La industria cultural brasileña ayer y hoy

Imagen: Elyeser Szturm
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Por Caio Vasconcellos*

En octubre de 2012, un reportaje del diario Folha de São Paulo aseguró que la coordinación de la campaña de Fernando Haddad había convencido a la presidenta Dilma Rousseff -en ese momento, con un 55% de aprobación en la ciudad de São Paulo- a posponer la fecha del mitin en el que aparecería junto al entonces candidato a alcalde de São Paulo. Sao Paulo. El motivo era insólito: el acto político-electoral competiría con la exhibición del capítulo final de Avenida brasil, telenovela emitida por Rede Globo. En la ciudad de Salvador se consideró instalar pantallas gigantes para transmitir la repetición del último capítulo de la telenovela para que otro mitin con el presidente no corriera el riesgo de quedar vacío; en todo el país, la Operador del Sistema Eléctrico Nacional temía la posibilidad de un apagón debido a la exuberante audiencia de la serie electrónica.

Muy celebrada por la crítica televisiva y por sectores de la academia, Avenida brasil fue el intento más elaborado de la teledramaturgia nacional reciente por retratar lo que sería la vida cotidiana y las formas típicas de sociabilidad de un universo urbano formado mayoritariamente por personajes de origen popular. Si hasta entonces estos estratos de la población estaban marginados o retratados con un sesgo casi exclusivamente cómico en las series electrónicas, los personajes pertenecientes a los estratos populares asumieron mayor centralidad y protagonismo en Avenida brasil.

Fría de las agencias de publicidad de la época, el grupo formado por la llamada “clase C” asumió en esos años la posición de liderazgo en términos de poder de consumo entre los distintos estratos de ingresos. Además de lograr los ingresos publicitarios más altos en la historia de la televisión en América Latina, la masiva audiencia y gran repercusión de la serie electrónica pareció coronar la consolidación de un proyecto de país bajo los auspicios del lulismo.

A los ojos de algunos, las expectativas de ese pasado reciente parecen, hoy, casi una utopía. La promesa de un mercado de consumo lo suficientemente amplio para cubrir todos los estratos de la población se contrasta con años consecutivos de disminución del poder adquisitivo, especialmente de las capas populares. La estética colorida y exuberante con la que se solía representar a la clase C fue, después del golpe, reemplazada por el regreso de un verde oliva brillante.

Además del vigoroso retroceso en materia aduanera, la elección de Bolsonaro legitimó un acelerado proyecto de liberalización y desregulación de la economía, con fuerte concentración de la renta y virulentos ataques a derechos y conquistas sociales. Pródigas en reducir procesos sociales complejos en términos sintéticos, las agencias de investigación brasileñas documentan la aparición de un nuevo estrato social formado por variaciones, ahora negativas, en los niveles de ingreso: los “desanimados”.

La propuesta de artículos programados para ser publicados en La tierra es redonda consiste en presentar análisis sobre las tendencias recientes en la explotación industrial de la cultura en el país, especialmente en el mercado de la televisión nacional y sobre el bien cultural de mayor circulación en Brasil: las telenovelas. Además de la orientación política de sus empresas y conglomerados, el sector se destaca no solo por su pujanza o por su alto grado de concentración económica, sino también por poner en circulación cosmovisiones y estilos de vida, conjuntos de normas y valores, objetos de deseo, Afecciones y dinámicas libidinales.

Si bien la manipulación de las noticias también es objeto de críticas, es a través de la movilización de estos fragmentos ideológicos objetivos que la industria cultural realmente cautiva a su audiencia, al mismo tiempo que utiliza su experiencia para naturalizar la injusticia de las relaciones económicas y la violencia de la sociedad dominación social.

Además, junto a estos temas estrictamente nacionales, la Industria Cultural Brasileña también sirve como correa de transmisión de tendencias globales. Ya en fuerte competencia con las empresas de medios tradicionales por la atención del público y las inversiones publicitarias, gigantes como Google, Facebook, Youtube, etc. ponen en circulación nuevas formas de producción y consumo de bienes culturales y promueven peculiares mecanismos de seducción.

Ante un público que ya no se restringe a un rol meramente pasivo en la concepción, elaboración y distribución de los bienes culturales, conviene escudriñar el papel que juegan los sujetos en estas producciones, y el sentido de las formas hegemónicas de sociabilidad en línea que se estructuran en estos Dominios.

*Caio Vasconcellos es investigadora posdoctoral del departamento de sociología de la Unicamp

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