por FERNANDO LIONEL QUIROGA*
La antigua “Ley de Autobuses”, rechazada en febrero, ahora está esperando ser aprobada por el Senado. Si se aprueba, Argentina está a un paso de abrir el capítulo más oscuro de su historia
La Cámara de Diputados de Argentina concluyó, el 30/04/2024, la votación de la Ley Fundamental con 142 votos a favor, 106 votos en contra y 5 abstenciones. La “Ley de Bases y Punto de Partida para la Libertad de los Argentinos”, rechazada en febrero de este año, materializa el proyecto de mercado representado por el presidente electo, Javier Milei. A partir de ahora Argentina podrá conocer de cerca a quién eligió para gobernar el país. Las consecuencias sociales de la reforma deberían reflejarse en los próximos meses, mostrando los efectos de las medidas previstas en la nueva ley. La ingenuidad de quienes ven las políticas de ajuste como la solución a los problemas económicos servirá como catalizador de la indignación generalizada del pueblo argentino. De Argentina podemos esperar una brutal intensificación de la desigualdad social. Pronto, las noticias registrarán un aumento exponencial del sinhogarismo, la violencia y el abandono social. Una depresión colectiva, similar a la que ocurrió en Grecia, es lo que podemos esperar de Argentina.
El neoliberalismo –la última versión del capitalismo– está en el centro de la reforma del Estado. Argumentos como los de que hay que “deflactar” al Estado, ya que es el que produce desigualdad, como lo declaró Gabriel Bornoni de “La Libertad Avanza”, afirmando que la ley está dirigida a los trabajadores de Argentina, y que tal reforma presupone la disolución de organizaciones que pretenden extinguir el “Estado elefante”, resume la receta que sustenta la narrativa contada en microcapítulos (memes, fake news y desinformaciones similares que proliferan en las redes sociales), cuya función es difundir la vieja premisa de que el “Estado elefante” Estado” es la causa de las crisis y los problemas sociales (el diablo, por así decirlo), y el “mercado” es la única solución a los problemas económicos (el redentor de los males sociales). Pero lo que está en juego en el neoliberalismo no es sólo la lógica de las privatizaciones, sino la posesión espiritual del Estado, ahora controlado por los superpoderes del jefe del Ejecutivo, poniendo en riesgo el propio sistema democrático y los derechos de los ciudadanos.
La lógica interna en la que se basa la falacia es que el problema de la crisis surge de la idea caduca de que el hinchamiento del Estado es el expediente colonizador cuya intencionalidad es también la vieja lógica del extractivismo. Así como hoy en día la empatía se ha puesto de moda precisamente en un contexto político donde el individualismo se vuelve cada día más intenso, así también los movimientos decoloniales e identitarios, en el epicentro de las ciencias humanas, son el termómetro de que el colonialismo no sólo debe entenderse por sus ecos, sus efectos oscuros tras la violencia de sus inicios, sino como señal de que su vitalidad está en pleno desarrollo. Y, lo más grave: así como la “empatía” puede ser el concepto troyano de una sociedad cuyo consumo se dirige cada vez más hacia la fragmentación cuyo resultado tiende a alcanzar su mayor grado de saturación, es decir, un nuevo tipo de masificación fabricada por la dimensión de deseo rastreado por algoritmos, así el decolonialismo y el identitarismo piden una interpretación que vaya más allá de las cuestiones meramente culturales, pidiendo una lectura basada en su lógica interna, es decir, aquella que puede ser la clave de la trampa conceptual al servicio del poder económico.
Por lo tanto, vale la pena advertir: nunca antes las ciencias humanas (incluida la astuta filosofía) se han visto tan amenazadas bajo la infusión de conceptos troyanos (es decir, aquellos conceptos que, bajo la apariencia de crítica, tienen en sí el poder contrario) – como se ve de manera más completa en el “gramscismo”, utilizado por la extrema derecha brasileña. En este sentido, lo que está en juego en la reforma del Estado argentino no es sólo la forma en que se entiende el Estado, no es sólo una noción de abordaje conceptual. Tal es el argumento estratégico de una estructura por todos conocida: el colonialismo y su finalidad implicada en la dominación y explotación de los recursos naturales, económicos y humanos en beneficio del colonizador. Nada menos que lo aprobado en la Ley Fundamental: la privatización de los recursos naturales sin injerencia alguna del Estado y el expolio de los derechos de trabajadores y jubilados: fuertes señales de una explotación económica sin precedentes. Traducido, la Ley Fundamental es la imposición de una ley de esclavización del pueblo argentino. Su forma de aprobación es el mayor indicio de su subyacente violencia colonizadora: a través de una votación intempestiva, sin reflexión ni debate democrático.
Bajo la falacia del estado de “emergencia” –otro término clave utilizado por el neoliberalismo y su política de shock– los capítulos fueron votados directamente, sin tener en cuenta el examen detallado de sus artículos, es decir, su contenido real. Votamos a favor de las Leyes de Mercado sobre las Leyes Estatales. Es el mercado que regirá a partir de ahora a la Argentina. Por lo tanto, cualquiera que piense que el colonialismo como sistema formal está disminuido en el mundo contemporáneo se equivoca, dejando sólo reverberaciones de un pasado que requiere una lucha casi simbólica para reparar los traumas del pasado. El colonialismo está vivo y produce más miseria que nunca. El colonialismo es el capitalismo mismo en su etapa más depredadora de la historia, ya que pretende implementar un régimen de esclavitud a escala global, cuyas manchas de sangre nos permiten aprender algunas lecciones:
a) que el pensamiento de las elites económicas no es tan “cortoplacista” como aparentemente podría parecer. El método de su reproducción es racional y tiene en cuenta elementos de crítica que terminan actuando como caballos de Troya simbólicos (conceptos, nociones, hipótesis y tesis) –que consolidan un tipo de cognición de tercera vía más allá de la dualidad clásica del pensamiento, allí la se produce la confusión que sigue;
b) la apropiación de la crítica del capitalismo basada en una dialéctica de dialécticas, es decir, la profundización de la lucha de clases y de la estructura del capital a través de la inversión diametralmente proporcional de sus tesis críticas;
c) la brecha, en el campo teórico, de una comprensión más profunda de este nudo en la dialéctica histórica perpetrada por las élites.
Así, la “libertad” de los argentinos no debería llegar a través de la ley recién aprobada salvo bajo la lectura más fatalista de lo que aquí puede significar libertad, es decir, la noción misma de que ya no existe ningún tipo de protección por parte del Estado. y que, en la etapa actual, todo el mundo se habría convertido a la figura del Homo Sacer descrita por el filósofo italiano Giorgio Agamben[i].
La ley básica, que incluye la privatización de once empresas públicas, incluye también el fin de la moratoria de la seguridad social, además de los beneficios impuestos a las grandes empresas y los superpoderes atribuidos a Javier Milei, de quien se puede esperar la continuación de la gran política de desinstalación del Estado mediante una orgía de pinceladas. De los aspectos mencionados anteriormente, comenzando por la privatización de las empresas estatales, es posible esperar una caída repentina en la calidad de los servicios prestados, el impacto en la vida de los trabajadores y la pérdida de la soberanía nacional, que se convierte en “soberanía del mercado”. . En cuanto a la eliminación de la moratoria de la seguridad social, las consecuencias deberían afectar principalmente a los más vulnerables, especialmente a los jubilados y pensionados que dependen de estos recursos para su propia supervivencia. En detrimento de las políticas redistributivas o de la fiscalidad de los más ricos, la nueva Ley prevé beneficios fiscales para las grandes empresas, lo que implica favoritismo al sector privado frente a las cargas sociales.
Cabe destacar también que la ausencia de debate como eje central de esta Ley –siempre bajo el paraguas moral de una “medida de emergencia”, siempre en el sentido de un “sacrificio” necesario para evitar un mal mayor- no es nada nuevo en el modus operandi neoliberal, basado en la “doctrina del shock” brillantemente explicada por Naomi Klein, como lo “esencial” para el establecimiento de políticas de libre mercado basadas en desastres, ya sean manufacturados o naturales. Finalmente, la triste lección que vemos concretarse en Argentina es, por un lado, la reforma del Estado bajo la apariencia de la única salvación viable para un país que atraviesa sucesivas crisis; y, por el otro, el comienzo de una era cuyos resultados pronto se verán en los rostros hambrientos y desilusionados de un pueblo que tendrá la fatal tarea histórica de encontrar la fuerza para reconstruirse a partir de las ruinas. Ahora la Ley debe ser aprobada por el Senado. Si este último no lo rechaza, Argentina estará a un paso de abrir el capítulo más oscuro de su historia.
*Fernando Lionel Quiroga. es profesora de Fundamentos de la Educación en la Universidad Estadual de Goiás (UEG).
Nota
[i] El término “Homo Sacer” proviene de la antigua Roma y hace referencia a una figura del derecho que, si bien era considerada sagrada o intocable, también estaba excluida de la protección de la ley. Era una persona que podía ser asesinada sin que se considerara un sacrilegio, pero tampoco podía ser sacrificada según rituales religiosos. Agamben amplía este concepto para analizar la relación entre el poder soberano y la vida humana en su obra. Sostiene que el Homo Sacer representa una forma de vida “desnuda”, despojada de derechos y protecciones legales, que puede ser excluida y sacrificada por el poder soberano.
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