La literatura vista de lejos

Imagen: Andrés Sandoval
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por LUIS BUENO*

Comentario al libro de Franco Moretti

La importancia de la obra de Franco Moretti se nota desde la primera lectura y hay que subrayarla. Haciendo uso de modelos de pensamiento en general poco utilizados por los estudiosos de la literatura –la teoría de la evolución y la historia de larga duración, además de la cartografía–, construye desde hace al menos 20 años una sólida alternativa de trabajo para la sociedad. llamados estudios culturales, tendencia que dominó el área de los estudios literarios durante un buen período. Más aún, sus propuestas devuelven al panorama intelectual de nuestro tiempo una disciplina que para muchos parecía muerta, la historia literaria (incluso las ya sepultadas de las literaturas nacionales), y ayudan a reconfigurar el campo de la literatura comparada. Como puedes ver, no es mucho.

En ese sentido, La literatura vista de lejos, a pesar de su carácter un tanto fragmentario y más propositivo que conclusivo, es un punto de llegada porque reúne estrategias esbozadas en varios otros trabajos. En sus tres partes, “Gráficas”, “Mapas” y “Árboles”, se evoca cada una de esas disciplinas y se busca una forma de síntesis visual capaz de captar movimientos muy amplios.

Así, en la primera parte, tenemos una historia literaria que, despreocupada de la lectura de obras concretas, busca rastrear la evolución -ascenso, vigencia y decadencia- de los géneros novelescos, haciéndola visible en gráficos. En el segundo, el método de enfoque que había desarrollado en Atlas de la novela europea (Boitempo) da un paso más y se afina: los mapas se convierten en diagramas, formas a la vez más abstractas y dinámicas, que permiten visualizar, de un solo golpe, el curso de la historia social y literaria. En el tercero aparece la teoría de la evolución, utilizada para el estudio tanto de aquellas formas que siempre cambian y alcanzan una amplia vigencia como de aquellas otras que no son capaces de afirmarse y se extinguen.

Un árbol evolutivo puede dar una imagen de casi 200 años de antigüedad de los constantes cambios en el discurso indirecto libre, desde Jane Austen hasta la novela latinoamericana contemporánea. O cómo el público lector seleccionó la novela policiaca tal como la practicaba Conan Doyle, garantizándole su supervivencia, y relegando al olvido otras modalidades, practicadas por infinidad de autores.

El resultado es bastante convincente. Estamos acostumbrados a entender y respetar los gráficos, y verlos en relación con la literatura es algo que cambia el estado actual de los estudios literarios. Pero cabe señalar que estos gráficos parecen más acabados de lo que realmente son. Es solo que las premisas para elegir este o aquel elemento de análisis son siempre un poco oscuras. En lugar de explicar sus elecciones, Moretti las naturaliza con fuertes trazos retóricos.

Así, en la primera parte, el género aparece como una “especie de Jano morfológico, con un rostro vuelto hacia la historia y otro hacia la forma”, “el verdadero protagonista de este tiempo medio de la historia literaria” (los ciclos según Braudel) . Acostumbrado a la formulación de Antonio Candido de que la crítica debe comprender cómo se internalizan los elementos externos al texto, el lector brasileño se pregunta qué es lo que en la forma literaria es extraño a la historia. En este caso, ¿el género es el protagonista enfrentado a qué?

Lo mismo sucede en la parte final, cuando el crítico atribuye a una estrategia argumental -la presencia de pistas para esclarecer los crímenes- la explicación del éxito de Conan Doyle. En un capítulo en el que propone un enfoque científico, no logra explicar cómo sería posible aislar un solo elemento y atribuirle la responsabilidad de todo un proceso de gran complejidad. Las compañías farmacéuticas estarían felices, e incluso más ricas, si pudieran comercializar sustancias probadas de esta manera.

De hecho, cuanto más nos adentramos en el razonamiento de Franco Moretti, más dudas aparecen. La mayor preocupación que mueve su pensamiento es que la historia literaria opera sobre una irrisoria cantidad de obras, constituyendo una especie de historia de las excepciones, una no-historia. No hay manera de estar en desacuerdo: este es un problema fundamental para la historia y la crítica literaria.

Pero, ¿cuál es la solución para esto? ¿Lee todo? Es evidente que esto no es practicable, y tiene razón cuando dice que nadie tiene el tiempo suficiente para leer todo lo que se ha producido durante un largo período, ni existe un método capaz de lidiar con la enormidad de datos que surgirían. de esta lectura, incluso que se podría hacer. Entonces, dice, seamos radicales y no leamos nada. Miremos la literatura desde lejos. En un esfuerzo conjunto, que Moretti alguna vez llamó la “división cósmica del trabajo intelectual”, muchos leerían, producirían datos, y alguien, situado en un lugar privilegiado, lejano, haría el brillante trabajo de síntesis que explicaría cómo son las cosas. .

El problema es que esta solución puede ser solo aparente y no cambia la discusión tan radicalmente como parece sugerir la propuesta, no la lectura. Bueno, nadie deja de leer lo que ya leyó, y por eso Moretti no puede deshacerse de Jane Austen, Flaubert, Balzac, Dostoyevsky, Conan Doyle y tantos otros autores canónicos. La decisión de no leer, por tanto, no puede afectarles. Afecta sólo a aquellos otros que, al fin y al cabo, no serían leídos en absoluto. No hay confrontación, y todo corre el riesgo de quedar reducido al viejo sistema centro-periferia, que se mantiene intacto e incluso se refuerza, como estructura del método.

Quizás la solución sea otra: leer también lo que está en la periferia tanto del canon literario como de la crítica. No leer todo, ni siquiera leer más, sino leer otras cosas y ver qué dinámicas producen al estar al lado de lo que todos leen.

*Luis Bueno es profesor de la Universidad Federal de Paraná (UFPR). Autor, entre otros, de libros de Una historia del romance de los 30 (Edusp/Unicamp).

referencia


Franco Moretti. La literatura vista de lejos. Traducción: Anselmo Pessoa Neto. Porto Alegre, editorial Arquipélago, 184 páginas.

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