La invasión de la región de Kursk en Rusia

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por Flavio Aguiar

La batalla de Kursk hace 81 años arroja una sombra sombría sobre la iniciativa de Kiev

El exdiplomático y exagente secreto británico Alastair Crooke publicó un mordaz artículo basado en la invasión de la región de Kursk, en Rusia, por tropas de Ucrania. en el sitio web Cultura estrategica.

Digo “de” porque el análisis de Alastair Crooke va mucho más allá del hecho mismo, en el campo de batalla. Desde allí, se dirige a otro campo de batalla, que según él es más importante que el primero: el de las narrativas creadas e impuestas al público lector/espectador, en sus diferentes niveles, por los gobiernos y los medios.

En primer lugar, caractericemos al analista, ya que Alastair Crooke no es un personaje cualquiera. Alastair Crooke, que ahora tiene 75 años, nació en Irlanda. Trabajó en el sistema financiero británico, hasta incorporarse al servicio secreto del Reino Unido, MI6, donde permaneció más de 30 años, bajo el disfraz de diplomático. Trabajó en Irlanda del Norte, Sudáfrica, Colombia, Pakistán y Medio Oriente. Posteriormente, se convirtió en diplomático dentro de la Unión Europea. Entre sus funciones, jugó un papel importante en la obtención de armas para que los yihadistas lucharan contra los soviéticos en Afganistán.

En Oriente Medio, como enviado de la Unión Europea, trabajó desde la embajada británica en Tel Aviv, tratando de tender puentes entre grupos islámicos, como Hamas y Hezbolá, y las fuerzas israelíes, con las que, según se dice, había tenido buenas relaciones.

Tras ser condecorado por el gobierno británico en 2004, con la medalla de la Orden de San Miguel y San Jorge, se instaló en Beirut. Fundó y dirige el sitio web Conflicts Forum, donde defiende los esfuerzos para acercar al mundo islámico y Occidente. Afirma estar siendo censurado en plataformas como Facebook y otras en Occidente, bajo acusaciones de “hacerle el juego” a Vladimir Putin, algo que él niega. Lo ignoro y no me corresponde aquí discutir las motivaciones personales detrás de su laberíntica trayectoria, de la que sólo he citado un brevísimo resumen. Resulta interesante el análisis que hace de la situación de las dos guerras entre Rusia y Ucrania, del propio campo de batalla y del mundo narrativo y de la información.

La tesis principal que subyace al artículo de Alastair Crooke es que no fue Ucrania la que invadió Kursk, sino la OTAN a través de Ucrania. Esta tesis rima con la de que la guerra en Ucrania, desde el punto de vista occidental, es un “guerra de poder”, una “guerra de terceros” entre Estados Unidos y sus aliados, y Rusia. La otra tesis es que el objetivo de la invasión era tanto avanzar en territorio ruso como –o más bien– crear un nuevo glóbulo narrativo que animara una disputa que Occidente estaba perdiendo en el campo simbólico.

A partir de aquí desarrollo mi propio razonamiento, aunque apoyado en información más amplia que la mía contenida en el artículo de Alastair Crooke, que se puede comprobar con su lectura.

Esta guerra siempre ha contado con el impulso del gobierno de Estados Unidos, la OTAN, sus aliados geopolíticos (Unión Europea, Reino Unido, Japón, los otros cuatro países del grupo de las Cinco Hermanas y algunos anexos más) y los medios de comunicación cooptados. o conspiración) para crear una narrativa pro Ucrania.

Ella debe ser presentada no sólo como merecedora de la victoria, como David contra Goliat, sino como vencedora, desde el principio. Rusia debería presentarse como arrodillada ante las sanciones económicas, y Putin como al borde de la ruina política y personal (los medios cómplices se vieron inundados de artículos aludiendo a sus enfermedades). La abrumadora mayoría de los medios occidentales compraron y vendieron esta perspectiva, tal como habían comprado y vendido en el pasado la falsa tesis de las armas químicas de Saddam Hussein en Irak.

No funcionó. A pesar de algunos reveses iniciales, la invasión consolidó el dominio ruso sobre grandes zonas de Donbass. Las sanciones económicas han perjudicado más a los pupilos europeos de la OTAN que a la propia Rusia. Putin no se debilitó, ni se sacudió, ni cayó. Al contrario, las presiones de Occidente le arrojaron a los brazos de China, que le acogió de buen grado, obteniendo a cambio el apoyo de uno de los dos mayores arsenales de armas nucleares del planeta.

En el campo de batalla fracasó la contraofensiva ucraniana de 2023. A pesar del esfuerzo titánico de los principales medios de comunicación occidentales para promover las supuestas ventajas de Ucrania, éstas resultaron cada vez más irreales e inconsistentes. La confianza entre Estados Unidos y los aliados occidentales de la OTAN comenzó a decaer. La presión sobre Rusia resultó ser una contrabomba con un efecto moral: inflación creciente en Europa, desindustrialización en Alemania, precios de la energía en la estratosfera, con el recorte de los suministros rusos, alimentos, productos farmacéuticos e insumos agrícolas mucho más caros. .. recesión !

Los ataques con drones ucranianos contra objetivos rusos, incluido Moscú, parecían picaduras de mosquitos en un elefante. Molestaron, pero no perforaron la piel del enemigo. Para revivir el espíritu guerrero en los medios, los aliados y la opinión pública belicista, se necesitaba un hecho nuevo e inusual. Y llegó: la sorprendente invasión de Kursk.

De lo poco que se puede saber en una guerra donde la información precisa es escasa, no se logró ningún objetivo militar importante. Las fuerzas rusas no se movieron del Donbas ucraniano para reforzar la defensa en Kursk. La central nuclear de la región, que podría ser un objetivo interesante, sigue en manos rusas. La capital regional, lo mismo. A pesar de haber sido tomado por sorpresa, Vladimir Putin no tembló ni tembló. Y promete más que la recuperación del territorio ocupado: promete venganza.

Sin embargo, a nivel retórico la situación es diferente. El gobierno en dificultades de Kiev demostró su poder de iniciativa. En los principales medios de comunicación, Rusia y Vladimir Putin estaban “arrinconados”. Se creó una ola favorable para revivir la voluntad de los ya recalcitrantes aliados de apoyar militar y financieramente el drenaje sin fondo que cada vez más parece ser el gobierno de Kiev.

¿Lo haré bien? Eso depende. Quizás un paralelo histórico nos ayude a descifrar respuestas hipotéticas a esta pregunta. Y aquí destaca otra dimensión del ataque en Kursk: la simbólica.

Kursk fue el escenario de la batalla decisiva en el Frente Oriental de la Segunda Guerra Mundial. Allí se resolvió el conflicto, más que en Stalingrado, más que en Normandía.

La batalla duró desde principios de julio hasta finales de agosto de 1943. Según varios expertos, fue la batalla más grande de la historia de la humanidad. Otros, más modestos, la definen como una de las mayores batallas. Todos, en cualquier caso, la califican como la mayor batalla blindada que jamás haya habido en el mundo.

En total se utilizaron más de diez mil vehículos blindados, la mitad de los cuales resultaron dañados o destruidos. Las pérdidas humanas superaron el millón, según se puede estimar, ya que los datos son imprecisos, especialmente en el lado alemán, que compuso las cifras. Las pérdidas soviéticas fueron gigantescas, pero la victoria fue aplastante.

El ejército alemán tuvo la iniciativa. Kursk era lo que se llama un “saliente” militar: un enclave soviético en medio de un territorio tomado por el enemigo. La ofensiva alemana tenía como objetivo aniquilar este enclave.

Políticamente, el objetivo de Hitler era similar al de la OTAN/Kiev: reanudar la ofensiva tras el fracaso de Stalingrado, demostrar a los aliados que la Wehrmacht todavía era capaz de tomar la iniciativa, ya fueran estos aliados Japón e Italia, o sus simpatizantes. en territorios anexados, como Austria, u ocupados, como Croacia, Rumanía y… Ucrania, entre otros.

Nada funcionó. El enclave resistió hasta que llegaron refuerzos. Los nazis tuvieron que retirarse, y a partir de entonces, en el Frente Oriental, la iniciativa perteneció al Ejército Rojo, hasta la toma de Berlín, casi dos años después.

Dos factores externos ayudaron a los soviéticos. Ante las dudas de algunos de sus generales, Hitler decidió retrasar el ataque al enclave. En su decisión también pesó el deseo de que llegaran al frente de batalla los nuevos vehículos blindados fabricados en Alemania, técnicamente superiores a los antiguos y soviéticos. Curiosamente, esta superioridad técnica, que habría sido una ventaja para los alemanes, resultó contraproducente, al igual que en el frente de la aviación. El cambio innovador en los dispositivos dificultó la fabricación de piezas de repuesto. Mientras tanto, los soviéticos continuaron produciendo los mismos tanques T-34 de siempre, con pequeñas modificaciones, especialmente en la torreta, dándoles mayor versatilidad.

La segunda ventaja llegó a través de los aliados occidentales. Al mismo tiempo que la Wehrmacht iniciaba el ataque al enclave soviético, tras derrotar a los alemanes en el norte de África, desembarcaban en Sicilia, creando el Frente Sur en Europa. Hitler se vio obligado a ordenar el movimiento de tropas desde el Frente Oriental hacia la península italiana, debilitando aún más al derrotado ejército alemán ante el avance soviético.

La batalla de Kursk hace 81 años arroja una sombra sombría sobre la iniciativa de Kiev. El paralelo es inconfundible: las fuerzas ucranianas portan, entre otras, armas alemanas, y varios de sus soldados decoran sus uniformes con adornos nazis.

En lugar de poner una espada en el pecho de Vladimir Putin, la invasión de Kursk puede haber puesto una espina en el corazón del patriotismo ruso, lo que podría ser fatal para Kiev.

PD – Es innecesario, pero pertinente, recordar que el autor de estas líneas no siente la más mínima simpatía por Vladimir Putin, ni por la invasión de Ucrania. Pero tampoco siente el menor entusiasmo por esta estúpida guerra, y mucho menos por la OTAN, ni por su títere en Kiev ni por los neonazis que infestan las fuerzas armadas ucranianas. Salvo en muy raras ocasiones, y ésta no es una de ellas, siempre es mejor una mesa de negociaciones que un campo de batalla.

* Flavio Aguiar, periodista y escritor, es profesor jubilado de literatura brasileña en la USP. Autor, entre otros libros, de Crónicas del mundo al revés (boitempo). Elhttps://amzn.to/48UDikx]


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