por PEDRO MIGUEL CARDOSO*
No podemos pasar por alto la posibilidad de una transformación social y ecológica consciente
Algo no está bien. Los problemas ecológicos y los desastres se acumulan. La explotación del planeta y de los recursos naturales se lleva a cabo en una escala e intensidad sin precedentes. Constantemente nos enfrentamos a noticias sobre contaminación, deforestación, extinción de especies animales y vegetales, cambio climático. Los tiempos contemporáneos están marcados por una crisis ecológica. Hay una conciencia colectiva cada vez mayor de la degradación ecológica en curso. Varios especialistas han defendido que la humanidad está produciendo y consumiendo muy por encima de las capacidades de regeneración y sostenibilidad de los ecosistemas, y que están en riesgo las condiciones de vida y la prosperidad de las generaciones futuras. Dentro de este marco, se han realizado intentos para calcular el grado de alteración de los equilibrios ecológicos.
Por ejemplo, Johan Rockström et al. (2009) intentaron cuantificar un conjunto de límites planetarios y definir el espacio operativo seguro para la humanidad en su relación con el sistema Tierra. Asociaron estos límites con subsistemas o procesos biofísicos planetarios (interrelacionados): cambio climático, acidificación de los océanos, degradación de la capa de ozono, flujos bioquímicos (el ciclo del nitrógeno y el fósforo), uso global de agua dulce, cambios en el uso de la tierra, pérdida de biodiversidad, concentración atmosférica de aerosoles y contaminación química. Según sus cálculos, las fronteras de sostenibilidad de tres de estos subsistemas ya se han traspasado (cambio climático, biodiversidad e interferencia humana en el ciclo del nitrógeno), mientras que otros están cerca de serlo (acidificación de los océanos, uso global de agua dulce, cambios en el uso del suelo). y el ciclo del fósforo).
La crisis ecológica también ha contribuido en los últimos años a revitalizar el debate académico (y político) en torno al concepto de capitalismo y su relación con la ecología. Un número creciente de científicos, intelectuales y activistas consideran que responsabilizar a la humanidad en abstracto es un error y una forma de ocultar lo fundamental: la organización de la producción, la distribución y el consumo, las reglas políticas, económicas y financieras vigentes. Y quién se beneficia más de ellos.
Se ha hablado de capitalismo “verde” y se presentan ideas para reformar el sistema para que no destruya o siga desestabilizando peligrosamente la biosfera. Nos dicen que hay mucho dinero por hacer, muchos negocios rentables por hacer y empleos por crear en este nuevo capitalismo “amigable” con los ecosistemas y la vida. Hay quienes lo dudan pero al mismo tiempo consideran que no hay alternativa al capitalismo, defendiendo un reformismo más significativo. Y hay quienes defienden una urgente y revolucionaria movilización social y política para cambiar el sistema o paradigma. Este ensayo se enfoca en el capitalismo como una economía política y un sistema global “realmente existente”, presentando diferentes perspectivas sobre la posibilidad, o no, de un capitalismo “verde” y abordando el tema del crecimiento económico que es central en este debate.
¿Qué es el capitalismo?
El capitalismo es un sistema basado en la propiedad privada de los medios de producción y la búsqueda de ganancias. Los empleadores (o capitalistas), utilizando capital privado, contratan mano de obra asalariada para producir bienes y servicios que se colocarán en el mercado con el fin de obtener una ganancia. Poseen los bienes de capital que utilizan los empleados (o trabajadores) y poseen los bienes y servicios (las mercancías) que se producen y comercializan. Los mercados son más o menos libres y competitivos, y los bienes normalmente se venden a precios determinados por el mercado. Los mercados también incluyen el mercado laboral donde se determinan los salarios (Bowles, et al., 2005). El intercambio característico del capitalismo es aquel que comienza y termina con el dinero pasando por bienes (DMD), teniendo el agente de cambio más dinero al final del proceso que al principio.
Bajo el capitalismo, parte del producto generado se necesita para reproducir las condiciones existentes y se utiliza para este fin. El producto excedente, la parte del producto económico que excede lo que se necesita para pagar la mano de obra y los materiales utilizados en la producción, toma la forma de ganancias. La ganancia proporciona la base de la renta capitalista. Cuando los beneficios se gastan con la intención de aumentar la productividad: en formación, apoyando la invención de nuevas tecnologías o más y mejores bienes de capital, los gastos se denominan inversión (ibídem).
En una economía capitalista, existe una fuerte presión para acumular (invertir) una gran parte del producto excedente para mantener o mejorar la posición en el mercado. Las leyes de la competencia presionan a los capitalistas a reinvertir el producto excedente: “¡Acumular, acumular! ¡Es Moisés y los profetas! “La industria aporta el material que acumulan los ahorros”. Así que guarda, guarda, i. es decir, ¡transformar la mayor cantidad posible de plusvalía o plusproducto en capital! Acumulación por la acumulación, producción por la producción, en esta fórmula la economía clásica expresó la vocación histórica del período burgués” (Marx, 1997: 677).
El capitalismo, por lo tanto, está orientado a la acumulación y tiene una dinámica expansiva. Según Immanuel Wallerstein (1999: 11-12): “Lo que distingue al sistema social histórico que llamamos capitalismo es el hecho de que, en este sistema, el capital comienza a usarse (invertirse) de una manera muy especial. Llegó a usarse con el objetivo principal de la autoexpansión. En este sistema, las acumulaciones anteriores son sólo 'capital' en la medida en que se utilizan con miras a obtener acumulaciones aún mayores”.
Podemos decir que estamos en un sistema capitalista sólo cuando el sistema da prioridad a la acumulación incesante de capital. Es un sistema histórico que se generó en Europa a finales del siglo XV y que progresivamente se ha ido expandiendo por todo el planeta. Esto lo distingue de otros sistemas anteriores en los que el “proceso de acumulación de capital era largo y complejo, bloqueándose casi siempre en un punto u otro” porque “muchos de los eslabones de la cadena eran considerados irracionales y/o inmorales por los titulares de derechos políticos”. autoridad y moral” (ibídem: 12).
Según Robert Heilbroner (1986), la necesidad de extraer riqueza de las actividades productivas en forma de capital es un elemento esencial del sistema capitalista. El flujo de excedentes de producción canalizados sistemáticamente hacia un grupo o clase restringida no es exclusivo del capitalismo. El propósito diferenciador del sistema capitalista en relación a otros que existieron es el uso de la riqueza, en sus formas concretas, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para generar más riqueza. El punto común es el uso de excedentes para aumentar el poder de la clase dominante. En el centro de la relación social y laboral instituida por el capital está la dominación. Una relación con dos polos: uno de ellos es la dependencia social de hombres y mujeres sin propiedad, sin los cuales el capital no puede ejercer su influencia organizadora; el otro es el impulso insaciable e inquieto de acumular capital. Por tanto, la acumulación de riqueza está continuamente ligada a la acumulación de poder.
La sublimación de la pulsión de poder en la pulsión de capital demarca la naturaleza del sistema, pero también afecta su lógica. De ahí la insaciabilidad que caracteriza el proceso del capital, convirtiendo sin cesar el dinero en mercancías y las mercancías en dinero. El capital reduce todas las formas de riqueza a términos monetarios y esta base común de medición produce cambios significativos en las disposiciones de comportamiento de los individuos que buscan riqueza. El resultado es que los cálculos que eran imposibles en las sociedades precapitalistas (la riqueza existía en valores de uso) se volvieron no solo posibles sino imprescindibles. Por su equivalencia en efectivo, se permite un cálculo ilimitado de riqueza, prestigio y poder (Heilbroner, 1986).
Además, el capital existe en un estado de vulnerabilidad constante, introduciendo una forma de guerra social para la autoconservación. Se desarrolla un proceso de competencia con la exposición de cada capitalista a los esfuerzos de otros por ganar tanto como sea posible, lo que fomenta una postura antagónica hacia otros participantes del mercado y el uso de todos los medios disponibles para obtener una ventaja competitiva (ibídem).
De esta manera, en este sistema, se investiga la vida cotidiana para encontrar posibilidades que puedan ser llevadas al circuito del capital. La transformación de actividades que tienen valor de uso en actividades generadoras de ganancias para sus organizadores es importante para la expansión del capital. Gran parte de lo que se llama crecimiento en las sociedades capitalistas consiste en la mercantilización de la vida. Todo puede servir para aumentar la rentabilidad (nuevos productos, procesos y mercados) y acumular. La economía de mercado se transforma en una sociedad de mercado y de naturaleza.
Capitalismo, crecimiento y ecología
Planteemos entonces las preguntas: dado lo que sabemos, ¿podemos creer que un capitalismo “verde” es posible o realizable? ¿Pueden algunas reformas, por significativas que sean, evitar que el capitalismo destruya las condiciones ecológicas en las que se sustenta? Estos temas a menudo se asocian con la cuestión de la sostenibilidad del crecimiento económico, que se mide calculando el Producto Interno Bruto (PIB).[i] Por ello, plantean otras preguntas: ¿Es compatible el crecimiento económico con la sostenibilidad ecológica del planeta? ¿Puede el capitalismo funcionar sin crecimiento económico?
En este texto clasificaremos las respuestas a estas preguntas según cuatro grupos teóricos: 1) crecimiento sostenible; 2) economía estacionaria; 3) ecología marxista; 4) decrecimiento. A continuación, haremos una breve descripción y análisis de las ideas defendidas en cada uno de estos grupos.
1 – Crecimiento sostenible
En este grupo se encuentran autores que consideran posible conciliar crecimiento económico constante y sustentabilidad ecológica. La idea de fondo es que la economía puede y debe seguir creciendo, pero es importante que se ajuste y se reoriente.
Las soluciones presentadas para este ajuste y reorientación implican la internalización de los costos ecológicos en el proceso de circulación de capitales y una mayor expansión del mercado. Los mercados de carbono son actualmente el ejemplo más claro de este tipo de solución. En esta línea de argumentación, Lester Brown (2011) argumenta que la solución es lograr que el mercado diga la “verdad ecológica” evaluando el costo total de un bien o servicio en particular. Pablo Hawken et al. (1999) proponen el concepto de “capitalismo natural” y defienden la extensión de los principios del mercado a todas las fuentes de valor material, como una forma de garantizar que todas las formas de capital sean cuidadas con prudencia por parte de los administradores.
A pesar de la buena voluntad que subyace a estas respuestas, debemos cuestionar su viabilidad. ¿Es posible o deseable ponerle precio a todo? ¿Es posible calcular los costos totales de un bien o servicio? ¿Es posible su implementación política en el marco del capitalismo? Y de ser así, ¿no haría inviable la actividad económica o el negocio de muchas empresas? Lo que la historia demuestra es que el capitalismo ha sido una “máquina” que externaliza costos ecológicos y sociales. Los capitalistas no pagan, o no pagan en su totalidad, un conjunto de costos de producción y distribución que corren a cargo de las familias, las comunidades, los estados y las generaciones futuras. Esta ha sido una de las palancas de la acumulación capitalista.
Otra de las soluciones presentadas es el aumento de la eficiencia en el uso de la energía y los materiales para reducir continuamente su impacto negativo en el medio ambiente. Aquí, también, la historia del desarrollo capitalista nos dice que el aumento de la eficiencia ha sido superado por el efecto de escala: con más eficiencia, los costos unitarios disminuyen, los precios caen y el consumo aumenta. Este efecto se conoce como la “Paradoja de Jevons”: las ganancias de eficiencia no reducen el consumo en la misma medida. Un sistema económico dedicado a la ganancia y la acumulación tenderá a usar ganancias de eficiencia o reducciones de costos para expandir la escala global de producción. Por lo tanto, la mejora de la eficiencia conduce a la expansión económica. Además, también hay límites a la eficiencia. Como señala Richard Heinberg (2011: 171), “[…] es importante tener una comprensión realista de los límites de la eficiencia. Impulsar la eficiencia energética requiere inversión, y las inversiones en eficiencia energética llegan a un punto de rendimientos decrecientes. Así como hay límites para los recursos, también hay límites para la eficiencia. La eficiencia puede ahorrar dinero y conducir al desarrollo de nuevos negocios e industrias. Pero el potencial tanto para el ahorro como para el desarrollo económico es finito”.[ii]
La experiencia histórica apoya la tesis de que los problemas ecológicos no pueden resolverse únicamente con la innovación tecnológica. Además, las soluciones de geoingeniería de captura de carbono que se han presentado –algunas altamente especulativas– deben ser vistas con mucha cautela por las posibles consecuencias negativas que pueden tener.
2 – Economía estacionaria
Hay autores para quienes la sustentabilidad ecológica puede lograrse en el marco del sistema capitalista o que de alguna manera consideran esta pregunta secundaria o sin respuesta. Para ello, defienden la implementación de reformas significativas con el fin de estabilizar una economía que funciona sin crecimiento económico.
El economista ecológico Herman Daly (1996), una de las figuras más relevantes en este campo desde la década de 1970, propone el concepto de economía de “estado estacionario” y transformaciones significativas en el sistema social y económico, con el fin de estabilizar una economía donde puede ser un desarrollo cualitativo pero no un crecimiento cuantitativo agregado.
Otro autor importante en este campo es Tim Jackson (2009), defensor de la “prosperidad sin crecimiento”. Según él, esta pregunta es un dilema, que se puede plantear en términos de dos proposiciones:
(1) El crecimiento es insostenible, al menos en su forma actual. El creciente consumo de recursos y el aumento de los costos ambientales están exacerbando las profundas disparidades en el bienestar social;
(2) El decrecimiento es inestable, al menos en las condiciones actuales. La disminución de la demanda conduce a un aumento del desempleo, quiebras y una espiral de recesión, con un aumento de los conflictos sociales y políticos. A nivel internacional, puede derivar en conflictos comerciales e incluso militares.
para Jackson (ibídem), una posible solución al dilema del crecimiento sería la citada eficiencia: realizar más actividad económica con menos daño ambiental. Pero aviso: para que sea una solución, esta disociación entre crecimiento económico e impactos no puede ser solo relativa, tiene que ser absoluta, es decir: el consumo de energía y los impactos ecológicos negativos tienen que disminuir en términos absolutos, mientras la economía crece. La eficiencia en el uso de los recursos tiene que aumentar al menos tan rápido como la producción económica. El autor reconoce que existe una fuerte evidencia de que la disociación no se está produciendo a la velocidad necesaria.
La evidencia que tenemos apunta a la idea de que el proyecto de un capitalismo “verde” en un “estado estacionario” se basa en la suposición errónea de que los fundamentos económicos capitalistas son cambiables y que el crecimiento es opcional. Según David Harvey (2014: 231-232): “¿Sería posible que la acumulación de capital vaya más allá de las exponenciales que ha exhibido en los últimos dos siglos a una trayectoria en forma de S similar a la que se dio en la demografía de muchos países , que culmine en una economía capitalista en un estado estable de crecimiento cero? La respuesta a este punto de vista es un no rotundo y es vital entender por qué. La razón más simple es que el capital se trata de buscar ganancias. Para que todos los capitalistas obtengan ganancias positivas, se requiere más valor al final del día que al comienzo del día. Esto significa la expansión de la producción total de trabajo social. Sin esta expansión no puede haber capital. Una economía capitalista de crecimiento cero es una contradicción lógica y excluyente. Simplemente no puede existir. Por eso el crecimiento cero define una condición de crisis para el capital”.
La economía capitalista necesita crecimiento económico por razones financieras, económicas, sociales y políticas. El deseo de que el capital deje de ser lo que es, a través de una conciencia y acción de sus agentes, está inevitablemente condenado a la frustración.
3 - ecología marxista
Otro grupo defiende posiciones en el marco de la ecología marxista, considerando que el crecimiento económico no puede detenerse porque es inherente al capitalismo y que el crecimiento capitalista nos lleva al desastre ecológico, económico y social. Se necesita una perspectiva revolucionaria y el establecimiento de un sistema alternativo, donde se socialicen la riqueza y el poder. Una economía que opera con una lógica diferente a la acumulación de capital privado. Los trabajadores controlarían el estado y serían propietarios colectivos de los medios de producción, administrándolos democráticamente. Un socialismo ecológico, o ecosocialismo, sería la alternativa sistémica al capitalismo, una fase de transición o la primera fase de la nueva sociedad comunista, que sería una sociedad sin clases sociales y sin Estado.
Para estos autores, la obra de Karl Marx proporciona las bases para una crítica ecológica al capitalismo y para la construcción de una alternativa. Según John Bellamy Foster (2009), Marx vio la formación económica de la sociedad como parte del proceso de la historia natural y utilizó el concepto de metabolismo para describir la relación humana con la naturaleza a través del trabajo. El metabolismo humano con la naturaleza se regula desde el lado de la sociedad a través del trabajo y su desarrollo dentro de formaciones sociales históricas. Al analizar la agricultura moderna, Marx concluyó que el capitalismo socava la vitalidad de las fuentes perdurables de riqueza, el suelo y el trabajador, creando una ruptura irreparable en la interacción metabólica entre los seres humanos y la tierra. El crecimiento de la agricultura y la industria a gran escala y el comercio a larga distancia ha intensificado esta perturbación y la ha hecho insostenible. Por lo tanto, es necesaria una regulación racional de la relación metabólica entre los seres humanos y la tierra, más allá de la sociedad capitalista.
En este campo, algunos autores han desarrollado un pensamiento ecológico sobre bases marxistas. Según James O'Connor (1998), el capitalismo adolece de una “segunda contradicción”. La acumulación capitalista puede dañar o destruir sus propias condiciones de producción. El capital enfrentará costos crecientes para reproducir las condiciones de producción y tendrá que gastar grandes sumas para evitar una mayor destrucción ambiental, reparar el legado de la destrucción ecológica pasada e inventar, desarrollar y producir sustitutos sintéticos como objetos de producción y consumo. Esta “segunda contradicción” afecta al capital por el lado de los costos. Cuando los capitales individuales externalizan los costos en las condiciones de producción para defender y restaurar las ganancias, el efecto no deseado es aumentar los costos en otros capitales (y en el capital en su conjunto) al reducir la producción de ganancias. No hay problema en realizar la plusvalía (como en la “primera contradicción”)[iii] pero hay un problema con la producción de plusvalía.
A pesar de las fallas y contradicciones que presenta el capitalismo, y las injusticias e irracionalidades que genera, muchas personas no pueden ver más allá del marco social, económico y político establecido. La ideología burguesa, que es abrumadoramente dominante, eclipsa el análisis y la imaginación, manipula y mistifica en confrontación con ideologías rivales y anula la creencia de que otro mundo es posible. Por eso se dice que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.
Como señala Joel Kovel (2007: 88) en su libro “El enemigo de la naturaleza: ¿el fin del capitalismo o el fin del mundo?”, estamos ante la “forma de organización humana más poderosa que jamás se haya inventado y también el más destructivo”. El capital es un “aparato espectral que integra modos de dominación anteriores” y “genera un gigantesco campo de fuerza con fines de lucro” que absorbe toda la actividad humana. Para superar esto se deben cumplir dos condiciones: (1) “cambios básicos en la propiedad de los recursos productivos” con la abolición de su propiedad privada y (2) los poderes productivos “tienen que ser liberados, para que las personas autodeterminan su transformación de la naturaleza" (ibídem: 159-160).
Para el marxismo ecológico, sólo con la emancipación de los trabajadores y la superación de la alienación del trabajo y el fetiche de las mercancías existentes en la sociedad capitalista podremos romper las determinaciones destructivas y la incontrolabilidad del capital que puede llevar literalmente al fin de la humanidad. . En este campo hay una comprensión fundamental de la problemática de clase y la naturaleza del capital en la crisis ecológica que estamos viviendo.
Sin embargo, corresponde a los marxistas en general rechazar el crecimiento económico, incluso con una orientación socialista, como un objetivo a perseguir en cualquier contexto y sin importar las consecuencias. También es importante que revaloricen la idea de progreso (en Marx hay una dialéctica de progreso consciente de avances y destrucción) y de los desarrollos destructivos y cuantitativos de las fuerzas productivas, apuntando a su superación.
4 - disminuir
Otro enfoque que ha ganado adeptos y aportes es el del decrecimiento. Según Serge Latouche (2011) el decrecimiento reúne a todos aquellos que realizan una crítica radical al desarrollo y buscan un proyecto alternativo de posdesarrollo. Una sociedad donde la gente viva mejor, consumiendo y trabajando menos.
Latouche (2012) sostiene que es imprescindible denunciar tanto la impostura del crecimiento, que genera desigualdades, injusticias y una sociedad enferma por su riqueza, como el “desarrollo sostenible” como intento de salvar el crecimiento y la marcha de la humanidad hacia el futuro. progreso Para este autor, tanto el capitalismo más o menos liberal como el socialismo productivista son dos variantes de un proyecto de sociedad de crecimiento basado en el desarrollo de las fuerzas productivas. Cuestionar la sociedad del crecimiento implica cuestionar el capitalismo. Pero no basta con cuestionar el capitalismo. El crecimiento infinito y artificial de las necesidades y los medios para satisfacer parte de ellas nos impiden enfrentar la finitud de nuestro planeta y el desafío de una “buena vida” o una sociedad feliz.
Uno de los pioneros en este campo, Nicholas Georgescu-Roegen (2012), advirtió que la economía, al adoptar el modelo de la mecánica newtoniana clásica, ignora la entropía, es decir, la irreversibilidad de las transformaciones de energía y materia. Por ello, consideró necesario sustituir la economía tradicional por una bioeconomía, que pensara la economía dentro de la biosfera. La ciencia económica debe ser absorbida por la ecología. Por el contrario, como señala Latouche (2012: 238), “la economía no solo se emancipó de la política y la moral, sino que las fagocitaba literalmente”. Hay una colonización de lo imaginario por lo económico. La dificultad de la necesaria reevaluación proviene en gran parte del hecho de que el imaginario es sistémico.
Los valores actuales son elevados por el sistema y, por otro lado, contribuyen a fortalecerlo. Por lo tanto, se necesitan cambios profundos en la organización psicosocial de los seres humanos occidentales y su imaginación. Los valores que se deben privilegiar son el altruismo frente al egoísmo, la cooperación frente a la competencia desenfrenada, el placer del ocio y la carácter distintivo del ludismo sobre la obsesión por el trabajo, la vida social sobre el consumo ilimitado, lo local sobre lo global, la autonomía sobre la heteronomía, el gusto por el trabajo bien hecho sobre la eficiencia productivista, lo razonable sobre lo racional, lo relacional sobre lo material.
En el abordaje del decrecimiento sería importante una mayor atención al problema de las clases sociales, la acumulación de capital y el imperialismo en la crisis ecológica. Esta crisis tiene diferentes implicaciones y diferentes responsabilidades para diferentes clases sociales y países. La cuestión de la adopción del decrecimiento por parte de los países del Sur global y las propuestas marxistas de superación de la relación capital –trabajo asalariado y abolición de la propiedad privada de los medios de producción– deben ser reconsideradas en este campo teórico.
Consideraciones finales
El encuadre de las diferentes perspectivas sobre la posibilidad, o no, de un capitalismo “verde” en cuatro grupos principales no incluye, por supuesto, a quienes defienden el como de costumbre, independientemente de las consecuencias sociales o ecológicas. Hay quienes manifiestan indiferencia ante los problemas ecológicos, sin consideración por el mundo que heredarán las generaciones futuras. Otros, como los famosos neoliberales, se apoyan en la “mano invisible” del mercado para resolver este y otros problemas. Habrá quienes crean en un mundo eventual post-ecológico, totalmente artificial y tecnológico. Y también hay quienes no creen que el sistema económico esté poniendo en peligro la sostenibilidad ecológica del planeta.
Como ya se mencionó, la economía capitalista sin crecimiento económico se vuelve problemática en varios niveles. La vitalidad del capitalismo requiere la continua expansión del valor y el consumo de mercancías, con un mayor consumo de energía y materiales. Y el crecimiento económico, aunque sea temporalmente compatible con objetivos ecológicos, choca con la sostenibilidad ecológica, como hemos observado en las últimas décadas.
Cabe señalar que la economía capitalista, aún en lento crecimiento, actualmente se orienta hacia la producción de residuos como una forma de estimular la acumulación de capital. Asistimos a un gigantesco esfuerzo comercial que entra en la propia estructura productiva, con obsolescencia programada, producción de bienes suntuarios y tremendo gasto militar. Todo esto consume enormes cantidades de energía y recursos. También maximiza la toxicidad de la producción, ya que los residuos en forma de productos sintéticos (como los plásticos) son tóxicos y nocivos para la humanidad y el medio ambiente.
La eficiencia y la internalización de costos son propuestas que se pueden encontrar en los enfoques de crecimiento sustentable y economía estacionaria. Pero, como se mencionó, tenemos que enfrentar los límites claros de ambas propuestas.
Como señala Richard Smith (2015), el proyecto de capitalismo “sostenible”, “verde” o “natural” está condenado porque:
(1) Maximizar las ganancias y proteger los ecosistemas son dos ideas y prácticas que están inherentemente en conflicto. La maximización de las ganancias es una regla primordial que define las posibilidades y los límites de la reforma ecológica;
(2) Ningún gobierno capitalista puede imponer "impuestos verdes" que harían quebrar industrias importantes y poderosas;
(3) Hay una subestimación de la severidad, extensión y velocidad del colapso ecológico global que enfrentamos;
(4) Hay una sobreestimación del potencial de la producción “limpia” y la “desmaterialización” de la economía;
(5) El consumismo no es solo cultural o una cuestión de hábito. Es indispensable para la reproducción capitalista en un sistema donde los capitalistas, los trabajadores y los gobiernos están encerrados en un ciclo de consumo en constante aumento para mantener las ganancias, los empleos y los ingresos fiscales.
Con base en lo anterior, consideramos que un capitalismo “verde” es una ilusión y por lo tanto se necesita un nuevo sistema, que promueva la transformación de la relación entre los seres humanos y entre estos y la naturaleza. Podemos, en este contexto, establecer puentes entre el grupo de la economía estacionaria y el del marxismo ecológico, preguntándonos si los cambios propugnados por los partidarios de una economía de “estado estacionario” no implican el fin del capitalismo.
O preguntar a los marxistas si no sería deseable un socialismo sin la locura capitalista del crecimiento económico sin fin, centrado en la “buena vida” y la felicidad para todos. ¿No son el socialismo y el comunismo la superación de la irracionalidad del capitalismo y las tendencias destructivas que promueve? También creemos que el marxismo ecológico y la perspectiva del decrecimiento pueden establecer un diálogo fructífero: abordar, por ejemplo, temas como el crecimiento, el desarrollo, el progreso, el imperialismo, la propiedad, las clases sociales y el trabajo. Además, el establecimiento de una alianza de la representación política de estos dos movimientos teóricos en torno a un programa común sería importante en la tarea histórica de superación del capitalismo.
Finalmente, se enfatiza que no podemos subestimar la capacidad del capitalismo para continuar lucrando con la destrucción ecológica. El capitalismo es un sistema basado en la crisis que puede prosperar a partir de ella, independientemente de las consecuencias sociales y ecológicas. Sin embargo, la degradación ecológica y las crisis sociales y económicas pueden, a largo plazo, conducir al surgimiento de movimientos cada vez más fuertes para desafiar el sistema. No podemos pasar por alto la posibilidad de una transformación social y ecológica consciente. Pase lo que pase, todos los sistemas históricos tienen un principio y un final.
*Pedro Miguel Cardoso. é Investigador en economía política y ecológica.
Revisión: alina timoteo.
Publicado originalmente en e-cadernos CES [en línea], 34 | 2020.
Referencias
Bowles, Samuel; Edwards, Ricardo; Roosevelt, franco (2005), Comprender el capitalismo: competencia, mando y cambio. Nueva York/Oxford: Oxford University Press [3ª ed.].
Marrón, Lester (2011), World on the Edge: Cómo prevenir el colapso ambiental y económico. Estados Unidos de América: Earth Policy Institute.
Daly, Herman (1996), Más allá del crecimiento. La economía del desarrollo sostenible. Boston: Beacon Press.
Fomentar, John Bellamy (2009), La revolución ecológica: hacer las paces con el planeta. Nueva York: Prensa de revisión mensual.
Georgescu-Roegen, Nicolás (2012), El decrecimiento. entropía, ecología, economía. Lisboa: Instituto Piaget. Traducción de João Duarte.
Harvey, David (2014), Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Oxford/Nueva York: Oxford University Press.
Hawken, Pablo; Lovins, Amory; Lovins, Hunter (1999), capitalismo natural. Creando la próxima revolución industrial. Nueva York: Little, Brown & Company.
Heilbroner, Robert (1986), La naturaleza y la lógica del capitalismo. Nueva York/Londres: WW Norton & Company.
Heinberg, Ricardo (2011), El fin del crecimiento: adaptarse a nuestra nueva realidad económica. Isla Gabriola: Editores de la Nueva Sociedad.
Jackson, Tim (2009), Prosperidad sin crecimiento: economía para un planeta finito. Londres: Earthscan Publications, Ltd.
Kövel, Joel (2007), El enemigo de la naturaleza: ¿el fin del capitalismo o el fin del mundo? Londres/Nueva York: Zed Books.
Latouche, Serge (2011), Pequeño tratado sobre el decrecimiento sereno. Lisboa: Edições 70. Traducido por Victor Silva.
Latouche, Serge (2012), El desafío del decrecimiento. Lisboa: Instituto Piaget. Traducción de Antonio Viegas.
Marx, Carlos (1997), La capital. Libro primero - volumen III. Lisboa: Ediciones Avante!.
O'Connor, James (1998), Causas naturales - Ensayos de marxismo ecológico. Nueva York: The Guilford Press.
Rockstrom, Johan et al. (2009), “Un espacio operativo seguro para la humanidad”, Nature, 461, 472 475-.
Smith, Ricardo (2015), Capitalismo verde: el Dios que fracasó. Bristol: Libros de la Asociación Mundial de Economía.
Wallerstein, Emmanuel (1999), Capitalismo histórico – Civilización capitalista. Vila Nova de Gaia: Estrategias creativas. Traducido por Angelo Novo.
Notas
[i] Hay varias formas de medir el PIB de un país o región en una unidad de tiempo (generalmente, un año) con resultados contables equivalentes. Por ejemplo, el PIB calculado desde la perspectiva de los ingresos: es la suma de los ingresos de todas las personas de la economía en cuestión, ya sean trabajadores (salarios y pensiones), empresarios (ganancias) o titulares de otros ingresos (intereses y otros). .
[ii] Todas las traducciones presentadas son responsabilidad del autor.
[iii] La “primera contradicción” afecta al capital por el lado de la demanda. Es una crisis de sobreproducción. Cuando los capitales individuales reducen los costos para defender y restaurar las ganancias, el efecto no deseado es reducir la demanda (los trabajadores pierden poder adquisitivo) y, por lo tanto, reducir la obtención de ganancias.