzar en la lucha contra las fuerzas destructivas de los imperativos del capital, ya demasiado evidentes y ampliamente experimentados (social, política y ambientalmente hablando) en este período histórico de capitalismo; a pesar de todos los avances técnicos y la ideología actualmente extendida de la tecnología como nuestro único salvavidas.

 

La lucha de clases como clave del proceso histórico

La lucha de clases se inscribe en el materialismo histórico. En esto, la concepción de la historia reside en el desarrollo del proceso real de producción material de la vida inmediata y de las formas de intercambio asociadas a él y engendradas por él. Por lo tanto, el fundamento de la historia se basa en las diferentes etapas por las que pasa la sociedad civil en el “suceso de las diferentes generaciones”, hasta que “la historia se convierte en historia mundial” (MARX y ENGELS, 2007, p. 40) . Dos poderes extraños a los “individuos solos”, comienzan a presentarse como comandantes de sus destinos, debido al poder social que encierran, poder construido a partir de una acción “totalmente material”. A nivel nacional, el Estado, ya nivel mundial, el mercado mundial. Sin embargo, estos poderes, aunque autónomos, no son independientes. La configuración y amplitud de sus respectivas fuerzas dependen de la etapa de desarrollo del capital, que en última instancia determina el poder social en el modo de producción capitalista.

El materialismo histórico trata los aspectos de la actividad humana como actos históricos de dos maneras, a saber: “el trabajo de los hombres sobre la naturaleza”; y “la obra de los hombres sobre los hombres” (MARX y ENGELS, 2007, p. 39). Por eso, los hombres, en la producción de su propia vida material, encuentran siempre “[…] ante sí una naturaleza histórica y una historia natural […]” (MARX y ENGELS, 2007, p. 31). En resumen, como lo formula Engels: “La concepción materialista de la historia parte de la tesis de que la producción, y con ella el intercambio de productos, es la base de todo el orden social; que en todas las sociedades que han pasado por la historia, la distribución de los productos, y con ella la división social de los hombres en clases o estratos, está determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce y por la forma en que se intercambian sus productos . En consecuencia, las causas profundas de todas las transformaciones sociales y de todas las revoluciones políticas no deben buscarse en la cabeza de los hombres o en la idea que tienen de la verdad eterna o de la justicia eterna, sino en las transformaciones operadas en el modo de producción y de cambio” (ENGELS, 2005, pág. 69).

Así, la lucha de clases se presenta como resultado de los presupuestos de la existencia humana y, en consecuencia, de toda la historia. Estos supuestos, “tres 'momentos' que coexisten desde los albores de la historia y desde los primeros hombres”, pueden resumirse así: (1) “los hombres tienen que poder vivir para 'hacer historia' [.. .] de la vida material misma […] condición fundamental de toda la historia”; (2) “la satisfacción de esta primera necesidad, la acción para satisfacerla y el instrumento de satisfacción ya adquirido conducen a nuevas necesidades”; y (3) “los hombres, que diariamente renuevan su propia vida, comienzan a crear otros hombres, a procrear […] la familia […] al principio la única relación social, se convierte luego, al aumentar las necesidades […] nuevas relaciones sociales (MARX y ENGELS, 2007, p. 33).

Por tanto, con la producción se desarrolla la división del trabajo, la productividad, las nuevas necesidades y el consiguiente aumento de la producción, amplían cada vez más la división social del trabajo a lo largo del tiempo. Este tiene su origen en el acto sexual y “sólo se convierte realmente en división a partir del momento en que surge una división entre el trabajo material y [el trabajo] espiritual” (MARX y ENGELS, 2007, p. 35).

La conciencia, como acto de comprensión individual y de vínculo social experimentado, trabajo espiritual, es así también un producto social. La primera forma de contradicción humana se presenta cuando relacionamos “la fuerza productiva”, “el estado social” y la “conciencia”, es decir, la separación entre actividad material y actividad espiritual. La segunda contradicción, derivada de la primera y de su constituyente, base de la lucha de clases, se relaciona con el choque entre el interés privado y el interés colectivo, sobre clases ya condicionadas por la división del trabajo: “toda clase que aspire a la dominación [. ..] primero deben conquistar el poder político, para presentar su interés como un interés general” (MARX y ENGELS, 2007, p. 37).

Es interesante observar las implicaciones recíprocas entre la lucha de clases y la alienación, ya que el dominio de una clase sobre la otra, el “poder social”, depende de la convicción de la clase dominada, ya sea a través de la violencia o como: “un poder extraño, situado fuera del suyo, sobre el que no saben de dónde viene ni adónde va, un poder, por tanto, que ya no pueden controlar y que, por el contrario, pasa ahora por una determinada secuencia de fases y etapas de desarrollo , independiente de la voluntad y acción de los hombres y que incluso dirige este querer y este actuar” (MARX y ENGELS, 2007, p. 38).

Según el materialismo histórico, el Estado aparece como una “expresión práctico-idealista” de ciertas fuerzas productivas que se utilizan como condición para el dominio de una clase sobre otra. Es decir, la forma del Estado, como poder social, derivada del mismo grado de riqueza material alcanzado por una determinada sociedad. Así llegamos a las ideas de clase y dominación de clase: “las ideas de la clase dominante son, en cada época, las ideas dominantes, es decir, la clase que es la fuerza material dominante de la sociedad es, al mismo tiempo, tiempo, su fuerza espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios de producción material también tiene a su disposición los medios de producción espiritual, de modo que aproximadamente al mismo tiempo los pensamientos de aquellos que carecen de los medios de producción espiritual están sujetos a ella. Las ideas dominantes no son más que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, son las relaciones materiales dominantes aprehendidas como ideales; por tanto, son la expresión de las relaciones que hacen de una clase la clase dominante, son las ideas de su dominación” (MARX y ENGELS, 2007, p. 47).

Desde la perspectiva del materialismo histórico, la historia es el movimiento de las fuerzas productivas a través del desarrollo de “las fuerzas de los individuos mismos”, dentro de la división del trabajo. Las relaciones sociales derivadas de este último se vuelven autónomas y someten a los individuos “a la más completa dependencia unos de otros”. “[…] A través de la división del trabajo, la división de condiciones de trabajo, herramientas y materiales ya está dada desde un principio, lo que genera la fragmentación del capital acumulado en diferentes propietarios y, con ello, la fragmentación entre capital y trabajo, así como como las diferentes formas de propiedad. Cuanto más se desarrolla la división del trabajo y aumenta la acumulación, más aguda se vuelve esta fragmentación. La obra misma sólo puede subsistir bajo el supuesto de esta fragmentación” (MARX y ENGELS, 2007, p. 72).

Es interesante, a modo de ilustración, observar el proceso histórico de autonomización de las relaciones sociales, el Estado y el mercado mundial. Según Marx y Engels (2007), esta autonomización puede entenderse a partir del siguiente desarrollo histórico: (1) la separación entre ciudad y campo o entre capital y propiedad de la tierra; (2) la necesidad de administración, policía, impuestos, etc. (política general y estatal); (3) la separación de la producción y el comercio, la formación de una clase particular de comerciantes y la consiguiente división de la producción entre varias ciudades, cada una con una rama industrial predominante; (4) de (1) y (2) resultó el nacimiento de las manufacturas; 4) el paso de patrimonio-capital natural a capital móvil y su consiguiente cambio en las relaciones de propiedad y de producción; (5) el extraordinario impulso de las manufacturas a partir de la expansión comercial con el descubrimiento de América y la ruta marítima a las Indias Orientales; (6) creación de la gran burguesía por el comercio y la manufactura, comenzando esta clase a tener significación política; (7) de las condiciones anteriores, surge la creación de la gran industria, que representó la mayoría de edad del capitalismo.

La gran industria revolucionó tanto el proceso de producción como la autonomía del capital y su proceso de acumulación. Esta autonomización, a su vez, implica subsumir los mercados de productos y factores, el progreso técnico y la fuerza de trabajo, únicamente, al proceso de acumulación de capital. En general, como explican Marx y Engels (2007, p. 60-61), la gran industria: “la competencia universalizada […] creó los medios de comunicación y el mercado mundial moderno, sometió el comercio a sí mismo, transformó todo el capital en capital industrial”. capital y generó así una rápida circulación (el desarrollo del sistema monetario) y la centralización del capital. Creó la historia del mundo por primera vez al hacer que cada nación civilizada y cada individuo dentro de ella dependiera del mundo entero para la satisfacción de sus necesidades, y eliminó el carácter exclusivo y natural anterior de las naciones individuales. Subsumió la ciencia natural bajo el capital y tomó su última apariencia de naturalidad de la división del trabajo. Ha destruido la naturalidad en general, en la medida en que ésta es posible dentro del trabajo, y ha disuelto todas las relaciones naturales en relaciones monetarias. En lugar de las ciudades formadas naturalmente, creó las grandes ciudades industriales modernas, nacidas de la noche a la mañana. Destruyó, dondequiera que penetró, la artesanía y, en general, todas las etapas anteriores de la industria. Completó la victoria comercial [de la ciudad] sobre el campo. Su [suposición] es el sistema automático […] ha creado en todas partes las mismas relaciones entre las clases de la sociedad y, por lo tanto, ha suprimido la particularidad de las diferentes nacionalidades. Y finalmente, mientras la burguesía de cada nación aún conserva intereses nacionales separados, la gran industria ha creado una clase que tiene el mismo interés en todas las naciones y en la que ya está destruida toda nacionalidad; una clase que, de hecho, está libre de todo el mundo antiguo, y al mismo tiempo lo confronta. La gran industria hace insoportable para el trabajador no sólo la relación con el capitalista, sino el trabajo mismo”.

A su vez, la clase burguesa nació de las distintas burguesías locales de distintas ciudades, del vínculo que estas ciudades establecieron entre sí, generando así las condiciones para la formación de una clase. Con base en la división del trabajo, se dividía en distintas fracciones según sus respectivos capitales: mercantil, industrial, bancario. Para Marx y Engels (2007, p. 63), “los individuos forman una clase sólo en la medida en que tienen que promover una lucha contra otra clase; por lo demás, se posicionan unos contra otros, como enemigos, en competencia […]”. En la Edad Media, los burgueses se unieron como clase contra la nobleza feudal. En el siglo XVIII, “el siglo del comercio”, asistimos a la lucha entre el capital manufacturero y el capital comercial. Por otro lado, el proletariado, como clase, la “clase revolucionaria”, se enfrenta ya desde el principio con la clase capitalista, por lo que “aparece no como clase, sino como representante de toda la sociedad […] .] porque su interés […] coincide con el interés colectivo de todas las demás clases no dominantes” (MARX y ENGELS, 2007, p. 49).

 

La lucha de clases en la historia económica del capitalismo

Al igual que Marx (2017), consideramos que la era capitalista comienza en el siglo XVI. La idea de este artículo es presentar el fenómeno de la lucha de clases y sus transformaciones a lo largo de la historia económica del capitalismo. En este sentido, nuestra primera tarea se refiere a establecer una relación entre los tipos de lucha de clases y los períodos históricos del desarrollo del capitalismo. En un principio, parece haber dos dinámicas específicas relacionadas con las luchas de clases, una antes de la gran industria y otra después. Lo que estamos diciendo es que la lucha de clases misma se subsume a la autonomización del capital desde entonces. Sin embargo, esto no significa la pérdida de su carácter revolucionario, pues mientras haya conflicto social en torno a la partición del excedente económico, la lucha de clases seguirá actuando como elemento central en la transformación de los procesos sociales, así como seguirá siendo una categoría central del análisis económico.

Marx y Engels, cada uno a su manera, reconocen claramente esta distinción. Las obras histórico-políticas de Marx reflejan la lucha de clases antes del advenimiento de la gran industria y, El Capital, refleja la dinámica que asume la lucha de clases con su realización. Del mismo modo, al escribir el prefacio a Lucha de clases en Francia, en la edición de 1895, Engels contextualizaba la lucha de clases posterior a la revolución de 1848 desde tres aspectos: (1) que las revoluciones hasta ese momento fueron protagonizadas por “pequeñas minorías” de la clase dominante, remodelando las instituciones según sus intereses; (2) la novedad que representa la participación de los trabajadores en las instituciones del Estado, vía elecciones; y (3) el monopolio de la violencia por parte del Estado, formación de fuerzas armadas nacionales, proporcionadas por el propio crecimiento económico. Los argumentos de cada uno de los autores merecen unas palabras al respecto.

Comencemos con Engels. El primer argumento que presenta es que todas las revoluciones hasta ese momento fueron revoluciones burguesas. Para él, el desarrollo económico de la época aún no había proporcionado la mayoría del capitalismo ni completado la formación del proletariado. Como relata Engels, la revolución económica que instaló la gran industria en todo el continente se estaba gestando precisamente en esa corte histórica. Sólo a partir de ese momento se puede hablar de una burguesía general y de un verdadero proletariado, ambos surgidos de la gran industria, poniendo en primer plano la cuestión del “desarrollo social”.

“Todas las revoluciones resultaron en la eliminación de cierto dominio de clase por parte de otro; sin embargo, todas las clases dominantes hasta ahora siempre han constituido pequeñas minorías frente a la masa dominada de la población. Así, una minoría dominante fue derrocada y otra minoría tomó el timón del Estado y reformó sus instituciones de acuerdo con sus intereses. Era, en cada caso, el grupo minoritario el que estaba facultado y llamado por el estado de desarrollo económico a ejercer el dominio, y fue precisamente por eso y sólo por eso que la mayoría dominada participó en la revolución a favor de este grupo. o lo aceptó tranquilamente. Sin embargo, si hacemos abstracción del contenido concreto de cada caso, la forma común de todas estas revoluciones es que fueron revoluciones minoritarias. Incluso cuando la mayoría participó, fue -conscientemente o no- sólo al servicio de una minoría; éste, sin embargo, ganó así, o ya por la actitud pasiva de la mayoría que no opuso resistencia, la apariencia de ser representante de todo el pueblo” (MARX, 2012, l. 164-168).

Analizando la Revolución de 1848 en Francia, Marx concluye así: “Después de la Revolución de Julio […] no fue la burguesía francesa la que reinó bajo Luis Felipe, sino una fracción de ella: los banqueros, los reyes de la bolsa, los reyes del ferrocarril, etc. los propietarios de minas de carbón y hierro y los propietarios de bosques en connivencia con una parte de la aristocracia terrateniente, la llamada aristocracia financiera. Ocupó el trono, dictó las leyes en las cámaras, distribuyó los cargos públicos del ministerio a la agencia del tabaco”. (MARX, 2012, l. 466-471)

Para Engels, las formas de lucha de 1848 se han vuelto anticuadas en todos los aspectos, porque todas las condiciones bajo las cuales el proletariado tiene que luchar se han revolucionado. Sin embargo, como él mismo reconoce, aun con la expansión del proletariado industrial por toda Europa, formando un gran “ejército del proletariado”, no fue posible conquistar la victoria revolucionaria de un solo golpe. El proletariado se vio "obligado a avanzar lentamente de una posición a otra mediante una dura y cerrada lucha, esto demuestra de una vez por todas cuán imposible fue lograr la reorganización social en 1848 mediante un ataque por sorpresa". (MARX, 2012, l. 209)

Sin embargo, el imperialismo que se implantó en Europa a partir de 1851, tal como lo analiza Engels, inauguró “un período de revoluciones desde arriba”, pero también proporcionó una nueva organización más amplia del proletariado reunido en la Internacional. En 1871 Francia revivió la revolución proletaria a través de la Comuna de París. Sin embargo, una vez más, por razones que no es el lugar de analizar aquí, pero que fueron ampliamente analizadas por Marx y Engels, el gobierno de la clase obrera resultó ser una imposibilidad: “tan infructuoso como el ataque repentino de 1848 siguió siendo el victoria recibida en 1871” (MARX, 2012, l. 237).

El segundo aspecto que destaca Engels es el siguiente: “El proletariado ha descubierto que las instituciones del Estado, en las que se organiza el dominio de la burguesía, admiten todavía otras manipulaciones con las que la clase obrera puede combatirlas. Participó en las elecciones a las asambleas estatales, a los consejos comunales, a los tribunales profesionales, disputando con la burguesía todos los puestos en los que tenía derecho a manifestarse. Y así sucedió que la burguesía y el gobierno llegaron a temer más la acción legal que la acción ilegal del partido obrero, a temer más el éxito de las elecciones que el éxito de la rebelión” (MARX, 2012, l. 286-290 ).

Este segundo aspecto ya estaba presente en la manifiesto Comunista, cuando los autores proclamaron como una de las “primeras y más importantes tareas del proletariado militante” la conquista del sufragio universal. Sin embargo, cabe señalar la introducción del sufragio universal también como arma de la burguesía. En Alemania, en 1866, por ejemplo, se instituyó el sufragio universal “[…] cuando Bismarck se vio obligado a instituir este derecho al voto como único medio de interés de las masas populares en sus planes” (MARX, 2012, l. 270) .

El tercer y último aspecto destacado por Engels se refiere al crecimiento de las fuerzas armadas que defienden el Estado: “[...] si las grandes ciudades se hicieron considerablemente más grandes, proporcionalmente más se hicieron los ejércitos” (MARX, 2012, l. 324). Engels luego hace una comparación entre la situación de los militares y la situación de los insurgentes.

“Con la ayuda de los ferrocarriles, estas guarniciones pueden más que duplicarse en 24 horas y, en 48 horas, convertirse en ejércitos gigantes. El armamento […] se ha vuelto incomparablemente más efectivo […] hoy hay granadas de percusión, una de las cuales es suficiente para romper la barricada mejor construida […] Del lado de los insurgentes, en cambio, todas las condiciones empeoraron. Será difícil lograr nuevamente una revuelta con la que simpaticen todas las capas populares; En la lucha de clases, es seguro que todas las capas medias nunca se agruparán en torno al proletariado tan exclusivamente que, en comparación, el partido de la reacción agrupado en torno a la burguesía prácticamente desaparezca”. (MARX, 2012, l. 324-328-331-335).

Eso es todo sobre el análisis de Engels con respecto a la lucha de clases. Marx, a su vez, nos ofrece la lucha de clases como categoría de análisis económico en el Libro I de La capital. Comienza con un análisis de la mercancía y sus contradicciones. La mercancía se presenta como una célula de la riqueza capitalista y el conjunto de mercancías como la riqueza total. La sustancia de esta riqueza se presenta como trabajo, más específicamente el gasto de fuerza de trabajo cuantificado en la categoría de tiempo de trabajo socialmente necesario. La categoría de valor se deriva de la relación entre la fuerza de trabajo y la mercancía. Por lo tanto, en cualquier período histórico, el valor es transformación. Pero, en el capitalismo, además de transformación, se convierte en objeto de acumulación, ya que se desmaterializa. Se separa de la mercancía por el proceso de generalización de los intercambios, pasando a ser representado por un equivalente universal que le es totalmente ajeno, el dinero.

Después del análisis de la mercancía, Marx presenta el análisis de la producción de la mercancía. En este punto, la presentación se realiza considerando los individuos singulares en las figuras del capitalista y del trabajador asalariado. En el capítulo 4, “La transformación del dinero en capital”, Marx tiene ante sí la revelación de un secreto. Nos revela que la creación de valor en el capitalismo es al mismo tiempo un proceso de explotación y expropiación de la fuerza de trabajo. Nos revela que los ideales de igualdad y libertad entre los hombres, establecidos en forma de declaración, no son más que una “ficción jurídica”. Así se define la teoría de la explotación a través de la categoría de plusvalía o plusvalía, como se quiera llamar. Hasta aquí hemos revelado cómo se produce la producción de excedente económico en el capitalismo y la forma de su apropiación (las especificaciones de la plusvalía, en sus formas absoluta y relativa, se realizan en las secciones III, IV y V, que contemplan los capítulos 5 a 16).

Al final del capítulo cuatro, Marx anuncia un cambio en caracteres [personajes teatrales], desde el momento en que el capital mercantil penetra en la producción y el capital productivo pasa a dominar a aquélla. El poseedor del dinero se convierte en capitalista y el poseedor de la fuerza de trabajo en su trabajador. Está abierto el paso de un análisis centrado en los agentes singulares a un análisis centrado en las clases sociales, introducido en el emblemático capítulo 8, “La jornada laboral”: “[...] una lucha entre el conjunto de los capitalistas, es decir, el capitalista clase, y el conjunto de trabajadores, es decir, la clase obrera” (MARX, 2017, p. 309).

Por lo tanto, el capítulo 8 introduce la lucha de clases como una categoría del análisis económico. Servirá como elemento de análisis en el proceso de transición de la manufactura a la gran industria. Primero a través de la lucha entre capitalistas y corporaciones, luego a través de la lucha intercapitalista entre los diversos capitales en función (capital mercantil y no capital productivo capital productivo y no capital productivo), y también entre capital y trabajo. Esta última relación sólo se desarrolla en el Capítulo 23, “La Ley General de la Acumulación Capitalista”, cuando Marx examina los efectos del progreso técnico sobre la clase obrera.

Marx pudo haber cerrado el capítulo 23 con el ítem “Tendencia histórica de la acumulación capitalista”, desde el final del capítulo 24 titulado “La llamada acumulación primitiva”. Sin embargo, parece que se esforzó por mostrar, tanto desde un punto de vista lógico (capítulos 1 a 23) como desde un punto de vista histórico (capítulo 24), que el sistema capitalista es simplemente indefendible, ya que constituye un sistema de explotación y explotación expropiación permanente entre sujetos sociales. Porque si la ley general de la acumulación capitalista es producir capitalistas por un lado y trabajadores asalariados por el otro, la tendencia histórica de la acumulación capitalista es elevar la contradicción fundamental de este sistema a un nivel intolerable. Su superación como sistema histórico se dará también a través de la lucha de clases.

Sin embargo, esta amplitud de la lucha de clases no es reconocida por algunos marxistas. La interpretación de Moishe Postone, por ejemplo, es negar la importancia de la lucha de clases como instrumento para la superación del capitalismo. Incluso afirma que “[…] la concepción del socialismo de Marx no implica la realización del proletariado” (POSTONE, 2014, p. 378). Pero, ¿cómo llegó a tal conclusión?

Moishe Postone en Tiempo, trabajo y dominación social: una reinterpretación de la teoría crítica de Marx, a partir de 1993, hizo importantes consideraciones sobre la categoría de trabajo. Principalmente al formular su función como “[…] de una mediación direccionalmente dinámica, totalizadora e históricamente específica […]” (POSTONE, 2014, p. 463). Sin embargo, cuando se trata de la lucha de clases, su punto de partida es la negación del objeto mismo de análisis del capital: la explotación de la fuerza de trabajo a partir de la relación de capital. Pues, afirma que “las formas objetivadas de mediación social”, “expresadas por las categorías de valor y plusvalía”, “[...] no pueden entenderse sólo en términos de relaciones de explotación de clase […]” (POSTONE, 2014, p. 364). Para él, el carácter teórico de las relaciones de clase no es del todo evidente en el desarrollo que hace Marx, al presentar y analizar la categoría de plusvalía.

Sin embargo, demostramos justo lo contrario unos párrafos más arriba. Su confusión parece residir en la separación “[…] entre clase y el carácter específico de la mediación social en el capitalismo (POSTONE, 2014, p. 366). Pues su interpretación es que para Marx la mediación constitutiva de la sociedad capitalista (las formas sociales de la mercancía y el capital) no puede expresarse simplemente mediante la lucha de clases. Pero, también, como mostramos más arriba, esta separación resulta ser falsa.

Es que aun la completa subsunción de la lucha de clases por la autonomización del capital, es decir, la internalización de la lucha de clases como un proceso “normal” y legal de resolución de conflictos entre capital y trabajo, no autoriza a Moishe Postone a negar la análisis de Marx del proletariado como fuerza revolucionaria. Mucho menos afirmar que Marx quería concluir algo más que la lucha de clases “es la historia de todas las sociedades existentes hasta ahora”. Que la forma-mercancía actúe como mediación social entre capitalistas y trabajadores asalariados no es nada nuevo, está ahí en La capital, recorriendo los capítulos 9 a 23.

Que la lucha de clases no represente una perturbación del sistema, como afirma Moishe Postone, no lo podemos aceptar. Pues Marx demostró claramente que dada la ley general de la acumulación capitalista, su tendencia histórica sería inevitablemente el conflicto de clases que resultaría en la “expropiación de los expropiadores”. Si el desarrollo histórico del capitalismo eludió o hizo inviable este desenlace, por su extrema elasticidad, ello no autoriza a Moishe Postone a negar la lucha de clases como forma de superación del modo de producción capitalista. Principalmente, “que la superación del capitalismo no pasa por la autopercepción del proletariado [y que] la lógica de Marx no defiende la noción de que el proletariado es el sujeto revolucionario” (POSTONE, 2014, p. 376).

De hecho, como muestra Moishe Postone, la lucha de clases ha sido tomada “como una descripción de los agrupamientos sociales en la sociedad capitalista”, como “una descripción de una tendencia histórica de la población a polarizarse en dos grandes grupos sociales” y, aún, como una forma de 'acumulación circulatoria-administrativa' (acentuada por el crecimiento de la clase media). Pero, por lo expuesto hasta ahora, la lucha de clases es mucho más que eso. Es la categoría de análisis económico que acompaña el razonamiento de Marx desde los capítulos 8 al 23 de La capital. Dio forma al capitalismo, permitió explicar su desarrollo histórico y anunciar su superación.

Por lo tanto, en Marx, la categoría de lucha de clases tiene dos connotaciones distintas (pero interrelacionadas). Es tanto una categoría de análisis histórico-político como una categoría de análisis económico. Este último, en forma dominante, es presentado y discutido en el Libro I de La capital, de los capítulos 8 al 23. Como categoría de análisis político, refleja la necesidad de una revolución social, más allá de los límites de la legalidad establecida (capítulo 24 del libro I). Como categoría de análisis económico, refleja tanto el proceso de explotación de la fuerza de trabajo como una lucha “legal” en torno a los límites de la jornada laboral (capítulo 8 del libro I).

Pues, como aclara el propio Marx, estamos ante una antinomia: “un derecho contra otro derecho, ambos apoyados en el intercambio de bienes. Entre iguales derechos, la fuerza decide. Y así, la regulación de la jornada laboral se presenta, en la historia de la producción capitalista, como una lucha en torno a los límites de la jornada laboral, una lucha entre todos los capitalistas, es decir,, la clase capitalista, y el conjunto de los trabajadores, es decir,., la clase obrera” (MARX, 2017, p. 309).

En resumen, la lucha de clases, como categoría de análisis económico, también fue tratada por Marx dentro de los límites de la legalidad capitalista para explicar la lucha de la clase obrera en el contexto de la autonomización del capital. De las conclusiones a las que llega la lucha de clases como categoría de análisis económico, en la que la reproducción social en el capitalismo se da siempre produciendo capitalistas por un lado y trabajadores asalariados por el otro, según la conclusión del capítulo 23 (“La ley general de la economía capitalista”). acumulación”), llegamos a su última acepción política al final del capítulo 24. Esta última acepción aparece como conclusión lógica del análisis desarrollado a lo largo del Libro I, siendo presentada como “La tendencia histórica de la acumulación capitalista”, sintetizada en la fórmula: “la expropiación de los expropiadores por los expropiados”.

 

Conclusión

La lucha de clases fue anunciada vigorosamente en la manifiesto Comunista, demostrando ya, pues, toda su fuerza como categoría de análisis histórico: “La historia de todas las sociedades hasta ahora ha sido la historia de las luchas de clases”.

Si la lucha de clases siempre termina en revolución es otra historia, otro malentendido. Una revolución es una transformación que se da por una combinación multifacética de factores y que cambia una forma de sociabilidad, no es una ruptura instantánea, sino un proceso social que se da en un determinado lapso de tiempo. Cuando se trata de la Revolución Industrial inglesa, por ejemplo, Eric Hobsbawm (2009) es muy esclarecedor: “la Revolución Industrial no fue una mera aceleración del crecimiento económico, sino una aceleración del crecimiento debido a la transformación económica y social, y a través de ella […] ] ocurrió en ya través de una economía capitalista […] a través de la revolución tecnológica perpetua y la transformación social” (HOBSBAWM, 2009, p. 33-34).

La Revolución Industrial Inglesa es ciertamente el resultado de un objetivo de clase. Para consolidar su objetivo, el capitalista industrial debía constituirse como clase dominante frente a otras clases, como las oligarquías agrarias y mercantiles, por ejemplo. La asociación entre ganancia y progreso técnico refleja el carácter económico en la base de tal revolución: “[…] tenemos que explicar por qué la búsqueda de la ganancia privada condujo a la transformación tecnológica, y no es absolutamente obvio que esto suceda automáticamente” ( HOBSBAWM, 2009, pág. 33).

Podemos decir que la Revolución Industrial Inglesa es el resultado de otra revolución, la Revolución Gloriosa, la revolución burguesa inglesa. Pero, para eso, necesitaríamos establecer un conjunto de mediaciones históricas que discurran a lo largo del período de tiempo, entre los dos eventos. En todo caso, una revolución es resultado directo de la lucha de clases, ya sea una revolución social (como la instauración del propio capitalismo), o una revolución industrial (transformación del régimen de acumulación).

Para Marx y Engels, es cierto que la lucha de clases, como proceso histórico, conducirá a la revolución socialista, pero es necesario que exista un amplio conjunto de mediaciones entre estos dos eventos. Y la certeza de que el capitalismo es una etapa histórica del desarrollo económico autoriza a Marx y Engels a afirmar que el resultado de la lucha de clases es el socialismo. Sin embargo, subsumir la lucha de clases bajo el proceso de acumulación de capital (un proceso de reificación tan brillantemente analizado por Lukács) puede hacer que la contradicción fundamental del modo de producción capitalista sea tan elástica que se pierda de vista la dimensión de la lucha de clases. .clases como la única forma posible de superar el propio sistema.

Otro resultado verdaderamente aterrador lo plantearon las nuevas tecnologías que hicieron posible el desarrollo de un capitalismo con dominio financiero. Que no es más que un sofisticado sistema global de usura, expropiación de rentas, apropiación del propio Estado, de depredación criminal de los recursos naturales, de trabajo precario y dominación total sobre la clase trabajadora; que pone en riesgo la vida misma y sus contenidos (sociedad y naturaleza).

*José Micaelson Lacerda Morais es profesor del Departamento de Economía de la URCA. Autor, entre otros libros, de El capitalismo y la revolución del valor: apogeo y aniquilamiento.

Artículo extraído del libro. Sobre la vigencia de la lucha de clases como categoría de análisis económico. São Paulo, Amazonas (Publicación independiente), 2021.

 

Referencias


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POSTONE, Moisés. Tiempo, trabajo y dominación social: una reinterpretación de la teoría crítica de Marx. São Paulo: Boitempo, 2014.

 

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