la imaginación sociológica

Jackson Pollock, Figura estenográfica, c. 1942
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por AFRANIO CATANÍ*

Comentario a la colección organizada por Heloísa Fernandes, “Wright Mills: sociologia”

Mi primer contacto con textos de Charles Wright Mills (1916-1962) ocurrió en 1972, cuando aún cursaba los primeros semestres del curso de graduación en Administración Pública en la Fundação Getúlio Vargas y sucedió a través de José Paulo Carneiro Vieira, Zé Paulo, como era conocido, profesor en el ex Departamento de Ciencias Sociales. El difunto y querido Zé Paulo me dio la imaginación sociológica, por Mills, y luego leer la élite del poder e La nueva clase media (Cuello blanco: Las clases medias americanas). Más tarde, en las clases con Maurício Tragtenberg, se profundizaron más discusiones y otros textos terminaron siendo leídos y discutidos.

La colección organizada por la profesora Heloísa Fernandes, entonces profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la USP, buscó, además de retener momentos significativos de la producción intelectual de Wright Mills, perfilar un perfil de aquellos quien lo produjo. A opção por esse critério derivou de uma dupla necessidade: “selecionar algumas publicações de uma obra muito ampla” (e extremamente diversificada) e apresentar trabalhos que sejam “estratégicos para a compreensão do pensamento de Mills e, na medida do possível, ainda não acessíveis en portugués".

En su introducción, “Mills, el sociólogo artesano”, Heloísa señala que la autora recién salió de su ciudad natal (Waco, Texas) a los 23 años, luego de graduarse en filosofía y sociología en 1939. Trabajó en la Universidad de Wisconsin ( 1940-1945) ) y, a partir de 1946, en Columbia. Durante este período fue colega de Paul Lazarsfeld y, a través de Hans Gerth, con quien organizó y publicó una colección de la obra de Weber, De Max Weber: ensayos de sociología - en portugués, ensayos de sociología –, se mantuvo en contacto con el grupo de filósofos alemanes que habían emigrado a los Estados Unidos de América con el ascenso del nazi-fascismo, entre los que se destacan Theodro Adorno, Max Horkheimer y Franz Newman, debido a ellos su preocupación más sistemática por la Los movimientos radicales europeos y la tradición marxista.

Desde mediados de la década de 1950, Mills inició una serie de viajes a Europa, la Unión Soviética y América Latina. Estos viajes terminaron por ayudarlo a superar el nacionalismo provinciano de la cultura norteamericana al que estaba sujeto, así como a reconocer la otra cara de esta misma sociedad –el imperialismo–, cuya visibilidad sólo se manifiesta fuera de sus fronteras.

Desde esta nueva perspectiva, Mills produjo algunos de sus libros más significativos, como la élite del poder (1956) Las causas de la próxima guerra mundial. (1958) la imaginación sociológica (1959), la antología Imágenes del hombre: la tradición clásica en el pensamiento sociológico (1960) y los marxistas (1963). En estos libros, el autor critica las principales corrientes de la sociología norteamericana, representadas por la “Gran Teoría” (Talcott Parsons) y por el “Empirismo Abstracto” (Paul Lazarsfeld); advierte que un intento de EE.UU. de destruir Cuba podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial; propone difundir el marxismo en su país, a través de un gran volumen de casi 500 páginas; disecciona, de manera controvertida, la sociedad norteamericana a través la élite del poder. Según su amigo Irving Louis Horowitz, autor de C. Wright Mills, un utópico estadounidense (1983), tras la publicación de este texto, “las grandes instituciones 'filantrópicas' -con una honrosa excepción- rechazaron todos sus proyectos de becas” para investigación.

Heloísa Fernandes también señala que, para comprender el pensamiento de Mills, en toda su extensión, hay que tener en cuenta “el momento político y cultural de la década de XNUMX que, en el mejor de los casos, es la década de la quiebra y disolución del propio radicalismo. , que, en otras palabras, es la otra cara de la prosperidad económica, el conformismo y la creciente celebración de estilo de vida americano de posguerra. En este proceso, los intelectuales estadounidenses dejaron de pensar en sí mismos como rebeldes y radicales. Dentro de este marco general, Mills fue um de los intelectuales que se negaron a vencer; para él, como y como intelectual, el pensamiento sólo puede ser crítico y radical”. Y en sus obras buscó respuestas a partir de tres preguntas generales: a) ¿cómo mantener una perspectiva crítica de la sociedad?; b) ¿qué grupos sociales tienen una “posibilidad objetiva de poder”?; c) ¿cómo elaborar “opiniones políticas audaces y claras, opiniones que permitan su difusión como ideologías efectivas”?

Gran parte de la introducción de Eloísa también se ocupa del oneroso ajuste de cuentas que la sociología de Mills hace con el pragmatismo, sobre todo el pragmatismo de John Dewey.

Criticando el pragmatismo, Mills afirma que éste “no se vuelve impaciente y político”, por el contrario, se aísla en círculos intelectuales y académicos: “Quizás por esta posición nunca alcanzó una orientación política debidamente anclada…”. Exigió práctica, pero se aisló de los grupos y clases sociales. En manos de Mills, el pragmatismo “reelaborado”, vía discurso sociológico, quiere convertirse en discurso público. A través de sus libros, artículos, reseñas, cursos y conferencias, Mills siempre ha buscado ser un sociólogo práctico, entendiendo la sociología como una herramienta que apunta a la desalienación de los hombres. En este sentido, analizó la sociedad norteamericana en varias de sus dimensiones, conociéndola en profundidad para poder informar a quienes necesitaban saber: “En una sociedad en la que gran parte del poder y el prestigio se basan en la mentira, la el auténtico interés por la verdad se convierte en una de las pocas posesiones de los desposeídos”.

En resumen, “la promesa de la sociología no se limita a la mera búsqueda de la verdad, ya que ésta es eminentemente práctica. Y la verdad, para ser práctica, debe presentarse al público, debe comunicarse, debe compartirse: busca su destinatario. Esto significa que el propio discurso, para ser activo, debe estar calibrado. Tus palabras deben elegirse estratégicamente y ponderarse de acuerdo con el ámbito realmente abierto a tu influencia. Sólo así el intelectual cumple su misión de hacer activa la verdad, articulando la verdad a quien va dirigida…”. Así, todas sus obras hacen explícito el público al que están destinadas, es decir, aquellos que deben escuchar una verdad concreta y en base a ella hacer algo, ya sean norteamericanos, estudiantes, clérigos, periodistas, sindicalistas, etc.

En poco más de 200 páginas de esta antología de textos de Wright Mills, se pueden encontrar momentos relevantes de la producción sociológica del autor, ejemplarmente condensados. Las referencias bibliográficas detalladas, los argumentos bien construidos y la extensa investigación de campo están desapareciendo: “la urgencia del tiempo marca cada vez más la investigación y el estilo. Urgencia que tan bien revela el artesano que se resiste a la apatía y al abandono”. Mientras su corazón infartado se resistía, Charles Wright Mills acabó siguiendo, en palabras de Eloísa, el “camino del desencanto continuo”: la élite del poder, la clase obrera, la clase media, la sociedad de masas.

*Afranio Catani es profesor jubilado de la USP y profesor invitado de la UFF.

referencia


Heloísa Fernandes (org.). Wright Mills: sociología. Traducción: Aldo Bocchini Neto y Mitsue Morissawa. São Paulo, Ática, 216 páginas.

Nota


Este ensayo es una versión ligeramente abreviada de la reseña publicada en Revista de Administración de Empresas (RAE), São Paulo, EAESP-FGV, vol. 25, núm. 3, pág. 85-86, julio-septiembre de 1985.

 

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