por EUGENIO TRIVINHO*
Mientras la red de extrema derecha no sea desalojada del aparato estatal, el neofascismo bolsonarista seguirá existiendo
“El sol de todos los días aún no se ha puesto” (oración en latín).
1.
A fines de la década pasada, la promiscuidad sectorial entre la base del Poder Judicial y el Ministerio Público Federal interfirió de manera anticipada en el proceso electoral de 2018, privando, con larga prisión, al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, entonces favorito candidato, de ejercer la Presidencia de la República.
Informes de The Intercept Brasil abrió las entrañas de la entonces operación Lava Jato y realizó el promiscuo procedimiento de lawfare, persecución política a través de la instrumentalización del sistema judicial, la visibilidad de los medios conservadores y el aparato policial estatal. Lula recuperó su libertad y las energías electorales que sustentan su candidatura siguen renovadas, convirtiéndolo en el principal candidato a presidente.
Tres años después, acciones desatadas en la cúpula del Poder Judicial interfieren, con reciprocidad y similar anticipación, en el proceso electoral de 2022: socavando el ímpetu de la extrema derecha, las decisiones, aunque controvertidas, apuntan a dominar, no sin células fantasmas, el camino del invitado del Palacio do Planalto en la disputa de la elección. La repercusión despectiva de las medidas se extiende a la reputación de toda la familia presidencial.
Esta inquietante dialéctica de empirismo la política muestra, en el dramático torbellino de los hechos, que algunas (pocas) instituciones republicanas brasileñas, con prerrogativas y facultades constitucionales, siguen músculos vigorosos y con hermenéutica jurídica inspirada en el trienio 1985-1988, a pesar del avispero de fakenews y desinformación sistemática. Al menos por el momento, esta inversión fáctica también revela que los pesos y contrapesos de la joven democracia brasileña decidieron, finalmente, abandonar las oficinas y los cajones, sin retroceder ante amenazas y temores. La tardía judicialización del neofascismo federalizado –es decir, la inculpación de la burla ultraconservadora de la República–, en defensa de la razón occidental frente a fakenews y su disuasión socioestructural se extendió a canales en Youtube: a pedido de la Policía Federal (PF), una orden del Tribunal Superior Electoral (TSE) determinó la desmonetización de varios de ellos.
2.
Altos compañeros de la red ultraderechista echan espumarajos biliosos contra los procedimientos del Supremo Tribunal Federal (STF) y del STE.
Asesinos seriales también se sorprenden cuando su descuido en el camino permite que la policía los arreste. Los ataques a la vida toman muchas formas. Los caminos, de hecho, son uno de ellos. Aparentemente hay formas más decantadas. Se refieren a la violencia simbólica, no sin efectos devastadores. Atacar copiosamente a las instituciones republicanas con el alarde de armas cruzadas sobre el pecho entra dentro de este perímetro: no sólo lesiona la Constitución Federal; ataca la vida.
Hace años, cierto presentador de televisión brasileño, protagonista de “asuntos culturales” nocturnos con cámara indiscreta (cámara oculta, en traducción aproximada), aseguró, con indignada sorpresa, que su “arte” había sido “censurado” cuando organizaciones de la sociedad civil, preocupadas por la calidad de la agenda televisiva, lograron derribar sus “negocios” en los tribunales. Los productos culturales masivos que, además de la calidad de la marisma, utilizan el esquema de la cámara oculta a menudo socavan la ciudadanía de otros al someter a las personas (generalmente pobres, necesitadas o vulnerables) a procedimientos de secuestro para registrar escenas espeluznantes y deprimentes sin el consentimiento previo de las víctimas y , posteriormente, exhibirlos en la vitrina audiovisual como objeto de risa y burla pública. Esta “cultura” que se ofrece a la sociedad no esconde –para los amantes de las filigranas– un sesgo fascista bajo aires pálidos de “ocio” y “alegría”, supuestamente útil para los espectadores cansados de la jornada y preocupados por reconstruir su fuerza de trabajo ( corporal y psíquica) para el día siguiente.
¿Qué tienen en común los casos anteriores -uno criminal y otro de cultura de masas- con la ultraderecha en cuanto a la política de partidos? Más allá del ceño de indignación ante una orden judicial o policial, todos equivalen, cada uno a su manera, a emblemas, entre cientos de casos, de cuánto sujetos, grupos sociales y redes son, desde un principio, privados, paradójicamente, de inseguridad jurídica en cuanto a las consecuencias de sus conductas y prácticas. Ligera o fuertemente, son movimientos o realizaciones conscientes de sus proposiciones y actos. En el caso de la multitud neofascista, sin embargo, la realidad paralela en la que viven - límite y lucha obsesiva contra el “comunismo imaginario”–, provoca que su supuesto extremismo legal, dentro del actual sistema constitucional, deshilache a este último en la dirección voluntaria de la ilegalidad. La notoria confusión en materia de hermenéutica jurídica repara arbitrariamente las reglas pactadas al punto de hacer pasar, “lavados”, como constitucionalmente legítimos, los ilícitos cometidos conscientemente en nombre de “buenas causas”. La dimensión del disparate se amplía cuando, por si fuera poco, se comprueba que el extremismo conservador quiere exportar su mundo paralelo como una realidad normal para el conjunto de la sociedad.
3.
Todo indica que el deshilachamiento de las tendencias político-institucionales en Brasil ha transitado por el siguiente falaz punto de no retorno: (a) o el ocupante de la silla principal de la República se afirma como un loco y aplica, de manera torpe (como su gobierno en casi todos los sectores), un autogolpe polémico y vacío, junto a unas Fuerzas Armadas aparentemente divididas y que apuntan a un futuro inmediato de vida o muerte, con impredecibles repercusiones sociales (empezando por la libertad de sus propios hijos, acusados de corrupción y /o propagación de fakenews y odio); b) o bien el invitado de Palacio acepta bajar la guardia, el balón y la bravuconería, desanimando a la multitud de simpatizantes (sobre todo a los más ilusionados, defensores de la intervención militar), debido a un acuerdo de indulgencia político-judicial que, no exento de corrupción fundamentalmente, negoció su retiro del aparato estatal, acuerdo por el cual su retiro de la escena se cambiaba por una garantía de protección para él y su familia, fuera de las celdas.
Ambas opciones son inaceptables desde el punto de vista político, legal e institucional – quedarnos sólo en estos tres prismas. Que la ética no se mencione en este contexto: los oportunismos de todo tipo (no pocas veces patriarcales) amenazan siempre con prostituirla con convenientes manjares.
4.
Evidentemente, ninguna dialéctica garantiza un cierto resultado en una pelea con puño de hierro. A pesar de ser transparente para quienes aprecian ver más allá de los plazos cortos, la dialéctica político-judicial mencionada no es una excepción.
Sea como fuere, la preocupación por el neofascismo en el país, al que se ha sumado el conservadurismo jurisprudencial (en el caudal de provocaciones a los egregios honores personales), tomó un capítulo institucional crucial, con decisiones intrépidas y atrevidas, con múltiples mensaje y listo para hacer una escuela Estados a través. El hecho de que fueran ejecutados en vísperas del 7 de septiembre se sumaba a la previsible agitación: grupos afectados capitalizaban actos de deshidratación judicial como gasolina para manifestaciones callejeras.
Las primeras líneas del capítulo antifascista, con epígrafe excavado en backstage previo, engrosan las filas de tantos segmentos y entidades combatientes del campo de centroizquierda, en defensa de la democracia, los derechos humanos y las libertades civiles. Esta amplia gama de oposición progresista quiere desinfectar a Brasil de la regresión política posterior a 2018 y socavar, desde las bases hasta la cúspide, la descalificada “guerra cultural” negacionista que aisló al país del escenario mundial y lo condujo, a través de una vacuna lenta. juerga, a lo sumo 550 muertos por Covid-19.
Mientras la red de extrema derecha no sea desalojada del aparato estatal, el neofascismo bolsonarista seguirá apoyándose en aproximadamente el 20% o el 30% del electorado para pulir la banca. El nepotismo y el fisiologismo oligárquico expuestos por los medios de comunicación y, al mismo tiempo -para la multitud crédula y/o desprevenida- matizados por un contundente canto anticorrupción, son parte de los interminables escalones de la cuesta, aún en la boca superficial del infierno. A este nivel, la petulancia estratégica hace que el neofascismo defienda vagamente algo así como “democracia” y “libertad”.
Esperar que el presente capítulo no forme parte de un tratado, que sea, más bien, un libro veloz, de esos que, con menos de cien páginas y un lenguaje ligero, se escriben en pocas semanas y se leen “en una sentado” – exige una fe inconmensurable de la ingenuidad. Las corrientes desalientan las expectativas: la desesperanza, en un compendio más allá de 2022, proyecta desarrollos en la década, si no más.
* Eugenio Trivinho es profesor del Programa de Posgrado en Comunicación y Semiótica de la PUC-SP.