La lógica de la amenaza

Imagen: Mateo Nathan
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por JOSÉ DOMINGUES DE GODOI FILHO*

Relaciones entre militares y militancia política

“La primera noche se acercan / y roban una flor / de nuestro jardín. Y no decimos nada […] / Hasta que un día, / el más frágil de ellos[…] / conociendo nuestro miedo, / arranca la voz de nuestras gargantas. / Y ya no podemos decir nada". (Eduardo Alves da Costa, En el camino con Mayakovsky).

El actual Ministro de Defensa, un general de reserva (cargo civil, que, preferentemente, no debe ser ocupado por un militar, ni siquiera de reserva), y sus comandantes de Armada, Ejército y Fuerza Aérea, repitiendo la actitud del entonces Ejército comandante, el 04 de abril de 2018, el general Villas Boas, que amenazó al país con una intervención militar en caso de que el Supremo Tribunal Federal (STF) fallara a favor de un recurso de apelación del expresidente Lula, volvió a amenazar al país.

El motivo de la amenaza (o ensayo del golpe que parece estar en marcha) fue una declaración del presidente de la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) de la Covid-19, el senador Omar Aziz (PSD-AM), sobre irregularidades en la negociaciones para la compra de vacunas, que afirmó que “miembros del lado podrido de las Fuerzas Armadas están involucrados en un fraude dentro del gobierno”. Y agregó: - “Mira, te voy a decir una cosa: los buenos de las Fuerzas Armadas deben estar muy avergonzados de algunas personas que están hoy en los medios, porque hace mucho, son muchos años de Brasil. ha visto a miembros del lado podrido de las Fuerzas Armadas involucrados en fraude dentro del gobierno”.

Estos señores consideraron potenciales golpistas, en una nota distribuida por el Ministerio de Defensa que “esta narrativa, alejada de los hechos, afecta de manera vil y leve a las Fuerzas Armadas, siendo una acusación grave, infundada y, sobre todo, irresponsable”. ”.

Y, concluyeron la nota amenazando con la grave y preocupante afirmación de que – “Las Fuerzas Armadas no aceptarán ningún ataque leve a las Instituciones que defienden la democracia y la libertad del pueblo brasileño”. ¿Qué harán ellos? ¿Repetirán 1964, como ha ensayado su jefe? ¿Es eso lo que aprendieron en las academias militares?

Para cualquier lector con un mínimo de discernimiento y crítica, es claro que las declaraciones del senador no se refieren peyorativamente a las Fuerzas Armadas, sino a una parte de los más de aproximadamente seis mil militares, activos o de reserva, que ocupan cargos civiles y militarizar el actual gobierno; en particular, el Ministerio de Salud, cuyo cargo principal lo ocupaba un general en activo y donde se produjeron los hechos que sustentaron los argumentos que justificaron la instalación del CPI Covid-19.

Los hechos se acumulan. Por ejemplo, el 01 de julio, dos días antes de las manifestaciones que tuvieron lugar en decenas de ciudades brasileñas contra el gobierno de Bolsonaro, con el país enfrentando una pandemia que ya ha matado a más de 500 mil brasileños, el director de la CIA (agencia de inteligencia de Estados Unidos), William J. Burns, acompañado del embajador estadounidense, Todd Chapman, cumplió agenda oficial en Brasilia y participó de una cena con los ministros General Ramos (Estado Mayor) y generales Augusto Heleno (Seguridad Institucional). Es bueno no olvidar el papel que jugó la CIA en el golpe militar de 1964 y, en 2016, en el que depuso a la presidenta Dilma Rousseff.

Por el momento, ciertamente, la CIA debe estar incómoda con el regreso, en el escenario electoral de 2022, del expresidente Lula. Estos son hechos que no pueden dejarse de lado en vista de los intereses “imperiales” de los EE.UU. en América del Sur y Brasil.

Al mismo tiempo, el actual presidente insiste en repetir que “puede que no entregue el poder en 2022”, sobre todo si no retrocedemos al menos 30 años, resucitando el voto en papel. En este caso, ha afirmado en reiteradas ocasiones “que no aceptará el resultado si pierde las elecciones de 2022”, contando posiblemente con la anestesia política de la sociedad, con la complicidad de la clase política y el apoyo en el amaño de las instituciones.

El ejemplo de Chile y Bolivia es la respuesta que hay que dar con la continuidad de las protestas callejeras, en defensa de la democracia y contra los rendidores y genocidas que invadieron la Explanada dos Ministérios, antes de que “no podamos decir nada”.

A pesar de las controversias que aún rodean, especialmente en Brasil, la discusión sobre las relaciones cívico-militares, como sugiere Huntington (2) “La democracia solo se beneficia con la eliminación de los militares de la política. Los hombres armados no deben tener la misma participación que los hombres desarmados en la vida política de la Nación”.

La creación del Ministerio de Defensa, encabezado por un civil, lo que no es el caso en Brasil en este momento, ayudó a garantizar la subordinación de las fuerzas armadas y su respeto por las disposiciones constitucionales.

En un Estado democrático de derecho, el argumento democrático triunfa sobre el tecnocrático, es decir, los especialistas pueden proponer alternativas, pero la decisión siempre será política. El derecho a errar, aun en materia de seguridad nacional, pertenece a la autoridad civil. En definitiva, la separación de las instancias decisorias es una decisión política, por tanto, civil.

El control civil de los militares, como lo recuerdan varios estudiosos del tema, representa parte de cómo mantener un gobierno lo suficientemente fuerte para resistir todas las presiones sociales, sin tiranizar y violentar a la población que protege. El tema no es nuevo y, en Brasil, después de la dictadura cívico-militar, ya es hora de enfrentar la discusión sobre cómo superar las dificultades, para mantener medios de represión efectivos, confiables, económicamente viables y que sepan respetar los derechos humanos.

Los métodos utilizados por la dictadura cívico-militar de 1964 y el legado de posturas autoritarias, como las demostradas por el actual Ministro de Defensa y sus Comandantes de la Armada, Ejército y Fuerza Aérea, deben ser repudiados enérgicamente por la sociedad.

Una de las principales tareas urgentes que aún debe cumplir la sociedad brasileña es la de resolver las relaciones entre militancia militar y política, para la consolidación, de hecho, de un Estado democrático de derecho. De lo contrario, “nos arrancarán la voz de la garganta y no podremos decir nada”.

*José Domingues de Godoi Filho Profesor de la Facultad de Geociencias de la UFMT.

referencia


Huntington, SP El soldado y el Estado – Teoría y política entre civiles y militares. Río de Janeiro, Biblioteca del Ejército, 1996.

 

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